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Old/New Testament

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La Palabra (España) (BLP)
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Deuteronomio 1-3

I.— PRIMER DISCURSO DE MOISÉS (1,1—4,43)

Introducción histórica

Estas son las palabras que Moisés comunicó a todo Israel, al otro lado del Jordán, en el desierto, en la Arabá, frente a Suf, entre Parán, Tofel, Labán, Jaserot y Di Zahab. Desde el monte Horeb hasta Cadés Barnea hay once jornadas de camino, por la ruta de la montaña de Seír. El día primero del undécimo mes, en el año cuarenta, Moisés comunicó a los israelitas todo lo que el Señor le había encomendado que les dijese, después de haber derrotado a Sijón, rey de los amorreos, que residía en Jesbón, y a Og, rey de Basán, que residía en Astarot y Edreí.

Al otro lado del Jordán, en tierra de Moab, comenzó Moisés a promulgar esta ley, diciendo:

Dios da la orden de partida

El Señor, nuestro Dios, nos dijo esto en el Horeb:

— ¡Ya lleváis mucho tiempo en estas montañas! Desmontad, pues, el campamento y poneos en marcha; dirigíos a las montañas de los amorreos y a todas sus zonas vecinas: la Arabá, la Montaña, la Sefela, el Négueb y el litoral. Seguid por la tierra de los cananeos hasta llegar al Líbano y al río grande: el río Éufrates. ¡Mirad! Yo os he entregado el país; ahora entrad y tomad posesión de la tierra que el Señor os prometió según juró a vuestros antepasados, Abrahán, Isaac y Jacob, y a sus descendientes.

Nombramiento de jueces (Ex 18,13-27)

En aquella ocasión os dije: “Yo solo no doy abasto con todos vosotros, 10 porque el Señor vuestro Dios, os ha multiplicado de tal manera que sois tan numerosos como las estrellas del cielo. 11 ¡Que el Señor, el Dios de vuestros antepasados, os haga mil veces más numerosos todavía y os bendiga como os ha prometido! 12 Pero, ¿cómo podré yo solo sobrellevar vuestras cargas, vuestras disputas y pleitos? 13 Elegid de cada tribu hombres experimentados, que sean conocidos por su sabiduría y prudencia y yo los pondré al frente de vosotros”.

14 Me respondisteis: “Estamos de acuerdo con lo que nos propones”. 15 Entonces elegí de entre los jefes de las tribus a algunos hombres sabios y experimentados, y les di autoridad sobre vosotros. A unos los puse a cargo de grupos de mil hombres; a otros, a cargo de cien; a otros, de cincuenta; a otros, de diez, y a otros los nombré oficiales responsables de cada tribu. 16 Al mismo tiempo, di a los jueces estas normas: “Escuchad a vuestros hermanos y administrad justicia cuando tengan pleitos entre ellos o con extranjeros. 17 No seáis parciales en las sentencias; considerad de igual manera la causa de los débiles y la de los poderosos; no os dejéis intimidar por nadie, porque el juicio es de Dios. Y si el asunto os sobrepasa, pasádmelo a mí para que yo lo atienda”.

18 Yo os indiqué entonces todo lo que debíais hacer.

Misión de los doce espías (Nm 13,1—14,4)

19 Así, pues, dejamos el Horeb y recorrimos todo ese inmenso y espantoso desierto que habéis visto, camino de las montañas de los amorreos, hasta que llegamos a Cadés Barnea, como el Señor nuestro Dios nos había mandado. 20 Entonces os dije: “Ya habéis llegado a las montañas de los amorreos, que el Señor nuestro Dios nos da. 21 El Señor tu Dios te entrega esta tierra: ¡Adelante, pues!, toma posesión de ella tal como te ha dicho el Señor, el Dios de tus antepasados. No temas ni te acobardes”. 22 Pero todos vosotros vinisteis a decirme: “¿Qué tal si primero enviamos algunos hombres para que inspeccionen esta tierra y averigüen qué rutas debemos seguir y las ciudades en las que podemos entrar?”.

23 Vuestra propuesta me pareció buena, así que escogí a doce de vosotros, uno por cada tribu. 24 Ellos partieron y subieron por la montaña hasta llegar al valle de Escol y exploraron la zona. 25 Después tomaron algunos frutos de la tierra, nos los trajeron y nos dijeron: “La tierra que el Señor nuestro Dios nos da es realmente espléndida”.

