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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
La Palabra (España) (BLP)
Version
1 Samuel 7-8

Los habitantes de Quiriat Jearín vinieron y recogieron el Arca del Señor; la llevaron a la casa de Abinadab, en la colina, y consagraron a su hijo Eleazar para que la cuidase.

Samuel, juez de Israel (7,2-17)

Pasaron muchos años, unos veinte, desde la instalación del Arca en Quiriat Jearín y todo Israel añoraba al Señor. Entonces Samuel se dirigió a todos los israelitas para decirles:

— Si queréis volver totalmente al Señor, retirad de entre vosotros a los dioses y diosas extranjeros, entregaos plenamente al Señor, adoradlo en exclusiva y él os librará de los filisteos.

Los israelitas retiraron las imágenes de Baal y Astarté y adoraron al Señor en exclusiva. Samuel les ordenó:

— Convocad a todo Israel en Mispá y yo oraré por vosotros al Señor.

Se reunieron en Mispá, sacaron agua, la derramaron ante el Señor y ayunaron aquel día, diciendo:

— Hemos pecado contra el Señor.

Samuel juzgó a los israelitas en Mispá. Cuando los filisteos se enteraron de que los israelitas estaban reunidos en Mispá, los príncipes filisteos subieron contra Israel. Los israelitas, al saberlo, se asustaron y dijeron a Samuel:

— No dejes de suplicar por nosotros al Señor nuestro Dios, para que nos defienda de los filisteos.

Samuel tomó un cordero lechal, lo sacrificó al Señor en holocausto, clamó al Señor en favor de Israel y el Señor lo escuchó. 10 Mientras Samuel estaba ofreciendo el sacrificio, llegaron los filisteos para atacar a Israel. Entonces el Señor lanzó un fuerte trueno contra los filisteos, los desconcertó y cayeron derrotados ante Israel. 11 Los israelitas salieron de Mispá persiguiendo a los filisteos y los fueron aniquilando hasta más abajo de Bet Car. 12 Samuel colocó entonces una piedra entre Mispá y Sen, diciendo:

— Hasta aquí nos ha ayudado el Señor.

Por eso la llamó Eben Ézer. 13 Los filisteos, derrotados, ya no volvieron a invadir el territorio israelita y el Señor los tuvo sometidos mientras vivió Samuel. 14 Israel reconquistó las ciudades situadas entre Ecrón y Gat que los filisteos le habían arrebatado, liberó su territorio del dominio filisteo y estuvo en paz con los amorreos.

15 Samuel fue juez de Israel durante toda su vida. 16 Anualmente hacía una gira por Betel, Guilgal y Mispá, dirimiendo los pleitos de Israel en estos lugares. 17 Luego volvía a Ramá, donde tenía su residencia y seguía juzgando a Israel. Y allí construyó un altar al Señor.

II.— SAMUEL Y SAÚL (8—15)

Institución de la monarquía (8—12)

Israel pide un rey

Cuando Samuel se hizo viejo nombró a sus hijos jueces de Israel. El primogénito se llamaba Joel y el segundo Abías, y ambos ejercían en Berseba. Sin embargo sus hijos no siguieron sus pasos, pues buscaban su provecho, aceptaban sobornos y pervertían la justicia. Por ello, todos los ancianos de Israel se reunieron, fueron a Ramá a ver a Samuel y le dijeron:

— Mira, tú ya eres viejo y tus hijos no siguen tus pasos. Por tanto, nómbranos un rey que nos gobierne, como en todas las naciones.

Le disgustó a Samuel el hecho de que le pidieran un rey para que los gobernara y se puso a orar al Señor. Pero el Señor le dijo:

— Escucha la voz del pueblo en todo lo que te pidan, pues no te rechazan a ti, sino que es a mí a quien rechazan como rey suyo. Lo mismo que me han tratado a mí desde que los saqué de Egipto hasta hoy, abandonándome para dar culto a otros dioses, así te tratan también a ti. Ahora, pues, escúchalos; pero ponlos sobre aviso y dales a conocer los privilegios del rey que reinará sobre ellos.

