Old/New Testament
Salmo de David.
35 Señor, defiéndeme de los que me atacan; combate a los que me combaten. 2 Ponte tu armadura, toma tu escudo y acude en mi ayuda. Protégeme poniéndote enfrente. 3 Empuña tu lanza y tu jabalina en mi defensa, haz frente a mis perseguidores. Quiero oírte decir: Yo soy tu salvación. 4 Afrenta a quienes intentan matarme; recházalos y confúndelos. 5 Espárcelos con tu soplo como paja en el viento; viento que el ángel del Señor envía. 6 Haz oscuro y resbaladizo el camino de ellos; que el ángel del Señor los persiga. 7 Pues aunque ningún mal les hice, me tendieron una trampa y aunque ningún mal les hice, cavaron una fosa para mí. 8 Que les sobrevenga ruina súbita. Que caigan en su propia trampa, en la fosa que ellos cavaron para mí.
9 Pero yo me regocijaré en el Señor. Él me librará. 10 De lo profundo de mi corazón sube esta alabanza: «¿Quién como tú, Señor? ¿Qué otro protege del fuerte al débil y desvalido, y al pobre y menesteroso de quienes desean despojarlos?».
11 Estos malvados juran en falso. Me acusan de cosas que yo ignoro. 12 Les hago el bien, y me pagan con mal. Estoy enfermo por la desesperación. 13 En cambio, cuando ellos estuvieron enfermos, lloré ante el Señor, me vestí de luto, rogándole que los sanara; estuve ayunando; oré por ellos con todo el corazón pero Dios no escuchó. 14 Anduve triste como si se tratara de mi madre, de mi amigo o mi hermano que estuviera enfermo y agonizante. 15 Y ahora que estoy en tribulación, ellos se alegran; se reúnen a calumniarme; y yo ni siquiera conocía a algunos de los que allí estaban. 16 Se burlan de mí y me maldicen, y contra mí rechinan los dientes.
17 Señor, ¿hasta cuándo te vas a quedar allí, sin hacer nada? Intervén ahora y líbrame, porque sólo tengo una vida, y estos leones están prontos a devorarla. 18 Sálvame, y manifestaré mi gratitud ante toda la congregación, ante la multitud te alabaré.
19 ¡No permitas a mis enemigos gozarse sobre mi derrota! No dejes que se sonrían burlonamente los que me odian sin motivo, 20 pues no hablan de paz ni de hacer el bien, sino de tramar contra los inocentes que no se meten con los demás. 21 A gritos afirman haberme visto hacer el mal. «¡Ajá!», dicen, «con nuestros propios ojos te vimos hacerlo». 22 Señor, tú lo sabes todo. ¡No te calles! ¡No me abandones ahora!
23 ¡Despierta, Señor, Dios mío! ¡Vindícame! 24 Declárame inocente, porque tú eres justo. No dejes que mis enemigos se regocijen por mi tribulación. 25 No permitas que digan: «¡Ajá! ¡Nuestro mayor deseo contra él pronto será realidad! ¡Nos lo hemos tragado vivo!». 26 Avergüénzalos; haz que quienes alardean a costa mía y se gozan de mis tribulaciones sean agobiados por la desgracia. Despoja hasta la deshonra a todos los que se creen más que yo. 27 Pero concede gran gozo a los que me desean el bien. Que clamen ellos con júbilo: «¡Grande es el Señor que se deleita en auxiliar a su siervo!». 28 Y yo proclamaré ante todos cuán grande y bueno eres tú; te alabaré todo el día.
Al director musical. De David, el siervo del Señor.
36 En el fondo del corazón de los malvados acecha el pecado. No tienen temor de Dios que los refrene. 2 Por el contrario, en su vanidad no pueden ver lo malvado que son. 3 Todo lo que dicen es torcido y engañoso; ya no son sabios ni buenos. 4 Se pasan la noche despiertos, tramando sus perversos planes se aferran a su mal camino, en vez de pensar cómo mantenerse alejados del mal.
5 Tu firme amor, Señor, es grande como los cielos. Tu fidelidad va más allá de las nubes. 6 Tu justicia es como tus poderosos montes. Tus juicios como las profundidades del océano. Por igual te preocupas de los hombres y los animales. 7 ¡Cuán precioso es tu constante amor, Dios! Toda la humanidad se refugia a la sombra de tus alas. 8 Los alimentas con las delicias de tu mesa y les das a beber de tus ríos deleitosos.
