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Revised Common Lectionary (Complementary)

Daily Bible readings that follow the church liturgical year, with thematically matched Old and New Testament readings.
Duration: 1245 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
Version
Salmos 118:1-2

La misericordia eterna del SEÑOR

118 ¡Alaben al SEÑOR porque es bueno;

porque para siempre es su
misericordia!
Diga, por favor, Israel:
“¡Para siempre es su misericordia!”.

Salmos 118:19-29

19 ¡Ábranme las puertas de la justicia! Entraré por ellas y daré gracias
al SEÑOR[a].
20 Esta es la puerta del SEÑOR; por ella entrarán los justos.
21 Te daré gracias
porque me has respondido
y has sido mi salvación.
22 La piedra que desecharon los edificadores
ha venido a ser la principal del ángulo.
23 De parte del SEÑOR es esto;
es una maravilla a nuestros ojos.
24 Este es el día que hizo el SEÑOR; nos gozaremos y nos alegraremos
en él.
25 ¡Oh SEÑOR, sálvanos, por favor! ¡Oh SEÑOR, haznos prosperar!
26 ¡Bendito el que viene en el nombre del SEÑOR!
Desde la casa del SEÑOR los bendecimos.
27 El SEÑOR es Dios
y nos ha resplandecido.
Aten ramas festivas junto[b] a los cuernos del altar.
28 Mi Dios eres tú; a ti te daré gracias. Oh Dios mío, a ti te ensalzaré.
29 ¡Alaben al SEÑOR, porque es bueno; porque para siempre es su
misericordia!

Mateo 21:1-11

La entrada triunfal en Jerusalén

21 Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles:

—Vayan a la aldea que está frente a ustedes, y en seguida hallarán una asna atada, y un borriquillo con ella. Desátenla y tráiganmelos. Si alguien les dice algo, díganle: “El Señor los necesita, y luego los enviará”.

Todo esto aconteció para cumplir lo dicho por el profeta, cuando dijo:

Digan a la hija de Sion[a]:

“He aquí tu Rey viene a ti,

manso y sentado sobre una asna

y sobre un borriquillo,

hijo de bestia de carga”[b].

Los discípulos fueron e hicieron como Jesús les mandó. Trajeron el asna y el borriquillo y pusieron sobre ellos sus mantos, y se sentó encima de ellos. La mayor parte de la multitud tendió sus mantos en el camino, mientras otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino. Las multitudes que iban delante de él y las que lo seguían aclamaban diciendo:

—¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor![c]. ¡Hosanna en las alturas!

10 Cuando él entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió diciendo:

—¿Quién es este?

11 Y las multitudes decían:

—Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.

Isaías 50:4-9

El SEÑOR Dios[a] me ha dado una lengua adiestrada para saber responder palabra al cansado. Me despierta cada mañana; cada mañana despierta mi oído para que yo escuche, como los que son adiestrados. El SEÑOR Dios[b] me abrió el oído, y no fui rebelde ni me volví atrás. Entregué mis espaldas a los que me golpeaban, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba. No escondí mi cara de las afrentas ni de los escupitajos. Porque el SEÑOR Dios[c] me ayuda, no he sido confundido. Por eso puse mi rostro firme como un pedernal y sé que no seré avergonzado.

Cercano está a mí el que me justifica. ¿Quién contenderá conmigo? Comparezcamos juntos. ¿Quién es el adversario de mi causa? Acérquese a mí. He aquí que el SEÑOR Dios[d] me ayudará; ¿quién me podrá condenar? He aquí que todos ellos se envejecerán como un vestido, y se los comerá la polilla.

