Siendo rey Esarhadón, volví a mi casa y me devolvieron a mi esposa Ana y a mi hijo Tobías. Una vez estábamos celebrando nuestra fiesta de Pentecostés (llamada también «fiesta de las semanas»). Me habían preparado un buen banquete, y me senté a la mesa.
Cuando llegué a mi casa, dejaron en libertad a mi esposa y a mi hijo Tobías. Cierto día, mientras celebrábamos la fiesta de Pentecostés, que duraba siete semanas, ellos me prepararon una excelente comida.