Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 121 (120)
El Señor es quien te cuida
121 Cántico de peregrinación.
Levanto mis ojos a los montes,
¿de dónde me vendrá el auxilio?
2 Mi auxilio viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
3 No dejará que tropiece tu pie,
no dormirá quien te protege.
4 No duerme, no está dormido
el protector de Israel.
5 El Señor es quien te cuida,
es tu sombra protectora.
6 De día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
7 El Señor te protege de todo mal,
él protege tu vida.
8 El Señor protege tus idas y venidas
desde ahora y para siempre.
Teofanía y vocación de Isaías
6 El año en que murió el rey Ozías, vi al Señor sentado en su alto y excelso trono. El ruedo de su manto llenaba el Templo. 2 Por encima de él había serafines, con seis alas cada uno: con dos se tapaban la cara, con otras dos se tapaban los genitales, y con el tercer par de alas se mantenían en vuelo. 3 Se gritaban entre sí, diciendo: “Santo, santo, santo, el Señor del universo; la tierra toda rebosa de su gloria”. 4 Los quicios de las puertas temblaron ante el estruendo de su voz, y el Templo se llenó de humo. 5 Me dije entonces:
“¡Ay de mí, estoy perdido!
Soy un hombre de labios impuros,
yo, que habito entre gente de labios impuros,
y he visto con mis propios ojos
al Rey, Señor del universo”.
6 Voló entonces hacia mí uno de los serafines, con un ascua en su mano; la había tomado del altar con unas tenazas 7 y la puso en mi boca diciendo: “Al tocar esto tus labios, tu culpa desaparece, se perdona tu pecado”.
8 Oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? Contesté: “Yo mismo. Envíame”.
Llamada a los primeros discípulos (Mt 4,18-22; Mc 1,16-20)
5 En cierta ocasión estaba Jesús a orillas del lago de Genesaret y la gente se apiñaba a su alrededor deseosa de escuchar la palabra de Dios. 2 Atracadas a la orilla, Jesús vio dos barcas. Los pescadores habían descendido de ellas y estaban lavando las redes. 3 Subiendo a una de las barcas, rogó a su dueño, Simón, que la apartara un poco de la orilla. Luego se sentó en la barca, y desde allí estuvo enseñando a la gente. 4 Cuando acabó su discurso, dijo a Simón:
— Rema lago adentro y echen las redes para pescar.
5 Simón le contestó:
— Maestro, hemos pasado toda la noche trabajando y no hemos pescado nada; pero, puesto que tú lo dices, echaré las redes.
6 Así lo hicieron; y recogieron tal cantidad de pescado que las redes estaban a punto de romperse. 7 Entonces avisaron por señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Llegaron ellos y llenaron las dos barcas, hasta el punto que casi se hundían. 8 Al ver esto, Simón Pedro cayó de rodillas delante de Jesús y le dijo:
— Señor, apártate de mí, que soy un pecador.
9 Y es que el temor los había invadido a él y a todos sus compañeros a la vista de la gran redada de peces que habían capturado. 10 Lo mismo les ocurría a Santiago y a Juan, los hijos de Zebedeo, que acompañaban a Simón en la pesca. Pero Jesús dijo a Simón:
— No tengas miedo. Desde ahora serás pescador de hombres.
11 Y después de sacar las barcas a tierra, lo dejaron todo y se fueron con Jesús.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España