Revised Common Lectionary (Complementary)
Alabanza a Dios por sus hechos
66 Al músico principal. Cántico y salmo.
¡Aclamen a Dios con alegría
habitantes de[a] toda la tierra!
2 Canten a la gloria de su nombre; denle la gloria en la alabanza.
3 Digan a Dios:
“¡Cuán admirables son tus obras! Por tu gran poder se someterán a ti tus enemigos.
4 ¡Toda la tierra te adorará y cantará a ti! ¡Cantarán a tu nombre!”. Selah[b]
5 Vengan y vean los actos de Dios, admirable en sus hechos
para con los hijos del hombre.
6 Él convirtió el mar en tierra seca,
y por el río pasaron a pie[c].
¡Regocijémonos en él!
7 Se enseñorea con su poder
para siempre;
sus ojos observan a las naciones para que los rebeldes no se enaltezcan contra él.
Selah[d]
8 ¡Bendigan, oh pueblos, a nuestro Dios! Hagan que se escuche la voz
de su alabanza.
9 Él es quien preservó la vida
a nuestra alma
y no permitió que resbalasen nuestros pies.
Manasés, rey de Judá
21 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó cincuenta y cinco años en Jerusalén. El nombre de su madre era Hefsiba.
2 Él hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR, conforme a las prácticas abominables de las naciones que el SEÑOR había echado de delante de los hijos de Israel. 3 Volvió a edificar los lugares altos que su padre Ezequías había destruido. Erigió altares a Baal e hizo un árbol ritual de Asera, como había hecho Acab, rey de Israel. Se postró ante todo el ejército de los cielos y les rindió culto. 4 También edificó altares en la casa del SEÑOR, de la cual el SEÑOR había dicho: “En Jerusalén pondré mi nombre”[a]. 5 Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos atrios de la casa del SEÑOR. 6 Hizo pasar por fuego a su hijo, practicó la magia y la adivinación, evocó a los muertos y practicó el espiritismo. Abundó en hacer lo malo ante los ojos del SEÑOR, provocándolo a ira.
7 Puso la imagen tallada de Asera que había hecho, en la casa de la cual el SEÑOR había dicho a David y a su hijo Salomón: “En esta casa y en Jerusalén, que he elegido entre todas las tribus de Israel, pondré mi nombre para siempre. 8 No volveré a desplazar los pies de Israel de la tierra que he dado a sus padres, con tal de que procuren hacer conforme a todas las cosas que les he mandado, y conforme a toda la ley que les mandó mi siervo Moisés[b]”.
9 Pero ellos no escucharon, y Manasés hizo que se desviaran, e hicieron lo malo, más que las naciones que el SEÑOR había destruido ante los hijos de Israel. 10 Entonces el SEÑOR habló por medio de sus siervos los profetas, diciendo: 11 “Por cuanto Manasés, rey de Judá, ha hecho estas abominaciones y ha hecho más mal que todo el que hicieron los amorreos que lo precedieron, y ha hecho también pecar a Judá con sus ídolos, 12 por tanto, así ha dicho el SEÑOR Dios de Israel: ‘He aquí, yo traigo tal mal sobre Jerusalén y sobre Judá, que al que lo oiga le retiñirán ambos oídos. 13 Extenderé sobre Jerusalén el cordel de Samaria y la plomada de la casa de Acab, y limpiaré a Jerusalén como cuando se limpia un plato; se limpia y luego se lo pone boca abajo. 14 Desampararé al remanente de mi heredad y lo entregaré en mano de sus enemigos, y serán presa y despojo para todos sus enemigos. 15 Porque han hecho lo malo ante mis ojos y me han provocado a ira desde el día en que sus padres salieron de Egipto hasta el día de hoy’”.
14 Porque sabemos que la ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido a la sujeción del pecado. 15 Porque lo que hago no lo entiendo, pues no practico lo que quiero; al contrario, lo que aborrezco, eso hago. 16 Y ya que hago lo que no quiero, concuerdo con que la ley es buena. 17 De manera que ya no soy yo el que lo hace sino el pecado que mora en mí.
18 Yo sé que en mí —a saber, en mi carne— no mora el bien. Porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no hago el bien que quiero sino, al contrario, el mal que no quiero, eso practico. 20 Y si hago lo que yo no quiero, ya no lo llevo a cabo yo sino el pecado que mora en mí. 21 Por lo tanto, hallo esta ley: Aunque quiero hacer el bien, el mal está presente en mí. 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 pero veo en mis miembros una ley diferente que combate contra la ley de mi mente y me encadena con la ley del pecado que está en mis miembros.
24 ¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 ¡Doy gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor! Así que yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios; pero con la carne, a la ley del pecado.
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