M’Cheyne Bible Reading Plan
Oración de Salomón
12-13 Mientras hablaba, Salomón estaba de pie delante del pueblo sobre una plataforma en el centro del atrio exterior, frente al altar del Señor. La plataforma estaba hecha de bronce, y era de dos metros con veinte centímetros por cada lado, y un metro con treinta centímetros de alto. Luego, mientras la gente lo observaba, Salomón se arrodilló, levantó los brazos hacia el cielo, y elevó esta oración:
14 «Señor, Dios de Israel, no hay Dios como tú en todo el cielo y la tierra. Tú cumples tus bondadosas promesas a todos los que te obedecen y están dispuestos a hacer tu voluntad. 15 Tú has cumplido la promesa que hiciste a mi padre David, y aquí tenemos la evidencia de su cumplimiento.
16 »Ahora, Dios de Israel, cumple también la otra promesa que le hiciste a mi padre, cuando le dijiste: “Si tus descendientes obedecen mis leyes, como tú lo has hecho, te prometo que siempre habrá un descendiente tuyo que ocupe el trono de Israel”. 17 Señor, Dios de Israel, te ruego que cumplas también esta promesa.
18 »Pero, ¿vivirá realmente Dios en la tierra con los hombres? Si aun el cielo, y el cielo de los cielos no pueden contener tu grandeza, ¡cuánto menos este templo que yo he construido! 19 ¡Acepta mis oraciones y súplicas, Señor, mi Dios! ¡Escucha la oración que hoy dirijo a ti! 20-21 Mira favorablemente este templo día y noche, este lugar sagrado donde dijiste que pondrías tu nombre. Te ruego que oigas y contestes las oraciones que siempre elevaré a ti al estar frente a este lugar. Escucha mis oraciones y las de tu pueblo, Israel, siempre que oremos vueltos hacia este lugar de tu morada; sí, óyenos desde el cielo, y cuando escuches, danos el perdón.
22 »Cuando alguien cometa un delito contra su prójimo, y se le pida que jure su inocencia delante de este altar, 23 te pedimos que oigas desde el cielo y lo castigues en caso de que esté mintiendo, y que de lo contrario, lo declares inocente.
24 »Si tu pueblo Israel es derrotado por sus enemigos, por haber pecado contra ti, y se vuelven a ti, y proclaman que son pueblo tuyo, y oran en este templo, 25 escúchalos desde el cielo y perdónales sus pecados y devuélveles esta tierra que diste a sus padres.
26 »Cuando los cielos se cierren y no haya lluvia debido a nuestros pecados, si luego oramos hacia este lugar, confesándote nuestros pecados y pidiéndote perdón por ellos, 27 por favor, escúchanos desde el cielo y perdona los pecados de tus siervos y de tu pueblo, y enséñales lo recto, y envía lluvias sobre esta tierra que has dado a tu pueblo como de su exclusiva propiedad.
28 »Si hay hambre en la tierra, o epidemias, o plagas que afecten los productos agrícolas, o invasiones de langostas o de gusanos, o si los enemigos de tu pueblo están en la tierra asediando nuestras ciudades, cualesquiera que sean las dificultades, 29 escucha la oración que cada israelita, en medio de su dolor, te haga reconociendo su pecado, y extendiendo sus manos hacia este templo. 30 Oye desde el cielo donde tú vives, y perdona, y da a cada uno lo que realmente merece, porque sólo tú conoces los pensamientos del ser humano. 31 Así todos te adorarán y servirán, y estarán dispuestos a vivir según tu voluntad todos los días que habiten en la tierra que les diste a nuestros antepasados.
32 »Y cuando haya extranjeros que al oír hablar de tu poder, vengan desde tierras distantes a adorar tu grandioso nombre, y a orar en este templo, 33 óyelos desde el cielo donde tú vives, y concédeles lo que te pidan. Así todos los pueblos de la tierra se enterarán de tu fama y te reverenciarán como lo hace tu pueblo Israel; y sabrán que este templo lo he construido para honrar tu nombre.
34 »Si tu pueblo sale bajo tu mando a pelear contra sus enemigos, y oran en dirección de esta ciudad de Jerusalén que tú has elegido, y de este templo que hemos construido a tu nombre, 35 oye sus oraciones desde el cielo y dales la victoria.
