Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Historia de José (37.1—50.26)
37 1-2 Ésta es la historia de Jacob, que vivió en la tierra de Canaán, donde antes su padre había vivido como extranjero.
Los sueños de José
Cuando José tenía diecisiete años, ayudaba a sus hermanos, los hijos de Bilhá y de Zilpá, a cuidar las ovejas. Pero José le contaba a su padre lo mal que se portaban sus hermanos.
3 Jacob amaba a José más que a sus otros hijos, pues había nacido cuando ya era muy anciano. Por eso le hizo una capa de muchos colores. 4 Pero sus hermanos lo odiaban, y ni siquiera le hablaban, pues veían que su padre lo quería más que a ellos.
José es vendido como esclavo
12 Los hermanos de José habían llevado las ovejas de su padre a los pastos de Siquem. 13-14 Unos días después, Jacob le dijo a José:
—Ya sabes que tus hermanos están en Siquem, cuidando las ovejas. Quiero que vayas a ver si todo está bien, y que regreses a contármelo.
—Sí, papá, enseguida voy —le respondió.
José salió del valle de Hebrón, y llegó a Siquem, 15 pero no encontró a sus hermanos por ningún lado. Poco después lo encontró un hombre y le preguntó:
—¿Qué andas buscando?
16 José le respondió:
—Busco a mis hermanos y a sus rebaños. Tal vez usted pueda decirme dónde están.
17 Aquel hombre contestó:
—Hace días que se fueron. Alcancé a oír que se iban a Dotán.
José siguió buscando a sus hermanos, y allá los encontró. 18 Cuando ellos lo vieron acercarse, antes de que él llegara a donde ellos estaban, se pusieron de acuerdo para matarlo. 19 Unos a otros se decían:
«¡Vaya, vaya! ¡Aquí viene ese gran soñador! 20 Vamos a matarlo y a echarlo en uno de estos pozos, y diremos que algún animal feroz se lo comió. ¡Ya vamos a ver si se cumplen sus sueños!»
21-22 Al oír esto, Rubén trató de librar a José de sus hermanos, para luego llevárselo a su padre. Por eso les dijo: «No está bien que lo matemos. ¿Para qué matarlo? Si quieren, échenlo en este pozo del desierto; ¡pero no le hagan daño!»
23 Cuando José llegó a donde estaban sus hermanos, ellos le quitaron la capa que su padre le había hecho 24 y lo echaron al pozo, que estaba seco. Y Rubén se fue.
25 Los hermanos se sentaron a comer. De pronto vieron que se acercaba un grupo de comerciantes. Eran unos ismaelitas que venían de Galaad. Sus camellos estaban cargados de finos perfumes y hierbas de rico olor, que los ismaelitas pensaban vender en Egipto.
26 Judá entonces les dijo a sus hermanos:
«No ganamos nada con matar a nuestro hermano, y luego tener que mentir acerca de su muerte. 27 Nos conviene más vendérselo a estos ismaelitas. Después de todo, José es nuestro hermano; ¡es de nuestra propia familia!»
Esta idea les pareció bien, 28 así que cuando los comerciantes pasaron por allí, los hermanos de José lo sacaron del pozo y lo vendieron en veinte monedas de plata. Entonces los comerciantes se lo llevaron a Egipto.
Dios de la historia
SALMO 105 (104)
105 ¡Demos gracias a nuestro Dios!
¡Demos a conocer entre las naciones
todo lo que él ha hecho!
2 ¡Cantémosle himnos!
¡Demos a conocer sus grandes milagros!
3 ¡Digamos con orgullo
que no hay otro Dios aparte del nuestro!
¡Alegrémonos de corazón
todos los que adoramos a Dios!
4 Acerquémonos a nuestro poderoso Dios,
y procuremos agradarle siempre.
5 Hagamos memoria de las maravillas
que nuestro Dios ha realizado;
recordemos sus milagros
y los mandamientos que nos dio.
6 Somos los descendientes
de Abraham y de Jacob;
somos el pueblo elegido de Dios
y estamos a su servicio;
por lo tanto, ¡escúchenme!
16 En Canaán hubo mucha hambre,
pues Dios destruyó todos los trigales.
17 Pero él ya había dispuesto
que nos salvara José,
a quien antes sus hermanos
habían vendido como esclavo.