26 Sin embargo, vosotros os rebelasteis contra la orden del Señor vuestro Dios, os negasteis a subir, 27 y os pusisteis a murmurar dentro de vuestras tiendas diciendo: “El Señor debe odiarnos; nos sacó de Egipto para entregarnos en manos de los amorreos y destruirnos”. 28 ¡A dónde vamos a ir! Nuestros hermanos nos han metido el miedo en el cuerpo al decirnos que la gente de allí es más fuerte y más alta que nosotros, que las ciudades son enormes y están provistas de murallas que tocan el cielo. ¡Para colmo, nos dicen que vieron anaquitas por allí!

29 Entonces os respondí: “No os asustéis ni les tengáis miedo. 30 El Señor vuestro Dios va delante de vosotros y combatirá por vosotros, como ya visteis que lo hizo en Egipto. 31 Y también has visto cómo el Señor tu Dios te conducía a lo largo de todo el camino que habéis recorrido por el desierto hasta llegar aquí, con el cuidado con que un padre lleva a su hijo”. 32 A pesar de eso, ninguno de vosotros confió en el Señor vuestro Dios, 33 que iba delante de vosotros para buscaros dónde acampar. De noche lo hacía en forma de fuego, para que vierais el camino a seguir, y de día os acompañaba en forma de nube.

El Señor se enoja contra los israelitas y los castiga (Nm 14,20-35)

34 Cuando el Señor escuchó vuestras murmuraciones, se enojó e hizo este juramento: 35 “Nadie de esta generación perversa verá esta tierra fértil que juré dar a vuestros antepasados. 36 Solo la verá Caleb, hijo de Jefuné. A él y a sus hijos les daré la tierra que ha explorado, porque él sí ha confiado plenamente en el Señor”.

37 También el Señor se enojó conmigo, por vuestra culpa, y me dijo: “Tampoco tú entrarás en esa tierra. 38 Quien sí entrará es tu ayudante, Josué hijo de Nun. Infúndele valor, porque él será quien haga que Israel posea la tierra. 39 En cuanto a vuestros niños, que aún no tienen uso de razón —y que pensasteis que acabarían siendo botín de guerra—, ellos sí entrarán en la tierra y la poseerán, porque yo se la he dado. 40 En cuanto a vosotros, dad media vuelta, regresad al desierto y encaminaos de nuevo al mar de las Cañas”.

La derrota en Jormá (Nm 14,39-45)

41 Entonces me respondisteis diciendo: “Hemos pecado contra el Señor, pero ahora iremos y lucharemos tal como el Señor nuestro Dios nos lo ha mandado”. Y os equipasteis para la guerra, pensando que era fácil subir a la montaña. 42 Pero el Señor me dijo: “Adviérteles que no suban a pelear si no quieren ser derrotados por el enemigo, porque yo no estaré con ellos”.

43 Yo os lo advertí, pero no me escuchasteis; os rebelasteis contra la orden del Señor y tuvisteis la osadía de subir a la montaña. 44 Entonces los amorreos que habitaban las montañas salieron a vuestro encuentro y os hicieron correr como si os persiguiese un enjambre de avispas, y os derrotaron desde Seír hasta Jormá. 45 De vuelta llorasteis ante el Señor, pero no os escuchó ni os prestó atención. 46 Por eso tuvisteis que permanecer tanto tiempo en Cadés Barnea.

El paso por Edom y Moab (Nm 20,14-21)

Después dimos la vuelta y nos dirigimos hacia el desierto por la ruta del mar de las Cañas, como me había ordenado el Señor. Nos llevó mucho tiempo rodear la montaña de Seír Hasta que por fin el Señor me dijo: Ya habéis estado bastante tiempo dando vueltas alrededor de esta montaña; dirigíos ahora al norte. Da esta orden al pueblo: “Vais a pasar por el territorio de vuestros hermanos, los descendientes de Esaú, que habitan en Seír. Aunque ellos os tienen miedo, andaos con cuidado y no los provoquéis, pues yo no os daré nada de su territorio, ni siquiera el espacio donde posar la planta del pie, pues la montaña de Seír se la di en posesión a Esaú. Tanto los alimentos que comáis, como el agua que bebáis los adquiriréis con dinero. Porque el Señor tu Dios te ha bendecido en todo lo que has emprendido, ha protegido tu caminar a través de este inmenso desierto y nada te ha faltado durante estos cuarenta años, porque el Señor tu Dios ha estado contigo”.

