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Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
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Abdías

Humillación de Edom

La visión de Abdías: Así ha dicho el SEÑOR Dios[a] acerca de Edom (hemos escuchado de parte del SEÑOR la noticia de que ha sido enviado un mensajero a las naciones diciendo: “¡Levántense! ¡Levantémonos contra él en batalla!”):

“He aquí, te empequeñeceré entre las naciones; serás muy menospreciado. La soberbia de tu corazón te ha engañado a ti que habitas en las hendiduras de la peña[b], en tu morada elevada; a ti que decías en tu corazón: ‘¿Quién me hará caer a tierra?’. Aunque remontes vuelo como águila y entre las estrellas pongas tu nido, de allí te haré descender, dice el SEÑOR. Si hubieran venido a ti ladrones o asaltantes de noche, ¿no te habrían robado lo que les bastase? Si hubieran venido a ti vendimiadores, ¿no habrían dejado siquiera rebuscos? Pero, ¡cómo has sido arrasado! ¡Cómo fue saqueado Esaú[c]; sus tesoros escondidos fueron saqueados! Hasta la frontera te arrojaron tus propios aliados. Te defraudaron y pudieron más que tus confidentes. Los que comían de tu pan te han puesto trampa. ¡No hay en él discernimiento!

“¿No haré que perezcan en aquel día los sabios de Edom y el discernimiento de la región montañosa de Esaú?, dice el SEÑOR. Tus valientes, oh Temán[d], serán destrozados, para que todo hombre sea destruido por la masacre en los montes de Esaú.

10 “Por la violencia hecha a tu hermano Jacob, te cubrirá la vergüenza y serás destruido para siempre. 11 En el día cuando te pusiste firme del lado contrario, en el día cuando su poderío fue llevado cautivo por los extraños, y los extranjeros llegaron hasta sus puertas y echaron suertes por Jerusalén, tú también te comportaste como uno de ellos. 12 No debiste haberte quedado mirando a tu hermano en su día trágico, en el día de su desgracia. No debiste alegrarte de los hijos de Judá en el día de su ruina. No debiste extralimitarte con tu boca en el día de la angustia. 13 No debiste entrar por la puerta de mi pueblo en el día de su ruina. Tampoco debiste mirar su miseria en el día de su ruina. No debiste echar mano de sus bienes en el día de su ruina. 14 Tampoco debiste ponerte en las encrucijadas de los caminos para aniquilar a sus fugitivos. No debiste haber entregado a sus sobrevivientes en el día de la desgracia.

15 “Cercano está el día del SEÑOR sobre todas las naciones. Como tú hiciste se hará contigo; tu retribución volverá sobre tu cabeza. 16 Porque como ustedes bebieron en mi santo monte, beberán todas las naciones de alrededor. Beberán ruidosamente y quedarán como si nunca hubieran existido.

Enaltecimiento de Sion

17 “Pero en el monte Sion estarán los libertados y será santo. La casa de Jacob poseerá las posesiones de ellos. 18 La casa de Jacob será fuego y la casa de José será llama. La casa de Esaú será estopa y ellos los quemarán y los consumirán. Ni un solo sobreviviente quedará de la casa de Esaú”, porque el SEÑOR lo ha dicho.

19 Los del Néguev poseerán la región montañosa de Esaú y los de la Sefela, la tierra de los filisteos. También poseerán los campos de Efraín y de Samaria y los de Benjamín poseerán Galaad. 20 Esta tropa de cautivos de los hijos de Israel poseerá lo que fuera de los cananeos hasta Sarepta, y los de Jerusalén que están cautivos en Sefarad poseerán las ciudades del Néguev. 21 Subirán victoriosos desde el monte Sion para juzgar la región montañosa de Esaú. ¡Y el reino será del SEÑOR!

Jonás 1-4

Jonás huye de su misión

La palabra del SEÑOR vino a Jonás[a] hijo de Amitai diciendo: “Levántate y ve a Nínive, la gran ciudad, y predica contra ella porque su maldad ha subido a mi presencia”.

Entonces Jonás se levantó para huir de la presencia del SEÑOR a Tarsis. Descendió a Jope y halló un barco que iba a Tarsis; y pagando su pasaje entró en él para irse con ellos a Tarsis huyendo de la presencia del SEÑOR. Pero el SEÑOR lanzó un gran viento sobre el mar y se produjo una enorme tempestad de manera que el barco estaba a punto de romperse. Los marineros tuvieron miedo y cada uno invocaba a su dios. Y echaron al mar el cargamento que había en el barco para aligerarlo. Pero Jonás había bajado al fondo del barco, se había acostado y se había quedado profundamente dormido. El capitán del barco se acercó a Jonás y le dijo:

—¿Qué te pasa dormilón? ¡Levántate e invoca a tu dios! Quizás él se fije en nosotros y no perezcamos.

Entonces se dijeron unos a otros:

—¡Vengan y echemos suertes para saber por culpa de quién nos ha sobrevenido este mal!

Echaron suertes y la suerte cayó sobre Jonás. Entonces le dijeron:

—Decláranos por qué nos ha sobrevenido este mal. ¿Qué oficio tienes y de dónde vienes? ¿Cuál es tu país y de qué pueblo eres?

Él respondió:

—Soy hebreo y temo al SEÑOR Dios de los cielos, que hizo el mar y la tierra.

10 Aquellos hombres temieron muchísimo y le preguntaron:

—¿Por qué has hecho esto?

Pues entendieron que huía de la presencia del SEÑOR ya que él se lo había declarado. 11 Y le preguntaron:

—¿Qué haremos contigo para que el mar se nos calme?

