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Palabra de Dios para Todos (PDT)
Version
2 Samuel 19-21

Joab reprende a David

19 El pueblo le informó a Joab que el rey lloraba y estaba triste por Absalón. Así que la alegría de la victoria se tornó en tristeza para todo el pueblo. Fue un día muy triste porque el pueblo sabía que el rey estaba muy triste por su hijo. El pueblo entró en silencio a la ciudad, como si hubiera sido derrotado en batalla y hubiera tenido que huir. El rey se había cubierto la cara y lloraba amargamente: «¡Ay, Absalón, hijo mío! ¡Absalón, hijo mío, hijo mío!»

Joab fue al palacio del rey y le dijo:

—¡Su Majestad está humillando a sus oficiales! Ellos le salvaron la vida hoy y también salvaron la vida de sus hijos, hijas, esposas y concubinas. Su Majestad ama a los que lo odian y odia a los que lo aman. Hoy ha puesto en claro que no le importan sus oficiales y sus soldados. ¡Se ve que estaría usted feliz y contento si Absalón viviera y nos hubiera matado a todos hoy! Vaya ahora y anime a sus oficiales. Si no lo hace ahora mismo, juro por el SEÑOR que no tendrá a nadie de su parte para esta misma noche, y eso sería peor que cualquiera de los problemas que ha tenido desde su niñez.

Entonces el rey se dirigió a la entrada de la ciudad[a] a retomar el mando. Al correr la noticia de que el rey estaba en la entrada de Mahanaim, las tropas se presentaron ante él.

David vuelve a Jerusalén

Todos los israelitas que estaban de parte de Absalón habían huido. Las diferentes tribus discutían y decían: «El rey David nos salvó de los filisteos y de nuestros enemigos, pero huyó de Absalón. 10 Por eso elegimos a Absalón como rey, pero ahora que Absalón ha muerto en batalla, debemos pedirle al rey David que vuelva».

11 El rey David envió a los sacerdotes Sadoc y Abiatar con el siguiente mensaje: «Hablen con los líderes de Judá y díganles: “¿Por qué son ustedes la última tribu en aceptar que yo, el rey David, vuelva a mi palacio? Todos los israelitas me están pidiendo que vuelva al palacio. 12 Ustedes son mis hermanos, mi familia. Entonces ¿por qué han de ser los últimos en aceptar que vuelva?” 13 También dígale a Amasá: “Tú eres parte de mi familia. Que Dios me castigue si no te nombro capitán del ejército en lugar de Joab”».

14 Amasá llegó al corazón de todo el pueblo de Judá, de manera que todos estuvieron de acuerdo como si fueran una misma persona. El pueblo de Judá envió este mensaje al rey: «Vuelve al palacio con tus oficiales». 15 El rey David se dirigió al río Jordán. El pueblo de Judá fue a encontrar al rey en Guilgal para ayudarle a cruzar el río. 16 Simí hijo de Guerá, de la familia de Benjamín, vivía en Bajurín. Simí se apresuró a ir a recibir al rey David junto con el pueblo de Judá. 17 Alrededor de 1000 personas de la tribu de Benjamín fueron con Simí. El siervo de la familia de Saúl, Siba, también fue con sus 15 hijos y 20 siervos. Todos se apresuraron a ir al río Jordán para recibir al rey David. 18 El pueblo cruzó el río Jordán para ayudar a la familia del rey en su regreso a Judá. El pueblo hacía que el rey se sintiera complacido. Mientras el rey cruzaba el río, se le acercó Simí hijo de Guerá. Simí postró su rostro en tierra ante el rey 19 y le dijo:

—Le ruego a Su Majestad que olvide mis malas acciones. No recuerde las cosas malas que hice cuando usted salió de Jerusalén. 20 Su Majestad sabe que he pecado, por eso soy el primero de la familia de José[b] en venir a recibirlo.

21 Pero Abisay hijo de Sarvia dijo:

—Debemos matar a Simí porque maldijo al rey que el SEÑOR eligió.

22 Entonces David les dijo:

—¿Qué voy a hacer con ustedes, hijos de Sarvia? Ahora están contra mí. No se matará a nadie en Israel. Hoy sé que de nuevo soy rey de Israel.

23 Entonces el rey le dijo a Simí:

—No morirás.