Así, pues, seguimos la ruta de la Arabá, que parte de las ciudades de Elat y Esionguéber, y entramos en el territorio de nuestros hermanos, los descendientes de Esaú, que habitan en Seír. Después torcimos y fuimos hacia el desierto de Moab.

El Señor también me dijo: Tampoco ataques a Moab ni lo incites a guerrear, porque no te daré nada de su territorio, ya que la región de Ar se la di en posesión a los descendientes de Lot. 10 (En la antigüedad vivió allí un pueblo fuerte y numeroso; el de los emitas. Ellos eran tan altos como los anaquitas. 11 Tanto a ellos como a los anaquitas se los tenía por refaítas, si bien los moabitas los llamaban emitas. 12 También, en la antigüedad, habitaron en Seír los hurritas, pero los descendientes de Esaú los desalojaron y los aniquilaron, instalándose en su lugar, lo mismo que hizo Israel con la tierra que el Señor le dio en posesión). 13 Y ahora, reanudad la marcha y cruzad el torrente de Záred. Y así lo hicimos.

14 Los años trascurridos desde que salimos de Cadés Barnea hasta que cruzamos el torrente de Záred fueron treinta y ocho. Para entonces todos los hombres de aquella generación aptos para la guerra habían muerto, tal como se lo había jurado el Señor. 15 El poder del Señor se hizo sentir en medio del campamento hasta que, finalmente, los eliminó por completo.

16 Cuando ya no quedó en el pueblo ningún hombre apto para la guerra —porque habían muerto—, 17 el Señor me dijo: 18 Hoy vas a cruzar por Ar la frontera de Moab 19 y vas a entrar en contacto con los amonitas, descendientes de Lot. No los ataques ni los pongas en trance de combatir, pues no te daré nada de su territorio; se lo he dado en posesión a los descendientes de Lot. 20 (También este era tenido por un territorio de refaítas, porque antiguamente ellos vivieron allí, si bien los amonitas los llamaban zonzonitas. 21 Era un pueblo fuerte y numeroso, altos como los anaquitas; pero el Señor los aniquiló por medio de los amonitas que, apoderándose de su territorio, se instalaron en él. 22 De igual modo actuó el Señor con los descendientes de Esaú, que vivían en Seír: estos aniquilaron a los hurritas y se apoderaron de su territorio instalándose en él hasta el día de hoy. 23 En cuanto a los jeveos que vivían en las aldeas cercanas a Gaza, fueron aniquilados por los caftoritas, oriundos de Creta, que ocuparon su lugar).

24 Y ahora, reanudad la marcha y cruzad el torrente Arnón. Te entrego al amorreo Sijón, rey de Jesbón, junto con su territorio. Declárale la guerra y lánzate a su conquista. 25 A partir de hoy comenzaré a infundir pavor y miedo hacia ti entre todas las naciones que hay debajo del cielo; cuando oigan hablar de ti, temblarán y se estremecerán.

Derrota de Sijón, rey amorreo (Nm 21,21-30)

26 Desde el desierto de Cademot envié embajadores a Sijón, rey de Jesbón, con esta propuesta de paz: 27 “Permíteme pasar por tu territorio; seguiré la ruta establecida sin desviarme a derecha ni a izquierda. 28 Te pagaré el agua que beba y los víveres que consuma. Sólo te pido que me permitas cruzar tu territorio 29 como lo han hecho los descendientes de Esaú, que viven en Seír, y los moabitas de Ar, hasta que pasemos el Jordán y entremos en la tierra que el Señor nuestro Dios nos da”.

30 Pero Sijón, rey de Jesbón, se negó a dejarnos cruzar por su territorio, porque el Señor tu Dios había ofuscado su espíritu y endurecido su corazón, a fin de convertirlo en súbdito tuyo, como lo es hasta el día de hoy. 31 Entonces el Señor me dijo: Estoy dispuesto a entregarte a Sijón y su territorio; comienza, pues, la conquista y apodérate de su territorio.

