Beginning
PRIMERA PARTE (1—8)
Encabezamiento y llamada a la conversión
1 El octavo mes del año segundo de Darío el Señor dirigió esta palabra al profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó:
2 — Los antepasados de ustedes irritaron sobremanera al Señor. 3 Di, pues, a los israelitas: “Esto dice el Señor del universo: Vuelvan a mí —oráculo del Señor del universo— y yo me volveré a ustedes”. Es palabra del Señor del universo. 4 No imiten a sus antepasados a quienes ya los más antiguos profetas interpelaban diciendo: “Así les habla el Señor del universo: Cambien de conducta; abandonen su mal proceder y sus perversas acciones”. Pero ni me escucharon ni me hicieron caso alguno —oráculo del Señor—. 5 Pues bien, ¿dónde están ahora sus antepasados? Y los profetas, ¿acaso van a vivir indefinidamente? 6 Sin embargo, las palabras y preceptos que encomendé transmitir por medio de mis siervos, los profetas, encontraron acogida en sus antepasados que se convirtieron reconociendo que el Señor del universo los había tratado de acuerdo con su proceder y sus acciones.
Libro de las visiones (1,7—6,15)
Primera visión: los jinetes
7 El día veinticuatro del undécimo mes —es decir, el mes de Sebat— del reinado de Darío, el Señor dirigió su palabra al profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó, que se expresó en estos términos:
8 — He tenido durante la noche una visión: vi a un hombre que estaba sentado en un caballo rojo entre los mirtos de la hondonada; detrás de él había caballos rojos, alazanes y blancos. 9 Yo entonces pregunté:
— ¿Quiénes son estos, mi Señor?
El ángel que hablaba conmigo me respondió:
— Yo te indicaré quiénes son.
10 Entonces intervino el hombre que estaba entre los mirtos y dijo:
— Estos son los que ha enviado el Señor a recorrer la tierra. 11 Ellos entonces se dirigieron al ángel del Señor y le informaron:
— Hemos recorrido toda la tierra y la hemos encontrado tranquila y en calma.
12 El ángel del Señor exclamó:
— Señor del universo, ¿cuándo, por fin, te apiadarás de Jerusalén y de las ciudades de Judá contra las que llevas ya setenta años irritado?
13 Entonces el Señor dio al ángel que me hablaba una contestación amable y consoladora. 14 Así que el ángel que hablaba conmigo me dijo:
— Proclama: “Esto dice el Señor del universo: Estoy profundamente enamorado de Jerusalén y de Sión, 15 y es grande mi enojo contra las naciones que, seguras de sí mismas, se aprovecharon de que yo no estaba muy irritado [contra ellas] para intensificar su hostilidad. 16 Por eso así dice el Señor: Miro compasivo a Jerusalén donde será reconstruido mi Templo —oráculo del Señor del universo— junto con el resto de la ciudad”. 17 Y proclama también: “Esto dice el Señor del universo: Mis ciudades rebosarán bienestar, el Señor colmará de nuevo a Sión de consuelo y Jerusalén podrá aún ser elegida”.
Segunda visión: los cuernos y los herreros
2 Alcé la vista y, al mirar, vi cuatro cuernos. 2 Pregunté entonces al ángel que hablaba conmigo:
— ¿Qué representan esos cuernos?
El ángel me respondió:
— Representan el poder de quienes dispersaron a Judá, a Israel y a Jerusalén.
3 A continuación el Señor me hizo ver cuatro herreros.
4 Y yo pregunté:
— ¿Qué es lo que estos vienen a hacer?
Me contestó:
— Los cuernos representan a quienes dispersaron a Judá hasta el punto de que ya nadie podía levantar cabeza; los herreros, por su parte, vienen para hacer temblar y derribar los poderes que esas naciones desencadenaron contra el país de Judá a fin de dispersarlo.