El rey le prometió a Simí que él no lo mataría.[c]

24 También Mefiboset, nieto[d] de Saúl, fue a recibir al rey David. Desde que el rey había salido de Jerusalén hasta que regresó en paz, Mefiboset no se había lavado los pies ni cortado el bigote ni cambiado de ropa. 25 Cuando Mefiboset vio al rey en Jerusalén, el rey le dijo:

—Mefiboset, ¿por qué no me acompañaste cuando salí de Jerusalén?

26 Mefiboset contestó:

—Mi siervo me engañó, Su Majestad. Como soy cojo, le dije a mi siervo Siba que me ensillara un asno para ir con el rey, 27 pero me engañó y me maldijo. Pero Su Majestad es como un ángel de Dios y hará lo que le parezca correcto. 28 Su Majestad podía haber matado a toda la familia de mi abuelo,[e] pero no lo hizo. Por el contrario, me sentó a su mesa, y por eso no tengo derecho a quejarme de nada ante el rey.

29 El rey le dijo a Mefiboset:

—No tienes que decir más. Está decidido que tú y Siba dividirán la tierra.

30 Mefiboset le dijo al rey:

—Me conformo con que Su Majestad haya regresado en paz. Deje que Siba se quede con la tierra.

31 Barzilay el galaadita salió de Roguelín para ir al río Jordán con el rey David. Acompañó al rey para dirigirlo al cruzar el río. 32 Barzilay era un hombre viejo de 80 años. Él había alimentado y le había dado otras cosas a David cuando estaba en Majanayin porque era muy rico. 33 David le dijo a Barzilay:

—Acompáñame al río, yo te cuidaré si vienes a vivir conmigo en Jerusalén.

34 Pero Barzilay le dijo al rey:

—¿Sabe Su Majestad cuántos años tengo? ¿Cree que puedo irme con usted a Jerusalén? 35 ¡Tengo 80 años! Estoy viejo, sin sentido común y no le hallo el gusto a la comida ni a la bebida. Estoy muy viejo para ponerme a oír el canto de los hombres y mujeres. ¿Para qué se molesta Su Majestad conmigo? 36 No necesito nada de lo que quiere usted darme. Cruzaré el río Jordán con Su Majestad, 37 pero después déjeme ir a casa para que muera en mi pueblo y me sepulten en la tumba de mis padres. Puede Su Majestad quedarse con mi siervo Quimán. Deje que lo acompañe y haga con él lo que le parezca.

38 El rey contestó:

—Que me acompañe Quimán. Por ti, lo trataré bien, y a ti te daré lo que quieras.

39 El rey se despidió de Barzilay y lo bendijo. Barzilay regresó a su casa, y el rey y todo el pueblo cruzaron el río 40 rumbo a Guilgal, acompañado de Quimán. Todo el pueblo de Judá y la mitad del pueblo de Israel cruzaron el río con David. 41 Los israelitas se acercaron al rey y le dijeron:

—¿Cómo es que nuestros hermanos, el pueblo de Judá, se han adueñado del rey al cruzar el río Jordán con sus soldados?

42 El pueblo de Judá les contestó a los israelitas:

—¿Por qué se enojan por eso? Lo hicimos porque el rey es nuestro pariente cercano. No hemos comido por cuenta del rey ni se nos dio ningún regalo.

43 Los israelitas contestaron:

—Nosotros tenemos herencia en David,[f] así que tenemos más derecho sobre él que ustedes, pero ustedes nos ignoraron. Nosotros fuimos los primeros en querer traer de vuelta al rey.

Las palabras del pueblo de Judá eran más duras que las de los israelitas.

Rebelión de Sabá

20 En ese lugar había un hombre perverso de la tribu de Benjamín que se llamaba Sabá hijo de Bicrí. Sabá tocó la trompeta para reunir al pueblo y dijo:

«No tenemos herencia con David.
    No tenemos nada que ver con el hijo de Isaí.
Vamos a casa, Israel,
    a nuestras propias carpas».

Así que todos los israelitas[g] dejaron a David y siguieron a Sabá hijo de Bicrí. Pero el pueblo de Judá se quedó con su rey todo el camino, desde el río Jordán hasta Jerusalén. Cuando David regresó al palacio en Jerusalén, puso a las diez concubinas que había dejado a cargo del palacio en una casa bajo vigilancia. David se encargaba de ellas y les daba de comer, pero nunca volvió a acostarse con ellas. Allí permanecieron como si fueran viudas, hasta que murieron. El rey le dijo a Amasá:

—Dile al pueblo de Judá que se reúna conmigo en tres días. Tú también debes estar ahí.