9 Porque tú eres la fuente de la vida; nuestra luz viene de tu luz. 10 Derrama tu firme amor sobre los que te conocen y otorgan tu justicia a los de recto corazón. 11 No permitas que estos orgullosos me pisoteen. No dejes que sus perversas manos me traten como estropajo. 12 ¡Mira! Ya han caído. Quedaron derribados para no levantarse más.
El proceso ante Festo
25 Festo llegó a la provincia y después de tres días subió de Cesarea a Jerusalén.
2 Estando allí, los jefes de los sacerdotes y los judíos más importantes presentaron sus acusaciones contra Pablo. 3 Le pidieron a Festo con insistencia que les hiciera el favor de que Pablo fuera llevado a Jerusalén. Ellos planeaban matarlo cuando viniera en camino. 4 Pero Festo les respondió: «Pablo está preso en Cesarea, y dentro de poco yo mismo iré para allá. 5 Que vengan conmigo los dirigentes de ustedes y que allí lo acusen, si es que él ha hecho algo malo».
6 Festo estuvo entre los judíos unos ocho o diez días, después bajó a Cesarea. Al día siguiente ocupó su silla en el tribunal y mandó que le trajeran a Pablo. 7 Cuando este entró, los judíos que venían de Jerusalén lo rodearon y acusaron de cosas muy malas. Pero no pudieron probar que eran ciertas.
8 Pablo se defendió diciendo:
―No he hecho nada malo, ni contra la ley de los judíos ni contra el templo ni contra el emperador.
9 Entonces Festo, queriendo quedar bien con los judíos, le preguntó:
―¿Quieres que yo mismo te juzgue en Jerusalén?
10 Pablo contestó:
―Aquí, en el tribunal del emperador, es donde se me debe juzgar. No les he hecho nada malo a los judíos, usted lo sabe muy bien. 11 Si he hecho algo que merezca la muerte, no me niego a morir. Pero si no son ciertas las acusaciones que han presentado contra mí estos judíos, nadie tiene el derecho de entregarme a ellos. ¡Que me juzgue el emperador!
12 Festo habló con sus consejeros y después dijo:
―Has pedido que te juzgue el emperador. ¡El emperador te juzgará!
Festo consulta al rey Agripa
13 Habían pasado algunos días, y el rey Agripa, acompañado de Berenice, fue a Cesarea a visitar a Festo. 14 Como estuvieron allí varios días, Festo le contó al rey el caso de Pablo. Le dijo:
―Hay aquí un hombre que Félix dejó preso. 15 Cuando fui a Jerusalén, los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos lo acusaron de varias cosas. Ellos exigieron que se le condenara. 16 Yo les dije que no es costumbre de los romanos entregar a nadie sin que antes vea a sus acusadores y se le dé la oportunidad de defenderse. 17 Cuando ellos vinieron a mí, sin perder tiempo me preparé para juzgarlo al día siguiente. Luego mandé traer a este hombre. 18 Pero sus acusadores no presentaron contra él ninguno de los delitos que yo pensaba. 19 Lo acusaron de cosas que tenían que ver con su religión, y de que Pablo asegura que un tal Jesús, que ya murió, está vivo. 20 Sin saber cómo resolver este caso, le pregunté si estaría dispuesto a que yo lo juzgara en Jerusalén. 21 Pero como Pablo pidió que el emperador fuera el que lo juzgara, ordené que lo dejaran preso hasta que lo pueda enviar a Roma.
22 Agripa le dijo a Festo: —Me gustaría escuchar a ese hombre.
Festo le contestó: —¡Pues mañana mismo lo escucharás!
Pablo ante Agripa
23 Al día siguiente, Agripa y Berenice llegaron a la sala de audiencia en medio de gran pompa. Los acompañaban oficiales del ejército y hombres importantes de la ciudad. Festo ordenó que le trajeran a Pablo, 24 y dijo:
―Rey Agripa y todos los que están aquí presentes. Aquí tienen a este hombre. Todo el pueblo judío me ha traído acusaciones contra él. Me piden a gritos su muerte, tanto en Jerusalén como aquí en Cesarea. 25 En mi opinión, no ha hecho nada que merezca la muerte. Pero como pidió que lo juzgara el emperador, he decidido enviarlo a Roma. 26 No obstante, no sé que escribir de él al emperador. Por eso lo he traído ante ustedes y especialmente ante ti, rey Agripa. De esta manera, después que tú lo interrogues, tendré algunos datos para escribir. 27 Me parece absurdo enviar un preso sin decir claramente de qué se le acusa.
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