Salmos 31:9-16

Ten misericordia de mí, oh SEÑOR, porque estoy en angustia.
Mis ojos, mi alma y mis entrañas
se han debilitado por el pesar.
10 Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar.
Mi fuerza me falla a causa
de mi iniquidad,
y mis huesos se han debilitado.
11 Para todos mis enemigos he sido objeto de oprobio.
He sido objeto de horror
para mis vecinos,
y de miedo para mis conocidos. Los que me veían huían de mí.
12 He sido olvidado en sus corazones como un muerto;
he venido a ser como un objeto inútil.
13 Porque he oído la calumnia de muchos; el terror está por todas partes, mientras traman unidos contra mí
y planean quitarme la vida.
14 Pero yo he confiado en ti, oh SEÑOR. He dicho: “Tú eres mi Dios;
15 en tus manos están mis tiempos”. Líbrame de la mano de mis enemigos
y de mis perseguidores.
16 Haz resplandecer tu rostro
sobre tu siervo;
sálvame por tu misericordia.

Filipenses 2:5-11

Haya en ustedes esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús:

Existiendo en forma de Dios,

él no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse;

sino que se despojó a sí mismo,

tomando forma de siervo,

haciéndose semejante a los hombres;

y, hallándose en condición de hombre,

se humilló a sí mismo

haciéndose obediente hasta la muerte,

¡y muerte de cruz!

Por lo cual, también Dios

lo exaltó hasta lo sumo

y le otorgó el nombre

que es sobre todo nombre;

10 para que en el nombre de Jesús

se doble toda rodilla

de los que están en los cielos,

en la tierra y debajo de la tierra;

11 y toda lengua confiese

para gloria de Dios Padre

que Jesucristo es Señor.

Mateo 26:14-27:66

Judas ofrece traicionar a Jesús

14 Entonces, uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes 15 y les dijo:

—¿Qué me quieren dar? Y yo se los entregaré.

Ellos le asignaron treinta piezas de plata; 16 y desde entonces él buscaba la oportunidad para entregarlo.

Preparativos para la Pascua

17 El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, los discípulos se acercaron a Jesús diciendo:

—¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua?

18 Él dijo:

—Vayan a la ciudad, a cierto hombre, y díganle: “El Maestro dice: ‘Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos’ ”.

19 Los discípulos hicieron como Jesús les mandó y prepararon la Pascua.

Jesús anuncia la traición de Judas

20 Al atardecer, él estaba sentado a la mesa con los doce 21 y, mientras comían, dijo:

—De cierto les digo que uno de ustedes me va a entregar.

22 Entristecidos en gran manera, comenzaron a preguntarle uno por uno:

—¿Acaso seré yo, Señor?

23 Entonces respondiendo él dijo:

—El que mete la mano conmigo en el plato, este me entregará. 24 A la verdad, el Hijo del Hombre va, tal como está escrito de él[a]. Pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado el Hijo del Hombre! Bueno le fuera a aquel hombre no haber nacido.

25 Y respondiendo Judas, el que le entregaba, dijo:

—¿Acaso seré yo, Maestro?

Le dijo:

—Tú lo has dicho.

La Cena del Señor

26 Mientras ellos comían, Jesús tomó pan y lo bendijo; lo partió y lo dio a sus discípulos, y dijo:

—Tomen; coman. Esto es mi cuerpo.

27 Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio diciendo:

—Beban de ella todos; 28 porque esto es mi sangre del pacto, la cual es derramada para el perdón de pecados para muchos. 29 Pero les digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo con ustedes en el reino de mi Padre.

30 Y después de cantar un himno, salieron al monte de los Olivos.

Jesús predice la negación de Pedro

31 Entonces Jesús les dijo:

—Todos ustedes se escandalizarán de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al Pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas[b]. 32 Pero después de haber resucitado, iré delante de ustedes a Galilea.

33 Respondiéndole Pedro dijo:

—Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.

34 Jesús le dijo:

—De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, tú me negarás tres veces.

35 Pedro le dijo:

—Aunque me sea necesario morir contigo, jamás te negaré.

Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

Angustia de Jesús en Getsemaní

36 Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a los discípulos:

—Siéntense aquí, hasta que yo vaya allá y ore.

