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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
Juan 15:18 - Hechos 6:7

Jesús y sus discípulos aborrecidos por el mundo

18 »No se les olvide que si el mundo los odia, a mí me odió antes que a ustedes. 19 Si ustedes fueran del mundo, el mundo los querría como quiere a los que son suyos. Pero ustedes no son del mundo, porque yo los escogí de entre los que son del mundo. Por eso el mundo los odia. 20 Recuerden lo que les dije: “Ningún sirviente es más que su amo”. Así que, si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán. Y si han obedecido mis palabras, también obedecerán las de ustedes. 21 Les harán todo esto por causa de mi nombre, porque ellos no conocen al que me envió. 22 Ellos no serían culpables de pecado, si yo no hubiera venido ni les hubiera hablado. Pero ahora no tienen disculpa por su pecado. 23 El que me odia a mí, también odia a mi Padre. 24 Ellos no serían culpables de pecado, si yo no hubiera hecho entre ellos las cosas que ningún otro ha hecho. Pero ya las han visto, y a pesar de eso, me odian a mí y a mi Padre. 25 Pero esto pasa así, para que se cumpla lo que está escrito en la ley de ellos: “Me odiaron sin motivo”.

26 »Yo les enviaré de parte del Padre al Consolador, el Espíritu de verdad que viene del Padre, él les hablará acerca de mí. 27 Y ustedes también hablarán acerca de mí porque han estado conmigo desde el principio.

16 »Les digo todas estas cosas para que no disminuya su fe. A ustedes los echarán fuera de las sinagogas; y llegará el día en que cualquiera que los mate pensará que le está prestando un servicio a Dios. Harán estas cosas porque no nos han conocido ni al Padre ni a mí. Y les digo esto, para que cuando suceda se acuerden que ya se lo había dicho. No les dije esto desde el principio porque yo estaba con ustedes.

La obra del Espíritu Santo

»Pero ahora regreso al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta a dónde voy. Al contrario, se han llenado de tristeza por lo que les dije. Pero les digo la verdad: A ustedes les conviene que me vaya, porque si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, yo se lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de su error en cuanto al pecado, a la justicia y al juicio. Los convencerá en cuanto al pecado, porque no creen en mí. 10 Los convencerá en cuanto a la justicia, porque voy al Padre y ustedes ya no podrán verme. 11 Los convencerá en cuanto a juicio, porque el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado.

12 »Tengo muchas cosas más que decirles, que por ahora no podrían soportar. 13 Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque él no hablará por su propia cuenta, sino que dirá sólo lo que oiga y les anunciará las cosas que van a pasar. 14 Él me glorificará porque tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes. 15 Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les dije que el Espíritu tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes.

16 »Dentro de poco, ustedes ya no me verán. Pero un poco después volverán a verme».

La despedida de Jesús

17 Algunos de sus discípulos se preguntaban unos a otros:

«¿Qué quiere decir con eso de que: “dentro de poco, ustedes ya no me verán”, y “un poco después volverán a verme”, y “porque voy al Padre”?». 18 Y seguían diciendo: «¿Qué quiere decir con eso de “dentro de poco”? No entendemos de qué habla».

19 Jesús se dio cuenta de que querían hacerle preguntas. Por eso les dijo:

―¿Se están preguntando qué significa: “Dentro de poco ya no me verán”, y “un poco después volverán a verme”? 20 La verdad es que ustedes llorarán y se llenarán de tristeza, mientras que el mundo se alegrará. Ustedes se pondrán tristes, pero luego su tristeza se convertirá en alegría. 21 La mujer que va a dar a luz siente dolores porque le ha llegado su hora, pero después que nace la criatura se olvida del dolor por la alegría de haber traído un niño al mundo. 22 Eso mismo les pasa a ustedes, ahora están tristes, pero cuando vuelva a verlos se alegrarán y nadie podrá quitarles esa alegría. 23 Cuando llegue ese día ya no me preguntarán nada. Les aseguro que mi Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. 24 Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán, para que su alegría sea completa.

25 »Les he dicho todo esto por medio de comparaciones, pero viene la hora en que ya no usaré más comparaciones, sino que les hablaré claramente acerca de mi Padre. 26 En aquel día ustedes pedirán en mi nombre. Y no digo que voy a rogar por ustedes al Padre, 27 porque el Padre mismo los ama. Él los ama porque me aman y han creído que yo vengo de parte de Dios. 28 Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo para volver al Padre».

29 Sus discípulos le dijeron:

―Ahora sí estás hablando claramente, sin usar comparaciones.

30 »Ya nos damos cuenta de que sabes todas las cosas, y que no hay necesidad de que nadie te haga preguntas. Por eso creemos que saliste de Dios».

31 Jesús respondió:

―¿Hasta ahora me creen? 32 Ya se acerca la hora, ya ha llegado, en que ustedes huirán cada uno por su lado y a mí me dejarán solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. 33 Yo les he dicho estas cosas para que en mí encuentren paz. En este mundo van a sufrir, pero anímense, yo he vencido al mundo.

Jesús ora por sí mismo

17 Al terminar de decir estas cosas, Jesús miró al cielo y dijo:

«Padre, la hora ha llegado. Glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti. Pues tú le has dado autoridad sobre todas las personas para que él les dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste. Yo te he glorificado en la tierra, y he cumplido con la obra que me diste para hacer. Y ahora, Padre, glorifícame en tu presencia con la misma gloria que tenía cuando estaba contigo, antes que el mundo existiera.

Jesús ora por sus discípulos

»A los que me diste del mundo les he mostrado quién eres. Ellos eran tuyos y tú me los diste y ellos han obedecido tu palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les he dado el mensaje que me diste, y ellos lo aceptaron. Ellos están seguros que vine de ti, y han creído que tú me enviaste. Ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. 10 Todo lo que yo tengo es tuyo, y todo lo que tú tienes es mío; y por medio de ellos se muestra mi gloria. 11 Voy a estar por muy poco tiempo en el mundo, pero ellos están todavía en el mundo, y yo vuelvo a ti.

»Padre santo, cuídalos con el poder de tu nombre, el nombre que me diste, para que estén unidos así como tú y yo. 12 Mientras estaba con ellos, los protegía y los cuidaba con el poder de tu nombre. Y ninguno se perdió, excepto aquel que nació para perderse, para que así se cumpliera la Escritura.

