Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Nuestra esperanza está en Dios
SALMO 130 (129)
Cántico para las peregrinaciones.
130 Dios mío, yo te llamo
pues estoy muy angustiado.
2 ¡Escúchame, Dios mío!
¡Presta oído a mis gritos
que te piden compasión!
3 Si tomaras en cuenta
todos nuestros pecados,
nadie podría presentarse ante ti.
4 Pero tú nos perdonas.
¡Por eso mereces nuestra adoración!
5 En Dios he puesto mi esperanza;
con toda el alma confío en él,
pues confío en sus promesas.
6 Con ansias espero a Dios;
¡con más ansias lo espero
que los vigilantes a la mañana!
Los vigilantes esperan
que llegue la mañana,
7 y tú, Israel, esperas
la llegada de Dios
porque él nos ama
y nos da plena libertad.
8 ¡Dios salvará a Israel
de todos sus pecados!
Benjamín en Egipto
43 En todo Canaán el hambre seguía aumentando, 2 así que cuando se acabó el trigo que habían traído de Egipto, su padre les dijo:
—Vuelvan a Egipto y compren más trigo para que tengamos comida.
3-5 Pero Judá le dijo:
—El gobernador de Egipto claramente nos dijo que no va a recibirnos si no llevamos a nuestro hermano. Así que iremos a comprar trigo sólo si dejas que él nos acompañe.
6 Su padre les dijo:
—¿Y para qué le dijeron que tenían otro hermano? ¿Por qué me causan tantos problemas?
7 Ellos le respondieron:
—Es que ese hombre nos hacía muchas preguntas acerca de nosotros y de nuestra familia. Que si todavía vivías, que si teníamos algún otro hermano. Nosotros no hicimos más que responderle. Jamás nos imaginamos que nos pediría llevar a nuestro hermano.
8 Por su parte, Judá le dijo a su padre:
—Si queremos seguir con vida, Benjamín tiene que venir con nosotros. Déjalo ir, y nos iremos enseguida. 9 Yo me hago responsable por él. Si no te lo devuelvo aquí mismo, toda mi vida cargaré con la culpa. 10 Francamente, si no hubiéramos dejado pasar tanto tiempo, ¡ya hubiéramos ido y vuelto dos veces!
11-13 Ante esto, su padre no tuvo más remedio que aceptar:
—Pues si no hay otra solución, llévense a su hermano y vuelvan ya a donde está ese hombre. Pero hagan lo siguiente: Llenen sus sacos con los mejores productos de nuestro país para regalárselos. Llévenle bálsamo, un poco de miel, algunas especias, y mirra, pistachos y almendras. Lleven también una doble cantidad de dinero, pues tienen que entregar el que les devolvieron en sus sacos. Tal vez lo pusieron allí por error. 14 Que el Dios todopoderoso haga que ese hombre les tenga compasión, y deje que Benjamín y su otro hermano regresen con ustedes. En cuanto a mí, si he de perder a todos mis hijos, tendré que aceptarlo.
15 Los hijos de Jacob tomaron los regalos, una doble cantidad de dinero, y a Benjamín, y a toda prisa se fueron a Egipto. Al llegar, se presentaron ante José, 16 y cuando José vio a Benjamín con ellos, le dijo al mayordomo de su palacio: «Lleva a esos hombres a mi casa, y prepara la comida. Mata un animal, porque al mediodía van a almorzar conmigo».
17 El mayordomo cumplió con sus órdenes y llevó a la casa de José a sus hermanos; 18 pero ellos se asustaron mucho y pensaron: «Este hombre nos ha traído a su casa por el dinero que se nos devolvió en el primer viaje. Lo que quiere es atacarnos, hacernos sus esclavos y quedarse con nuestros burros». 19 Por eso, al llegar a la entrada de la casa se acercaron al mayordomo de José y le dijeron:
20 —Señor, como usted sabe, la vez pasada vinimos a comprar trigo. 21-22 Y resulta que cuando paramos para pasar la noche, al abrir nuestros sacos cada uno de nosotros encontró allí su dinero. ¡No faltaba nada! Pero no sabemos quién lo haya puesto allí. Aquí lo traemos con nosotros, y también traemos más dinero para comprar más trigo.
23 El mayordomo los tranquilizó:
—No se preocupen, que todo está en orden. Yo recibí el dinero que ustedes pagaron. Tal vez el Dios de ustedes y de su padre les puso en sus sacos ese regalo.
Entonces sacó a Simeón 24 y a todos ellos los invitó a entrar en la casa de José; luego les dio agua para que se bañaran, y les dio de comer a sus burros. 25 Y como ellos ya sabían que José iba a comer con ellos al mediodía, prepararon los regalos para cuando él llegara.
26-28 Cuando José llegó a su casa, ellos se inclinaron delante de él y le entregaron los regalos que le habían llevado. Luego de saludarlos, José les preguntó si su padre aún vivía.