37 Tomó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. 38 Entonces les dijo:

—Mi alma está muy triste, hasta la muerte. Quédense aquí y velen conmigo.

39 Pasando un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo:

—Padre mío, de ser posible, pase de mí esta copa. Pero, no sea como yo quiero, sino como tú.

40 Volvió a sus discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro:

—¿Así que no han podido velar ni una sola hora conmigo? 41 Velen y oren, para que no entren en tentación. El espíritu, a la verdad, está dispuesto; pero la carne es débil.

42 Por segunda vez se apartó y oró diciendo:

—Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.

43 Cuando volvió otra vez, los halló durmiendo porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. 44 Dejándolos, se apartó de nuevo y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. 45 Entonces volvió a sus discípulos y les dijo:

—¿Todavía están durmiendo y descansando? He aquí la hora está cerca, y el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de pecadores. 46 ¡Levántense, vamos! He aquí está cerca el que me entrega.

Jesús es arrestado

47 Mientras él aún hablaba, vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. 48 El que le entregaba les había dado señal diciendo: “Al que yo bese, ese es. Préndanle”. 49 De inmediato se acercó a Jesús y dijo:

—¡Te saludo, Rabí!

Y lo besó. 50 Pero Jesús le dijo:

— Amigo, haz lo que viniste a hacer.

Entonces ellos se acercaron, echaron mano a Jesús y le prendieron. 51 Y he aquí uno de los que estaban con Jesús extendió su mano, sacó su espada y, golpeando a un siervo del sumo sacerdote, le cortó la oreja. 52 Entonces Jesús le dijo:

—Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que toman espada, a espada perecerán. 53 ¿O piensas que no puedo invocar a mi Padre y que él no me daría ahora mismo más de doce legiones de ángeles? 54 Entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras de que es necesario que suceda de esta manera?

55 En ese momento Jesús dijo a la multitud:

—¿Como contra un asaltante han salido con espadas y palos para prenderme? Cada día me sentaba enseñando en el templo, y no me prendieron. 56 Pero todo esto ha ocurrido para que se cumplan las Escrituras de los profetas.

Entonces todos los discípulos le abandonaron y huyeron.

Jesús ante el Sanedrín

57 Los que habían prendido a Jesús lo llevaron ante Caifás, el sumo sacerdote, donde los escribas y los ancianos se habían reunido. 58 Y Pedro le seguía de lejos hasta el patio de la casa del sumo sacerdote. Habiéndose metido adentro, estaba sentado con los guardias para ver cómo terminaba aquello.

59 Los principales sacerdotes, los ancianos y todo el Sanedrín buscaban falso testimonio contra Jesús, para que le entregaran a muerte. 60 Pero no lo hallaron, a pesar de que se presentaron muchos testigos falsos. Por fin se presentaron dos 61 y dijeron:

—Este dijo: “Puedo derribar el templo de Dios y edificarlo en tres días”.

62 Se levantó el sumo sacerdote y le dijo:

—¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti?

63 Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:

—¡Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios!

64 Jesús le dijo:

—Tú lo has dicho. Además les digo: De aquí en adelante verán al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo en las nubes del cielo[c].

65 Entonces el sumo sacerdote rasgó su vestidura diciendo:

—¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo, ustedes han oído la blasfemia. 66 ¿Qué les parece?

Y ellos respondiendo dijeron:

—¡Es reo de muerte!

67 Entonces le escupieron en la cara y le dieron puñetazos, y otros le dieron bofetadas 68 diciendo:

—¡ Profetízanos, Cristo! ¿Quién es el que te golpeó?

Pedro niega a Jesús

69 Pedro estaba sentado afuera en el patio, y se le acercó una criada diciendo:

—¡Tú también estabas con Jesús el galileo!

70 Pero él lo negó delante de todos diciendo:

—No sé lo que dices.

71 Pero cuando él salió a la puerta, otra criada le vio y dijo a los que estaban allí:

—Este estaba con Jesús de Nazaret.

