Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
15 Dios, el Señor, tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara. 16 Y le dio esta orden:
— Puedes comer del fruto de todos los árboles que hay en el jardín, 17 excepto del árbol del bien y del mal. No comas del fruto de ese árbol, porque el día en que comas de él, tendrás que morir.
El pecado y sus consecuencias
3 La serpiente, el más astuto de todos los animales del campo que Dios, el Señor, había hecho, entabló conversación con la mujer diciendo:
— ¿Conque Dios les ha dicho que no coman de ningún árbol del jardín?
2 La mujer le contestó:
— Podemos comer del fruto de todos los árboles del jardín; 3 únicamente nos ha prohibido comer o tocar el fruto del árbol que está en medio del jardín, porque moriríamos.
4 Pero la serpiente replicó a la mujer:
— De ninguna manera morirán. 5 Dios sabe que, si un día comen, se les abrirán los ojos y serán iguales a él: conocerán el bien y el mal.
6 Entonces la mujer se dio cuenta de lo hermoso que era el árbol, de lo deliciosos que eran sus frutos y lo tentador que era tener aquel conocimiento; así que tomó del fruto y comió, dándoselo seguidamente a su marido que estaba junto a ella y que también comió. 7 En aquel momento se les abrieron los ojos y descubrieron que estaban desnudos, por lo que entrelazaron unas hojas de higuera y se taparon con ellas.
Salmo 32 (31)
Confesaré mi falta ante el Señor
32 De David. Poema.
Dichoso aquel a quien se perdona su falta,
aquel a quien de su pecado se absuelve.
2 Dichoso aquel a quien el Señor
no le imputa culpa alguna,
ni en su espíritu alberga engaño.
3 Mientras callaba, envejecían mis huesos
de tanto gemir todo el día,
4 pues noche y día me abrumaba tu mano,
se extinguía mi vigor entre intensos calores. [ Pausa]
5 Pero yo reconocí mi pecado, no te oculté mi culpa;
me dije: “Confesaré mi culpa ante el Señor”.
Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. [ Pausa]
6 Por eso todo fiel te implora
en los momentos de angustia;
y aunque a raudales se desborde el agua,
no les podrá dar alcance.
7 Tú eres para mí un refugio,
tú me proteges de la angustia
y me rodeas de cantos de salvación. [ Pausa]
8 Yo te instruiré y te enseñaré
el camino que debes seguir,
te aconsejaré y pondré mis ojos en ti.
9 No sean como caballos o mulos que nada entienden:
con el freno y las riendas hay que dominar su brío,
pues de otro modo no se acercarán a ti.
10 Muchos son los sufrimientos del malvado,
pero el amor rodea al que confía en el Señor.
11 Que se alegran en el Señor los justos, que se regocijen,
que griten de gozo los de corazón recto.
Adán y Cristo
12 Fue el ser humano el que introdujo el pecado en el mundo, y con el pecado la muerte. Y como todos pecaron, de todos se adueñó la muerte. 13 Antes que se promulgara la ley, ya existía el pecado en el mundo, pero al no haber ley, tampoco el pecado podía ser sancionado. 14 Y, sin embargo, la muerte ejerció su imperio desde Adán hasta Moisés, incluso sobre quienes no pecaron con una transgresión como la de Adán, que es figura del que había de venir.
15 Por más que no hay comparación entre el delito y el don. Porque si el pecado de uno solo acarreó a todos la muerte, la gracia de Dios, es decir, el don gratuito de otro hombre, Jesucristo, se volcó mucho más abundantemente sobre todos. 16 Y existe otra diferencia entre el pecado del uno y el don del otro, ya que el juicio a partir de un solo delito terminó en sentencia condenatoria, mientras que el don, a partir de muchos delitos, terminó en sentencia absolutoria. 17 Si, pues, por el delito de uno, de solamente uno, la muerte implantó su reinado, con mucha mayor razón vivirán y reinarán a causa de uno solo, Jesucristo, los que han recibido con tanta abundancia el don gratuito de la amistad de Dios.
18 En resumen, si el delito de uno acarreó a todos la condena, así también la fidelidad de uno es para todos fuente de salvación y de vida. 19 Y si la desobediencia de uno solo hizo a todos pecadores, también la obediencia de uno solo ha recuperado para todos la amistad de Dios.
Jesús puesto a prueba en el desierto
4 Después de esto, el Espíritu llevó a Jesús al desierto para que el diablo lo pusiera a prueba. 2 Jesús ayunó cuarenta días y cuarenta noches, y al final sintió hambre. 3 Entonces se le acercó el diablo y le dijo:
— Si de veras eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.
4 Jesús le contestó:
— Las Escrituras dicen: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra pronunciada por Dios.
5 El diablo lo llevó luego a la ciudad santa, lo subió al alero del Templo 6 y le dijo:
— Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque dicen las Escrituras: Dios ordenará a sus ángeles que cuiden de ti y te tomen en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra.
7 Jesús le contestó:
— También dicen las Escrituras: No pondrás a prueba al Señor tu Dios.
8 De nuevo el diablo lo llevó a un monte muy alto y, mostrándole todas las naciones del mundo y su esplendor, 9 le dijo:
— Yo te daré todo esto si te arrodillas ante mí y me adoras.
10 Pero Jesús le replicó:
— Vete de aquí, Satanás, pues dicen las Escrituras: Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él darás culto.
11 El diablo se apartó entonces de Jesús, y llegaron los ángeles para servirle.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España