36 »Y si ellos pecan contra ti (porque, ¿quién es aquel que nunca ha pecado?), y te enojas con ellos, y dejas que sus enemigos los derroten y se los lleven de aquí cautivos a alguna nación extranjera, cercana o lejana, 37-38 si en el destierro se vuelven a ti otra vez, y si en su corazón se tornan hacia esta tierra que tú diste a sus padres, y a esta ciudad y al templo que yo te he construido, y te suplican con todo su corazón que los perdones, 39 óyelos desde el cielo donde vives y ayúdalos, y perdona a tu pueblo que ha pecado contra ti.
40 »Dios mío, te pido que estés vigilante y atento a todas las oraciones dirigidas a ti en este lugar. 41 Y ahora, Señor Dios, levántate y entra en este lugar de descanso que es tuyo, donde ha sido colocado el cofre de tu poder. Haz que tus sacerdotes, Señor Dios, sean revestidos de salvación, y haz que tus santos se regocijen en tus bondadosas proezas. 42 Señor Dios, no te desentiendas de mí; no apartes tu rostro de mí, que soy tu ungido. Señor, recuerda tu amor por David y tu benevolencia hacia él».
Vivamos en la fe
5 Si creen ustedes que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y el Salvador, ustedes son hijos de Dios. Y el que ama al padre ama también a los hijos. 2 Así que podemos medir el amor que sentimos hacia los hijos de Dios, hermanos nuestros en la fe, por el amor que sentimos hacia Dios y la obediencia que le rendimos. 3 Amar a Dios es obedecer sus mandamientos; y esto no es difícil, 4 porque el que es hijo de Dios puede vencer el pecado y las inclinaciones al mal, confiando en la ayuda que Cristo puede ofrecerle. 5 ¡Nadie podrá jamás vencer en esta lucha sin creer que Jesús es el Hijo de Dios!
6-7 Nosotros sabemos que Jesús es el Hijo de Dios porque Dios lo proclamó con gran voz desde el cielo en el momento en que lo bautizaban y también cuando moría. ¡No sólo en su bautismo sino también a la hora de su muerte! Y el Espíritu Santo, siempre veraz, lo afirma también.
8 Así que tenemos tres testimonios: la voz del Espíritu Santo en nuestros corazones, la voz que habló desde el cielo cuando bautizaban a Jesús, y la voz que habló poco antes de su muerte. Y todos afirman lo mismo: que Jesucristo es el Hijo de Dios. 9 Y si aceptamos el testimonio de los hombres que comparecen ante los tribunales, cuánto más no hemos de creer la gran afirmación de Dios: ¡que Jesús es su Hijo! 10 Creer esto es aceptar este testimonio en lo más íntimo del corazón; no creerlo equivale a llamar mentiroso a Dios, pues es no creer lo que él ha dicho acerca de su Hijo. 11 ¿Y qué es lo que ha dicho? Que nos ha dado vida eterna, y que esta vida está en su Hijo. 12 Así que el que tiene al Hijo de Dios tiene la vida; el que no tiene al Hijo, no tiene la vida.
Observaciones finales
13 A ustedes, que creen en el Hijo de Dios, les he escrito sobre estas cosas para que sepan que tienen la vida eterna. 14 Y estamos seguros de que él nos escuchará cuando le pidamos algo que esté de acuerdo con su voluntad. 15 Y si sabemos que él nos oye cuando le hablamos y cuando le presentamos nuestras peticiones, podemos estar seguros de que nos contestará.
16 Si ven que un hermano comete un pecado que no es mortal, pidan a Dios que lo perdone, y Dios le dará vida, si es cierto que su pecado no es mortal. Pero hay un pecado que sí es mortal, por el cual no digo que se pida. 17 Cualquier maldad es pecado, pero no me refiero a los pecados ordinarios. Me refiero al pecado mortal. 18 Nadie que forme parte de la familia de Dios peca de manera habitual, porque Cristo, el Hijo de Dios, lo tiene bien agarrado y el diablo no puede echarle mano.
19 Sabemos que somos hijos de Dios. El mundo que nos rodea está bajo el dominio de Satanás, 20 pero sabemos que Cristo, el Hijo de Dios, vino a ayudarnos a hallar y entender al Dios verdadero. Ahora estamos en Dios, porque estamos en su Hijo Jesucristo, que es también Dios verdadero y la vida eterna.
21 Hijitos, apártense de cualquier cosa que pueda desplazar a Dios de sus corazones. Amén.
Sinceramente, Juan.
