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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
La Palabra (España) (BLP)
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Jueces 18

Los danitas en busca de territorio

18 Era un tiempo en que no había rey en Israel. La tribu de Dan andaba buscando un territorio donde establecerse, pues hasta entonces no le había correspondido ninguna heredad entre las tribus de Israel. Los danitas enviaron desde Sorá y Estaol a cinco hombres valientes de su tribu para que recorrieran el país y lo exploraran. Les encargaron:

— Id a explorar esa tierra.

Llegaron a la montaña de Efraín, cerca de la casa de Micá, y pasaron allí la noche. Como estaban junto a la casa de Micá, reconocieron la voz del joven levita, se le acercaron y le preguntaron:

— ¿Con quién has venido aquí? ¿Qué haces por estos pagos? ¿Qué se te ha perdido en este lugar?

El levita les respondió:

— Esto y esto ha hecho Micá por mí. Me ha tomado a sueldo y soy su sacerdote.

Ellos le dijeron:

— Consulta, entonces, a Dios a ver si tendrá éxito el viaje que hemos emprendido.

Les respondió el sacerdote:

— Id en paz; el Señor mira con buenos ojos vuestro viaje.

Los cinco hombres partieron y llegaron a Lais. Vieron que las gentes de allí vivían seguras, tranquilas y confiadas, al estilo de los sidonios y vieron también que no faltaba allí ningún producto de la tierra; por otra parte, estaban lejos de los sidonios y no tenían relaciones con los arameos. Regresaron a Sorá y Estaol donde residían sus hermanos, y estos les preguntaron:

— ¿Qué noticias traéis?

Ellos respondieron:

— ¡Ánimo! Vayamos contra ellos, porque hemos visto el país y es excelente. No os quedéis ahí quietos, sino poneos en camino hacia aquella tierra para conquistarla. 10 Cuando lleguéis, os encontraréis con un pueblo pacífico y un país espacioso: Dios os lo ha entregado; es un lugar que no carece de nada de cuanto puede haber sobre la tierra.

Migración de los danitas

11 Así pues, el clan de los danitas —unos seiscientos hombres bien armados— partió de Sorá y Estaol. 12 Subieron y acamparon en Quiriat Jearín, en Judá. Por eso, todavía hoy, se llama aquel lugar el Campamento de Dan. Está detrás de Quiriat Jearín. 13 De allí se dirigieron a la montaña de Efraín y llegaron a la casa de Micá.

14 Los cinco hombres que habían estado previamente explorando la tierra, tomaron la palabra y dijeron a sus hermanos:

— ¿No sabéis que en esta casa hay un efod, unos terafín, una imagen y un ídolo de metal fundido? Pensad, pues, lo que habéis de hacer.

15 Fueron allá y entraron en la casa de Micá, donde estaba el joven levita, y le dieron el saludo de paz. 16 Mientras los seiscientos hombres danitas con sus armas de guerra permanecían en el umbral de la puerta, 17 los cinco hombres que habían ido a explorar la tierra entraron en la casa y se apropiaron de la imagen, el efod, los terafín y el ídolo de fundición. Entretanto, el sacerdote estaba en el umbral de la puerta con los seiscientos hombres armados. 18 Aquellos, pues, que habían entrado en la casa de Micá, se apropiaron de la imagen, el efod, los terafín y el ídolo de fundición. El sacerdote les dijo:

— Pero ¿qué estáis haciendo?

Le contestaron:

19 — Calla, cierra la boca y ven con nosotros. Serás nuestro padre y nuestro sacerdote. ¿O prefieres ser sacerdote de la casa de un particular a ser sacerdote de una tribu y de un clan de Israel?

20 Se alegró con ello el corazón del sacerdote, tomó el efod, los terafín y la imagen y se fue en medio de la tropa. 21 Reemprendieron el camino, colocando en cabeza a las mujeres, los niños, los rebaños y los objetos de valor. 22 Estaban ya lejos de la casa de Micá, cuando los de las casas vecinas a la casa de Micá dieron la alarma y salieron en persecución de los danitas. 23 Al oír los gritos de los perseguidores, los danitas miraron hacia atrás y dijeron a Micá:

— ¿Qué te sucede? ¿Por qué gritas así?

24 Respondió:

— Me habéis quitado mi dios, el que yo me había hecho, y me habéis arrebatado a mi sacerdote. Os marcháis sin dejarme nada y encima me decís: “¿Qué te sucede?”.

25 Los danitas le contestaron:

— Calla de una vez, no sea que algunos de los nuestros pierdan la paciencia y arremetan contra vosotros, con lo que tú y tu familia perderíais la vida.