13 »Ahora regreso a ti. Pero digo estas cosas mientras todavía estoy en el mundo, para que tengan la misma alegría que yo tengo. 14 Yo les he dado tu palabra, y el mundo los odia porque no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo. 15 No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del maligno. 16 Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17 Santifícalos en tu palabra que es la verdad. 18 Yo los envío al mundo, así como tú me enviaste al mundo. 19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.

Jesús ora por todos los creyentes

20 »No ruego sólo por estos, sino también por los que van a creer en mí por medio del mensaje de ellos. 21 Te ruego que todos estén unidos. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. 22 Yo les he dado la gloria que me diste, para que estén unidos, así como nosotros estamos unidos, 23 yo unido a ellos y tú unido a mí. Permite que ellos lleguen a la perfección en la unidad, así el mundo reconocerá que tú me enviaste, y que los amas a ellos tal como me amas a mí.

24 »Padre, quiero que los que tú me has dado, estén conmigo donde yo estoy. Así, ellos verán mi gloria, la gloria que me has dado porque tú me amaste desde antes que el mundo fuera creado.

25 »Padre justo, el mundo no te conoce, pero yo sí te conozco, y estos reconocen que tú me enviaste. 26 Yo les he mostrado quién eres, y lo seguiré haciendo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y yo mismo esté en ellos».

Arresto de Jesús

18 Al terminar de orar, Jesús salió con sus discípulos y cruzó el arroyo de Cedrón. Al otro lado había un huerto al cual entraron. Judas, el que lo traicionaba, también conocía el lugar, porque Jesús había estado reunido allí muchas veces con sus discípulos. Así que Judas llegó al huerto, al frente de una tropa de soldados y guardias de los jefes de los sacerdotes y de los fariseos. Iban armados y llevaban antorchas y lámparas. Jesús, que ya sabía lo que le iba a pasar, les salió al encuentro.

Les preguntó:

―¿A quién buscan?

Ellos contestaron:

―A Jesús de Nazaret.

―Yo soy.[a]

Judas, el que lo traicionaba, estaba con ellos.

Cuando Jesús les dijo: «Yo soy», cayeron de espaldas al suelo.

Jesús volvió a preguntarles:

―¿A quién buscan?

Ellos contestaron:

―A Jesús de Nazaret.

Jesús dijo:

―Ya les dije que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que estos se vayan.

Esto sucedió para que se cumpliera lo que él había dicho: «Ninguno de los que me diste se perdió».

10 Simón Pedro sacó una espada que traía y le cortó la oreja derecha a Malco, que era criado del sumo sacerdote.

11 Jesús le ordenó a Pedro:

―¡Guarda esa espada en su funda! Si mi Padre me da a beber un trago amargo, ¿acaso no lo voy a beber?

Jesús ante Anás

12 Entonces los soldados, con su comandante, y los guardias de los judíos, arrestaron a Jesús y lo ataron.

13 Lo llevaron primero ante Anás, que era suegro de Caifás, el sumo sacerdote ese año. 14 Caifás era el que había aconsejado a los judíos que era mejor que muriera un solo hombre por el pueblo.

Pedro niega a Jesús

15 Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Como al otro discípulo lo conocía el sumo sacerdote, entró con Jesús en el patio del sumo sacerdote. 16 Pero Pedro tuvo que quedarse afuera, junto a la puerta. El discípulo al que conocía el sumo sacerdote, salió y habló con la portera y consiguió que Pedro entrara.

17 La portera le preguntó:

―¿No eres tú uno de los discípulos de ese hombre?

Pedro contestó:

―No lo soy.

18 Como hacía frío, los criados y los guardias habían hecho una fogata para calentarse. Todos estaban de pie alrededor de la fogata, y Pedro también estaba con ellos calentándose.

Jesús ante el sumo sacerdote

19 Mientras tanto, el sumo sacerdote empezó a preguntarle a Jesús acerca de sus discípulos y de sus enseñanzas.

20 Jesús le respondió:

―Yo he hablado delante de todo el mundo. Siempre he enseñado en las sinagogas o en el templo, donde se reúnen todos los judíos. No he dicho nada en secreto. 21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me han oído hablar. Ellos saben lo que dije.

22 Cuando Jesús dijo esto, uno de los guardias que estaba allí cerca le dio una bofetada y le dijo:

―¿Así le contestas al sumo sacerdote?

23 Jesús respondió:

―Si he dicho algo malo, dime qué fue. Pero si lo que dije está bien, ¿por qué me pegas?

24 Entonces Anás lo envió atado ante el sumo sacerdote Caifás.

Pedro niega de nuevo a Jesús

25 Mientras tanto, Simón Pedro seguía de pie, calentándose.

Le preguntaron:

―¿No eres tú uno de sus discípulos?

Pedro, negándolo, dijo:

―No lo soy.

26 Uno de los criados del sumo sacerdote, que era pariente de aquel al que Pedro le había cortado la oreja, le preguntó:

―¿No te vi con él en el huerto?

27 Pedro lo negó una vez más y en ese momento el gallo cantó.

Jesús ante Pilato

28 Luego los judíos llevaron a Jesús de la casa de Caifás al palacio del gobernador romano. Como ya amanecía, los judíos no entraron al palacio, pues si lo hacían se contaminarían de acuerdo con sus ritos y no podrían comer la Pascua. 29 Por eso Pilato salió a preguntarles:

―¿De qué acusan a este hombre?

30 Ellos contestaron:

―Si no fuera un criminal, no te lo habríamos traído.

31 Pilato les dijo:

―Pues llévenselo ustedes y júzguenlo de acuerdo con su propia ley.

Los judíos le respondieron:

―Nosotros no tenemos ninguna autoridad para dar muerte a nadie.

32 Esto sucedió para que se cumpliera lo que Jesús había dicho, en cuanto a la forma en que iba a morir.

33 Pilato volvió a entrar al palacio y llamó a Jesús.

Le preguntó:

―¿Eres tú el rey de los judíos?

34 Jesús le respondió:

―¿Dices eso por tu propia cuenta o es que otros te han hablado de mí?

35 Pilato le contestó:

―¿Acaso soy judío? Fue tu propio pueblo y los jefes de los sacerdotes los que te entregaron a mí. ¿Qué hiciste?

36 Jesús contestó:

―Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, mis servidores pelearían para que no me entregaran a los judíos. Pero mi reino no es de este mundo.

