Old/New Testament
El coro
6 Bella entre las bellas, ¡¿dónde habrá ido tu amado?! Te ayudaremos a buscarlo.
La amada
2 Mi amado ha bajado a su huerto, a sus lechos de especias, a apacentar su rebaño y a recoger lirios. 3 Yo soy de mi amado y mi amado es mío. Él apacienta su rebaño entre los lirios.
Quinto canto
El amado
4 Amada mía, eres tan bella como la tierra de Tirsá; hermosa como Jerusalén. Impresionante como las estrellas del cielo. 5 ¡Aparta de mí la mirada, pues tus ojos me han vencido! Tus cabellos, derramándose sobre tu rostro, son como rebaño de cabras que retozan por las laderas de Galaad. 6 Tus dientes son como rebaños de cabritas recién lavados; perfectos y completos. 7 Tus mejillas son como dos mitades de granadas tras el velo. 8 Pueden ser sesenta las reinas y ochenta las princesas, así como incontables vírgenes a mi disposición. 9 Pero tú, paloma mía, eres la única entre todas. La hija consentida de su madre. Encantadas quedaron las mujeres de Jerusalén al verte, y hasta las reinas y princesas te alaban. 10 ¿Quién es esta que surge como la aurora, bella como la luna, brillante como el sol, impresionante como las estrellas del cielo.
11 Bajé al bosquecillo de nogales y salí al valle para contemplar la primavera, para ver si ya retoñaban las viñas o florecían los granados. 12 Antes de darme cuenta, me encontré entre las carrozas reales de mi pueblo.
El coro
13 Vuelve, vuelve acá, ¡oh mujer perfecta! ¡Regresa, regresa para que podamos verte otra vez!
El amado
¿Por qué contemplan a la que es todo perfección mientras danza graciosamente?
7 ¡Qué bellos son tus pies en las sandalias!, princesa mía. Tus torneados muslos son joyas, obra del más excelso artífice. 2 Tu ombligo es copa de vino. Tu vientre encantador es montón de trigo entre lirios. 3 Tus pechos son dos gacelas; sí, dos gacelas mellizas; 4 tu cuello parece torre de marfil, tus ojos, los manantiales de Hesbón junto a la entrada de Bat Rabín. Tu nariz es bella como la torre del Líbano que mira hacia Damasco. 5 Como el monte Carmelo es corona de montes, así tu cabeza es tu corona. Has cautivado al rey con tus rizos. 6 ¡Qué deliciosa eres; qué agradable, amor, sumo deleite! 7 Eres alta y esbelta al igual que una palmera, y tus pechos son sus racimos. 8 Yo me dije: «Subiré a la palmera y tomaré sus racimos». Sean ahora tus pechos como racimos de uvas y el aroma de tu aliento como manzanas, 9 y tus besos tan embriagantes como el mejor vino, que resbala suavemente por labios y dientes.
La amada
10 Soy de mi amado; ¡su pasión lo atrae hacia mí! 11 Ven, amado mío, salgamos a los campos y pasemos la noche entre los azahares. 12 Madruguemos para salir a las viñas a ver si han retoñado, si los capullos se han abierto, y si los granados están en flor. Y allí te entregaré mi amor. 13 Allí las mandrágoras esparcen su aroma, y a nuestra puerta hallamos las más exóticas frutas, frescas y secas, pues las he guardado para ti, amado mío.
8 ¡Cómo quisiera que fueras mi hermano! Entonces podría besarte aunque nos vieran, y nadie se burlaría de mí. 2 Te llevaría de la mano al hogar de mi infancia, y allí me enseñarías. Yo te daría a beber vino con especias, dulce vino de granada. 3 ¡Pon tu brazo izquierdo bajo mi cabeza y rodea mi cintura con tu brazo derecho!
El amado
4 Les ruego, mujeres de Jerusalén, que no despierten a mi amada hasta que ella quiera.
Sexto canto
El coro
5 ¿Quién es esta que sube del desierto, apoyada en el hombro de su amado?
La amada
Bajo el manzano donde entre dolores te trajo al mundo tu madre, allí desperté tu amor.
6 Grábame como un sello sobre tu corazón. Llévame como un tatuaje en tu brazo, porque fuerte como la muerte es el amor, y tenaz como llama divina es el fuego ardiente del amor. 7 ¡Nada puede apagar las llamas del amor! ¡Nada, ni las inundaciones ni las aguas abundantes del mar podrán ahogarlo! Si alguien tratara de comprarlo con todo cuanto tiene sólo lograría que le despreciaran.