10 Samuel transmitió las palabras del Señor a la gente que le pedía un rey 11 y les dijo:

— Estos serán los derechos del rey que os gobierne: alistará a vuestros hijos y a unos los destinará a sus carros y a sus caballos para que vayan delante de su carroza; 12 a otros los nombrará jefes y oficiales de su ejército; a otros los pondrá a trabajar sus campos y a cuidar sus cosechas, o a fabricar su armamento y los pertrechos de sus carros. 13 A vuestras hijas las pondrá a su servicio como perfumistas, cocineras o panaderas. 14 Requisará vuestros mejores campos, viñas y olivares para dárselos a sus funcionarios. 15 Os cobrará el diezmo de vuestros cereales y viñas y se lo dará a sus oficiales y funcionarios. 16 Os quitará vuestros siervos y siervas junto con vuestros mejores bueyes y asnos para emplearlos en sus trabajos. 17 Os exigirá impuestos por vuestros rebaños, y vosotros mismos os convertiréis en sus esclavos. 18 En ese momento os quejaréis del rey que habíais elegido, pero entonces el Señor no os responderá. 19 El pueblo no quiso escuchar a Samuel e insistió:

— ¡No importa! Queremos tener rey. 20 Así también nosotros seremos como todos los pueblos: nuestro rey nos gobernará y nos conducirá a luchar en las guerras.

21 Samuel escuchó lo que decía el pueblo y se lo comunicó al Señor. 22 El Señor le contestó:

— Atiende a su petición y nómbrales un rey.

Entonces Samuel ordenó a los israelitas:

— ¡Todo el mundo a sus pueblos!

Romanos 6

Resucitados a una vida nueva

¿Querrá todo esto decir que debemos seguir pecando para que se desborde la gracia? ¡De ningún modo! Quienes hemos muerto al pecado, ¿cómo vamos a seguir viviendo sometidos a él? ¿No sabéis que, al ser vinculados a Cristo por el bautismo, fuimos vinculados también a su muerte? Por el bautismo, en efecto, fuimos sepultados con Cristo, a fin de participar en su muerte. Por tanto, si Cristo venció a la muerte resucitando por el glorioso poder del Padre, es preciso que también nosotros emprendamos una vida nueva. Si hemos sido injertados en Cristo compartiendo una muerte como la suya, compartiremos, también su resurrección. Tened en cuenta que nuestra antigua condición pecadora fue clavada junto con Cristo en la cruz, para que así quedara destruido este cuerpo sometido al pecado y nosotros quedáramos liberados de su servidumbre. Pues cuando una persona muere, queda libre del dominio del pecado. Si, pues, hemos muerto con Cristo, debemos confiar en que también viviremos con él; sabemos, en efecto, que Cristo, al haber resucitado de entre los muertos es ya inmortal; la muerte ha perdido su dominio sobre él. 10 En cuanto a la razón de su muerte, murió para liberarnos definitivamente del pecado; en lo que se refiere a su vivir, vive para Dios. 11 Igualmente vosotros, considerad que habéis muerto al pecado y vivís para Dios en unión con Cristo Jesús.

12 Que no siga dominándoos el pecado; aunque vuestro cuerpo sea mortal, no os sometáis a sus apetencias, 13 ni os convirtáis en instrumentos del mal al servicio del pecado. Presentaos, más bien, ante Dios como lo que sois: muertos retornados a la vida, y haced de vuestros cuerpos instrumentos del bien al servicio de Dios. 14 No os dejéis dominar por el pecado, ya que no estáis bajo el yugo de la ley, sino bajo la acción de la gracia.

Libres del pecado

15 Entonces, ¿qué? Porque ya no estemos bajo el yugo de la ley, sino bajo la acción de la gracia, ¿habremos de pecar sin miramientos? ¡De ningún modo! 16 Sabéis de sobra que, si os ponéis al servicio de alguien dispuestos a obedecerle, os convertís en sus esclavos: esclavos del pecado que os llevará a la muerte, o bien esclavos de la obediencia a Dios que os restablecerá en su amistad.

17 Gracias a Dios, vosotros, que erais en otro tiempo esclavos del pecado, os habéis sometido de todo corazón al modelo de enseñanza que os ha sido transmitido. 18 Liberados del pecado, os habéis puesto al servicio del bien. 19 Os estoy hablando con un lenguaje corriente en atención a la debilidad de vuestra condición humana. Así pues, lo mismo que en otro tiempo os hicisteis esclavos del vicio y la maldad enfangándoos en el mal, haceos ahora esclavos del bien, consagrándoos a Dios.