37 Pilato le dijo:

―Entonces eres rey.

Jesús le respondió:

―Tú eres el que dices que soy rey. Yo para esto nací y vine al mundo: para hablar de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad, me escucha.

38 Pilato preguntó:

―¿Y qué es la verdad?

Luego de decir esto, salió otra vez a ver a los judíos.

Él dijo:

―Yo no encuentro a este culpable de nada. 39 Pero como ustedes tienen la costumbre de que yo libere a un preso durante la Pascua, ¿quieren que libere al “rey de los judíos”?

40 Ellos volvieron a gritar:

―¡No! ¡No sueltes a este, suelta a Barrabás!

Y Barrabás era un bandido.

La sentencia

19 Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran. Los soldados hicieron una corona de espinas, se la pusieron a Jesús en la cabeza y también le pusieron un manto de color rojo oscuro.

Mientras se acercaban a pegarle en la cara, le gritaban:

―¡Viva el rey de los judíos!

Pilato volvió a salir y les dijo a los judíos:

―Aquí está. Lo saqué para que sepan que no creo que sea culpable de nada.

Cuando sacaron a Jesús, llevaba puestos la corona de espinas y el manto de color rojo.

Pilato les dijo:

―¡Aquí está el hombre!

Al verlo, los jefes de los sacerdotes y los guardias gritaron:

―¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!

Pilato les respondió:

―Llévenselo y crucifíquenlo ustedes. Yo no creo que sea culpable de nada.

Los judíos le dijeron:

―Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, pues se ha hecho pasar por el Hijo de Dios.

Cuando Pilato oyó esto, sintió miedo. Entró una vez más en el palacio y le preguntó a Jesús:

―¿De dónde eres tú?

Pero Jesús no le respondió.

10 Pilato le dijo:

―¿No me vas a hablar? ¿No te das cuenta de que tengo poder para ponerte en libertad o para mandar que te crucifiquen?

11 Jesús le contestó:

―No tendrías ningún poder sobre mí si no se te hubiera dado de arriba. Por eso el que me entregó a ti, es culpable de un pecado más grande.

12 Desde ese momento Pilato trató de poner en libertad a Jesús, pero los judíos gritaban:

―Si dejas en libertad a ese hombre, no eres amigo del emperador. Cualquiera que quiera ser rey, es enemigo del emperador.

13 Al oír esto, Pilato llevó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en un lugar llamado Gabatá que en arameo significa el Empedrado. 14 Era cerca del mediodía, un día antes de la Pascua.

Pilato les dijo a los judíos:

―Aquí tienen a su rey.

15 Ellos gritaron:

―¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!

Pilato les respondió:

―¿Creen que voy a crucificar a su rey?

Los jefes de los sacerdotes contestaron:

―Nuestro único rey es el emperador romano.

16 Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y los soldados se lo llevaron.

La crucifixión

17 Jesús salió cargando su propia cruz, iba hacia el Gólgota, que en arameo significa de la Calavera. 18 Allí lo crucificaron junto a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.

19 Pilato mandó que pusieran un letrero sobre la cruz. En este estaba escrito: «jesús de nazaret, rey de los judíos». 20 Muchos de los judíos lo leyeron, porque el lugar donde crucificaron a Jesús estaba cerca de la ciudad. El letrero estaba escrito en arameo, latín y griego. 21 Los jefes de los sacerdotes judíos le dijeron a Pilato:

―No escribas “Rey de los judíos”, sino “Él dice que es rey de los judíos”.

22 Pilato les respondió:

―Lo que he escrito, escrito se queda.

23 Después de que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron su manto y lo partieron en cuatro pedazos, uno para cada uno de ellos. Tomaron también su túnica, que era de una sola pieza, sin costura, tejida de arriba abajo.

24 Los soldados se dijeron unos a otros:

―No la dividamos. Mejor echemos suertes para ver a quién le toca.

Y así lo hicieron, y de esta forma se cumplió la Escritura que dice:

«Se repartieron mi manto,

y sobre mi túnica echaron suertes».

25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la esposa de Cleofas, y María Magdalena. 26 Cuando Jesús vio a su madre, y junto a ella al discípulo a quien él quería mucho, dijo a su madre:

―Mujer, ahí tienes a tu hijo.

27 Luego, le dijo al discípulo:

―Ahí tienes a tu madre.

Desde ese momento, ese discípulo la recibió en su casa.

Muerte de Jesús

28 Después de esto, como Jesús sabía que ya todo había terminado, y para que se cumpliera la Escritura, dijo:

―Tengo sed.

29 Había allí un jarro lleno de vinagre; así que empaparon una esponja en el vinagre, la pusieron en una caña y se la acercaron a la boca.

30 Al probar Jesús el vinagre, dijo:

―Todo está cumplido.

Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu.

31 Era un día antes de la Pascua. Los judíos no querían que los cuerpos siguieran colgados en la cruz en sábado, porque este era un día muy solemne. Por eso le pidieron a Pilato ordenar que les quebraran las piernas a los crucificados y bajaran sus cuerpos.

32 Los soldados fueron y le quebraron las piernas al primer hombre que habían crucificado con Jesús, y luego al otro. 33 Y cuando se acercaron a Jesús, se dieron cuenta de que ya estaba muerto, por eso no le quebraron las piernas. 34 Pero uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, y en ese momento le salió sangre y agua.

35 El que dice esto es el que lo vio, y lo que dice es verdad. Él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. 36 Estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura: «No le quebraron ningún hueso» 37 y, como dice en otra parte de la Escritura: «Mirarán al que traspasaron».

Sepultura de Jesús

38 Después de esto, José de Arimatea le pidió a Pilato el cuerpo de Jesús. José era discípulo de Jesús, aunque en secreto porque le tenía miedo a los judíos. Pilato le dio permiso y él se llevó el cuerpo.

39 También Nicodemo, el que había visitado a Jesús de noche, llegó con unos treinta y cuatro kilos de una mezcla de mirra y áloe. 40 Entre los dos envolvieron el cuerpo de Jesús con vendas empapadas en las especias aromáticas. Así era la costumbre judía de sepultar a los muertos.

41 En el lugar donde crucificaron a Jesús había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo en el que todavía no habían sepultado a nadie. 42 Como estaba por empezar el sábado, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

El sepulcro vacío

20 El primer día de la semana, muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que habían movido la piedra que cerraba la entrada.

