Revised Common Lectionary (Complementary)
4 Díganles a los temerosos:
«Sean fuertes, no teman,
aquí está su Dios.
Ya viene la compensación,
la retribución de Dios.
Él vendrá a rescatarlos».
5 Entonces los ciegos verán
y los sordos oirán.
6 Los cojos saltarán como venados
y los mudos cantarán de alegría.
Porque brotará agua en la tierra seca
y manantiales en el desierto.
7 La arena ardiente se convertirá en un lago
y la tierra seca en fuentes de aguas.
La guarida de descanso para chacales,
se convertirá en juncos y cañas.
Alabaré al Señor toda mi vida
1 ¡Aleluya!
¡Con todo mi corazón alabo al SEÑOR!
2 Alabaré al SEÑOR toda mi vida.
Mientras yo esté vivo, entonaré canciones en honor al SEÑOR.
3 No pongan su confianza en los poderosos;
ellos no son más que simples seres humanos
que no tienen poder para salvar.
4 Ellos también morirán, volverán al polvo,
y ese mismo día todos sus planes acabarán.
5 Afortunado el que recibe ayuda del Dios de Jacob;
el que confía en el SEÑOR su Dios.
6 Él creó el cielo, la tierra y los mares
y todo lo que habita en ellos;
él sigue fiel para siempre.
7 El SEÑOR hace justicia a los oprimidos,
alimenta a los que tienen hambre
y libera a los prisioneros.
8 El SEÑOR da la vista a los ciegos;
el SEÑOR ayuda a los que están en dificultades;
el SEÑOR ama a los justos.
9 El SEÑOR protege a los inmigrantes,
cuida a los huérfanos y a las viudas
y les amarga la vida a los perversos.
10 El SEÑOR reinará eternamente.
Sion, tu Dios reinará de generación en generación.
¡Aleluya!
Amar sin discriminar
2 Hermanos míos, ya que tienen fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no se consideren mejores que los demás. 2 Supongan que dos hombres entran a su reunión: uno con anillo de oro y muy bien vestido, el otro muy pobre y con la ropa toda sucia. 3 Y supongan que ustedes dan especial atención al que está bien vestido y le dicen: «Tome asiento, aquí hay un buen lugar» y le dicen al pobre: «Usted quédese parado allí» o «Siéntese en el suelo». 4 Si actúan así, se hacen jueces de los demás, y jueces injustos. ¿Acaso hacer eso no es discriminar?
5 Escuchen, mis estimados hermanos: Dios eligió a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe; ellos recibirán de herencia el reino que Dios prometió a los que lo aman. 6 Pero ustedes no han mostrado respeto por el pobre. ¡Eso es absurdo! ¿Acaso no son los ricos los que los explotan a ustedes? ¿No son ellos mismos los que los arrastran a los tribunales? 7 ¿No son ellos quienes han hablado mal del buen nombre de Cristo, el Señor de ustedes?
8 (A)Lo que ustedes deberían hacer es cumplir la ley que rige sobre todas las demás, tal como está en la Escritura: «Ama a tus semejantes como te amas a ti mismo».[a] 9 Pero si ustedes discriminan a los demás, están pecando y son culpables de violar esa ley. 10 Pues si ustedes cumplen toda la ley de Dios pero la desobedecen en un solo punto, son culpables de desobedecer toda la ley.
11 (A)(B)Puesto que Dios dijo: «No cometas adulterio»,[a] y también dijo: «No mates»,[b] si no cometen adulterio pero matan a alguien, ustedes son culpables de violar la ley.
12 La ley de la libertad será la que los juzgue a ustedes, tengan eso en cuenta en todo lo que digan y hagan. 13 Dios juzgará sin compasión a los que no han tenido compasión de los demás. ¡La compasión triunfa sobre el juicio!
Fe y buenas obras
14 Hermanos míos, ¿de qué puede servir que alguien diga que tiene fe si no hace el bien? ¿Lo podrá salvar esa clase de fe? 15 Supongamos que un hermano o hermana tiene necesidad de vestido o comida. 16 Llega uno de ustedes y le dice: «¡Que Dios lo bendiga, abríguese y aliméntese!» Sin embargo, si no le da lo que realmente necesita en ese momento, ¿de qué sirve? 17 De la misma manera, si la fe no está acompañada de hechos, así sola está muerta.
Jesús ayuda a una extranjera
(Mt 15:21-28)
24 Jesús salió de allí y se fue a la región de Tiro. Entró a una casa y no quería que nadie supiera que estaba allí, pero le fue imposible esconderse. 25 Pronto una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu maligno se enteró de que Jesús estaba en el pueblo. La mujer llegó hasta él y se postró a sus pies. 26 Ella era griega, nacida en Fenicia, Siria. Le pidió que expulsara de su hija el demonio. 27 Jesús le dijo:
—Primero hay que dejar satisfechos a los hijos, porque no está bien darles el pan de los hijos a los perros.
28 Pero ella le respondió:
—Es cierto, Señor. Pero hasta los perros que están debajo de la mesa pueden comer las migajas que dejan caer los hijos.
29 Entonces Jesús le dijo:
—¡Qué buena respuesta! Vete tranquila a tu casa, que tu hija ya no tiene ningún demonio.
30 La mujer fue a su casa y encontró a su hija acostada en la cama; y que el demonio había salido de ella.
Jesús sana a un sordomudo
31 Después Jesús regresó de la región de Tiro y, pasando por Sidón, llegó al lago de Galilea, atravesando la región de Decápolis. 32 Allí le llevaron a Jesús a un hombre que era sordo y casi no podía hablar. Le rogaron que lo tocara para sanarlo.
33 Jesús se alejó con el hombre para apartarse de la multitud. Le metió los dedos en los oídos, escupió y con saliva le tocó la lengua. 34 Después Jesús miró hacia el cielo, respiró profundo y dijo: «¡Efatá!» (que significa «¡Ábrete!»). 35 Enseguida el hombre pudo oír, se arregló su defecto de la lengua y comenzó a hablar normalmente.
36 Jesús les ordenó a los que vieron el milagro que no contaran lo que había pasado. Sin embargo, entre más se lo ordenaba, más iban a contarlo. 37 La gente quedó completamente atónita y decían: «Hace todo muy bien. ¡Hasta puede hacer que los sordos oigan y que los mudos hablen!»
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