Porque el mar se embravecía más y más. 12 Y él respondió:

—Levántenme y échenme al mar y se les calmará; pues yo sé que por mi causa les ha sobrevenido esta gran tempestad.

13 Aquellos hombres remaban para hacer volver el barco a tierra pero no pudieron porque el mar se embravecía cada vez más. 14 Entonces clamaron al SEÑOR diciendo:

—¡Oh SEÑOR, por favor, que no perezcamos nosotros por la vida de este hombre! No nos hagas responsables de sangre inocente porque tú, oh SEÑOR, has hecho como has querido.

15 Entonces levantaron a Jonás y lo echaron al mar y el mar cesó de su furia. 16 Y aquellos hombres temieron grandemente al SEÑOR; le ofrecieron un sacrificio e hicieron votos.

17 Pero el SEÑOR dispuso un gran pez que se tragara a Jonás. Y este estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches.

Jonás ora desde el vientre del pez

Y desde el vientre del pez oró Jonás al SEÑOR su Dios. Y dijo:

“Desde mi angustia invoqué al SEÑOR y él me respondió.

Clamé desde el vientre del Seol

y tú escuchaste mi voz.

Me arrojaste a lo profundo,

en el corazón de los mares

y me rodeó la corriente:

Todas tus ondas y tus olas

han pasado sobre mí.

Yo dije: Expulsado soy

de delante de tus ojos;

pero aún he de ver tu santo templo.

Las aguas me han envuelto

hasta la garganta;

me rodeó el abismo.

Las algas se enredaron en mi cabeza.

Descendí a la base de las montañas. La tierra echó sus cerrojos

tras de mí para siempre.

Pero tú hiciste subir mi vida

de la fosa, ¡oh SEÑOR Dios mío!

Cuando mi alma desfallecía dentro de mí me acordé del SEÑOR;

y mi oración llegó hasta ti,

a tu santo templo.

Los que veneran las vanidades ilusorias[b] abandonan su lealtad.

Pero yo te ofreceré sacrificio

con voz de alabanza.

Lo que prometí haciendo votos

lo cumpliré.

¡La salvación pertenece al SEÑOR!”.

10 Entonces el SEÑOR habló al pez y este vomitó a Jonás en tierra.

Jonás predica en Nínive

La palabra del SEÑOR vino por segunda vez a Jonás, diciendo: “Levántate y ve a Nínive, la gran ciudad, y proclámale el mensaje que yo te daré”.

Entonces Jonás se levantó y fue a Nínive conforme a la palabra del SEÑOR. Nínive era una ciudad grande de tres días de camino. Jonás comenzó a recorrer la ciudad durante un día de recorrido y proclamaba diciendo: “¡De aquí a cuarenta días Nínive será destruida[c]!”.

Los de Nínive se arrepienten

Pero los hombres de Nínive creyeron a Dios, proclamaron ayuno y se cubrieron de cilicio desde el mayor hasta el menor. El asunto llegó hasta el rey de Nínive quien se levantó de su trono, se despojó de su manto, se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. E hizo proclamar y anunciar en Nínive por mandato del rey y de sus grandes: “¡Que hombres y animales, bueyes y ovejas, no coman cosa alguna! ¡No se les dé alimento ni beban agua! Cúbranse de cilicio tanto hombres como animales. Invoquen a Dios con todas sus fuerzas y arrepiéntase cada uno de su mal camino y de la violencia que hay en sus manos. ¿Quién sabe si Dios desiste y cambia de parecer, y se aparta del furor de su ira y así no pereceremos?”.

10 Dios vio lo que hicieron, que se volvieron de su mal camino, y desistió del mal que había determinado hacerles y no lo hizo.

Jonás se enoja por el resultado

Pero esto desagradó grandemente a Jonás y lo enojó. Y oró al SEÑOR diciendo:

—Oh SEÑOR, ¿no es esto lo que decía yo estando aún en mi tierra? ¡Por eso me adelanté a huir a Tarsis! Porque sabía que tú eres un Dios clemente y compasivo, lento para la ira, grande en misericordia y que desistes de hacer el mal. Ahora, oh SEÑOR, por favor, quítame la vida porque mejor me es la muerte que la vida.

El SEÑOR le respondió:

—¿Haces bien en enojarte tanto?

El SEÑOR enseña compasión a Jonás

Entonces Jonás salió de la ciudad y se sentó al oriente de ella. Allí se hizo una enramada y se sentó a su sombra hasta ver qué sucedería a la ciudad.

Entonces el SEÑOR dispuso que creciera una planta de ricino, para que hiciera sombra sobre la cabeza de Jonás para protegerlo de la insolación. Y Jonás se alegró muchísimo por el ricino. Pero Dios dispuso también, al amanecer del día siguiente, un gusano que atacó la planta de ricino y esta se secó. Y aconteció que al salir el sol Dios dispuso un sofocante viento oriental y el sol hirió la cabeza de Jonás, de modo que se desmayaba y anhelaba morirse. Y dijo:

—¡Mejor me es la muerte que la vida!

Entonces Dios dijo a Jonás:

—¿Te parece bien enojarte por lo de la planta de ricino?

Él respondió:

—¡Me parece bien enojarme hasta la muerte!

10 Y el SEÑOR le dijo:

—Tú te preocupas por la planta de ricino por la cual no trabajaste ni la hiciste crecer, que en una noche llegó a existir y en una noche pereció. 11 ¿Y no he de preocuparme yo por Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su mano derecha de su mano izquierda, y muchos animales?

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

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