Revised Common Lectionary (Semicontinuous)
Salmo de alabanza. De David.
145 Te alabaré, Dios y rey mío, 2 y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre.
3 ¡Grande es el Señor, y digno de toda alabanza; su grandeza no se puede comprender! 4 Que cada generación diga a sus hijos las grandes cosas que él hace. 5 En tu gloria, esplendor, majestad y milagros meditaré. 6 En toda lengua estarán tus imponentes hechos; proclamaré tu grandeza. 7 Todo el mundo dirá cuán bueno eres y cantará con alegría por tu justicia.
8 El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y lleno de amor. 9 Él es bueno con todos; y derrama compasión sobre su creación. 10 Todas tus obras, Señor, te alabarán, y tus fieles te bendecirán. 11 Conversarán entre ellos de la gloria de tu reino y celebrarán tu poder. 12 Contarán de tus milagros y de la majestad y gloria de tu reino. 13 Porque tu reino no termina jamás. Tú gobiernas generación tras generación. El Señor es fiel en todo lo que dice, él es bueno en todo lo que hace.
14 El Señor levanta a los caídos y sostiene a los agobiados. 15 Los ojos de toda la humanidad te buscan esperando auxilio; tú les das el alimento que necesitan. 16 Abres la mano y satisfaces el hambre y la sed de toda criatura viviente.
17 El Señor es justo en todo lo que hace, y lleno de bondad. 18 El Señor está cerca de cuantos lo llaman, sí, de todos los que llaman sinceramente. 19 Él cumple los deseos de quienes le temen; escucha su clamor de auxilio y los rescata. 20 El Señor protege a todos los que lo aman, pero destruye a los malvados.
21 Alabaré al Señor, todo el mundo bendiga su santo nombre por siempre y para siempre.
El amado
4 ¡Qué hermosa eres, amor mío, qué hermosa! Tus ojos, tras el velo, son como palomas. Sobre el rostro, tus negros cabellos son como rebaños de cabras que retozan en las laderas de Galaad. 2 Tus dientes son tan blancos como lana de oveja recién trasquilada y lavada; son perfectos y completos. 3 Como cinta escarlata son tus labios, y ¡qué bellas tus palabras! Tus mejillas, tras el velo parecen dos mitades de granadas. 4 Tu cuello es como la torre de David, engalanada con los escudos de mil héroes.
5 Tus pechos son dos gacelas, dos gacelas pastando entre lirios. 6 Hasta que despunte el día y huyan las sombras, subiré yo al monte de mirra y a la colina de incienso. 7 ¡Qué hermosa eres toda tú, amor mío! No tienes defectos. 8 Vente conmigo, desde el Líbano, novia mía. Miraremos desde la cumbre del monte, desde la cima del monte Hermón, donde tienen su guarida los leones y merodean los leopardos.
3 Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derramen en ustedes su amor y su paz.
Acción de gracias
4 No ceso de dar gracias a Dios que les concedió su amor por medio de Cristo. 5 Unidos a Cristo, ustedes se han llenado de toda riqueza, tanto en el hablar como en el conocimiento. 6 Todo lo que les dije de Cristo se ha confirmado en ustedes, 7 porque no les falta ya ningún don espiritual, mientras esperan con ansias el regreso de nuestro Señor Jesucristo.
8 Él los mantendrá firmes hasta el fin, para que nadie los pueda culpar de nada en el día de nuestro Señor Jesucristo. 9 Dios siempre cumple su palabra, y él los llamó a vivir unidos a su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor.
Divisiones en la iglesia
10 Pero, amados hermanos, les suplico en el nombre de nuestro Señor Jesucristo que no discutan más, que reine entre ustedes la armonía y cesen las divisiones. Les ruego encarecidamente que mantengan la unidad en sus pensamientos y propósitos.
11 Resulta, hermanos míos, que los de la familia de Cloé me han hablado de las riñas que se traen entre ustedes. 12 Me cuentan que algunos dicen: «Yo soy de Pablo»; y que otros afirman: «Yo soy de Apolos»; otros más dicen: «Yo soy de Cefas», y aun sostienen: «Yo soy de Cristo».
13 ¿Cómo? ¿Está dividido Cristo? A ver, díganme, ¿morí yo por los pecados de ustedes? ¿Fue alguno bautizado en mi nombre?
14 ¡Gracias a Dios que a ninguno de ustedes bauticé excepto a Crispo y a Gayo! 15 Así a nadie podría ocurrírsele que fue bautizado en mi nombre. 16 Ah, y también bauticé a la familia de Estéfanas. Creo que no bauticé a nadie más, 17 porque Cristo no me envió a bautizar sino a predicar el evangelio. Es más, mi predicación fue sin usar discursos propios de la sabiduría humana, para que el mensaje de la cruz de Cristo no perdiera su eficacia.
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