Así que fue corriendo a donde estaban Simón Pedro y el discípulo al que Jesús quería mucho, y les dijo:

―¡Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto!

Pedro y el otro discípulo salieron hacia el sepulcro. Los dos iban corriendo, pero como el otro discípulo corría más rápido que Pedro, llegó primero al sepulcro. Se inclinó para mirar, y vio las vendas, pero no entró. Tras él llegó Simón Pedro, y entró en el sepulcro. Vio allí las vendas, y la tela que había cubierto la cabeza de Jesús. Pero la tela no estaba con las vendas sino enrollada en lugar aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; y vio y creyó. Hasta ese momento no habían entendido la Escritura que dice que Jesús tenía que resucitar.

Jesús se aparece a María Magdalena

10 Los discípulos regresaron a su casa, 11 pero María se quedó afuera del sepulcro llorando. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro 12 y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús; uno a la cabecera y otro a los pies.

13 Le preguntaron los ángeles:

―¿Por qué lloras, mujer?

Ella les respondió:

―Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.

14 Acabando de decir esto, volvió la mirada y vio allí a Jesús de pie, aunque ella no sabía que era él.

15 Jesús le dijo:

―¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?

Ella creyó que era el que cuidaba el huerto, y le dijo:

―Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, y yo iré por él.

16 Jesús le dijo:

―María.

Ella se volvió y le dijo:

―¡Raboni! (que en arameo significa: Maestro).

17 Jesús le dijo:

―Suéltame, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve a mis hermanos y diles: “Voy a reunirme con mi Padre, que es el Padre de ustedes; con mi Dios, que es el Dios de ustedes”.

18 María Magdalena fue a darles la noticia a los discípulos: «¡He visto al Señor!», y les contaba lo que él le había dicho.

Jesús se aparece a sus discípulos

19 El primer día de la semana por la tarde, mientras los discípulos estaban reunidos a puerta cerrada por temor a los judíos, entró Jesús. Se puso en medio de ellos y los saludó diciendo:

―¡La paz sea con ustedes!

20 Después de decir esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.

21 Jesús volvió a decir:

―¡La paz sea con ustedes! Como mi Padre me envió, así yo los envío a ustedes.

22 Luego sopló sobre ellos y les dijo:

―Reciban el Espíritu Santo. 23 A los que ustedes les perdonen sus pecados, les serán perdonados; a los que ustedes no se los perdonen, no les serán perdonados.

Jesús se aparece a Tomás

24 Tomás, uno de los doce, al que le decían el Gemelo, no había estado con los discípulos cuando Jesús llegó. 25 Así que los otros discípulos le dijeron:

―¡Hemos visto al Señor!

Tomás les respondió:

―Si no veo las heridas de los clavos en sus manos y meto en ellas mi dedo, y mi mano en su costado, no lo creeré.

26 Ocho días después, estaban los discípulos reunidos otra vez en la casa, y Tomás estaba con ellos. Las puertas estaban cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos y los saludó diciendo:

―¡La paz sea con ustedes!

27 Luego le dijo a Tomás:

―Pon aquí tu dedo y mira mis manos. Trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino que debes creer.

28 Tomás dijo:

―¡Señor mío y Dios mío!

29 Jesús le dijo:

―Tú has creído porque me has visto; dichosos los que no han visto y aun así creen.

30 Jesús hizo muchas otras señales milagrosas delante de sus discípulos que no están escritas en este libro. 31 Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida.

Jesús y la pesca milagrosa

21 Después de esto, Jesús se apareció una vez más a sus discípulos junto al lago de Tiberíades. Así fue como sucedió: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás al que llamaban el Gemelo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos discípulos.

Simón Pedro dijo:

―Me voy a pescar.

Ellos le contestaron:

―Nosotros vamos contigo. Salieron de allí y se subieron a la barca, pero esa noche no pescaron nada.

En la madrugada, Jesús estaba en la orilla, pero los discípulos no se dieron cuenta de que era él.

Jesús les preguntó:

―Muchachos, ¿tienen algo de comer?

―No —contestaron ellos.

Jesús les dijo:

―Echen la red a la derecha de la barca, y pescarán algo.

Así lo hicieron, y ya no podían sacar la red del agua por tantos pescados que tenía.

El discípulo a quien Jesús quería mucho le dijo a Pedro:

―¡Es el Señor!

Cuando Simón Pedro le oyó decir: «Es el Señor», se puso la ropa, pues estaba casi desnudo, y se tiro al agua. Los otros discípulos llegaron a la playa en la barca, arrastrando la red llena de pescados, pues estaban como a cien metros de la orilla.

Al bajar a tierra, vieron una fogata con un pescado encima, y pan.

10 Jesús les dijo:

―Tráiganme algunos de los pescados que acaban de sacar.

11 Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, que estaba llena de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres pescados, y a pesar de ser tantos la red no se rompió.

12 Jesús les dijo:

―Vengan a desayunar.

Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor.

13 Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio a ellos, e hizo lo mismo con el pescado. 14 Esta era la tercera vez que Jesús se aparecía a sus discípulos después de haber resucitado.

Jesús restituye a Pedro

15 Después de desayunar, Jesús le preguntó a Simón Pedro:

―Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?

Pedro le contestó:

―Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Jesús le dijo:

―Cuida de mis corderos.

16 Jesús volvió a preguntarle:

―Simón, hijo de Juan, ¿me amas?

―Si, Señor, tú sabes que te quiero.

Jesús le dijo:

―Cuida de mis ovejas.

17 Por tercera vez Jesús le preguntó:

―Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

Pedro se puso triste de que Jesús le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?». Entonces le dijo:

―Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.

Jesús le dijo:

―Cuida de mis ovejas. 18 Es verdad que cuando eras más joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te vestirá y te llevará a donde no quieras ir.

19 Jesús dijo esto para dar a entender de que manera moriría Pedro y así glorificaría a Dios. Después le dijo:

―¡Sígueme!

20 Pedro se volvió y vio que los seguía el discípulo al que Jesús quería mucho, el que se había acercado a Jesús en la cena y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que va a traicionarte?».

21 Cuando Pedro lo vio, le preguntó a Jesús:

―Señor, ¿y a este qué le va a pasar?