26 Los danitas siguieron su camino. Micá, por su parte, viendo que eran más fuertes, se volvió a su casa.

Toma de Lais. Fundación de Dan y de su santuario

27 Los danitas tomaron el dios que Micá se había fabricado, junto con su sacerdote, y marcharon contra Lais, pueblo pacífico y confiado. Pasaron a cuchillo a la población e incendiaron la ciudad. 28 Nadie vino en su ayuda, porque estaba lejos de Sidón y no tenía relaciones con los arameos. Lais estaba situada en el valle que se extiende hacia Bet Rejob. Los danitas reconstruyeron la ciudad, se establecieron en ella, 29 y le pusieron el nombre de Dan, en recuerdo de su antepasado Dan, hijo de Israel. Antiguamente la ciudad se llamaba Lais. 30 Construyeron también un altar en honor de la imagen, y Jonatán, hijo de Guersón, hijo de Moisés, y después de él sus descendientes actuaron como sacerdotes en la tribu de Dan hasta el tiempo de la deportación del país. 31 Rindieron culto a la imagen que se había fabricado Micá y que permaneció allí mientras estuvo en Siló la casa de Dios.

Hechos 22

22 — Hermanos israelitas y dirigentes de nuestra nación, escuchad lo que ahora voy a alegar ante vosotros en mi defensa.

Al oír que se expresaba en arameo, prestaron más atención.

— Soy judío —afirmó Pablo—; nací en Tarso de Cilicia, pero me he educado en esta ciudad. Mi maestro fue Gamaliel, quien me instruyó con esmero en la ley de nuestros antepasados. Siempre he mostrado un celo ardiente por Dios, igual que vosotros hoy. He perseguido a muerte a los seguidores de este nuevo camino del Señor, apresando y metiendo en la cárcel a hombres y mujeres. De ello pueden dar testimonio el sumo sacerdote y todo el Consejo de Ancianos, pues de ellos recibí cartas para nuestros correligionarios judíos de Damasco, adonde me dirigía con el propósito de apresar a los creyentes que allí hubiera y traerlos encadenados a Jerusalén para ser castigados.

Pablo relata su vocación

Iba, pues, de camino cuando, cerca ya de Damasco, hacia el mediodía, me envolvió de repente una luz deslumbrante que procedía del cielo. Caí al suelo y escuché una voz, que me decía: “Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?”. “¿Quién eres, Señor?”, —pregunté—. “Soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues”, —me contestó—. Mis acompañantes vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. 10 Yo pregunté: “¿Qué debo hacer, Señor?”. El Señor me dijo: “Levántate y vete a Damasco. Allí te dirán lo que se te ha encargado realizar”. 11 Como el fulgor de aquella luz me había dejado ciego, mis acompañantes me condujeron de la mano hasta Damasco.

12 Había allí un hombre llamado Ananías, fiel cumplidor de la ley y muy estimado por todos los residentes judíos. 13 Este vino a mi encuentro y, poniéndose a mi lado, me dijo: “Hermano Saúl, recobra la vista”. Al instante recobré la vista y pude verlo. 14 Ananías, por su parte, añadió: “El Dios de nuestros antepasados te ha escogido para manifestarte su voluntad, para que vieras al Justo y oyeras su propia voz. 15 Porque debes ser su testigo ante todos de cuanto has oído y presenciado. 16 No pierdas tiempo ahora; anda, bautízate y libérate de tus pecados invocando el nombre del Señor”.

17 A mi regreso a Jerusalén, un día en que estaba orando en el Templo tuve un éxtasis. 18 Vi al Señor, que me decía: “Date prisa. Sal en seguida de Jerusalén, pues no van a aceptar tu testimonio sobre mí”. 19 “Señor —respondí—, ellos saben que yo soy el que iba por las sinagogas para encarcelar y torturar a tus creyentes. 20 Incluso cuando mataron a Esteban, tu testigo, allí estaba yo presente aprobando el proceder y cuidando la ropa de quienes lo mataban”. 21 Pero el Señor me contestó: “Ponte en camino, pues voy a enviarte a las más remotas naciones”.

Pablo y el comandante romano

22 Hasta aquí todos habían escuchado con atención; pero en ese momento comenzaron a gritar:

— ¡Fuera con él! ¡No merece vivir!

23 Como no dejaban de vociferar, de agitar sus mantos y de arrojar polvo al aire, 24 el comandante mandó que metieran a Pablo en la fortaleza y lo azotasen, a ver si confesaba y de esa forma era posible averiguar la razón del griterío contra él. 25 Pero cuando lo estaban amarrando con las correas, Pablo dijo al oficial allí presente:

— ¿Tenéis derecho a azotar a un ciudadano romano sin juzgarlo previamente?

26 Al oír esto, el oficial fue a informar al comandante:

— Cuidado con lo que vas a hacer; ese hombre es ciudadano romano.