32 Sijón nos salió al encuentro con sus tropas, para presentarnos batalla en Jasá. 33 El Señor nuestro Dios lo entregó en nuestro poder y lo derrotamos a él, a sus hijos y a todas sus tropas. 34 Conquistamos todas sus ciudades y las consagramos al exterminio matando a hombres, mujeres y niños. No dejamos a nadie con vida. 35 Únicamente nos quedamos con los ganados y el despojo de las ciudades que conquistamos. 36 Desde Aroer que está al borde del torrente Arnón, y desde la ciudad que está en el valle, hasta el límite con Galaad, no hubo ciudad que se nos resistiera; todas nos las entregó el Señor, nuestro Dios. 37 Sólo dejaste de invadir el territorio amonita, la cuenca del Yaboc, los pueblos de la montaña y los lugares que el Señor nuestro Dios nos había prohibido conquistar.

Derrota de Og, rey de Basán (Nm 21,31-35)

Después torcimos y nos dirigimos hacía Basán. Pero, Og, rey de Basán, nos salió al encuentro con todas sus tropas, dispuesto a presentarnos batalla en Edreí. Entonces el Señor me dijo: No le tengas miedo, porque lo he entregado en tu poder con todo su pueblo y su territorio. Harás con él lo mismo que hiciste con Sijón, el rey de los amorreos, que vivía en Jesbón.

El Señor nuestro Dios nos entregó también a Og, rey de Basán, con todo su pueblo, y nadie vivió para contarlo. Conquistamos todas sus ciudades sin que quedara ciudad de la que no nos apoderásemos: en total sesenta ciudades, es decir, toda la región de Argob, del reino de Og, en Basán; todas ellas ciudades fortificadas, con altas murallas y portones con trancas; sin contar muchas otras aldeas pereceas sin amurallar. Y las consagramos al exterminio, igual que habíamos hecho con Sijón, rey de Jesbón, matando en cada ciudad a hombres, mujeres y niños; pero nos quedamos con los ganados y el despojo de las ciudades.

Así fue como, en aquella ocasión, conquistamos el territorio de los dos reyes amorreos al otro lado del Jordán: desde el torrente Arnón hasta el monte Hermón (al cual los sidonios llaman Sirión y los amorreos Senir); 10 todas las ciudades de la meseta, todo Galaad y todo Basán, hasta Salcá y Edreí, ciudades que pertenecían al reino de Og en Basán. 11 En cuanto a Og, rey de Basán, era el último superviviente de la raza de los gigantes, como puede apreciarse por su sarcófago de basalto, que se encuentra todavía en Rabat de los amonitas y que mide cuatro metros y medio de largo por dos de ancho.

Reparto de Transjordania

12 Una vez que nos apoderamos de esa tierra, di a Rubén y a Gad la mitad de la serranía de Galaad con todas sus ciudades: desde Aroer hasta el torrente Arnón. 13 A la media tribu de Manasés le di todo Basán, es decir, el reino de Og, y la parte restante de Galaad. (La región entera de Argob y de Basán era conocida como el país de los refaítas. 14 Y sucedió que Jaír, hijo de Manasés, se adueñó de toda la región de Argob hasta el límite con Guesur y Maacá, y puso su propio nombre a esa parte de Basán llamándola: Aldeas de Jaír, que es el nombre que aún conservan). 15 A Maquir le di Galaad. 16 A las tribus de Rubén y de Gad les di una parte de Galaad: por un lado, hasta el Arnón, siendo frontera la mitad del torrente; por otro lado, hasta el torrente Yaboc, frontera de los amonitas; 17 además, hacia el oriente, la Arabá y el Jordán hacían de frontera, desde el lago Kinéret hasta el mar de la Arabá, que es el Mar Muerto, al pie de las laderas del Pisga.

18 En aquel tiempo os ordené lo siguiente: “El Señor vuestro Dios, os ha dado en posesión esta tierra. Ahora, pues, que todos los guerreros tomen sus armas y avancen al frente de sus hermanos israelitas. 19 Solo vuestras mujeres, vuestros niños y vuestros ganados —sé que vuestros ganados son abundantes— se quedarán en las ciudades que os he dado. 20 Y no regresaréis a la heredad que os he dado hasta que el Señor, vuestro Dios, no conceda también a vuestros hermanos el reposo, como ha hecho con vosotros, y tomen posesión, ellos también, de la tierra que el Señor les da al otro lado del Jordán”.

21 Y a Josué también le hice esta advertencia: “Tú has visto con tus propios ojos todo lo que el Señor, vuestro Dios, ha hecho con estos dos reyes. Pues lo mismo hará el Señor con el resto de los reinos por donde has de pasar. 22 No les tengáis miedo, porque el Señor, vuestro Dios, luchará a vuestro favor”.