El coro
8 Nuestra hermana es jovencita, todavía no tiene pechos. ¿Qué haremos si alguien la pide por esposa?
9 La reforzaremos con defensas de plata si es muralla, y si es puerta, la cubriremos con paneles de cedro.
La amada
10 Soy alta, esbelta, y de pechos bien desarrollados, y he hallado gracia a los ojos de mi amado. 11 Salomón tenía una viña en Baal Jamón y la dio en renta a unos labradores, cada uno de los cuales debía pagar mil piezas de plata.
12 Pero en cuanto a mi viña, tú, Salomón, quédate con las mil piezas de plata y yo les daré doscientas a los que la cuidan.
El amado
13 Amada mía, tú que moras en los huertos, qué hermoso que tus compañeros puedan escuchar tu voz; deja que yo también la oiga.
La amada
14 Ven pronto, amado mío, como gacela o cervatillo sobre las colinas cubiertas con yerbas aromáticas.
4 Esto es lo que quiero decir: Mientras que un heredero es menor de edad, en la práctica es igual que un esclavo, aunque sea propietario de las riquezas de su padre. 2 Tiene que obedecer a sus tutores y administradores hasta que llegue la fecha que el padre señaló.
3 Así nos pasaba a nosotros. Cuando éramos menores de edad, éramos esclavos de los poderes que controlan el mundo. 4 Pero cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 a fin de comprar nuestra libertad, ya que éramos esclavos de la ley, y así adoptarnos como hijos suyos.
6 Y como ustedes son sus hijos, Dios envió al Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, y por eso lo llamamos «Papá, papá».
7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo de Dios. Y como eres su hijo, Dios te ha hecho su heredero.
Preocupación de Pablo por los gálatas
8 Antes que ustedes conocieran a Dios, eran esclavos de los que en realidad no son dioses. 9 Pero ahora que conocen a Dios, o mejor dicho, que Dios los conoce a ustedes, ¿cómo se les ocurre retroceder y volver a ser esclavos de esos poderes que no valen nada y no pueden hacer nada bueno por ustedes? 10 ¿Cómo se les ocurre seguir guardando los días, meses, estaciones y años?
11 Temo por ustedes. ¡Temo que mi trabajo entre ustedes haya sido inútil!
12 Hermanos, sean como yo, porque yo me he identificado con ustedes. Ustedes no me han ofendido en nada. 13 Ustedes bien saben cómo me acogieron la primera vez que les prediqué el evangelio, aun cuando entonces estaba enfermo. 14 Y aunque mi enfermedad fue una prueba para ustedes, no me rechazaron ni me echaron de entre ustedes. Al contrario, me cuidaron como si hubiera sido un ángel de Dios o Jesucristo mismo. 15 ¿Dónde está aquella alegría que experimentaban? Me consta que con gusto se habrían sacado los ojos para dármelos, si esto hubiera sido posible.[a] 16 ¿Me considerarán ahora un enemigo porque les digo la verdad?
17 Esos que tan ansiosos están de ganarse el favor de ustedes no tienen muy buenas intenciones. Lo que intentan es apartarlos de nosotros para que ustedes les presten más atención a ellos. 18 No hay nada malo en que muestren interés por los demás, siempre que lo hagan con buenas intenciones. Y tampoco en que sea siempre y no sólo cuando estoy con ustedes.
19 Hijitos míos, ¡de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo se forme en ustedes! 20 Daría cualquier cosa por estar allá con ustedes y no tener que hablarles de esta manera, porque francamente me tienen muy confundido.
Agar y Sara
21 Los que quieren obedecer la ley, díganme: ¿Por qué no se fijan bien en lo que dice la ley? 22 Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos: uno con una esclava y otro con una mujer libre. 23 En el nacimiento del hijo de la esclava no hubo nada sobrenatural; pero el hijo de la libre nació porque Dios le prometió a Abraham que nacería. 24 Esto es como un ejemplo: Las dos mujeres representan dos pactos: una, que es Agar, representa el pacto del monte Sinaí. Ella fue la madre del esclavo. 25 Agar representa al monte Sinaí que está en Arabia, el cual simboliza a la actual ciudad de Jerusalén, que vive en la esclavitud con sus hijos.
26 Pero nuestra madre es la Jerusalén celestial; y esta es libre. 27 De ella está escrito:
«Regocíjate, oh mujer estéril; tú, que nunca has tenido hijos, prorrumpe en gritos de júbilo; tú que no has tenido dolores de parto, porque la abandonada tendrá más hijos que la mujer que tiene esposo».
28 Ustedes, hermanos, al igual que Isaac, son los hijos que Dios prometió. 29 Y al igual que Ismael, el hijo que nació por decisión humana, persiguió a Isaac, el hijo que nació por obra del Espíritu, así también sucede ahora.
30 Pero, ¿qué dicen las Escrituras?: «Echa fuera a la esclava y a su hijo, para que el hijo de la esclava no comparta la herencia del hijo de la libre».
31 Así que, hermanos, ¡no somos hijos de la esclava, sino de la libre!
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