72 Y otra vez negó con juramento:

—Yo no conozco al hombre.

73 Y poco después se acercaron los que estaban por allí y dijeron a Pedro:

—Verdaderamente, tú también eres de ellos, porque aun tu modo de hablar te descubre.

74 Entonces comenzó a maldecir y a jurar:

—¡No conozco al hombre!

En seguida cantó el gallo, 75 y Pedro se acordó de la palabra de Jesús que le había dicho: “Antes que cante el gallo, tú me negarás tres veces”. Y saliendo fuera, lloró amargamente.

Jesús es llevado ante Pilato

27 Al amanecer, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo tomaron consejo contra Jesús para entregarle a muerte. Y después de atarlo, lo llevaron y lo entregaron al procurador Pilato.

La muerte de Judas

Entonces Judas, el que le había entregado, al ver que era condenado, sintió remordimiento y devolvió las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo:

—Yo he pecado entregando sangre inocente.

Pero ellos dijeron:

—¿Qué nos importa a nosotros? ¡Es asunto tuyo!

Entonces él, arrojando las piezas de plata dentro del santuario, se apartó, se fue y se ahorcó. Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron:

—No es lícito ponerlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre.

Y habiendo tomado acuerdo, compraron con ellas el campo del Alfarero, para sepultura de los extranjeros. Por eso aquel campo se llama Campo de Sangre hasta el día de hoy. Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, según el precio fijado por los hijos de Israel; 10 y las dieron para el campo del Alfarero, como me ordenó el Señor[d].

Pilato interroga a Jesús

11 Jesús estuvo de pie en presencia del procurador, y el procurador le preguntó diciendo:

—¿Eres tú el rey de los judíos?

Jesús le dijo:

—Tú lo dices.

12 Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, no respondió nada. 13 Entonces Pilato le dijo:

—¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?

14 Él no le respondió ni una palabra, de manera que el procurador se maravillaba mucho.

15 En la fiesta, el procurador acostumbraba soltar al pueblo un preso, el que quisieran. 16 Tenían en aquel entonces un preso famoso que se llamaba Barrabás. 17 Estando ellos reunidos, Pilato les dijo:

—¿A cuál quieren que les suelte? ¿A Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?

18 Porque sabía que por envidia lo habían entregado. 19 Mientras él estaba sentado en el tribunal, su esposa le mandó a decir: “No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he sufrido muchas cosas en sueños por causa de él”.

20 Entonces los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a las multitudes que pidieran a Barrabás y que dieran muerte a Jesús. 21 Y respondiendo el procurador les dijo:

—¿A cuál de los dos quieren que les suelte?

Ellos dijeron:

—¡A Barrabás!

22 Pilato les dijo:

—¿Qué, pues, haré con Jesús, llamado el Cristo?

Todos dijeron:

—¡Sea crucificado!

23 Y el procurador les dijo:

—Pues, ¿qué mal ha hecho?

Pero ellos gritaban aún más fuerte diciendo:

—¡Sea crucificado!

24 Y cuando Pilato se dio cuenta de que no se lograba nada sino que solo se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud diciendo:

—¡Yo soy inocente de la sangre de este! ¡Será asunto de ustedes!

25 Respondió todo el pueblo y dijo:

—¡Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos!

26 Entonces les soltó a Barrabás y, después de haber azotado a Jesús, lo entregó para que fuera crucificado.

Los soldados se burlan de Jesús

27 Entonces los soldados del procurador llevaron a Jesús al Pretorio y reunieron a toda la compañía alrededor de él. 28 Después de desnudarle, le echaron encima un manto de escarlata. 29 Habiendo entretejido una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha pusieron una caña. Se arrodillaron delante de él y se burlaron de él, diciendo:

—¡Viva, rey de los judíos!