18 Los egipcios humillaron a José
y lo tuvieron encarcelado,
19 hasta el día en que se cumplió
lo que él ya había anunciado:
¡ese día Dios dejó en claro
que José había dicho la verdad!
20 Entonces el rey de Egipto,
que gobernaba a muchos pueblos,
ordenó que liberaran a José,
y fue puesto en libertad.
21 El rey le dio autoridad
sobre todo su pueblo
y sobre todas sus posesiones.
22 José se dedicó a enseñar
a los consejeros y a los ayudantes del rey,
y a compartir con ellos su sabiduría.
45 Pero Dios les puso como condición
que respetaran y practicaran
sus mandamientos y sus leyes.
¡Alabemos a nuestro Dios!
Todos pueden ser salvos
5 Al referirse a los que obedecen la ley para que Dios los acepte, Moisés escribió lo siguiente: «La persona que obedezca la ley se salvará si la cumple.» 6 Al contrario, esto es lo que dice de los que confían en Dios para que él los acepte: «Nunca te preguntes: “¿Quién subirá al cielo?”», es decir, subir al cielo para pedirle a Cristo que baje. 7 «Tampoco te preguntes: “¿Quién bajará al mundo de los muertos?”», es decir, bajar allá para pedirle a Cristo que resucite.
8 Más bien, la Biblia dice: «El mensaje de Dios está cerca de ti; está en tu boca y en tu corazón.» Y ese mismo mensaje es el que les traemos: que debemos confiar en Dios. 9 Pues si ustedes reconocen con su propia boca que Jesús es el Señor, y si creen de corazón que Dios lo resucitó, entonces se librarán del castigo que merecen. 10 Pues si creemos de todo corazón, seremos aceptados por Dios; y si con nuestra boca reconocemos que Jesús es el Señor, Dios nos salvará.
11 La Biblia dice: «Dios no deja en vergüenza a los que confían en él.» 12 No importa si son judíos o no lo son, porque todos tienen el mismo Dios, y él es muy bueno con todos los que le piden ayuda. 13 Pues la Biblia también dice: «Dios salvará a los que lo reconozcan como su Dios.» 14 Pero, ¿cómo van a reconocerlo, si no confían en él? ¿Y cómo van a confiar en él, si nada saben de él? ¿Y cómo van a saberlo, si nadie les habla acerca del Señor Jesucristo? 15 ¿Y cómo hablarán de Jesucristo, si Dios no los envía? Como dice la Biblia: «¡Qué hermoso es ver llegar a los que traen buenas noticias!»
Jesús camina sobre el agua
22 Después de esto, Jesús ordenó a los discípulos: «Suban a la barca y vayan a la otra orilla del lago. Yo me quedaré aquí para despedir a la gente, y los alcanzaré más tarde.»
23 Cuando toda la gente se había ido, Jesús subió solo a un cerro para orar. Allí estuvo orando hasta que anocheció.
24 Mientras tanto, la barca ya se había alejado bastante de la orilla; navegaba contra el viento y las olas la golpeaban con mucha fuerza.
25 Todavía estaba oscuro cuando Jesús se acercó a la barca. Iba caminando sobre el agua. 26 Los discípulos lo vieron, pero no lo reconocieron. Llenos de miedo, gritaron:
—¡Un fantasma! ¡Un fantasma!
27 Enseguida Jesús les dijo:
—¡Cálmense! ¡Soy yo! ¡No tengan miedo!
28 Entonces Pedro le respondió:
—Señor, si realmente eres tú, ordena que yo camine también sobre el agua y vaya hasta donde tú estás.
29 Y Jesús le dijo:
—¡Ven!
De inmediato Pedro bajó de la barca. Caminó sobre el agua y fue hacia Jesús. 30 Pero cuando sintió la fuerza del viento, tuvo miedo. Allí mismo empezó a hundirse, y gritó:
—¡Señor, sálvame!
31 Entonces Jesús extendió su brazo, agarró a Pedro y le dijo:
—Pedro, tú confías muy poco en mí. ¿Por qué dudaste?
32 En cuanto los dos subieron a la barca, el viento dejó de soplar. 33 Todos los que estaban en la barca se arrodillaron ante Jesús y le dijeron:
—¡Es verdad, tú eres el Hijo de Dios!
Copyright © 2000 by United Bible Societies