Revised Common Lectionary (Complementary)
El Señor es mi pastor
Salmo de David.
23 El Señor es mi pastor; nada me falta.
2 En campos de verdes pastos me hace descansar;
me lleva a arroyos de aguas tranquilas.(A)
3 Me infunde nuevas fuerzas
y me guía por el camino correcto,
para hacer honor a su nombre.
4 Aunque deba yo pasar por el valle más sombrío,
no temo sufrir daño alguno, porque tú estás conmigo;
con tu vara de pastor me infundes nuevo aliento.
5 Me preparas un banquete
a la vista de mis adversarios;
derramas perfume sobre mi cabeza
y me colmas de bendiciones.
6 Sé que tu bondad y tu misericordia
me acompañarán todos los días de mi vida,
y que en tu casa, oh Señor, viviré por largos días.
Asolamiento de Judá
17 Tú, que habitas en un lugar fortificado, recoge de la tierra tus mercaderías. 18 Porque así ha dicho el Señor:
«Esta vez me verás arrojar con una honda a los habitantes del país. Voy a afligirlos, para que lo sientan.»
19 ¡Ay de mí! ¡Estoy hecho pedazos! ¡Mi herida no va a sanar! Aunque tengo que admitir que este mal es mío, y tengo que sufrirlo. 20 Mi tienda de campaña está desmantelada; todas las cuerdas están rotas. Mis hijos me abandonaron, y ahora están muertos. ¡Ya no hay nadie que me ayude a levantar mi tienda, ni quien cuelgue mis cortinas! 21 A los pastores les falta inteligencia; no buscan al Señor; por eso no prosperan y todo su ganado se ha esparcido.
22 Se oye un rumor. Ya se aproxima. Del país del norte llega un gran desasosiego, que hará de todas las ciudades de Judá un desierto, una guarida de chacales. 23 Yo sé bien, Señor, que nadie es dueño de su vida, ni nadie puede por sí mismo ordenar sus pasos. 24 ¡Castígame, Señor, pero hazlo con justicia! ¡No me castigues con tu furor, pues de lo contrario acabarás conmigo!
25 Derrama tu enojo sobre los pueblos que no te conocen y sobre las naciones que no invocan tu nombre, porque se devoraron a Jacob; acabaron por completo con él, y dejaron en ruinas su país.
Pablo en Atenas
16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardeció al ver que la ciudad estaba entregada a la idolatría. 17 Por eso en la sinagoga discutía con los judíos y con hombres piadosos, y también con todos los que a diario acudían a la plaza. 18 Algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos discutían con él. Unos preguntaban: «¿De qué habla este parlanchín?» Y otros decían: «Es alguien que habla de dioses extranjeros.» Y es que les hablaba del evangelio de Jesús, y de la resurrección. 19 Entonces lo tomaron, lo llevaron al Areópago y le dijeron: «¿Nos puedes explicar qué es esta nueva enseñanza de la que hablas? 20 Porque esto suena extraño en nuestros oídos. Nos gustaría saber qué significa todo esto.» 21 (Y es que a todos los atenienses y extranjeros que allí vivían, no les interesaba nada que no fuera decir o escuchar cosas novedosas.)
22 Pablo se puso entonces en medio del Areópago, y dijo: «Varones atenienses, he observado que ustedes son muy religiosos. 23 Porque al pasar y observar sus santuarios, hallé un altar con esta inscripción: «Al Dios no conocido». Pues al Dios que ustedes adoran sin conocerlo, es el Dios que yo les anuncio. 24 El Dios que hizo el mundo y todo lo que en él hay, es el Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos hechos por manos humanas, 25 ni necesita que nadie le sirva, porque a él no le hace falta nada, pues él es quien da vida y aliento a todos y a todo.(A) 26 De un solo hombre hizo a todo el género humano, para que habiten sobre la faz de la tierra, y les ha prefijado sus tiempos precisos y sus límites para vivir, 27 a fin de que busquen a Dios, y puedan encontrarlo, aunque sea a tientas. Pero lo cierto es que él no está lejos de cada uno de nosotros, 28 porque en él vivimos, y nos movemos, y somos. Ya algunos poetas entre ustedes lo han dicho: “Porque somos linaje suyo.” 29 Puesto que somos linaje de Dios, no podemos pensar que la Divinidad se asemeje al oro o a la plata, o a la piedra o a esculturas artísticas, ni que proceda de la imaginación humana. 30 Dios, que ha pasado por alto esos tiempos de ignorancia, ahora quiere que todos, en todas partes, se arrepientan. 31 Porque él ha establecido un día en que, por medio de aquel varón que escogió y que resucitó de los muertos, juzgará al mundo con justicia.»
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