Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Dios te protegerá
SALMO 121 (120)
Cántico para las peregrinaciones.
121 Dirijo la mirada a las montañas;
¿de dónde vendrá mi ayuda?
2 Mi ayuda viene de Dios,
creador del cielo y de la tierra.
3 Dios jamás permitirá
que sufras daño alguno.
Dios te cuida y nunca duerme.
4 ¡Dios cuida de Israel,
y nunca duerme!
5 Dios te cuida y te protege;
Dios está siempre a tu lado.
6 Durante el día,
el sol no te quemará;
durante la noche,
no te dañará la luna.
7 Dios te protegerá
y te pondrá a salvo
de todos los peligros.
8 Dios te cuidará
ahora y siempre
por dondequiera que vayas.
4 Dios continuó diciendo:
«Préstame atención, pueblo mío;
voy a dar mi enseñanza,
y mi justicia servirá de guía
para las naciones.
5 Ya se acerca mi justicia,
mi salvación está en camino.
¡Con mi poder juzgaré a las naciones!
Los pueblos de las costas lejanas
confían en mí.
Mi poder los llena de esperanza.
6 »¡Levanten los ojos al cielo!
¡Miren la tierra aquí abajo!
El cielo desaparecerá como humo,
la tierra se gastará como un vestido,
y sus habitantes morirán como moscas.
Pero mi salvación y mi justicia
permanecerán para siempre.
7 »Escúchenme,
ustedes que saben lo que es bueno
y que conocen mi ley.
No teman ni se desalienten
por los insultos de la gente,
8 porque esa gente desaparecerá
como ropa comida por la polilla,
como lana devorada por los gusanos.
Pero mi salvación y mi justicia
permanecerán para siempre».
Un capitán romano
7 Cuando Jesús terminó de enseñar a la gente, se fue al pueblo de Cafarnaúm. 2 Allí vivía un capitán del ejército romano, que tenía un sirviente a quien apreciaba mucho. Ese sirviente estaba muy enfermo y a punto de morir.
3 Cuando el capitán oyó hablar de Jesús, mandó a unos jefes de los judíos para que lo buscaran y le dijeran: «Por favor, venga usted a mi casa y sane a mi sirviente.»
4 Ellos fueron a ver a Jesús y le dieron el mensaje. Además, le rogaron: «Por favor, haz lo que te pide este capitán romano. Merece que lo ayudes, porque es un hombre bueno. 5 A los judíos nos trata bien, ¡y hasta mandó construir una sinagoga para nosotros!»
6 Jesús fue con ellos, y cuando estaban cerca de la casa, el capitán romano mandó a unos amigos para que le dijeran a Jesús: «Señor, no se moleste usted por mí, yo no merezco que entre en mi casa. 7 Tampoco me siento digno de ir a verlo yo mismo. Solamente le ruego que ordene que mi sirviente se sane; yo sé que él quedará completamente sano. 8 Yo estoy acostumbrado a dar órdenes y a obedecerlas. Cuando le digo a uno de mis soldados: “¡Ve!”, me obedece y va. Si le digo a otro: “¡Ven!”, me obedece y viene. Y si le digo a uno de mis sirvientes: “¡Haz esto!”, lo hace.»
9 Al escuchar las palabras del capitán, Jesús se quedó admirado y les dijo a quienes lo seguían: «En todo Israel no he encontrado a nadie que confíe tanto en mí, como este capitán romano.»
10 Cuando los mensajeros regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.
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