27 El comandante llegó junto a Pablo y le preguntó:

— Dime, ¿eres tú ciudadano romano?

— Sí —contestó Pablo—.

28 — A mí me ha costado una fortuna adquirir esa ciudadanía —afirmó el comandante—.

— Pues yo la tengo por nacimiento —contestó Pablo—.

29 Al momento se apartaron de él los que iban a someterlo a tortura, y el propio comandante tuvo miedo al saber que había mandado encadenar a un ciudadano romano.

Pablo ante el Consejo Supremo

30 El comandante se propuso saber con certeza cuáles eran los cargos que presentaban los judíos contra Pablo. Así que al día siguiente mandó que lo desatasen y dio orden de convocar a los jefes de los sacerdotes y al Consejo Supremo ante los que hizo comparecer a Pablo.

Jeremías 32

Compra de un campo en Anatot

32 Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor el año décimo de Sedecías, rey de Judá, que corresponde al año décimo octavo de Nabucodonosor. Por aquel entonces las fuerzas del rey de Babilonia estaban asediando Jerusalén, y el profeta Jeremías estaba preso en el patio de la guardia, en el palacio del rey de Judá. Lo había encarcelado Sedecías, rey de Judá, con esta acusación:

— Tú has profetizado que el Señor va a entregar esta ciudad en manos del rey de Babilonia para que la conquiste, y que Sedecías, rey de Judá, no escapará de manos de los caldeos, pues será entregado sin remedio en manos del rey de Babilonia, con quien hablará directamente y a quien podrá ver cara a cara; y has dicho que se llevarán a Sedecías a Babilonia, donde permanecerá hasta que el Señor —según su palabra— se ocupe personalmente de él, y que, aunque luchemos contra los caldeos, no vamos a conseguir nada.

Jeremías le había respondido:

— Yo he recibido la palabra del Señor en estos términos: Janamel, hijo de tu tío Salún, vendrá a decirte: “Compra mi campo de Anatot, porque tuyo es el derecho de rescatarlo mediante compra”.

Pues bien, tal como había dicho el Señor, mi primo Janamel vino a verme al patio de la guardia y me dijo: “Compra mi campo de Anatot, en territorio de Benjamín, pues tú tienes el derecho de adquisición y de rescate; cómpramelo”. Yo me di cuenta de que se trataba de la palabra del Señor. Así que compré el campo de Anatot a mi primo. El dinero que pesé ascendía a diecisiete siclos de plata. 10 Firmé el contrato y lo sellé en presencia de los testigos, y pesé la plata en la balanza. 11 Después tomé el contrato de compra, ya sellado, con el acuerdo y las condiciones, y una copia abierta. 12 A continuación entregué el contrato de compra a Baruc, hijo de Nerías y nieto de Majsías, en presencia de mi primo Janamel, de los testigos que habían firmado el contrato y de los judaítas que estaban en el patio de la guardia. 13 En presencia de todos, di esta orden a Baruc:

14 — Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Toma estos contratos de compra, el que está sellado y la copia abierta, y mételos en un recipiente de loza, para que se conserven durante mucho tiempo. 15 Pues así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Se volverán a comprar casas, campos y viñas en esta tierra.

16 Después de entregar el contrato de compra a Baruc, hijo de Nerías, oré al Señor así:

17 — ¡Ay, Señor mi Dios! Tú eres quien ha hecho el cielo y la tierra con gran poder y brazo extendido. Nada te resulta imposible. 18 Aunque pones de manifiesto tu amor por generaciones, castigas la culpa de los padres en sus descendientes. Eres un Dios grande y poderoso: ¡Te llamas Señor del universo! 19 Tus proyectos son soberbios, magníficas tus acciones; tus ojos advierten la conducta humana y pagas a cada uno conforme a sus obras, según merecen sus acciones. 20 Hiciste signos y prodigios en el país de Egipto, en Israel y entre todas las gentes, y te has ganado un renombre que dura hasta hoy. 21 Sacaste a tu pueblo Israel del país de Egipto con signos y prodigios, con mano dura y brazo extendido, y con gran terror. 22 Les diste esta tierra, que habías jurado dar a sus antepasados, una tierra que mana leche y miel. 23 Vinieron a tomar posesión de ella, pero no hicieron caso ni a ti ni a tus leyes; no cumplieron las normas que les diste, por eso convocaste contra ellos todas estas desgracias. 24 En estos momentos los taludes llegan a la ciudad para conquistarla, y la ciudad está condenada a caer en manos de los caldeos, que la atacan con la espada, el hambre y la peste. Lo que anunciaste ha tenido lugar; tú mismo lo estás viendo. 25 ¿Cómo, pues, me dices, Señor Dios, que compre el campo delante de testigos, cuando la ciudad está siendo entregada a los caldeos?

