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La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Deuteronomio 1-2

I.— PRIMER DISCURSO DE MOISÉS (1,1—4,43)

Introducción histórica

Estas son las palabras que Moisés comunicó a todo Israel, al otro lado del Jordán, en el desierto, en la Arabá, frente a Suf, entre Parán, Tofel, Labán, Jaserot y Di Zahab. Desde el monte Horeb hasta Cadés Barnea hay once jornadas de camino, por la ruta de la montaña de Seír. El día primero del undécimo mes, en el año cuarenta, Moisés comunicó a los israelitas todo lo que el Señor le había encomendado que les dijese, después de haber derrotado a Sijón, rey de los amorreos, que residía en Jesbón, y a Og, rey de Basán, que residía en Astarot y Edreí.

Al otro lado del Jordán, en tierra de Moab, comenzó Moisés a promulgar esta ley, diciendo:

Dios da la orden de partida

El Señor, nuestro Dios, nos dijo esto en el Horeb:

— ¡Ya llevan mucho tiempo en estas montañas! Desmonten, pues, el campamento y pónganse en marcha; diríjanse a las montañas de los amorreos y a todas sus zonas vecinas: la Arabá, la Montaña, la Sefela, el Négueb y el litoral. Sigan por la tierra de los cananeos hasta llegar al Líbano y al río grande: el río Éufrates. ¡Miren! Yo les he entregado el país; ahora entren y tomen posesión de la tierra que el Señor les prometió según juró a sus antepasados, Abrahán, Isaac y Jacob, y a sus descendientes.

Nombramiento de jueces (Ex 18,13-27)

En aquella ocasión les dije: “Yo solo no doy abasto con todos ustedes, 10 porque el Señor su Dios, los ha multiplicado de tal manera que son tan numerosos como las estrellas del cielo. 11 ¡Que el Señor, el Dios de sus antepasados, los haga mil veces más numerosos todavía y los bendiga como les ha prometido! 12 Pero, ¿cómo podré yo solo sobrellevar sus cargas, sus disputas y pleitos? 13 Elijan de cada tribu hombres experimentados, que sean conocidos por su sabiduría y prudencia y yo los pondré al frente de ustedes”.

14 Ustedes me respondieron: “Estamos de acuerdo con lo que nos propones”. 15 Entonces elegí de entre los jefes de las tribus a algunos hombres sabios y experimentados, y les di autoridad sobre ustedes. A unos los puse a cargo de grupos de mil hombres; a otros, a cargo de cien; a otros, de cincuenta; a otros, de diez, y a otros los nombré oficiales responsables de cada tribu. 16 Al mismo tiempo, di a los jueces estas normas: “Escuchen a sus hermanos y administren justicia cuando tengan pleitos entre ellos o con extranjeros. 17 No sean parciales en las sentencias; consideren de igual manera la causa de los débiles y la de los poderosos; no se dejen intimidar por nadie, porque el juicio es de Dios. Y si el asunto les sobrepasa, pásenmelo a mí para que yo lo atienda”.

18 Yo les indiqué entonces todo lo que debían hacer.

Misión de los doce espías (Nm 13,1—14,4)

19 Así, pues, dejamos el Horeb y recorrimos todo ese inmenso y espantoso desierto que ustedes han visto, camino de las montañas de los amorreos, hasta que llegamos a Cadés Barnea, como el Señor nuestro Dios nos había mandado. 20 Entonces les dije: “Ya han llegado a las montañas de los amorreos, que el Señor nuestro Dios nos da. 21 El Señor tu Dios te entrega esta tierra: ¡Adelante, pues!, toma posesión de ella tal como te ha dicho el Señor, el Dios de tus antepasados. No temas ni te acobardes”. 22 Pero todos ustedes vinieron a decirme: “¿Qué tal si primero enviamos algunos hombres para que inspeccionen esta tierra y averigüen qué rutas debemos seguir y las ciudades en las que podemos entrar?”.

23 Su propuesta me pareció buena, así que escogí a doce de ustedes, uno por cada tribu. 24 Ellos partieron y subieron por la montaña hasta llegar al valle de Escol y exploraron la zona. 25 Después tomaron algunos frutos de la tierra, nos los trajeron y nos dijeron: “La tierra que el Señor nuestro Dios nos da es realmente espléndida”.