Así que Amasá fue a reunir al pueblo, pero le llevó más del tiempo dicho. Entonces David le dijo a Abisay:

—Sabá hijo de Bicrí representa más peligro para nosotros que Absalón. Así que persíguelo con mis oficiales. Apresúrate para que no entre a las ciudades amuralladas, porque si lo hace, no podremos atraparlo.

Así que Joab salió de Jerusalén para perseguir a Sabá hijo de Bicrí. Joab llevó a sus propios soldados junto con los cretenses y filisteos.[h] Cuando Joab y el ejército llegaron a la gran roca que está en Gabaón, Amasá les salió al encuentro. Llevaba puesto su uniforme, con cinturón y la espada envainada. Pero al caminar, la espada se le cayó. Joab le preguntó a Amasá:

—¿Cómo estás, hermano?

Con la mano derecha, Joab lo tomó por la barba para saludarlo de beso. 10 Amasá no se fijó que Joab tenía una espada en la mano. Joab se la clavó en el estómago a Amasá, haciendo que sus entrañas se derramaran por el suelo. Joab no tuvo que clavarle la espada de nuevo, pues ya estaba muerto. Entonces Joab y su hermano Abisay empezaron a perseguir a Sabá hijo de Bicrí. 11 Uno de los soldados jóvenes se quedó con el cuerpo de Amasá y dijo:

—Todos los que apoyen a Joab y a David, sigan a Joab.

12 Allí estaba el cuerpo de Amasá todo cubierto de sangre en medio del camino. El hombre que lo vigilaba vio que todo el ejército se detenía a verlo. Entonces lo sacó del camino, lo puso en el campo y lo cubrió con un trapo. 13 Después de quitar el cuerpo del camino, la gente pasaba y seguía a Joab, uniéndose a él en la persecución de Sabá hijo de Bicrí.

14 Sabá hijo de Bicrí recorrió todas las familias de Israel rumbo a Abel Betmacá. Los beritas también siguieron a Sabá. 15 Al llegar Joab y sus hombres a Abel Betmacá rodearon el pueblo. Construyeron una rampa contra la muralla de la ciudad para poder treparla y también empezaron a derribar la muralla. 16 Al verlos, una mujer sabia que vivía en esa ciudad les gritó:

—¡Escúchenme! Díganle a Joab que venga acá para que pueda hablar con él.

17 Cuando Joab fue a hablar con la mujer, esta le preguntó:

—¿Es usted Joab?

Joab contestó:

—Sí, soy yo.

18 Entonces la mujer dijo:

—En la antigüedad la gente decía: “Pide ayuda en Abel y encontrarás lo que necesites”. 19 Yo soy una de las muchas personas pacíficas y leales de este pueblo. Usted está tratando de destruir una metrópolis[i] de Israel. ¿Por qué quiere destruir algo que pertenece al SEÑOR?

20 Joab contestó:

—¡Yo no quiero destruir ni acabar con nada! 21 Pero en tu ciudad hay un hombre de la tierra de Efraín que se llama Sabá hijo de Bicrí. Este hombre se ha rebelado contra el rey David. Sólo entréguenmelo y dejaré la ciudad en paz.

La mujer le dijo a Joab:

—Está bien. Le arrojaremos su cabeza sobre la muralla.

22 Entonces la mujer les habló de manera muy inteligente a todos los habitantes de la ciudad. El pueblo le cortó la cabeza a Sabá hijo de Bicrí y se la arrojaron a Joab sobre la muralla.

Joab tocó la trompeta y el ejército salió de la ciudad. Los soldados regresaron a casa y Joab regresó a Jerusalén, donde estaba el rey.

23 Joab era capitán de todo el ejército de Israel. Benaías hijo de Joyadá estaba al mando de los cretenses y filisteos. 24 Adonirán supervisaba a los hombres que realizaban trabajo forzado. Josafat hijo de Ajilud era el secretario. 25 Seva era el cronista. Sadoc y Abiatar eran los sacerdotes; 26 e Ira el yairita era el sacerdote personal de David.[j]

Venganza de los gabaonitas

21 Durante el reinado de David, hubo escasez de alimentos por tres años. David oró al SEÑOR, y el SEÑOR le contestó: «Saúl y su familia asesina[k] son la causa de esta escasez de alimentos por haber matado a los gabaonitas». Los gabaonitas no eran israelitas, sino amorreos, y los israelitas habían prometido no hacerles daño,[l] pero Saúl trató de matarlos debido a los celos que tenía del pueblo de Israel y Judá. El rey David reunió a los gabaonitas y les preguntó:

—¿Qué puedo hacer por ustedes? ¿Cómo puedo reparar el daño del pecado de Israel para que ustedes bendigan al pueblo del SEÑOR?