22 Jesús le contestó:

―Si quiero que él siga vivo hasta que yo regrese, ¿qué te importa a ti? Tú sígueme.

23 Por eso, entre los hermanos corrió el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no dijo que no moriría. Él dijo: «Si quiero que él siga vivo hasta que yo regrese, ¿qué te importa a ti?».

24 Este es el mismo discípulo que ha dicho todas estas cosas, y que las escribió. Y sabemos que lo que él dice es verdad.

25 Jesús hizo muchas otras cosas, tantas que, si se escribiera cada una de ellas, creo que en el mundo entero no cabrían los libros que se escribieran.

Jesús llevado al cielo

Distinguido Teófilo:

En mi primera carta[b] te hablé de todo lo que Jesús empezó a hacer y enseñar y de cómo regresó al cielo después de darles instrucciones, a través del Espíritu Santo, a los apóstoles que había escogido.

Durante los cuarenta días que siguieron a sus sufrimientos, se presentó repetidas veces ante los apóstoles y les demostró que estaba vivo. En todas esas ocasiones les habló del reino de Dios.

Estando con ellos, les mandó que no salieran de Jerusalén hasta que, tal como ya les había dicho, recibieran la promesa del Padre.

―Juan los bautizó con agua —les recordó—, pero dentro de poco ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo.

Los que se habían reunido con Jesús le preguntaron:

―Señor, ¿vas ahora a restaurar el reino de Israel?

―El Padre ha fijado ese tiempo —les contestó—, y a ustedes no les corresponde saberlo. Sin embargo, cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes recibirán poder para ser mis testigos no sólo en Jerusalén, sino también en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.

Y mientras les decía esto, ascendió al cielo y desapareció envuelto en una nube.

10 Los discípulos seguían con la mirada fija viendo cómo se perdía en las alturas, y en eso, dos varones vestidos de blanco se pusieron junto a ellos.

11 ―Galileos —les dijeron—, ¿por qué se han quedado mirando al cielo? Jesús regresará de la misma forma en que lo han visto ascender al cielo.

Elección de Matías para reemplazar a Judas

12 Como estaban en el monte de los Olivos, para regresar a Jerusalén caminaron casi un kilómetro, que era lo que se permitía caminar en el día de reposo. 13-14 Allí, en el aposento alto de la casa, se reunieron para orar. Estuvieron presentes: Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el hijo de Alfeo, Simón el Zelote, Judas el hijo de Santiago y los hermanos de Jesús, además de varias mujeres, entre las que se encontraba la madre de Jesús.

15 En aquellos días, en una ocasión en que había ciento veinte personas presentes, Pedro se puso de pie y les dijo: 16 «Hermanos, era necesario que se cumplieran las Escrituras en cuanto a Judas, el que sirvió de guía a la turba que apresó a Jesús, porque su traición la predijo hace mucho tiempo el Espíritu Santo por boca de David.

17 »Judas era uno de nosotros, y participaba del mismo servicio que hacíamos nosotros. 18 Sin embargo, con el dinero que recibió en pago por su traición, compró un terreno en el que, al precipitarse de cabeza, se le reventó el vientre y se le salieron las entrañas. 19 La noticia de su muerte corrió rápidamente entre los habitantes de Jerusalén, quienes le dieron a aquel lugar el nombre de “Campo de Sangre”.

20 »El libro de los Salmos lo había predicho así: “Quede desierta su casa y no haya quien more en ella”. Y luego añade: “¡Que otro se encargue de su trabajo!”.

21 »Entre nosotros tenemos personas que nos han acompañado todo el tiempo que el Señor Jesús estuvo con nosotros. 22 Es necesario que seleccionemos a alguien que haya estado con nosotros desde que Juan bautizó al Señor hasta que este ascendió al cielo. Así, junto con nosotros, será testigo de su resurrección».

23 Y escogieron a dos: a José Justo (llamado también Barsabás) y a Matías.

24 Luego oraron: «Señor, tú que conoces los corazones, muéstranos a cuál de estos hombres has escogido 25 para asumir el apostolado de Judas el traidor, quien ya está donde le corresponde estar».

26 Y a continuación echaron suertes y la suerte cayó sobre Matías. Desde entonces, Matías se sumó a los once apóstoles.

El Espíritu Santo desciende en Pentecostés

Cuando llegó el día de Pentecostés, los creyentes estaban juntos reunidos. Escucharon de pronto un estruendo semejante al de un vendaval, que venía del cielo y que hacía retumbar la casa en que estaban congregados. Acto seguido aparecieron lengüetas de fuego que se les fueron posando a cada uno en la cabeza. Entonces cada uno de los presentes quedó lleno del Espíritu Santo y empezó a hablar en idiomas que no conocía, pero que el Espíritu Santo le permitía hablar.

En aquellos días había en Jerusalén una gran cantidad de judíos piadosos de muchas nacionalidades. Al escuchar el estruendo que se producía sobre la casa, multitudes de personas corrieron a ver qué sucedía, y los extranjeros se quedaron pasmados al oír el idioma de sus respectivos países en boca de los discípulos.

7-8 ―¿Cómo es posible? —exclamaban—. ¡Estos hombres son galileos y, sin embargo, los escuchamos hablar en el idioma que se habla en los países en que hemos nacido! Entre nosotros hay gente de Partia, Media, Elam, Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto y de Asia, 10 Frigia, Panfilia, Egipto, las regiones de Libia más allá de Cirene, Creta y Arabia, aparte de los judíos y conversos que han venido de Roma. 11 Sin embargo, cada cual los oye relatar en su propia lengua los grandes milagros de Dios.

12 «¿Qué significará esto?», se preguntaban algunos, atónitos y perplejos.

13 «¡Es que están borrachos!», les respondían otros, en son de burla.

Pedro se dirige a la multitud

14 Entonces Pedro se puso de pie con los once apóstoles y tomó la palabra: «¡Escúchenme bien, judíos y residentes de Jerusalén! 15 Algunos de ustedes están diciendo que estos hombres están borrachos. Pero, ¡la gente no se emborracha a las nueve de la mañana! 16 Ustedes han presenciado esta mañana lo que el profeta Joel predijo:

17 »“En los postreros días —dijo Dios—, derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad, y sus hijos e hijas profetizarán, sus jóvenes verán visiones y sus viejos soñarán sueños. 18 Sí, el Espíritu vendrá sobre mis siervos y siervas, y ellos profetizarán. 19 Y haré milagros en el cielo y en la tierra en forma de sangre, fuego y nubes de humo; 20 el sol se pondrá negro y la luna como sangre antes que llegue el día del Señor, grande y terrible. 21 Pero todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”.