26 Sin embargo, ustedes se rebelaron contra la orden del Señor su Dios, se negaron a subir, 27 y se pusieron a murmurar dentro de sus tiendas diciendo: “El Señor debe odiarnos; nos sacó de Egipto para entregarnos en manos de los amorreos y destruirnos”. 28 ¡A dónde vamos a ir! Nuestros hermanos nos han metido el miedo en el cuerpo al decirnos que la gente de allí es más fuerte y más alta que nosotros, que las ciudades son enormes y están provistas de murallas que tocan el cielo. ¡Para colmo, nos dicen que vieron anaquitas por allí!

29 Entonces les respondí: “No se asusten ni les tengan miedo. 30 El Señor su Dios va delante de ustedes y combatirá por ustedes, como ya vieron que lo hizo en Egipto. 31 Y también has visto cómo el Señor tu Dios te conducía a lo largo de todo el camino que han recorrido por el desierto hasta llegar aquí, con el cuidado con que un padre lleva a su hijo”. 32 A pesar de eso, ninguno de ustedes confió en el Señor su Dios, 33 que iba delante de ustedes para buscarles dónde acampar. De noche lo hacía en forma de fuego, para que vieran el camino a seguir, y de día los acompañaba en forma de nube.

El Señor se enoja contra los israelitas y los castiga (Nm 14,20-35)

34 Cuando el Señor escuchó sus murmuraciones, se enojó e hizo este juramento: 35 “Nadie de esta generación perversa verá esta tierra fértil que juré dar a sus antepasados. 36 Solo la verá Caleb, hijo de Jefuné. A él y a sus hijos les daré la tierra que ha explorado, porque él sí ha confiado plenamente en el Señor”.

37 También el Señor se enojó conmigo, por culpa de ustedes, y me dijo: “Tampoco tú entrarás en esa tierra. 38 Quien sí entrará es tu ayudante, Josué hijo de Nun. Infúndele valor, porque él será quien haga que Israel posea la tierra. 39 En cuanto a sus niños, que aún no tienen uso de razón —y que ustedes pensaron que acabarían siendo botín de guerra—, ellos sí entrarán en la tierra y la poseerán, porque yo se la he dado. 40 En cuanto a ustedes, den media vuelta, regresen al desierto y encamínense de nuevo al mar de las Cañas”.

La derrota en Jormá (Nm 14,39-45)

41 Entonces me respondieron diciendo: “Hemos pecado contra el Señor, pero ahora iremos y lucharemos tal como el Señor nuestro Dios nos lo ha mandado”. Y se equiparon para la guerra, pensando que era fácil subir a la montaña. 42 Pero el Señor me dijo: “Adviérteles que no suban a pelear si no quieren ser derrotados por el enemigo, porque yo no estaré con ellos”.

43 Yo le advertí, pero no me escucharon; se rebelaron contra la orden del Señor y tuvieron la osadía de subir a la montaña. 44 Entonces los amorreos que habitaban las montañas salieron a su encuentro y los hicieron correr como si los persiguiese un enjambre de avispas, y los derrotaron desde Seír hasta Jormá. 45 De vuelta lloraron ante el Señor, pero no los escuchó ni les prestó atención. 46 Por eso tuvieron que permanecer tanto tiempo en Cadés Barnea.

El paso por Edom y Moab (Nm 20,14-21)

Después dimos la vuelta y nos dirigimos hacia el desierto por la ruta del mar de las Cañas, como me había ordenado el Señor. Nos llevó mucho tiempo rodear la montaña de Seír Hasta que por fin el Señor me dijo: Ya han estado bastante tiempo dando vueltas alrededor de esta montaña; diríjanse ahora al norte. Da esta orden al pueblo: “Van a pasar por el territorio de sus hermanos, los descendientes de Esaú, que habitan en Seír. Aunque ellos les tienen miedo, anden con cuidado y no los provoquen, pues yo no les daré nada de su territorio, ni siquiera el espacio donde posar la planta del pie, pues la montaña de Seír se la di en posesión a Esaú. Tanto los alimentos que coman, como el agua que beban los adquirirán con dinero. Porque el Señor tu Dios te ha bendecido en todo lo que has emprendido, ha protegido tu caminar a través de este inmenso desierto y nada te ha faltado durante estos cuarenta años, porque el Señor tu Dios ha estado contigo”.

Así, pues, seguimos la ruta de la Arabá, que parte de las ciudades de Elat y Esionguéber, y entramos en el territorio de nuestros hermanos, los descendientes de Esaú, que habitan en Seír. Después torcimos y fuimos hacia el desierto de Moab.