30 Y escupiendo en él, tomaron la caña y le golpeaban la cabeza.

La crucifixión de Jesús

31 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus propios vestidos y lo llevaron para crucificarle. 32 Mientras salían, hallaron a un hombre de Cirene llamado Simón. A este lo obligaron a cargar la cruz de Jesús. 33 Cuando llegaron al lugar que se llama Gólgota, que significa lugar de la Calavera, 34 le dieron a beber vino mezclado con ajenjo; pero cuando lo probó, no lo quiso beber. 35 Después de crucificarlo, repartieron sus vestidos, echando suertes. 36 Y sentados, le guardaban allí.

37 Pusieron sobre su cabeza su acusación escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. 38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. 39 Los que pasaban lo insultaban, meneando sus cabezas 40 y diciendo:

—Tú que derribas el templo y en tres días lo edificas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y desciende de la cruz!

41 De igual manera, aun los principales sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él, y decían:

42 —A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar. ¿Es rey de Israel? ¡Que descienda ahora de la cruz, y creeremos en él! 43 Ha confiado en Dios. Que lo libre ahora si lo quiere, porque dijo: “Soy Hijo de Dios”.

44 También los ladrones que estaban crucificados con él lo injuriaban de la misma manera.

La muerte de Jesús

45 Desde el medio día descendió oscuridad sobre toda la tierra hasta las tres de la tarde. 46 Como a las tres de la tarde Jesús exclamó a gran voz diciendo:

—¡Elí, Elí! ¿Lama sabactani?, (esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?)[e].

47 Cuando algunos de los que estaban allí le oyeron, decían:

—Este hombre llama a Elías.

48 Y de inmediato uno de ellos corrió, tomó una esponja, la llenó de vinagre y, poniéndola en una caña, le daba de beber. 49 Pero otros decían:

—Deja, veamos si viene Elías a salvarlo.

50 Pero Jesús clamó otra vez a gran voz y entregó el espíritu.

51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y las rocas se partieron. 52 Se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de hombres santos que habían muerto se levantaron; 53 y salidos de los sepulcros después de la resurrección de él, fueron a la santa ciudad y aparecieron a muchos.

54 Y cuando el centurión y los que con él guardaban a Jesús vieron el terremoto y las cosas que habían sucedido, temieron en gran manera y dijeron:

—¡Verdaderamente este era Hijo de Dios!

55 Estaban allí muchas mujeres mirando desde lejos. Ellas habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole. 56 Entre ellas se encontraban: María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

Jesús es sepultado

57 Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea llamado José, quien también había sido discípulo de Jesús. 58 Este se presentó a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diera. 59 José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60 y lo puso en su sepulcro nuevo que había labrado en la peña. Luego hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro y se fue. 61 Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas delante del sepulcro.

La guardia puesta ante el sepulcro

62 Al día siguiente, esto es, después de la Preparación, los principales sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato 63 diciendo:

—Señor, nos acordamos de que mientras aún vivía, aquel engañador dijo: “Después de tres días resucitaré”. 64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que sus discípulos vengan y roben el cadáver, y digan al pueblo: “Ha resucitado de los muertos”. Y el último fraude será peor que el primero.

65 Pilato les dijo:

—Tienen tropas de guardia. Vayan y asegúrenlo como saben hacerlo.

66 Ellos fueron y, habiendo sellado la piedra, aseguraron el sepulcro con la guardia.

Mateo 27:11-54

Pilato interroga a Jesús

11 Jesús estuvo de pie en presencia del procurador, y el procurador le preguntó diciendo:

—¿Eres tú el rey de los judíos?

Jesús le dijo:

—Tú lo dices.

12 Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, no respondió nada. 13 Entonces Pilato le dijo:

—¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?

14 Él no le respondió ni una palabra, de manera que el procurador se maravillaba mucho.

15 En la fiesta, el procurador acostumbraba soltar al pueblo un preso, el que quisieran. 16 Tenían en aquel entonces un preso famoso que se llamaba Barrabás. 17 Estando ellos reunidos, Pilato les dijo:

—¿A cuál quieren que les suelte? ¿A Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?