22 »¡Escúchenme, varones israelitas! Como ustedes bien saben, Dios respaldó a Jesús de Nazaret con los milagros prodigiosos que realizó a través de él. 23 Pero, de acuerdo con el plan que Dios ya tenía trazado, permitió primero que ustedes lo clavaran en la cruz y lo asesinaran por medio de hombres malvados. 24 Pero Dios lo soltó de los horrores de la muerte y le devolvió la vida, porque la muerte no podía mantenerlo bajo su dominio por siempre.

25 »David dijo esto acerca de Jesús: “Sé que el Señor está siempre conmigo y nada me hará caer. 26 Por eso tengo el corazón lleno de gozo y la lengua de alabanza. Puedo vivir siempre confiado, 27 porque no dejarás mi alma en el sepulcro ni permitirás que el cuerpo de tu santo siervo se pudra. 28 Al contrario, me mostrarás el camino de la vida y me llenarás de gozo en tu presencia”.

29 »Hermanos, les puedo decir francamente que el patriarca David murió, lo enterraron y su tumba está todavía entre nosotros. 30 Pero, como profeta, sabía que Dios le había prometido bajo juramento que un descendiente suyo se sentaría en el trono que ocupaba. 31 Mirando pues al futuro, predijo la resurrección del Mesías, y dijo que no quedaría en el sepulcro y su cuerpo no se corrompería.

32 »Dios ha resucitado a Jesús y nosotros mismos somos testigos de ello. 33 Él está ahora sentado a la diestra de Dios. Y tal como lo prometió, después de recibir del Padre al Espíritu Santo, lo ha enviado a nosotros. Esto es lo que ustedes han visto y escuchado.

34 »David nunca subió al cielo. Sin embargo dijo: “El Señor le dijo a mi Señor: Siéntate a mi derecha, 35 hasta que ponga a tus enemigos bajo tu control”.

36 »Por lo tanto, pueblo de Israel, sepan bien que Dios ha hecho Señor y Mesías a Jesús, el que ustedes crucificaron».

37 Aquellas palabras de Pedro los conmovieron tan profundamente que le dijeron al propio Pedro y a los demás apóstoles:

―Hermanos, ¿qué debemos hacer?

38 ―Arrepiéntanse —les respondió Pedro—, y bautícense en el nombre de Jesucristo, para que Dios les perdone sus pecados. Entonces recibirán también el don del Espíritu Santo, 39 porque para ustedes es la promesa, y para sus hijos, y aun para los que están lejos, pues es para todos a los que el Señor nuestro Dios llame.

40 Y con muchas palabras más, Pedro les exhortaba y les decía:

―¡Aléjense de esta gente perversa!

La comunidad de los creyentes

41 Los que creyeron sus palabras, unos tres mil en total, se bautizaron y se unieron a los demás creyentes 42 que se congregaban regularmente para escuchar las enseñanzas de los apóstoles, tener comunión unos con otros, compartir el pan y orar.

43 Un profundo temor reverencial vino sobre toda la gente y los apóstoles seguían realizando milagros y señales.

44 Los creyentes permanecían constantemente unidos y compartían entre sí todas las cosas; 45 vendían sus propiedades y repartían el dinero entre los que estaban necesitados. 46 Todos los días se reunían en el templo y en los hogares, compartían los alimentos con regocijo y sencillez de corazón 47 y alababan a Dios. Todo el mundo simpatizaba con ellos y todos los días el Señor añadía a la comunidad a los que habían de ser salvos.

Pedro sana a un mendigo lisiado

En cierta ocasión, Pedro y Juan fueron al templo a orar. Era como a las tres de la tarde. Allí vieron a un lisiado de nacimiento, a quien todos los días traían y colocaban junto a la puerta del templo llamada la Hermosa, para que pidiera limosna.

Cuando el lisiado vio a Pedro y Juan que iban a entrar al templo, les pidió dinero. Los apóstoles lo miraron fijamente.

―¡Míranos! —le dijo Pedro.

El lisiado los miró con ansiedad, esperando recibir una limosna.

―No tengo dinero que darte —continuó Pedro—. Pero te daré lo que tengo. ¡En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina!

Entonces Pedro lo tomó de la mano y lo levantó. Al instante, los pies y los tobillos se le fortalecieron a tal grado que se levantó de un salto y comenzó a andar. Más tarde, entró al templo con ellos, saltando y alabando a Dios.

Toda la gente lo vio caminando y alabando a Dios, 10 y reconocieron que era el lisiado que estaban acostumbrados a ver en el templo, junto a la Hermosa, y se quedaron asombrados.

Pedro se dirige a los espectadores

11 Todos fueron corriendo al portal de Salomón, donde el lisiado tenía firmemente asidos a Pedro y a Juan. 12 Y viendo eso, Pedro les dirigió la palabra: «Hombres de Israel —les dijo—, ¿qué hay de sorprendente en esto? ¿Por qué nos miran como si hubiéramos hecho andar a este hombre mediante nuestro propio poder y por nuestra piedad? 13 El Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob y de nuestros antepasados, a través de este milagro ha honrado a su siervo Jesús, a quien ustedes entregaron y rechazaron ante Pilato, a pesar de que este estaba resuelto a ponerlo en libertad. 14 Ustedes no quisieron que libertaran al Santo y Justo; al contrario, demandaron la libertad de un asesino 15 y mataron al autor de la vida. Pero Dios le devolvió la vida; de ello nosotros somos testigos. 16 Este hombre se sanó en el nombre de Jesús, y ustedes saben que era inválido. La fe en el nombre de Jesús logró la perfecta curación de esta persona.

17 »Hermanos, comprendo que lo que ustedes le hicieron a Jesús lo hicieron en ignorancia, y lo mismo podría decirse de sus dirigentes. 18 Pero Dios estaba cumpliendo así las profecías acerca de los sufrimientos del Mesías.