El Señor también me dijo: Tampoco ataques a Moab ni lo incites a guerrear, porque no te daré nada de su territorio, ya que la región de Ar se la di en posesión a los descendientes de Lot. 10 (En la antigüedad vivió allí un pueblo fuerte y numeroso; el de los emitas. Ellos eran tan altos como los anaquitas. 11 Tanto a ellos como a los anaquitas se los tenía por refaítas, si bien los moabitas los llamaban emitas. 12 También, en la antigüedad, habitaron en Seír los hurritas, pero los descendientes de Esaú los desalojaron y los aniquilaron, instalándose en su lugar, lo mismo que hizo Israel con la tierra que el Señor le dio en posesión). 13 Y ahora, reanuden la marcha y crucen el torrente de Záred. Y así lo hicimos.

14 Los años trascurridos desde que salimos de Cadés Barnea hasta que cruzamos el torrente de Záred fueron treinta y ocho. Para entonces todos los hombres de aquella generación aptos para la guerra habían muerto, tal como se lo había jurado el Señor. 15 El poder del Señor se hizo sentir en medio del campamento hasta que, finalmente, los eliminó por completo.

16 Cuando ya no quedó en el pueblo ningún hombre apto para la guerra —porque habían muerto—, 17 el Señor me dijo: 18 Hoy vas a cruzar por Ar la frontera de Moab 19 y vas a entrar en contacto con los amonitas, descendientes de Lot. No los ataques ni los incites a combatir, pues no te daré nada de su territorio; se lo he dado en posesión a los descendientes de Lot. 20 (También este era tenido por un territorio de refaítas, porque antiguamente ellos vivieron allí, si bien los amonitas los llamaban zonzonitas. 21 Era un pueblo fuerte y numeroso, altos como los anaquitas; pero el Señor los aniquiló por medio de los amonitas que, apoderándose de su territorio, se instalaron en él. 22 De igual modo actuó el Señor con los descendientes de Esaú, que vivían en Seír: estos aniquilaron a los hurritas y se apoderaron de su territorio instalándose en él hasta el día de hoy. 23 En cuanto a los jeveos que vivían en las aldeas cercanas a Gaza, fueron aniquilados por los caftoritas, oriundos de Creta, que ocuparon su lugar).

24 Y ahora, reanuden la marcha y crucen el torrente Arnón. Te entrego al amorreo Sijón, rey de Jesbón, junto con su territorio. Declárale la guerra y lánzate a su conquista. 25 A partir de hoy comenzaré a infundir pavor y miedo hacia ti entre todas las naciones que hay debajo del cielo; cuando oigan hablar de ti, temblarán y se estremecerán.

Derrota de Sijón, rey amorreo (Nm 21,21-30)

26 Desde el desierto de Cademot envié embajadores a Sijón, rey de Jesbón, con esta propuesta de paz: 27 “Permíteme pasar por tu territorio; seguiré la ruta establecida sin desviarme a derecha ni a izquierda. 28 Te pagaré el agua que beba y los víveres que consuma. Sólo te pido que me permitas cruzar tu territorio 29 como lo han hecho los descendientes de Esaú, que viven en Seír, y los moabitas de Ar, hasta que pasemos el Jordán y entremos en la tierra que el Señor nuestro Dios nos da”.

30 Pero Sijón, rey de Jesbón, se negó a dejarnos cruzar por su territorio, porque el Señor tu Dios había ofuscado su espíritu y endurecido su corazón, a fin de convertirlo en súbdito tuyo, como lo es hasta el día de hoy. 31 Entonces el Señor me dijo: Estoy dispuesto a entregarte a Sijón y su territorio; comienza, pues, la conquista y apodérate de su territorio.

32 Sijón nos salió al encuentro con sus tropas, para presentarnos batalla en Jasá. 33 El Señor nuestro Dios lo entregó en nuestro poder y lo derrotamos a él, a sus hijos y a todas sus tropas. 34 Conquistamos todas sus ciudades y las consagramos al exterminio matando a hombres, mujeres y niños. No dejamos a nadie con vida. 35 Únicamente nos quedamos con los ganados y el despojo de las ciudades que conquistamos. 36 Desde Aroer que está al borde del torrente Arnón, y desde la ciudad que está en el valle, hasta el límite con Galaad, no hubo ciudad que se nos resistiera; todas nos las entregó el Señor, nuestro Dios. 37 Sólo dejaste de invadir el territorio amonita, la cuenca del Yaboc, los pueblos de la montaña y los lugares que el Señor nuestro Dios nos había prohibido conquistar.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España