Tercera visión: la cinta para medir
5 Alcé la vista y, al mirar, vi a un hombre que tenía en la mano una cinta para medir. 6 Le pregunté:
— ¿A dónde te diriges?
Me respondió:
— A medir Jerusalén para saber cuál será su anchura y su longitud.
7 Se marchaba ya el ángel que estaba hablando conmigo, cuando otro ángel le salió al encuentro 8 y le dijo:
— Anda y di a ese joven: “Jerusalén será una ciudad abierta, habitada por una multitud de personas y animales. 9 Y yo seré para ella —oráculo del Señor— una muralla de fuego alrededor y un motivo de gloria en medio de ella”.
Invitación a los desterrados
10 ¡Ea, vamos!
Escapen del país del norte
—oráculo del Señor—.
Yo los dispersé —dice el Señor—
por los cuatro puntos cardinales;
11 pues bien, ¡arriba, Sión!,
trata de ponerte a salvo,
tú que habitas en Babilonia.
12 Esto dice el Señor del universo
—de quien soy su mensajero autorizado—
acerca de las naciones que los despojaron:
El que los toca a ustedes,
toca a las niñas de mis ojos.
13 Yo castigaré a esas naciones
que serán botín de sus esclavos,
y así ustedes reconocerán que he sido enviado
por el Señor del universo.
14 ¡Grita de alegría, Sión,
pues en medio de ti vengo a morar!
—oráculo del Señor—.
15 En aquel día se unirán al Señor
naciones sin cuento;
se convertirán en pueblo mío,
yo habitaré en medio de ti
y tú reconocerás
que es el Señor del universo
quien a ti me ha enviado.
16 Judá será la tierra santa,
posesión y heredad del Señor
que de nuevo elegirá a Jerusalén.
17 Calle, pues, ante el Señor todo viviente
porque está decidido a entrar en acción
desde su santa morada.
Cuarta visión: el sumo sacerdote
3 Me mostró [el Señor] a Josué, el sumo sacerdote, que estaba de pie ante el ángel del Señor, mientras que Satán estaba a su derecha para acusarlo. 2 El ángel del Señor dijo a Satán:
— Que el Señor te amoneste, Satán; que el Señor que ha elegido a Jerusalén te amoneste. ¿No es acaso este un tizón sacado del fuego?
3 Estaba Josué vestido con ropas sucias de pie en presencia del ángel 4 que se dirigió a los que estaban junto a él y les ordenó:
— Quítenle esas ropas sucias.
A continuación dijo a Josué:
— Mira, te libro de tu pecado y te visto con traje de fiesta.
5 Y añadió:
— Que pongan un turbante limpio sobre su cabeza.
Pusieron, en efecto, sobre su cabeza un turbante limpio y lo revistieron de sus vestiduras. Entonces el ángel del Señor, que permanecía en pie, 6 hizo este pacto con Josué: 7 “Así dice el Señor del universo: Si sigues mis caminos y cumples mis preceptos, estarás al cargo de mi Templo, custodiarás mis atrios y te daré un puesto entre los que están a mi servicio”. 8 Escucha, además, sumo sacerdote Josué, tanto tú como los compañeros que se sientan ante ti y que constituyen un presagio profético: Miren que voy a suscitar a mi siervo Germen. 9 Y ahí está la piedra que pongo ante Josué, una piedra única que tiene siete ojos y sobre la que voy a grabar su inscripción —oráculo del Señor del universo—. En un solo día borraré la iniquidad de esta tierra, 10 y aquel día —oráculo del Señor del universo— se invitarán unos a otros a la sombra de la parra y de la higuera.
Quinta visión: el candelabro de oro y los dos olivos
4 Retornó el ángel que hablaba conmigo y me despertó como se despierta a alguien que está dormido. 2 Y me preguntó:
— ¿Qué estás viendo?