Los gabaonitas le contestaron:

—No hay suficiente oro ni plata para que la familia de Saúl pague por lo que hizo. Pero nosotros no tenemos el derecho de matar a nadie en Israel.

David dijo:

—¿Entonces, qué puedo hacer por ustedes?

Los gabaonitas respondieron:

—Saúl hizo planes contra nosotros. Trató de destruir a nuestra gente que vivía en la tierra de Israel. Entréganos siete de los hijos de Saúl, el elegido del SEÑOR, para que los ejecutemos ante el SEÑOR en el monte Guibeá de Saúl.[m]

El rey dijo:

—Se los entregaré.

Pero el rey protegió al hijo de Jonatán, Mefiboset. Jonatán era hijo de Saúl, pero como David le había hecho una promesa a Jonatán[n] con el SEÑOR como testigo, el rey no los dejó hacerle ningún daño a Mefiboset[o]. David les entregó a Armoní y Mefiboset hijos de Saúl y su esposa Rizpa, hija de Aja. Saúl también tenía una hija llamada Merab, quien estaba casada con Adriel hijo de Barzilay, el mejolatita. Así que David tomó a los cinco hijos de Merab y Adriel, y les entregó estos siete hombres a los gabaonitas, quienes los llevaron al monte y los ejecutaron ante el SEÑOR. Así murieron al mismo tiempo los siete durante el principio de la cosecha de cebada.

10 Entonces Rizpa hija de Ayá tomó una tela de luto y la puso sobre la roca[p]. Allí se quedó la tela desde que empezó la cosecha hasta que llegaron las lluvias. Rizpa vigilaba los cuerpos día y noche. De día, no dejaba que se acercaran las aves de rapiña y de noche no dejaba que se acercaran los animales salvajes. 11 Entonces la gente le dijo a David lo que estaba haciendo la concubina de Saúl. 12 Entonces David recogió los restos de Saúl y Jonatán que estaban en Jabés de Galaad. Los hombres de Jabés de Galaad habían tomado los restos de Saúl y Jonatán cuando los mataron en Guilboa. Los filisteos habían colgado sus cuerpos en una pared en Betsán[q], pero los hombres de Jabés de Galaad habían ido ahí y se los robaron.

13 David recogió los restos de Saúl y Jonatán que estaban en Jabés Galaad junto con los cuerpos de los siete hombres que estaban colgados. 14 Sepultaron los restos de Saúl y su hijo Jonatán en el área de Benjamín y los sepultaron en uno de los túneles en la tumba de Quis, papá de Saúl. Dios escuchó las oraciones del pueblo en esa tierra porque hacían todo lo que el rey les ordenaba.

Guerra con los filisteos

(1 Cr 20:4-8)

15 Los filisteos atacaron a Israel, así que David y sus hombres salieron a pelear contra ellos, pero David se sintió muy cansado y débil. 16 Entonces Isbibenob, uno de los soldados consagrados al dios Rafá, pensó matar a David. Tenía una espada nueva y su lanza pesaba más de 3 kilos.[r] 17 Pero Abisay hijo de Sarvia le salvó la vida a David y mató al filisteo. Entonces los hombres de David le rogaron: «De ahora en adelante ¡qué su Majestad nunca vaya con nosotros en batalla, no sea que Israel pierda su mejor líder!»

18 Después hubo otra batalla con los filisteos en Gob. Sibecay el jusatita mató a Saf, otro de los soldados consagrados al dios Rafá.[s] 19 De nuevo hubo otra batalla en Gob contra los filisteos. Eljanán hijo de Yaré Oreguín de Belén mató a Goliat el guitita[t]. Su lanza era tan grande como el rodillo de un telar. 20 Hubo otra batalla en Gat. Había allí otro soldado consagrado al dios Rafá que tenía 24 dedos, seis en cada mano y seis en cada pie. 21 Este hombre se puso a desafiar a los israelitas y a burlarse de ellos, por lo cual Jonatán hijo de Simá, que era hermano de David, lo mató. 22 David y sus hombres mataron a esos cuatro soldados consagrados al dios Rafá de Gat.

Palabra de Dios para Todos (PDT)

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