19 »Por eso, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios para que él los limpie de sus pecados 20 y para que él les envíe desde su misma presencia tiempos de refrigerio, y que les envíe al Mesías Jesús, que fue antes prometido. 21 Él debe permanecer en el cielo hasta que Dios restaure todas las cosas, como está profetizado desde tiempos remotos. 22 Como Moisés dijo: “Dios el Señor levantará entre ustedes un profeta parecido a mí. Presten atención a cuanto él les diga. 23 Y quien no lo escuche será eliminado del pueblo”.

24 »Todos los profetas, desde los días de Samuel en adelante, hablaron de lo que está sucediendo hoy en día. 25 Ustedes son los hijos de aquellos profetas y del pacto que Dios hizo con nuestros antepasados. Dios le prometió así a Abraham: “Por medio de tus descendientes bendeciré a todas las familias de la tierra”. 26 Y cuando Dios le devolvió la vida a su Siervo, lo envió primero a ustedes para bendecirlos y para que cada uno se apartara de su maldad».

Pedro y Juan ante el Consejo

Mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, los principales sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y varios de los saduceos se presentaron ante ellos, enojados porque esos dos apóstoles estaban enseñando al pueblo y proclamando que en Jesús quedaba demostrada la resurrección de entre los muertos.

Los arrestaron y, como ya era tarde, los mantuvieron presos hasta el día siguiente. Pero a pesar de todo, muchos de los que oyeron el mensaje lo creyeron, y el número de los creyentes, contando sólo los hombres, era como de cinco mil.

Al siguiente día se reunieron en Jerusalén los jefes de los sacerdotes, los ancianos y los maestros de la ley. Entre los presentes se encontraba Anás el sumo sacerdote, Caifás, Juan, Alejandro y todos los miembros de la familia sacerdotal.

Cuando los dos discípulos comparecieron ante ellos, les preguntaron:

―¿Quién les ha dado potestad o autoridad para hacer esto?

Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les respondió:

―Distinguidos dirigentes y ancianos del pueblo: Puesto que hoy nos preguntan acerca del bien que le hicimos al lisiado y desean saber cómo fue sanado, 10 permítanme declarar ante ustedes y ante todo el pueblo de Israel que este hombre recibió la sanidad en el nombre y mediante el poder de Jesucristo de Nazaret, a quien ustedes crucificaron pero a quien Dios resucitó. Gracias a él, este hombre está hoy aquí sano. 11 Él es “la piedra que rechazaron los edificadores, y que se convirtió en cabeza de ángulo”. 12 ¡En ningún otro hay salvación! No hay otro nombre bajo el cielo que los hombres puedan invocar para salvarse.

13 Ante la elocuencia de Pedro y Juan, y viendo que eran hombres sin muchos estudios, los miembros del concilio se maravillaron y reconocieron que habían estado con Jesús. 14 Y como no podían negar la curación de aquel hombre que estaba allí mismo de pie junto a ellos, 15 les ordenaron entonces que salieran de la reunión; y ellos continuaron discutiendo el caso.

16 «¿Qué vamos a hacer con estos hombres? —se preguntaban—. No podemos negar que han realizado una gran señal, pues ya toda Jerusalén está enterada. 17 Pero lo que sí podemos evitar es que lo sigan divulgando. Debemos prohibirles que sigan hablando a la gente en ese nombre».

18 Los llamaron de nuevo, y les ordenaron que no volvieran a hablar ni a enseñar acerca de Jesús. 19 Ante ello, Pedro y Juan respondieron:

―Dígannos, ¿preferirá Dios que los obedezcamos a ustedes antes que a él? 20 No podemos dejar de hablar de las maravillas que vimos y que escuchamos.

21 Entonces los volvieron a amenazar, pero luego los soltaron. No hallaban la manera de castigarlos, ya que no había quien no estuviera alabando a Dios por el milagro ocurrido. 22 El hombre que había estado tullido tenía más de cuarenta años.

La oración de los creyentes

23 Una vez libres, Pedro y Juan fueron en busca de los demás discípulos y les contaron lo que los jefes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho.

24 Entonces los creyentes, unánimemente, oraron así: «Soberano Señor, creador del cielo, de la tierra, del mar y de cuanto en ellos existe: 25 El Espíritu Santo se expresó a través del rey David, tu siervo, de esta manera:

»“¿Por qué se rebelan los paganos y por qué hablan en vano las naciones? 26 Los reyes de la tierra se unieron para pelear contra el Señor, y contra su ungido”.

27 »Eso es exactamente lo que está sucediendo en esta ciudad: el rey Herodes, el gobernador Poncio Pilato y los demás romanos, así como el pueblo de Israel, están unidos contra Jesús, tu ungido, tu santo siervo. 28 Pero sólo están haciendo lo que tú en tu plan ya habías decidido que sucediera.

29-30 »Ahora, oh Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos que con confianza prediquen tu palabra; y envía tu poder sanador para que muchos milagros y maravillas se realicen en el nombre de tu santo hijo, Jesús».

31 Después de esta oración, el edificio donde estaban reunidos se estremeció y quedaron llenos del Espíritu Santo, y se entregaron a predicar con arrojo el mensaje de Dios.

Los creyentes comparten sus bienes

32 Todos los creyentes estaban unidos enteramente en alma y corazón, ninguno tenía por suyo lo que poseía, sino que lo compartía con los demás. 33 Y con gran poder predicaban los apóstoles acerca de la resurrección del Señor, y Dios les dio abundante gracia. 34-35 No existía entre ellos ningún necesitado, porque los dueños de haciendas o casas las vendían y entregaban el dinero a los apóstoles para repartirlo entre los pobres. 36 Lo hizo así, por ejemplo, José, al que los apóstoles apodaron Bernabé, que significa «hijo de consolación»; él era de la tribu de Leví y natural de la isla de Chipre. 37 Bernabé vendió un terreno que poseía y puso el dinero a disposición de los apóstoles.

Ananías y Safira

Pero se dio el caso de un hombre llamado Ananías, esposo de Safira, que vendió cierta propiedad, pero entregó sólo una parte del dinero a los apóstoles y se quedó con el resto. Su esposa, desde luego, estaba enterada de todo.

―Ananías —lo reprendió Pedro—, ¿por qué has permitido que Satanás te llene el corazón? ¿Por qué dices que este es el importe total de la venta? Le estás mintiendo al Espíritu Santo. ¿Acaso no era tuya esa propiedad antes de venderla? Y una vez vendida, ¿no era tuyo el dinero? ¿Por qué has hecho esto? No nos has mentido a nosotros, sino a Dios.

