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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
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La Palabra (España) (BLP)
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Jeremías 37-39

Jeremías acusado ante Sedecías

37 Sedecías, hijo de Josías, sucedió en el trono a Jeconías, hijo de Joaquín. Nabucodonosor, rey de Babilonia, lo había nombrado rey de Judá.

Ni él, ni sus ministros ni la gente del país hicieron caso de las palabras que el Señor había comunicado por medio del profeta Jeremías. El rey Sedecías envió a Jehucal, hijo de Selemías, y a Sofonías, hijo del sacerdote Maasías, con este mensaje para el profeta Jeremías: “Consulta de nuestra parte al Señor, nuestro Dios”. Por entonces Jeremías andaba entre la gente, pues aún no lo habían metido en la cárcel. Los caldeos estaban sitiando Jerusalén, pero al enterarse de que el ejército del faraón había salido de Egipto, levantaron el cerco. El profeta Jeremías recibió la palabra del Señor en estos términos:

— Así dice el Señor, Dios de Israel: Esto dirás al rey de Judá que te ha enviado a consultarme: El ejército del faraón, que había salido en vuestra ayuda, se vuelve a Egipto, su país. Los caldeos volverán, atacarán esta ciudad, la capturarán y le prenderán fuego. Así dice el Señor: No os engañéis a vosotros mismos pensando que los caldeos van a levantar el cerco, pues no se irán. 10 Aunque destruyerais al ejército caldeo, que en estos momentos os ataca, y quedasen sólo algunos heridos en sus tiendas, se levantarían y pegarían fuego a esta ciudad.

11 Cuando el ejército caldeo levantó el cerco de Jerusalén ante la llegada del ejército del faraón, 12 salió Jeremías de Jerusalén en dirección al territorio de Benjamín, para repartir unas tierras entre sus familiares. 13 Al llegar a la Puerta de Benjamín, estaba allí el capitán de la guardia, llamado Jirías, hijo de Selemías y nieto de Jananías, que apresó al profeta Jeremías acusándolo de haberse pasado a los caldeos. 14 Jeremías le dijo:

— Eso es mentira. Yo no me he pasado a los caldeos.

Pero Jirías no le hizo caso. Apresó a Jeremías y lo llevó ante los dignatarios. 15 Estos se irritaron contra Jeremías y mandaron que lo azotaran y lo metieran en prisión, en casa del funcionario Jonatán, que habían acondicionado como cárcel. 16 Jeremías fue llevado al calabozo del sótano, donde permaneció largo tiempo. 17 El rey Sedecías mandó que se lo llevaran a palacio y le preguntó en secreto:

— ¿Hay alguna palabra de parte del Señor?

Jeremías respondió:

— Sí. Serás entregado en manos del rey de Babilonia.

18 Y Jeremías añadió dirigiéndose al rey Sedecías:

— ¿En qué os he fallado a ti, a tus ministros o a este pueblo para que hayas mandado que me encierren en la cárcel? 19 ¿Dónde están vuestros profetas, los que os profetizaban: “El rey de Babilonia no os atacará ni penetrará en el país”? 20 Y ahora escúchame, majestad; te pido que aceptes mi súplica. No ordenes que me devuelvan a casa del funcionario Jonatán, de lo contrario moriré allí.

21 El rey Sedecías ordenó que custodiaran a Jeremías en el patio de la guardia y que le dieran una hogaza diaria de pan, de la calle de los Panaderos, hasta que se acabase el pan en la ciudad. Jeremías se quedó, pues, en el patio de la guardia.

Condena y liberación de Jeremías

38 Sefatías, hijo de Matán; Godolías, hijo de Pasjur; Jucal, hijo de Selamías; y Pasjur, hijo de Malquías, oyeron todo lo que Jeremías estaba diciendo al pueblo:

— Así dice el Señor: El que se quede en esta ciudad morirá a espada, de hambre o de peste. Pero el que se pase a los caldeos vivirá: su vida será su botín. Así dice el Señor: Esta ciudad será entregada en manos del ejército del rey de Babilonia, que la conquistará.

Los dignatarios dijeron al rey:

— Ese hombre debe morir, porque, al hablar de tal modo, está debilitando el ánimo de los soldados que quedan en la ciudad y del resto de la gente. En realidad, ese hombre no busca el bienestar del pueblo, sino su desgracia.

Respondió el rey Sedecías:

— Lo dejo a vuestra disposición, pues ni siquiera el rey puede nada contra vosotros.

