Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo 81 (80)
Si Israel me hubiese escuchado
81 Al maestro del coro. Según la melodía de Gat. De Asaf.
10 No tengas junto a ti a un dios extraño,
no rindas culto a un dios ajeno.
11 Yo soy Dios, tu Señor,
quien te sacó de la tierra de Egipto.
¡Abre tu boca y yo te saciaré!
12 Pero mi pueblo no me escuchó,
Israel no quiso nada conmigo.
13 Y yo los dejé a su antojo,
caminando según sus deseos.
14 Si mi pueblo me hubiera escuchado,
si siguiese Israel mis caminos,
15 vencería en un instante a sus rivales,
volvería mi mano contra sus enemigos.
16 Los que odian al Señor lo adularían,
sería este su destino para siempre;
Amor de juventud
2 Me llegó la palabra del Señor en estos términos: 2 Vete y proclama lo siguiente a oídos de Jerusalén:
Esto dice el Señor:
Recuerdo el cariño de tu juventud,
el amor que me tenías de prometida:
seguías mis pasos por el desierto,
por tierra donde nadie siembra.
3 Israel estaba consagrado al Señor,
era el fruto primero de su cosecha;
quienes comían de él,
sufrían las consecuencias,
el castigo se cernía sobre ellos
—oráculo del Señor—.
Consecuencia del abandono del Señor
14 ¿Era acaso un siervo Israel,
alguien nacido en esclavitud?
Pues, ¿cómo se ha vuelto presa
15 de leones que rugen en torno,
que le lanzan gruñidos?
Dejaron su tierra desolada,
sus ciudades incendiadas, deshabitadas.
16 Incluso los de Menfis y Tafne
vendrán a raparte el cogote.
17 ¿No ves que a esto te conduce
el abandono del Señor, tu Dios?
18 ¿Qué buscas ahora camino de Egipto?
¿Beber el agua del Nilo?
¿Qué buscas camino de Asiria?
¿Beber el agua del Éufrates?
19 Tu propia maldad te castigará,
tu apostasía te va a escarmentar;
recuerda bien que es malo y amargo
abandonar al Señor, tu Dios,
y no sentir respeto por mí
—oráculo de Dios, Señor del universo—.
Denuncia de la infidelidad
20 Hace mucho que te has sacudido el yugo
y has hecho trizas tus correas diciendo:
“No volveré a ser esclavo”.
Y en toda colina elevada,
bajo cualquier árbol frondoso
te tumbas como una prostituta.
21 ¡Y pensar que yo te planté
vid selecta, de cepa noble!
¿Cómo te me has hecho extraña,
degenerando en viña bastarda?
22 Aunque te laves con sosa
y uses cantidad de jabón,
tu culpa sigue presente ante mí
—oráculo del Señor Dios—.
Petición de los hijos de Zebedeo (Mc 10,35-45)
20 Por entonces se presentó a Jesús la madre de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, y se puso de rodillas con intención de pedirle algo. 21 Jesús le preguntó:
— ¿Qué es lo que deseas?
Ella dijo:
— Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
22 Jesús respondió:
— No saben lo que están pidiendo. ¿Pueden beber ustedes la misma copa de amargura que yo estoy a punto de beber?
Ellos le contestaron:
— ¡Sí, podemos beberla!
23 Jesús les dijo:
— Pues bien, beberán mi copa de amargura; pero el que se sienten el uno a mi derecha y el otro a mi izquierda, no es cosa mía concederlo; eso es para quienes mi Padre lo ha reservado.
24 Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se sintieron muy molestos con los dos hermanos. 25 Pero Jesús los reunió y les dijo:
— Como muy bien saben ustedes, los que gobiernan las naciones las someten a su dominio, y los poderosos las rigen despóticamente. 26 Pero entre ustedes no debe ser así. Antes bien, si alguno quiere ser grande, que se ponga al servicio de los demás; 27 y si alguno quiere ser principal, que se haga servidor de todos. 28 De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España