Respondí:
— Veo un candelabro de oro macizo rematado en lo alto con un depósito de aceite; tiene siete lámparas y siete tubos que llevan el aceite a cada una de las lámparas. 3 Junto a él hay dos olivos, uno a la derecha y otro a la izquierda.
4 Pregunté entonces al ángel que hablaba conmigo:
— Señor, ¿qué significa esto?
5 El ángel me contestó:
— ¿No sabes lo que significa?
Le respondí:
— No lo sé, Señor.
6 El ángel me dijo:
10b — Las siete lámparas representan los ojos del Señor que inspeccionan toda la tierra.
11 Le pregunté de nuevo:
— Y tanto los dos olivos que están a la derecha e izquierda del candelabro, 12 como las dos ramas de olivo que, por sus conductos de oro, vierten su aceite dorado, ¿qué representan?
13 El ángel me respondió:
— ¿No sabes lo que representan?
Le contesté:
— No lo sé, Señor.
14 Entonces él me dijo:
— Son los dos ungidos que están al servicio del Dueño de toda la tierra.
Palabra del Señor sobre Zorobabel
6b Esta es la palabra que el Señor dirigió a Zorobabel:
— No depende [el éxito] de la fuerza o de la violencia —dice el Señor del universo—, sino de mi espíritu. 7 Tú que presumes de ser una grandiosa montaña, quedarás convertida en llanura ante Zorobabel que extraerá de ella la piedra angular mientras proclaman: “¡Qué hermosa es, qué hermosa!”.
8 Me dirigió también el Señor esta palabra:
9 — Las manos de Zorobabel pusieron los cimientos de este Templo y ellas rematarán la obra. Así reconocerán que ha sido el Señor del universo quien me ha enviado a ustedes. 10 ¿Dónde están los que un día no tomaron en serio los modestos comienzos? Ahora se alegran al ver a Zorobabel llevar adelante la obra.
Sexta visión: el libro volando
5 Alcé de nuevo la vista y, al mirar, vi un libro que volaba. 2 El ángel me preguntó:
— ¿Qué ves?
Yo respondí:
— Un libro que va volando y que tiene diez metros de largo por cinco de ancho.
3 El ángel me dijo:
— Es la maldición que abarca a toda esta tierra, pues por una cara lleva escrito: “ningún ladrón quedará impune”; y por la otra cara: “ningún perjuro quedará impune”. 4 Yo le he dado licencia —oráculo del Señor del universo— para que entre en la casa del ladrón y del que jura en falso utilizando mi nombre, y para que se instale allí hasta que todas sus vigas y sus piedras se conviertan en ruinas.
Séptima visión: la mujer en el recipiente
5 El ángel que hablaba conmigo dio un paso adelante y me dijo:
— Alza la vista y mira eso que aparece.
6 Yo pregunté:
— ¿De qué se trata?
Me respondió:
— Es un recipiente y representa —añadió el ángel— la maldad de todo el país.
7 Levantaron entonces la tapadera que era de plomo y apareció una mujer sentada en el interior del recipiente. 8 El ángel me dijo:
— Es la maldad.
Seguidamente la empujó hasta el fondo del recipiente al que tapó con la tapadera de plomo. 9 Alcé entonces la vista y vi a dos mujeres que tenían alas como de cigüeña; el viento impulsaba sus alas y levantaron el recipiente entre la tierra y el cielo. 10 Pregunté al ángel que hablaba conmigo:
— ¿A dónde llevan el recipiente?
11 Me contestó:
— Al país de Senaar donde le construirán un santuario y lo colocarán sobre un pedestal.
Octava visión: los cuatro carros
6 De nuevo alce la vista y, al mirar, vi cuatro carros que salían de entre dos montañas que eran de bronce. 2 El primer carro iba tirado por caballos alazanes, el segundo por caballos negros, 3 el tercero por caballos blancos, y el cuarto por caballos tordos. 4 Pregunté entonces al ángel que hablaba conmigo:
— Señor mío, ¿qué representan esos caballos?