18 Porque sabía que por envidia lo habían entregado. 19 Mientras él estaba sentado en el tribunal, su esposa le mandó a decir: “No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he sufrido muchas cosas en sueños por causa de él”.

20 Entonces los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a las multitudes que pidieran a Barrabás y que dieran muerte a Jesús. 21 Y respondiendo el procurador les dijo:

—¿A cuál de los dos quieren que les suelte?

Ellos dijeron:

—¡A Barrabás!

22 Pilato les dijo:

—¿Qué, pues, haré con Jesús, llamado el Cristo?

Todos dijeron:

—¡Sea crucificado!

23 Y el procurador les dijo:

—Pues, ¿qué mal ha hecho?

Pero ellos gritaban aún más fuerte diciendo:

—¡Sea crucificado!

24 Y cuando Pilato se dio cuenta de que no se lograba nada sino que solo se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud diciendo:

—¡Yo soy inocente de la sangre de este! ¡Será asunto de ustedes!

25 Respondió todo el pueblo y dijo:

—¡Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos!

26 Entonces les soltó a Barrabás y, después de haber azotado a Jesús, lo entregó para que fuera crucificado.

Los soldados se burlan de Jesús

27 Entonces los soldados del procurador llevaron a Jesús al Pretorio y reunieron a toda la compañía alrededor de él. 28 Después de desnudarle, le echaron encima un manto de escarlata. 29 Habiendo entretejido una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha pusieron una caña. Se arrodillaron delante de él y se burlaron de él, diciendo:

—¡Viva, rey de los judíos!

30 Y escupiendo en él, tomaron la caña y le golpeaban la cabeza.

La crucifixión de Jesús

31 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus propios vestidos y lo llevaron para crucificarle. 32 Mientras salían, hallaron a un hombre de Cirene llamado Simón. A este lo obligaron a cargar la cruz de Jesús. 33 Cuando llegaron al lugar que se llama Gólgota, que significa lugar de la Calavera, 34 le dieron a beber vino mezclado con ajenjo; pero cuando lo probó, no lo quiso beber. 35 Después de crucificarlo, repartieron sus vestidos, echando suertes. 36 Y sentados, le guardaban allí.

37 Pusieron sobre su cabeza su acusación escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. 38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. 39 Los que pasaban lo insultaban, meneando sus cabezas 40 y diciendo:

—Tú que derribas el templo y en tres días lo edificas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y desciende de la cruz!

41 De igual manera, aun los principales sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él, y decían:

42 —A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar. ¿Es rey de Israel? ¡Que descienda ahora de la cruz, y creeremos en él! 43 Ha confiado en Dios. Que lo libre ahora si lo quiere, porque dijo: “Soy Hijo de Dios”.

44 También los ladrones que estaban crucificados con él lo injuriaban de la misma manera.

La muerte de Jesús

45 Desde el medio día descendió oscuridad sobre toda la tierra hasta las tres de la tarde. 46 Como a las tres de la tarde Jesús exclamó a gran voz diciendo:

—¡Elí, Elí! ¿Lama sabactani?, (esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?)[a].

47 Cuando algunos de los que estaban allí le oyeron, decían:

—Este hombre llama a Elías.

48 Y de inmediato uno de ellos corrió, tomó una esponja, la llenó de vinagre y, poniéndola en una caña, le daba de beber. 49 Pero otros decían:

—Deja, veamos si viene Elías a salvarlo.

50 Pero Jesús clamó otra vez a gran voz y entregó el espíritu.

51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y las rocas se partieron. 52 Se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de hombres santos que habían muerto se levantaron; 53 y salidos de los sepulcros después de la resurrección de él, fueron a la santa ciudad y aparecieron a muchos.

54 Y cuando el centurión y los que con él guardaban a Jesús vieron el terremoto y las cosas que habían sucedido, temieron en gran manera y dijeron:

—¡Verdaderamente este era Hijo de Dios!

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

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