20 Cuando erais esclavos del pecado, no os considerabais obligados a practicar el bien. 21 ¿Y cuál fue el resultado? Vergüenza os da decirlo, porque todo desembocó en la muerte. 22 Pero ahora habéis sido liberados del pecado, sois siervos de Dios, habéis sido consagrados a él y tenéis como meta la vida eterna. 23 Porque el salario del pecado es la muerte, mientras que el don que Dios nos hace es la vida eterna por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.

Jeremías 44

Oráculos contra los judaítas de Egipto

44 Palabra que recibió Jeremías sobre los judaítas instalados en territorio egipcio: en Migdol, en Tafne, en Menfis y en la región de Patros. Estas fueron sus palabras:

— Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Vosotros sois testigos de las desgracias que he traído sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá, que aún siguen arruinadas y deshabitadas, debido a las maldades que cometieron: me irritaron quemando ofrendas de incienso y dando culto a dioses extraños que ni ellos, ni vosotros ni vuestros antepasados conocían. Os envié continuamente a mis siervos los profetas para que os dijeran: “No cometáis esas abominaciones que tanto odio”. Pero no quisisteis escuchar, no obedecisteis mi mandato de abandonar la maldad y dejar de quemar ofrendas de incienso a otros dioses. Por eso estallaron mi ira y mi cólera, que prendieron en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, dejándolas desoladas y arruinadas hasta el día de hoy. Ahora pues, así dice el Señor, Dios del universo, Dios de Israel: ¿Por qué os hacéis tanto daño a vosotros mismos provocando en Judá el exterminio de hombres y mujeres, niños y lactantes? ¿No os dais cuenta de que no os quedará un resto? Además me irritáis con vuestras obras, pues quemáis ofrendas de incienso a dioses extraños en el país de Egipto, al que habéis venido a vivir como forasteros; de esa forma vosotros mismos seréis exterminados y os convertiréis en maldición e ignominia para todas las naciones de la tierra. ¿Habéis olvidado las maldades de vuestros antepasados, las de los reyes de Judá y de sus mujeres, vuestras propias maldades y las de vuestras mujeres, las que todos cometisteis en territorio de Judá y en las calles de Jerusalén? 10 Hasta el presente no os habéis arrepentido, no me habéis respetado ni habéis vivido conforme a mi ley y a mis preceptos que os di a vosotros y a vuestros antepasados. 11 Por eso, así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Estoy dirigiendo mi mirada hacia vosotros para mal, para extirpar a todos los de Judá. 12 Aniquilaré al resto de Judá que dirigió su mirada hacia Egipto con el deseo de residir allí como forasteros; todos tendrán su fin en Egipto: serán víctimas de la espada y del hambre. Morirán pequeños y grandes, víctimas de la espada y del hambre; y se convertirán en maldición y espanto, en objeto de execración e ignominia. 13 Castigaré a los habitantes del país de Egipto como castigué a Jerusalén: con la espada, el hambre y la peste; 14 y de los supervivientes de Judá que vinieron a Egipto a residir como forasteros, no quedará uno con vida, nadie podrá ponerse a salvo. Tampoco podrán regresar a Judá, a pesar de que ansían ardientemente volver para instalarse allí. [Sólo algunos fugitivos conseguirán volver].

15 Todos los hombres que sabían que sus mujeres quemaban ofrendas de incienso a dioses extraños, todas las mujeres presentes en aquella gran asamblea y la gente en general residente en Patros, en el país de Egipto, respondieron a Jeremías:

16 — No queremos escuchar la palabra que nos has dirigido en nombre del Señor, 17 sino que vamos a hacer todo lo que hemos decidido: quemar ofrendas de incienso a la Reina del Cielo y hacerle libaciones, como hemos venido haciendo nosotros, nuestros antepasados, nuestros reyes y nuestros dignatarios en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Entonces nos saciábamos de comida, nos iba bien y no experimentábamos desgracias. 18 Pero desde que hemos dejado de quemar ofrendas de incienso a la Reina del Cielo y de hacerle libaciones, nos falta de todo y vamos muriendo a espada o de hambre. 19 Y cuando nosotras quemamos ofrendas de incienso a la Reina del Cielo, le ofrecemos libaciones o le hacemos tortas con su efigie, no lo hacemos sin el consentimiento de nuestros maridos.

