Terminadas las dos semanas de las fiestas de bodas que Ragüel se había comprometido a celebrar en honor de su hija, Tobías fue y le dijo a Ragüel: —Déjame ir. Yo sé que mi padre y mi madre creen que ya no volverán a verme. Padre, te ruego que me dejes ir a casa de mi padre. Ya te conté cómo lo dejé.
Cuando pasaron las dos semanas de la fiesta de bodas, Tobías le dijo a Ragüel: —Querido suegro, gracias por la fiesta de bodas. Pero tú sabes en qué situación dejé a mis padres; por eso te ruego que me dejes regresar a mi casa. Ellos deben estar muy preocupados, pensando que ya no volverán a verme.