Agarraron a Jeremías y lo arrojaron a la cisterna de Malquías, príncipe real, la que está en el patio de la guardia, bajándolo con sogas. La cisterna no tenía agua, pero estaba llena de barro, y Jeremías se hundió en él. El cusita Ebedmélec, un eunuco que vivía en el palacio real, se enteró de que Jeremías había sido arrojado a la cisterna. El rey estaba en la Puerta de Benjamín; así que Ebedmélec salió del palacio y fue a entrevistarse con el monarca. Le dijo:

— Majestad, no está bien que esos hombres hayan maltratado al profeta Jeremías arrojándolo a la cisterna. Seguro que morirá de hambre, pues no queda pan en la ciudad.

10 El rey dio esta orden a Ebedmélec, el cusita:

— Toma tres hombres a tus órdenes y saca al profeta Jeremías de la cisterna antes de que muera.

11 Ebedmélec tomó consigo a los hombres, entró en el palacio real y fue al guardarropa, donde se proveyó de algunos jirones de telas y de ropas inservibles. Después los echó en la cisterna junto con las sogas. 12 Ebedmélec, el cusita, dijo a Jeremías:

— Ponte esos trozos de tela en los sobacos, por debajo de las sogas.

Jeremías obedeció. 13 Entonces tiraron de él con las sogas y lo sacaron de la cisterna. Después Jeremías se quedó en el patio de la guardia.

Última entrevista con Sedecías

14 El rey Sedecías mandó traer a su presencia al profeta Jeremías, a la tercera entrada del Templo del Señor y, una vez allí, le dijo:

— Te quiero preguntar una cosa. No me mientas en nada.

15 Jeremías respondió a Sedecías:

— Si te digo la verdad, seguramente me matarás; y si te doy un consejo, no me harás caso.

16 El rey Sedecías hizo un juramento a Jeremías, sin que nadie lo oyera:

— ¡Por vida del Señor, al que debemos la existencia, que no te mataré ni te entregaré en manos de esos hombres que quieren quitarte la vida!

17 Entonces Jeremías habló así a Sedecías:

— Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Si sales y te entregas a los oficiales del rey de Babilonia, conservarás la vida; y además esta ciudad no será entregada a las llamas. Conservarás la vida junto con tu familia. 18 Pero si no sales y te entregas a los oficiales del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en manos de los caldeos y acabará siendo pasto de las llamas. Y tú no conseguirás escapar de sus manos.

19 El rey Sedecías respondió a Jeremías:

— Tengo miedo de ser entregado a judaítas que se hayan pasado a los caldeos; pues me maltratarían.

20 Contestó Jeremías:

— No te entregarán en sus manos. Haz caso de lo que te dice el Señor a través de mí, pues te irá bien y conservarás la vida. 21 Pero si te niegas a salir y entregarte, escucha la palabra que me ha comunicado el Señor: 22 Todas las mujeres que quedan en el palacio del rey de Judá serán sacadas y entregadas a los oficiales del rey de Babilonia, y dirán así:

“Te han engañado y vencido
los que eran tus íntimos amigos:
tus pies se han hundido en el fango,
pero ellos se batieron en retirada”.

23 Todas tus mujeres y tus hijos caerán en poder de los caldeos, y tú no podrás escapar. Caerás en manos del rey de Babilonia, y esta ciudad será incendiada.

24 Dijo Sedecías a Jeremías:

— Que nadie se entere de esto que me acabas de decir, de lo contrario morirás. 25 Y si los dignatarios se enteran de que he hablado contigo y van a preguntarte: “¿Qué has hablado con el rey y qué te ha dicho?, si nos ocultas algo te mataremos”, 26 tú les responderás: “Le estaba suplicando al rey que no me hiciese volver a casa de Jonatán, pues moriría allí”.

27 Los dignatarios fueron a interrogar a Jeremías, y él les respondió conforme a las instrucciones del rey. Ellos callaron y se fueron, pues el asunto no había trascendido. 28 Jeremías se quedó en el patio de la guardia hasta que Jerusalén fue conquistada.

Datos sobre la caída de Jerusalén

39 El año noveno de Sedecías, rey de Judá, el mes décimo, Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó con todo su ejército a Jerusalén y la sitió. El año undécimo de Sedecías, el día noveno del mes cuarto, abrieron brecha en las murallas de la ciudad. Los generales del rey de Babilonia, a saber, Nergal Saréser, príncipe de Sin Maguir, jefe de los magos, y Nabusasbán, jefe de los eunucos, y el resto de los generales del rey de Babilonia entraron y ocuparon la puerta principal de la ciudad. Cuando Sedecías, rey de Judá, y los soldados se apercibieron del hecho, aprovecharon la noche para huir de la ciudad: atravesaron los jardines reales, por una puerta entre las dos murallas, y se dirigieron hacia la zona desértica. El ejército caldeo los persiguió, y dio alcance a Sedecías en las estepas de Jericó. Lo apresaron y lo condujeron a presencia de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que estaba en Ribla, en territorio de Jamat. Y allí mismo dictó sentencia. El rey de Babilonia mandó degollar en Ribla a los hijos de Sedecías en presencia de este, y también hizo degollar a la gente principal de Judá. A Sedecías le sacó los ojos, lo encadenó y se lo llevó a Babilonia. Los caldeos prendieron fuego al palacio real y a las viviendas de la ciudad, y derribaron las murallas de Jerusalén. Nabusardán, jefe de la guardia, se llevó deportados a Babilonia a la gente que había quedado en la ciudad y a los que se habían pasado a ellos. 10 A la gente pobre, carente de posesiones, los dejó Nabusardán en Judá y les hizo donación de viñas y tierras. 11 Respecto a Jeremías, Nabucodonosor, rey de Babilonia, había dado a Nabusardán, jefe de la guardia, la siguiente orden:

12 — Preocúpate de él y no le hagas ningún daño. Y pórtate con él como él mismo te diga.

13 Nabusardán, jefe de la guardia; Nabusasbán, jefe de los eunucos; y Nergal Saréser, jefe de los magos, 14 mandaron traer a Jeremías del patio de la guardia y se lo entregaron a Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán para que lo llevase a su casa y pudiese hacer vida normal. 15 Jeremías había recibido la palabra del Señor estando detenido en el patio de la guardia. Le había dicho:

16 — Di a Ebedmélec, el cusita: Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Voy a hacer que se cumplan las palabras que pronuncié contra esta ciudad, palabras de desgracia, que no de ventura; y ese día serás testigo de su cumplimiento. 17 Pero a ti ese día te pondré a buen recaudo —oráculo del Señor— y no serás entregado en manos de las personas que temes; 18 puedes estar seguro que te haré escapar: no caerás a espada, y tu vida será tu botín, por haber confiado en mí —oráculo del Señor—.

Hebreos 3

II.— JESUCRISTO, SACERDOTE FIEL Y MISERICORDIOSO (3,1—5,10)

Jesús es superior a Moisés

Por tanto, hermanos creyentes que compartís un mismo llamamiento celestial, no perdáis de vista a quien ha sido enviado como sumo sacerdote de la fe que profesamos. Me refiero a Jesús, modelo de fidelidad al que Dios constituyó en tal cargo, como lo fue también Moisés en todo lo referente a la casa de Dios. Pero Jesús se ha hecho acreedor a una gloria más excelsa que la de Moisés, por cuanto al constructor de una casa le corresponde un honor mayor que a la casa construida. Toda casa, en efecto, tiene su constructor; y el constructor del universo es Dios. En cuanto a Moisés, fue ciertamente fiel en todo lo tocante a la casa de Dios, aunque sólo como un siervo encargado de atestiguar lo que Dios iba a decir. Cristo, en cambio, como Hijo que es, está al frente de la casa de Dios. Una casa que somos nosotros mientras mantengamos la confianza y la ilusión que nace de la esperanza.

Exhortación a la fidelidad

Por eso, como dice el Espíritu Santo:

Cuando hoy escuchéis la voz del Señor,
no cerréis a cal y canto el corazón,
como hicieron los que se rebelaron
en el desierto el día de la prueba.
Allí fue donde vuestros antepasados
intentaron ponerme a prueba
a pesar de haber experimentado mis maravillas
10 durante cuarenta años.
Por eso me indigné
contra aquella gente y exclamé:
“Tienen siempre el corazón extraviado
y nunca han seguido mis caminos”.
11 No entrarán, pues, en mi descanso,
tal como lo juré lleno de enojo.

12 Procurad, hermanos, que ninguno de vosotros tenga un corazón incrédulo y perverso que lo aparte del Dios viviente. 13 Más bien exhortaos unos a otros día tras día mientras dura ese “hoy”, para que la seducción del pecado no endurezca vuestras conciencias. 14 Porque sólo si mantenemos firme hasta el fin la confianza del principio, compartiremos la suerte de Cristo. 15 Es lo que se nos dice:

Cuando hoy escuchéis la voz del Señor,
no cerréis a cal y canto el corazón,
como hicieron los que se rebelaron.

16 ¿Y quiénes fueron los que, habiendo escuchado la voz del Señor, se rebelaron? ¿No fueron acaso todos los que habían salido de Egipto guiados por Moisés? 17 Y ¿contra quiénes se indignó el Señor a lo largo de aquellos cuarenta años? Está claro que contra quienes pecaron, y por eso sus cadáveres quedaron tendidos en el desierto. 18 Y ¿a quiénes, sino a los rebeldes, aseguró con juramento que no entrarían en su descanso? 19 Vemos, efectivamente, que no pudieron entrar por falta de fe.

La Palabra (España) (BLP)

La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España