1 Esta es la profecía que recibió Habacuc en una visión que Dios le dio.
La primera queja de Habacuc
2 Señor, ¿por cuánto tiempo debo clamar pidiéndote ayuda sin que me oigas? ¿Hasta cuándo te pediré que nos salves de esta cruel violencia? 3 ¿Por qué me haces ver siempre maldad y violencia a mi alrededor? Dondequiera que miro hay opresión e injusticias, hombres que aman el pleito y la contienda. 4 La ley no se pone en vigor y las cortes no administran justicia, porque los perversos son más que los justos, y el soborno y el engaño se han generalizado.
La respuesta del Señor
5 Entonces, Dios respondió: «¡Miren y asómbrense! ¡Quedarán perplejos ante lo que voy a hacer! Porque haré algo en su vida que tendrán que verlo para creerlo. 6 Estoy levantando una nueva potencia en el escenario mundial: los caldeos. Esa es una nación cruel y violenta que marchará por el mundo y conquistará con su poderoso ejército a las naciones vecinas. 7 Son un pueblo cruel y violento. La única ley que vale es la de ellos, y se consideran los más grandes del mundo. 8 Sus caballos son más veloces que los leopardos y más feroces que los lobos nocturnos. Sus soldados son expertos jinetes que vienen a todo galope desde muy lejos y se lanzan como águilas sobre sus enemigos. 9 Sólo vienen a causar destrucción; por donde pasan siembran el terror. Sólo de ver sus rostros le gente se llena de miedo. Los prisioneros que toman son tantos, que son como la arena del mar.
10 »Se burlan de príncipes y reyes; se ríen de toda ciudad bien protegida, pues no hay muralla que pueda contenerlos pues levantan rampas de tierra contra sus muros y se apoderan de ellas con toda facilidad. 11 Pasan como el huracán que todo lo destruye; pero su gran error es creer que de su dios les viene el inmenso poder que tienen».
La segunda queja de Habacuc
12 Señor, Dios mío, tú eres eterno. Tú, mi Dios santo, no nos dejarás perecer. Yo sé, Señor, que usarás a los babilonios para obrar tu justicia. Tú, Roca mía, los has hecho surgir con mucho poder para castigar nuestro pecado. 13 Tú eres tan puro que no toleras a los que hacen maldades, ni te quedas callado ante la injusticia. ¿Acaso permitirás que esos traidores se salgan con la suya? ¿Te quedarás callado viendo cómo los malos acaban con los que son justos?
14 ¿Por qué tratas a los seres humanos con tanta indiferencia, como si fueran peces del mar, como si fueran reptiles que no tienen quién los guíe? 15 Los babilonios atrapan a las naciones como si fueran peces, y al verlas en sus redes, se llenan de alegría. 16 Por eso, ellos adoran sus armas y les rinden homenaje, como si fueran un dios. Pues, según ellos, son sus armas las que los han hecho ricos y poderosos. 17 ¿Permitirás que sigan en esto para siempre? ¡Destrúyelos, Señor, que ya no sigan con su pesca despiadada de naciones!
La autoridad de Jesús puesta en duda
20 Un día, Jesús estaba enseñando a la gente en el templo. Mientras les enseñaba las buenas noticias, se le acercaron los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos para hacerle esta pregunta: 2 —¿Dinos quién te ha dado autoridad para hacer esto?
3 Él les respondió: —Yo también les voy a hacer una pregunta. Contéstenme: 4 Juan, ¿bautizaba con autoridad del cielo o de la tierra?
5 Ellos comenzaron a discutir entre sí: «Si decimos que “del cielo”, él nos preguntará por qué no le creímos. 6 Y si decimos que “de la tierra”, todo el pueblo nos apedreará, porque están seguros de que Juan era un profeta».
7 Entonces le respondieron:
―No sabemos.
8 Él les dijo:
―Pues yo tampoco les voy a decir con qué autoridad hago esto.
Parábola de los labradores malvados
9 Después le contó a la gente esta parábola:
―Un hombre plantó un viñedo, lo alquiló a unos labradores y luego se fue de viaje por largo tiempo. 10 Cuando llegó el tiempo de la cosecha, mandó a un sirviente para que los labradores le dieran como pago parte de la cosecha. Pero los labradores lo golpearon y lo enviaron con las manos vacías. 11 Luego envió a otro sirviente, pero también a este lo golpearon, lo humillaron y lo enviaron con las manos vacías. 12 Entonces envió por tercera vez a un sirviente, y a este también lo hirieron y lo echaron fuera.