Al escuchar estas palabras, Ananías cayó al suelo y murió, y un gran temor se apoderó de los que escucharon esto. Los jóvenes cubrieron entonces el cadáver con una sábana y salieron a enterrarlo.

Como tres horas más tarde, llegó la esposa, sin saber lo ocurrido.

―¿Vendiste el terreno en tal precio? —le preguntó Pedro.

―Sí —respondió.

Le dijo Pedro: —¿Por qué se pusieron de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? Detrás de esa puerta están los jóvenes que acaban de enterrar a tu esposo y ahora te sacarán también a ti.

10 Instantáneamente cayó al suelo muerta. Los jóvenes entraron y, al verla muerta, la sacaron y la enterraron junto a su esposo. 11 Un gran terror se apoderó de toda la iglesia y de todas las personas que se enteraron de lo que había pasado.

Los apóstoles sanan a muchas personas

12 Los apóstoles siguieron reuniéndose regularmente en el portal de Salomón, y por medio de ellos Dios siguió realizando milagros extraordinarios entre el pueblo. 13 Aunque ninguno de los otros se atrevía a unírseles, a pesar del alto aprecio que les tenían, 14 el número de hombres y mujeres que creían en el Señor aumentaba más y más. 15 La gente colocaba a los enfermos en las calles en colchonetas y camillas para que al menos la sombra de Pedro los tocara. 16 Grandes multitudes acudían de los suburbios de Jerusalén trayendo enfermos y endemoniados, y todos eran sanados.

Persiguen a los apóstoles

17 El sumo sacerdote y sus colegas de la secta de los saduceos reaccionaron con envidia, 18 y arrestaron a los apóstoles y los metieron en la cárcel. 19 Pero un ángel del Señor abrió de noche las puertas de la cárcel y los sacó de allí.

20 ―Vayan al templo y prediquen acerca de la Vida —les ordenó el ángel.

21 Llegaron, pues, al templo al rayar el día, e inmediatamente se pusieron a enseñar.

Aquella misma mañana el sumo sacerdote llegó con los que estaban con él y, tras reunir al concilio y a todos los ancianos de Israel, ordenó que trajeran de la cárcel a los apóstoles. 22 Pero cuando los guardias llegaron a la cárcel no los encontraron allí, y regresaron a notificarlo.

23 ―Las puertas de la cárcel estaban cerradas —dijeron— y los guardias estaban fuera, pero al abrir la puerta no encontramos a nadie.

24 Después de escuchar esto, el jefe de la guardia y los principales sacerdotes estaban confundidos y se preguntaban a dónde iría a parar todo aquello. 25 En ese preciso instante, llegó uno con la noticia de que los prisioneros estaban en el templo enseñándole al pueblo. 26 El jefe de la guardia corrió con los alguaciles a arrestarlos, sin hacer uso de la fuerza, por temor a que el pueblo los apedreara. 27 Los condujeron ante el concilio, y el sumo sacerdote los reconvino:

28 ―¿No les habíamos prohibido que volvieran a enseñar acerca de Jesús? Ustedes han llenado a Jerusalén de sus enseñanzas y tratan de descargar en nosotros la culpa de la muerte de ese hombre.

29 ―Tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres —respondieron Pedro y los apóstoles—. 30 El Dios de nuestros antepasados resucitó a Jesús, al que ustedes mataron colgándolo en una cruz. 31 Luego, con su gran poder, lo exaltó como Príncipe y Salvador, para que el pueblo de Israel se vuelva a Dios y alcance el perdón de sus pecados. 32 Nosotros somos testigos de esas cosas, y también lo es el Espíritu Santo que Dios ha concedido a los que lo obedecen.

33 Al oírlos, los miembros del concilio, rabiando de furia, querían matarlos. 34 Pero uno de ellos, un fariseo llamado Gamaliel, experto en cuestiones de la ley y muy respetado entre el pueblo, pidió la palabra y solicitó que sacaran a los apóstoles del salón. 35 Entonces se dirigió a ellos con las siguientes palabras:

―Varones de Israel, mediten bien lo que van a hacer con estos hombres. 36 Hace algún tiempo se levantó con sueños de grandeza un tal Teudas, al que se le unieron unas cuatrocientas personas; pero murió asesinado y los seguidores se dispersaron sin provocar mayores dolores de cabeza. 37 Después de este, durante los días del censo, surgió Judas de Galilea, quien logró que muchas personas se hicieran discípulos suyos; pero también lo mataron y sus seguidores se dispersaron. 38 Por lo tanto, recomiendo que dejen tranquilos a estos hombres. Si lo que enseñan y hacen obedece a impulsos personales, pronto se desvanecerá. 39 Mas si es de Dios, ustedes no podrán detenerlos. ¡No sea que descubran que han estado peleando contra Dios!

40 El concilio aceptó la recomendación, llamó a los apóstoles y, después de azotarlos, les exigieron que no volvieran a hablar en el nombre de Jesús. Finalmente, los pusieron en libertad.

41 Al salir del concilio, los discípulos iban gozosos de haber sido tenidos por dignos de sufrir ultrajes por la causa del Nombre. 42 Y siguieron enseñando y predicando todos los días en el templo y de casa en casa, que Jesús era el Mesías.

Elección de los siete

Pero con la rápida multiplicación de los creyentes, empezaron las murmuraciones. Los que sólo hablaban griego se quejaban contra los de habla aramea, de que sus viudas sufrían discriminación en la distribución diaria de los alimentos.

Para solucionar el problema, los doce convocaron a todos los creyentes a una reunión, y les dijeron:

―Nosotros debemos dedicarnos a predicar y no a administrar el programa de alimentación. Por lo tanto, hermanos, seleccionen de entre ustedes a siete hombres sabios, llenos del Espíritu Santo y que gocen de buena reputación, y pongámoslos al frente de este trabajo. Así podremos nosotros dedicarnos a orar y a proclamar la Palabra.

La asamblea en pleno aprobó la recomendación. Eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, y también a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, un converso de Antioquía.

Presentaron entonces a estos siete ante los apóstoles, quienes oraron poniendo las manos sobre ellos.

El mensaje de Dios se seguía extendiendo y el número de los discípulos aumentaba enormemente en Jerusalén, donde muchos de los sacerdotes judíos obedecían a la fe.

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