Ellos le respondieron:
—Así es, nuestro padre todavía vive, está bien de salud y listo para servirle.
29 José miró a su alrededor, y cuando vio a Benjamín, su hermano de padre y madre, les preguntó:
—¿Es éste su hermano menor, del que me hablaron? ¡Que Dios te bendiga, hijo mío!
30 Tan conmovido quedó José al ver a su hermano, que salió de prisa, entró en su cuarto y se echó a llorar. 31 Luego se lavó la cara y, controlando sus emociones, salió y dijo:
—¡Sirvan ya la comida!
32 A José le sirvieron de comer aparte, porque los egipcios no comen con los hebreos, pues los consideran gente repugnante. 33 Los hermanos de José se sentaron frente a él según su edad, del mayor al menor, y unos a otros se miraban sin salir de su asombro. 34 Cuando les sirvieron de lo que José tenía en su mesa, a Benjamín le sirvieron cinco veces más que a los otros. Y bebieron con José y estuvieron muy alegres.
Una decisión bien pensada
15 Por esos días llegaron a Antioquía algunos hombres de la región de Judea. Ellos enseñaban a los seguidores de Jesús que debían circuncidarse, porque así lo ordenaba la ley de Moisés. Les enseñaban también que, si no se circuncidaban, Dios no los salvaría. 2 Pablo y Bernabé no estaban de acuerdo con eso, y discutieron con ellos. Por esa razón, los de la iglesia de Antioquía les pidieron a Pablo y a Bernabé que fueran a Jerusalén, y que trataran de resolver ese problema con los apóstoles y los líderes de la iglesia en esa ciudad. Pablo y Bernabé se pusieron en camino, y algunos otros seguidores los acompañaron.
3 En su camino a Jerusalén pasaron por las regiones de Fenicia y Samaria. Allí les contaron a los cristianos judíos que mucha gente no judía había decidido seguir a Dios. Al oír esta noticia, los cristianos judíos se alegraron mucho.
4 Pablo y Bernabé llegaron a Jerusalén. Allí fueron recibidos por los miembros de la iglesia, los apóstoles y los líderes. Luego Pablo y Bernabé les contaron todo lo que Dios había hecho por medio de ellos. 5 Pero algunos fariseos que se habían convertido en seguidores de Jesús, dijeron: «A los que han creído en Jesús, pero que no son judíos, debemos exigirles que obedezcan la ley de Moisés y se circunciden.»
6 Los apóstoles y los líderes de la iglesia se reunieron para tomar una decisión bien pensada. 7 Luego de una larga discusión, Pedro les dijo:
«Amigos míos, como ustedes saben, hace algún tiempo Dios me eligió para anunciar las buenas noticias de Jesús a los que no son judíos, para que ellos crean en él. 8 Y Dios, que conoce nuestros pensamientos, ha demostrado que también ama a los que no son judíos, pues les ha dado el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros. 9 Dios no ha hecho ninguna diferencia entre ellos y nosotros, pues también a ellos les perdonó sus pecados cuando creyeron en Jesús.
10 »¿Por qué quieren ir en contra de lo que Dios ha hecho? ¿Por qué quieren obligar a esos seguidores de Jesús a obedecer leyes, que ni nuestros antepasados ni nosotros hemos podido obedecer? 11 Más bien, nosotros creemos que somos salvos gracias a que Jesús nos amó mucho, y también ellos lo creen.»
12 Todos se quedaron callados. Luego, escucharon también a Bernabé y a Pablo, quienes contaron las maravillas y los milagros que, por medio de ellos, Dios había hecho entre los no judíos.
13 Cuando terminaron de hablar, Santiago, el hermano de Jesús, les dijo a todos:
«Amigos míos, escúchenme. 14 Simón Pedro nos ha contado cómo Dios, desde un principio, trató bien a los que no son judíos, y los eligió para que también formaran parte de su pueblo. 15 Esto es lo mismo que Dios anunció en la Biblia por medio de los profetas:
16 “Yo soy el Señor su Dios,
y volveré de nuevo
para que vuelva a reinar
un descendiente de David.
17 Cuando eso pase,
gente de otros países
vendrá a mí,
y serán mis elegidos.
18 Yo soy el Señor su Dios.
Yo había prometido esto
desde hace mucho tiempo.”
19 »Los que no son judíos han decidido ser seguidores de Dios. Yo creo que no debemos obligarlos a obedecer leyes innecesarias. 20 Sólo debemos escribirles una carta y pedirles que no coman ninguna comida que haya sido ofrecida a los ídolos. Que tampoco coman carne de animales que hayan muerto ahogados, ni carne que todavía tenga sangre. Además, deberán evitar las relaciones sexuales que la ley de Moisés prohíbe. 21 Hay que recordar que, desde hace mucho tiempo, en esos mismos pueblos y ciudades se ha estado enseñando y predicando la ley de Moisés. Esto pasa cada sábado en nuestras sinagogas.»
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