13 »Así que el dueño del viñedo pensó: “¿Qué haré? Enviaré a mi hijo, al que tanto amo. Estoy seguro de que a él sí lo respetarán”.
14 »Pero cuando los labradores lo vieron, se dijeron unos a otros: “Este es el que heredará todo esto. Vamos a matarlo y la herencia será nuestra”. 15 Así que lo echaron fuera del viñedo y lo mataron. ¿Qué piensan ustedes que les hará el dueño? 16 Regresará, matará a esos labradores y dará el viñedo a otros».
La gente oyó esto y dijo:
―¡Qué Dios no lo permita!
17 Jesús los miró y les dijo:
―Entonces, si está escrito: “La piedra que los constructores despreciaron, se ha convertido en la piedra más importante”, ¿qué quiere decir eso?
18 »El que caiga sobre esa piedra se hará pedazos; y si la piedra cae sobre alguien, lo hará polvo».
19 Los maestros de la ley y los jefes de los sacerdotes se dieron cuenta de que la parábola se refería a ellos. Por eso querían arrestarlo en ese mismo momento, pero le tenían miedo a la gente.
El pago de impuestos al césar
20 Entonces enviaron espías que se hacían pasar por gente honrada para vigilarlo. Querían atrapar a Jesús cuando dijera algo que les diera la oportunidad de entregarlo al gobernador romano.
21 Los espías le dijeron:
―Maestro, sabemos que dices y enseñas lo que es correcto. Que no te dejas llevar por las apariencias, sino que de verdad enseñas el camino de Dios. 22 Dinos: ¿Está bien que paguemos impuestos al gobierno romano o no?
23 Pero Jesús se dio cuenta de sus malas intenciones y les dijo:
24 ―Muéstrenme una moneda romana. ¿De quién es la imagen y el nombre que tiene escrito?
Le contestaron:
―Del césar.
25 Él les dijo:
―Pues denle al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios.
26 Y así no encontraron oportunidad para atraparlo en nada de lo que él decía frente a la gente. Por eso, sorprendidos de su respuesta, se callaron.
La resurrección y el matrimonio
27 Después, algunos saduceos se acercaron a Jesús. Ellos no creían que hubiera resurrección, y por esa razón le hicieron esta pregunta:
28 ―Maestro, Moisés dice en sus escritos que si un hombre muere sin haber tenido hijos con su esposa, el hermano de ese hombre tiene que casarse con la viuda, para darle hijos a su hermano muerto. 29 Pues bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. 30 Después el segundo 31 y el tercero se casaron con la misma mujer, luego el resto de los siete hermanos. Cada uno murió sin tener hijos. 32 Por último, también la mujer murió. 33 Cuando ocurra la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa esta mujer si estuvo casada con los siete? 34 Jesús les contestó: —En este mundo la gente se casa, 35 pero los que merecen resucitar en el mundo que viene, esos no se casarán, 36 ni tampoco morirán. Serán como los ángeles, y serán hijos de Dios porque toman parte en la resurrección. 37 Hasta Moisés mismo nos deja ver que los muertos resucitan. Lo dijo en el pasaje sobre la zarza, pues llama al Señor “el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob”. 38 Y Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos ellos viven.
39 Algunos de los maestros de la ley le dijeron:
―¡Muy buena respuesta, Maestro!
40 Y ya no se atrevieron a hacerle más preguntas.
¿De quién es Hijo el Cristo?
41 Entonces fue Jesús quien les preguntó:
―¿Por qué dicen que el Cristo es el Hijo de David? 42 David mismo dice esto en el libro de los Salmos:
“El Señor le dijo a mi Señor:
‘Siéntate a mi derecha,
43 hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies’ ”.
44 »Si al Cristo David lo llama “Señor”, ¿cómo puede entonces ser su hijo?
45 Mientras toda la gente lo escuchaba, Jesús les dijo a sus discípulos:
46 ―Cuídense de los maestros de la ley. A ellos les gusta pasearse con ropas lujosas y que los saluden en las plazas. Les encanta ocupar los primeros puestos en la sinagoga y los mejores lugares en los banquetes.
47 »Ellos les quitan sus casas a las viudas y a la vez hacen largas oraciones para impresionar a los demás. El castigo para ellos será peor».
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