Dios prohíbe a Moisés entrar en Canaán

23 Hice entonces al Señor esta súplica: 24 “Señor mi Dios, tú has comenzado a mostrar a este siervo tuyo tu grandeza y la fuerza de tu brazo, pues ¿qué Dios hay en el cielo o en la tierra capaz de hacer las hazañas y proezas que tú haces? 25 Déjame, te ruego, pasar a ver esa tierra fértil que está al otro lado del Jordán, esa hermosa montaña y el Líbano”. 26 Pero por vuestra culpa el Señor se enojó conmigo y no me concedió lo que le pedí, sino que me respondió: ¡Basta ya; no me hables más de este asunto! 27 Sube a la cima del Pisga y extiende tu mirada hacia los cuatro puntos cardinales. Contempla lo que ves con tus ojos, porque tú no cruzarás el Jordán. 28 Dale a Josué las debidas instrucciones; infúndele valor y ánimo; porque él pasará al frente del pueblo, y él les repartirá la tierra que vas a ver.

29 Y nos quedamos en el valle, frente a Bet Peor.

Marcos 10:32-52

Jesús anuncia por tercera vez su muerte y su resurrección (Mt 20,17-19; Lc 18,31-34)

32 En el camino que sube hacia Jerusalén, Jesús iba delante de sus discípulos, que estaban admirados; por su parte, quienes iban detrás estaban asustados. Jesús entonces, llamando de nuevo a los Doce, se puso a hablarles de lo que estaba a punto de sucederle. 33 Les dijo:

— Ya veis que estamos subiendo a Jerusalén. Allí el Hijo del hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley que lo condenarán a muerte y lo pondrán en manos de extranjeros 34 que se burlarán de él, lo escupirán, lo golpearán y lo matarán. Pero después de tres días resucitará.

Petición de los hijos de Zebedeo (Mt 20,20-28)

35 Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron:

— Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte.

36 Jesús les preguntó:

— ¿Qué queréis que haga por vosotros?

37 Le dijeron:

— Concédenos que nos sentemos junto a ti en tu gloria: el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

38 Jesús les respondió:

— No sabéis lo que estáis pidiendo. ¿Podéis vosotros beber la misma copa de amargura que yo estoy bebiendo, o ser bautizados con el mismo bautismo con que yo estoy siendo bautizado?

39 Ellos le contestaron:

— ¡Sí, podemos hacerlo!

Jesús les dijo:

— Pues bien, beberéis de la copa de amargura que yo estoy bebiendo y seréis bautizados con mi propio bautismo; 40 pero que os sentéis el uno a mi derecha y el otro a mi izquierda, no es cosa mía concederlo; es para quienes ha sido reservado.

41 Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se enfadaron con Santiago y Juan. 42 Entonces Jesús los reunió y les dijo:

— Como muy bien sabéis, los que se tienen por gobernantes de las naciones las someten a su dominio, y los que ejercen poder sobre ellas las rigen despóticamente. 43 Pero entre vosotros no debe ser así. Antes bien, si alguno quiere ser grande, que se ponga al servicio de los demás; 44 y si alguno quiere ser principal, que se haga servidor de todos. 45 Porque así también el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos.

Curación del ciego Bartimeo (Mt 20,29-34; Lc 18,35-43)

46 En esto llegaron a Jericó. Y más tarde, cuando Jesús salía de allí acompañado de sus discípulos y de otra mucha gente, un ciego llamado Bartimeo (es decir, hijo de Timeo) estaba sentado junto al camino pidiendo limosna. 47 Al enterarse de que era Jesús de Nazaret quien pasaba, empezó a gritar:

— ¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!

48 Muchos le decían que se callara, pero él gritaba cada vez más:

— ¡Hijo de David, ten compasión de mí!

49 Entonces Jesús se detuvo y dijo:

— Llamadlo.

Llamaron al ciego, diciéndole:

— Ten confianza, levántate, él te llama.

50 El ciego, arrojando su capa, dio un salto y se acercó a Jesús. 51 Jesús le preguntó:

— ¿Qué quieres que haga por ti?

Contestó el ciego:

— Maestro, que vuelva a ver.

52 Jesús le dijo:

— Puedes irte. Tu fe te ha salvado.

Al punto recobró la vista y siguió a Jesús por el camino.

La Palabra (España) (BLP)

La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España