5 El ángel me respondió:
— Representan a los cuatro vientos del cielo que se ponen en movimiento después de haber estado en presencia del Dueño de toda la tierra. 6 El carro de caballos negros sale hacia el norte, el de caballos blancos parte siguiendo sus pasos, y el de caballos tordos avanza hacia el país del sur.
7 Salieron con ímpetu decididos a recorrer toda la tierra. Apenas se les ordenó que salieran a recorrer toda la tierra, la recorrieron de inmediato. 8 Y [el ángel] me llamó para decirme:
— Mira, los que se dirigen al norte intentan aplacar la ira del Señor en el país del norte.
La corona
9 El Señor me habló en estos términos:
10 — Vete a casa de Josías, hijo de Sofonías, adonde acaban de llegar de Babilonia los deportados Jelday, Tobías y Jedaías, y haz una colecta. 11 Toma oro y plata, fabrica una corona, ponla sobre la cabeza del sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, 12 y dile: “Así dice el Señor del universo: Aquí está el hombre llamado Germen; a su paso todo germinará; él reconstruirá el Templo del Señor. 13 Reconstruirá, en efecto, el Templo del Señor, recibirá honores reales y se sentará en el trono para gobernar. Un sacerdote se sentará en el trono y reinará entre ambos la concordia”.
14 En cuanto a la corona, se conservará en el Templo del Señor para perpetuar la memoria de Jelday, Tobías, Jedaías y Josías, hijo de Sofonías. 15 Vendrá gente de lejos a trabajar en la reconstrucción del Templo del Señor y tendrán que reconocer que el Señor del universo me ha enviado a ustedes. Todo esto se cumplirá si obedecen puntualmente al Señor, su Dios.
Libro de los oráculos (7—8)
El ayuno conmemorativo
7 El año cuarto del reinado de Darío, en el día cuarto del noveno mes —el mes de Casleu—, el Señor dirigió su palabra a Zacarías. 2 Betel-Sareser había enviado a Réguem-Mélec, junto con sus colaboradores, para implorar el perdón del Señor 3 y preguntar a los sacerdotes del Templo del Señor del universo y a los profetas lo siguiente:
— ¿Debemos hacer duelo el quinto mes y ayunar tal como lo hemos hecho durante muchos años?
4 Entonces el Señor del universo me dirigió su palabra en estos términos:
5 — Di a los sacerdotes y a todo el pueblo de la tierra:
— Cuando ayunaban y hacían duelo en el quinto y séptimo mes desde hace ya setenta años, ¿acaso lo hacían para honrarme a mí? 6 Y cuando comían y bebían, ¿no lo hacían acaso para su provecho? 7 Además, ¿no eran ésas las palabras que el Señor pronunció por medio de los más antiguos profetas, cuando Jerusalén y las ciudades de su entorno estaban habitadas y vivían en paz, y cuando el Négueb y la Sefela estaban también habitados?
8 De nuevo el Señor dirigió su palabra a Zacarías:
9 — Así dice el Señor del universo: Juzguen con justicia y equidad, y practiquen con sus hermanos el amor y la fidelidad. 10 No opriman a la viuda, al huérfano, al extranjero o al pobre, y no maquinen en su interior nada malo contra el prójimo. 11 Pero no me hicieron caso, sino que me volvieron la espalda y, rebeldes, rehusaron escucharme. 12 Endurecieron como un diamante su corazón para no prestar oído a la ley ni a las palabras que el Señor del universo les dirigía inspirando a los antiguos profetas. A causa de ello el Señor del universo se enojó sobremanera. 13 Y así como el Señor llamó y ellos no escucharon, así yo —dice el Señor del universo— tampoco los escuché cuando me invocaron, 14 sino que los dispersé entre naciones que no conocían. La tierra quedó asolada cuando ellos la abandonaron y nadie pasaba por allí. Así es como convirtieron en desierto un país tan espléndido.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España