26 Jeremías recibió la palabra del Señor en estos términos:

27 — Yo soy el Señor, Dios de todo viviente; ¿crees que algo me resulta imposible? 28 Por eso, así dice el Señor: Voy a entregar esta ciudad en manos de los caldeos y en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que la conquistará. 29 Los caldeos que la atacan vendrán y pegarán fuego a esta ciudad, y la quemarán junto con las casas sobre cuyas terrazas se quemaban ofrendas de incienso a Baal y se hacían libaciones a dioses extranjeros, con el ánimo de irritarme. 30 Porque los israelitas y los judaítas hacen desde su juventud lo que me parece mal, me han irritado con sus obras —oráculo del Señor—. 31 Esta ciudad ha provocado mi ira y mi cólera desde el día en que la construyeron hasta hoy, hasta el punto de tener que apartarla de mi vista, 32 debido a todas las maldades que cometieron israelitas y judaítas para irritarme; y no sólo el pueblo llano, sino también sus reyes, dignatarios, sacerdotes y profetas, la gente de Judá y los habitantes de Jerusalén. 33 Me dieron la espalda, que no la cara; yo los instruía continuamente, pero no escuchaban ni aprendían la lección. 34 Metieron sus ídolos abominables en el Templo que lleva mi nombre, profanándolo. 35 Construyeron santuarios a Baal en el valle de Ben Hinón, para pasar a fuego a sus hijos e hijas en honor a Moloc, algo que no les había ordenado ni me había pasado por la imaginación. Con esas abominaciones hicieron pecar a Judá. 36 Pues ahora, así dice el Señor, Dios de Israel, a esta ciudad de la que decís que ha sido entregada en manos del rey de Babilonia mediante la espada, el hambre y la peste: 37 Voy a reunirlos de todos los países adonde los dispersé con ira, con cólera y con rabia incontrolada. Los haré volver a este lugar y lo habitarán tranquilos. 38 Serán mi pueblo y yo seré su Dios. 39 Les daré otro corazón y haré que se comporten de tal modo que me respeten continuamente y les vaya bien a ellos y a sus descendientes. 40 Pactaré con ellos una alianza perpetua, y así no dejaré de hacerles el bien; haré que me respeten de corazón, para que no se aparten de mí. 41 Me alegraré de poder hacerles el bien; los plantaré de verdad en esta tierra, con todo mi corazón y con toda mi alma. 42 Pues así dice el Señor: Del mismo modo que traje contra este pueblo esa gran calamidad, ahora voy a traerles todos los bienes que les estoy prometiendo. 43 Se comprarán campos en esta tierra de la que decís que es una desolación, sin gente y sin animales, y que ha sido entregada en manos de los caldeos. 44 La gente comprará campos, firmará los contratos y los sellará ante testigos en el territorio de Benjamín, en las pedanías de Jerusalén, en las ciudades de Judá, en las ciudades de la montaña, en las ciudades de la Sefela y en las ciudades del Négueb, pues voy a cambiar su suerte —oráculo del Señor—.

Salmos 1-2

Salmo 1

Dichoso quien se complace en la ley del Señor

3Dichoso quien no sigue el consejo de los malvados,
ni en la senda de los pecadores se detiene,
ni en compañía de los necios se sienta,
sino que se complace en la ley del Señor
sobre la que reflexiona día y noche.
Es como un árbol plantado junto al arroyo:
da fruto a su tiempo y no se secan sus hojas;
consigue todo cuanto emprende.
No ocurre así a los malvados,
paja que el viento arrastra.
No vencerán los malvados en el juicio,
ni los pecadores en la asamblea de los justos
pues el Señor protege la senda de los justos
mientras la senda de los malvados se desvanece.

Salmo 2

He ungido a mi rey en Sión

¿Por qué las naciones se sublevan
y los pueblos urden planes sin sentido?
Los reyes de la tierra se rebelan,
los príncipes conspiran juntos
contra el Señor y su ungido:
“¡Rompamos sus ataduras,
desprendámonos de su yugo!”.
El que habita en el cielo se ríe,
el Señor se burla de ellos.
Les habla entonces con furia,
con su ira los atemoriza:
“He ungido a mi rey
en Sión, mi monte santo”.
Voy a proclamar el mandato del Señor.
Él me ha dicho: “Tú eres mi hijo,
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo y te daré las naciones en herencia,
los confines de la tierra en heredad.
Los aplastarás con cetro de hierro,
los destrozarás cual vasija de alfarero”.
10 Y ahora, reyes, reflexionad,
recapacitad, jueces de la tierra.
11 Servid al Señor con reverencia,
festejadlo emocionados,
12 [besad al hijo],
no sea que se enoje y andéis perdidos
al estallar de repente su ira.
¡Dichosos los que en él confían!

La Palabra (España) (BLP)

La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España