Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Respuesta de Job
42 Entonces Job respondió a Dios:
2 «Sé que todo lo puedes y que nadie es capaz de detenerte. 3 Preguntas quién ha sido tan necio para negar tu providencia. Soy yo. Hablaba de lo que ignoraba en absoluto; de lo que no comprendía; de cosas demasiado admirables para mí.
4 »Tú dijiste: “Escucha, y yo hablaré. Déjame plantearte las preguntas. ¡A ver si eres capaz de responder!”.
5 »Pero ahora yo digo. Había oído hablar de ti, pero ahora te he visto, 6 y me detesto, y me arrepiento en polvo y cenizas».
10 Luego, cuando Job oró por sus amigos, el Señor le restituyó sus riquezas y felicidad. ¡En verdad, el Señor le dio el doble de lo que antes tenía! 11 Todos sus hermanos, hermanas y antiguos amigos llegaron y festejaron con él en su hogar, consolándolo en todos sus padecimientos, y alentándolo por las pruebas que el Señor le había mandado. Y cada uno de ellos le llevó un obsequio de una pieza de plata y un anillo de oro. 12 Así el Señor bendijo a Job al final de su vida, más que al comienzo. Pues ahora tenía catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil burras.
13-14 Dios también le dio otros siete hijos y tres hijas. Estos son los nombres de sus hijas: Paloma, Canela y Linda.
15 Y en toda la tierra no hubo jóvenes tan bonitas como las hijas de Job; y su padre las incluyó en su testamento junto con sus hermanos.
16 Job vivió ciento cuarenta años después de esto, y llegó a ver a sus nietos, y también a sus bisnietos. 17 Al fin murió, muy anciano, tras larga y próspera vida.
Salmo de David, cuando fingió estar demente ante Abimélec, por lo cual este lo arrojó de su presencia.
34 Alabaré al Señor, pase lo que pase. Constantemente hablaré de sus glorias y de su gracia. 2 Me gloriaré de todas sus bondades para conmigo. Anímense todos los desalentados. 3 Proclamemos juntos la grandeza del Señor, y ensalcemos su nombre.
4 Porque clamé a él y él me respondió. Me libró de todos mis temores. 5 Otros también estaban radiantes por lo que él había hecho por ellos. No estaban cabizbajos ni avergonzados. 6 Este pobre clamó al Señor; el Señor lo escuchó y lo libró de todas sus tribulaciones. 7 Porque el ángel del Señor acampa alrededor de todos los que le temen y los libra.
8 ¡Pongan a prueba a Dios, y verán cuán bueno es! Dichosos todos los que confían en él.
19 El bueno no está libre de tribulación; también tiene sus problemas pero en todos ellos lo auxilia el Señor. 20 El Señor los protege de cualquier daño, ni uno de sus huesos les quebrarán.
21 Al malvado ciertamente le sobrevendrá calamidad; serán castigados quienes detestan a los buenos. 22 Pero el Señor redimirá a los que le sirven; no serán condenados los que confían en él.
23 A los otros sacerdotes la muerte no les permitía continuar con su oficio y por eso llegaron a ser tantos; 24 pero como Jesús nunca morirá, su sacerdocio es eterno. 25 Por eso puede salvar para siempre a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive para siempre y está pidiendo por ellos. 26 Era provechoso para nosotros tener un sumo sacerdote así como él: santo, sin maldad, intachable, apartado de los pecadores y elevado más alto que el cielo. 27 Él no es como los otros sumos sacerdotes, que tienen que ofrecer sacrificios cada día por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Él se ofreció a sí mismo como sacrificio una sola vez y para siempre. 28 Porque la ley pone como sumos sacerdotes a hombres débiles; pero después de la ley vino el juramento que nos daría al Hijo como sumo sacerdote, hecho perfecto para siempre.
El ciego Bartimeo recibe la vista
46 Fueron luego a Jericó. Poco después, Jesús salió de allí con sus discípulos y con mucha gente de la ciudad. Sentado junto al camino estaba un pordiosero ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo. 47 Cuando oyó que Jesús de Nazaret se acercaba, se puso a gritar:
―¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
48 ―¡Cállate! —le gritaron algunos.
Él gritó aun con más fuerza:
―¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
49 Cuando Jesús lo oyó, se detuvo en el camino y ordenó:
―Díganle que venga.
Se acercaron al ciego y le dijeron:
―¡Ánimo! ¡Levántate, te llama!
50 Bartimeo se quitó la capa, la tiró a un lado, dio un salto y fue a donde estaba Jesús.
51 ―¿Qué quieres que te haga? —le preguntó Jesús.
―Maestro —dijo—, ¡quiero recobrar la vista!
52 Jesús le dijo:
―Puedes irte, tu fe te ha sanado.
Instantáneamente el ciego vio; y siguió a Jesús en el camino.
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