20 Respondió Jeremías a toda la gente, hombres, mujeres y niños, que así le habían contestado:

21 — ¿Pensáis que el Señor no recordaba y tenía presente el incienso que ofrecíais en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, vosotros, vuestros padres, vuestros reyes, vuestros dignatarios y la gente del país? 22 El Señor ya no pudo aguantar la maldad de vuestras acciones y las abominaciones que cometíais, y vuestra tierra se convirtió en ruinas, desolación y maldición, y se quedó sin habitantes hasta el día de hoy. 23 Y es que quemabais ofrendas de incienso y pecabais contra el Señor, sin hacerle caso y sin vivir conforme a su ley, a sus mandatos y a sus decisiones. Por eso os sobrevino aquella desgracia, que continúa hoy.

24 Y añadió Jeremías a toda la gente y a las mujeres:

— Escuchad la palabra del Señor, judaítas que vivís en el país de Egipto. 25 Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Vosotros y vuestras mujeres lo decís de palabra y lo realizáis en la práctica: “Pensamos cumplir los votos que hemos hecho de ofrecer incienso a la Reina del Cielo y de hacerle libaciones”; y seguro que mantendréis vuestros votos y cumpliréis vuestras promesas por todos los medios. 26 Pero escuchad la palabra del Señor, judaítas todos que habitáis en el país de Egipto: He jurado por mi ilustre nombre —dice el Señor— que mi nombre no volverá a ser invocado por ninguna persona de Judá, por esos que suelen jurar: “Por vida del Señor Dios” en el país de Egipto. 27 Los estoy vigilando con intención de enviarles no beneficios, sino calamidades; haceros daño, no bien. Todos los judaítas que viven en Egipto morirán víctimas de la espada y del hambre, hasta que yo acabe con ellos. 28 [Serán unos pocos los que escapen de la espada y regresen del país de Egipto a territorio de Judá]. Y entonces los supervivientes de Judá que han venido a Egipto a residir como forasteros sabrán qué palabra es la que se cumple, si la mía o la de ellos. 29 Y esto os servirá de señal —oráculo del Señor—: Pienso castigaros en este lugar para que reconozcáis que las calamidades que os anuncié se cumplirán sin falta. 30 Así dice el Señor: Voy a entregar al faraón Ofrá, rey de Egipto, en manos de sus enemigos, de los que quieren quitarle la vida, del mismo modo que entregué a Sedecías, rey de Judá, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, el enemigo que quería quitarle la vida.

Salmos 20-21

Salmo 20 (19)

Ahora sé que el Señor da la victoria a su ungido

20 Al maestro del coro. Salmo de David.
El Señor te atienda en el día de angustia,
el nombre del Dios de Jacob te salve.
Desde el santuario te preste ayuda,
desde Sión te proteja.
Recuerde todas tus ofrendas,
que tu holocausto le agrade. [ Pausa]
Te conceda lo que deseas,
realice lo que te propones.
Y nos alegraremos con tu victoria,
enarbolaremos banderas en nombre de nuestro Dios.
¡Que el Señor te otorgue cuanto has pedido!
Ahora sé que el Señor dará la victoria a su ungido:
desde sus santos cielos le responde
con el poder salvador de su diestra.
Unos confían en sus carros, otros en sus caballos,
nosotros invocamos al Señor nuestro Dios.
Ellos se doblegan y caen,
nosotros permanecemos en pie.
10 Señor, concede la victoria al rey,
atiéndenos cuando te invoquemos.

Salmo 21 (20)

El rey confía en el Señor

21 Al maestro del coro. Salmo de David.
Señor, por tu poder se alegra el rey,
¡cómo se regocija por tu victoria!
Le concedes lo que su corazón desea,
no le niegas lo que sus labios piden; [ Pausa]
con las mejores bendiciones te acercas a él,
ciñes a su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida y se la diste,
una larga vida que no tendrá fin.
Por tu victoria es grande su honor,
tú le confieres gloria y majestad,
le otorgas bendiciones eternas,
lo llenas, junto a ti, de alegría.
Porque el rey confía en el Señor,
por el amor del Altísimo no sucumbirá.
Tu mano golpeará a tus enemigos,
tu diestra golpeará a tus adversarios.
10 Harás de ellos un horno ardiente
cuando estalle tu ira, Señor,
cuando los consuma tu cólera y el fuego los devore.
11 Harás desaparecer a sus hijos de esta tierra,
a sus descendientes de entre los mortales.
12 Porque intentaron hacerte daño,
tramaron intrigas sin éxito alguno.
13 Tú los pondrás en fuga
tensando tu arco contra ellos.
14 Álzate, Señor, con tu poder;
nosotros cantaremos y alabaremos tu bravura.

La Palabra (España) (BLP)

La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España