Old/New Testament
VI.— SUPLEMENTOS (21—24)
Venganza de los gabaonitas y muerte de los hijos de Saúl
21 En tiempos de David hubo un hambre que duró tres años seguidos. David consultó al Señor, y el Señor le respondió:
— Es porque Saúl y su familia están manchados de sangre desde que mató a los gabaonitas.
2 Los gabaonitas no eran israelitas, sino descendientes de un resto de amorreos. Los israelitas estaban vinculados a ellos por juramento, pero Saúl, llevado de su celo por Israel y Judá, había intentado exterminarlos. David los convocó, habló con ellos 3 y les dijo:
— ¿Qué puedo hacer por ustedes? ¿Cómo podría desagraviarlos para que puedan bendecir la heredad del Señor?
4 Los gabaonitas respondieron:
— No queremos ni plata ni oro de Saúl y su familia, ni tampoco queremos que muera nadie en Israel.
David les dijo:
— Haré por ustedes lo que me digan.
5 Ellos le contestaron:
— Que se nos entreguen siete descendientes de quien quiso acabar con nosotros, haciendo planes para destruirnos y hacernos desaparecer de todo el territorio de Israel, 6 y los colgaremos ante el Señor en Guibeá de Saúl, el elegido del Señor.
El rey les dijo:
— Yo se los entregaré.
7 El rey perdonó la vida a Mefibóset, hijo de Jonatán, el hijo de Saúl, en virtud del juramento sagrado sellado entre David y Jonatán, el hijo de Saúl. 8 Tomó, pues, el rey a Armoní y Mefibóset, los dos hijos que Rispá, hija de Ayá, había dado a Saúl; tomó también a los cinco hijos que Mical, la hija de Saúl, le había dado a Adriel, hijo de Barzilay, el de Mejolá; 9 se los entregó a los gabaonitas y estos los colgaron en el monte ante el Señor. Cayeron los siete juntos y fueron ajusticiados en la época de la siega, al comienzo de la siega de la cebada.
10 Rispá, la hija de Ayá, tomó un saco, lo extendió sobre una roca y estuvo allí desde el comienzo de la siega hasta que empezaron a caer las lluvias del cielo, sin dejar que se posasen sobre los cadáveres las aves del cielo por el día, ni los animales del campo por la noche. 11 Cuando informaron a David de lo que había hecho Rispá, hija de Ayá, la concubina de Saúl, 12 fue a recoger los restos de Saúl y de su hijo Jonatán, que estaban en poder de los ciudadanos de Jabés de Galaad, pues los habían robado de la plaza de Betsán, donde los filisteos los habían colgado el día en que derrotaron a Saúl en Guilboa. 13 Trajo, pues, de allí los restos de Saúl y de su hijo Jonatán, los juntaron con los restos de los ahorcados 14 y enterraron los restos de Saúl y de su hijo Jonatán en territorio de Benjamín, en Selá, en la sepultura de Quis, el padre de Saúl. Se hizo todo lo que mandó el rey y, después de esto, Dios se apiadó del país.
Héroes de las guerras contra los filisteos (1 Cr 20,4-8)
15 Se reanudó la guerra entre los filisteos e Israel y David bajó con sus seguidores a combatir contra los filisteos. David se sentía cansado. 16 Y un tal Jesbi Benob, de la raza de los gigantes, con una lanza de bronce que pesaba unos treinta y cinco kilos y una espada nueva, dijo que iba a matar a David. 17 Pero Abisay, el hijo de Seruyá, salió en su ayuda, atacó al filisteo y lo mató. Entonces los hombres de David le hicieron jurar diciendo:
— No vuelvas a salir con nosotros a la guerra, para que no apagues la lámpara de Israel.
18 Después de esto, hubo otra batalla contra los filisteos en Gob, y el jusita Sibcay derrotó a Saf, de la raza de los gigantes. 19 En otra batalla contra los filisteos, acaecida en Nob, Eljanán, hijo de Jaír de Belén, derrotó a Goliat, el de Gat, que tenía una lanza con un asta como el madero de un telar. 20 Hubo otra batalla en Gat. Un hombre muy alto con seis dedos en cada mano y en cada pie, veinticuatro en total, que también era de la raza de los gigantes, 21 desafió a Israel; pero Jonatán, hijo de Samá, el hermano de David, lo mató. 22 Estos cuatro eran de la raza de los gigantes de Gat y cayeron a manos de David y sus hombres.
Salmo de David (Sal 18)
22 David dirigió al Señor las palabras de este cántico el día que el Señor lo salvó de Saúl y de todos sus enemigos. 2 Dijo:
El Señor es mi bastión, mi baluarte, mi salvador;
3 es mi Dios, la fortaleza en que me resguardo;
es mi escudo, mi refugio y mi defensa;
el salvador que me libra de los violentos.
4 Yo invoco al Señor, digno de alabanza,
y quedo a salvo de mis enemigos.
5 Me rodeaban olas mortales,
me aterraban torrentes devastadores;
6 me envolvían las redes del abismo,
me acosaban trampas mortales.
7 En mi angustia supliqué al Señor,
a mi Dios invoqué.
Desde su santuario escuchó mi grito,
a sus oídos llegó mi clamor.
8 La tierra tembló y se estremeció,
se conmovieron los cimientos de los cielos,
retemblaron por su furia.
9 Salió humo de su nariz,
fuego devorador de su boca,
brasas ardientes despedía.
10 Inclinó los cielos y descendió
caminando sobre la densa niebla.
11 Se montó en un querubín,
emprendió el vuelo
y se elevó sobre las alas del viento.
12 De las tinieblas que lo envolvían hizo su tienda,
entre aguaceros y densos nubarrones.
13 De su propio resplandor
salían chispas de fuego.
14 El Señor tronó desde el cielo,
el Altísimo alzó su voz;
15 disparó sus flechas y los dispersó,
su rayo y los dejó aturdidos.
16 Emergieron los lechos de las aguas,
se mostraron los cimientos del mundo
con el estruendo del Señor,
ante el soplo de su ira.
17 Desde la altura me asió con su mano,
me sacó de las aguas turbulentas.
18 Me salvó de un enemigo poderoso,
de adversarios más fuertes que yo.
19 En un día aciago me atacaron,
pero el Señor fue mi apoyo;
20 me puso a salvo,
me libró porque me amaba.
21 El Señor me premia por mi buena conducta,
me recompensa por la inocencia de mis manos;
22 porque he respetado los caminos del Señor
y no he sido infiel a mi Dios;
23 tengo presentes todos sus mandatos
y no me alejo de sus normas;
24 he sido recto con él
y me he apartado del pecado.
25 El Señor me premia por mi buena conducta,
por mi inocencia ante sus ojos.
26 Eres fiel con quien es fiel,
honrado con el honrado,
27 sincero con el sincero;
sagaz con el retorcido.
28 Salvas al pueblo humillado
y tu mirada abate a los altivos.
29 Pues tú, Señor, eres mi lámpara;
el Señor ilumina mi oscuridad.
30 Contigo me lanzo al asalto,
con mi Dios franqueo la muralla.
31 El camino de Dios es perfecto,
la palabra del Señor, exquisita;
es un escudo para los que en él confían.
32 Pues, ¿quién es Dios, aparte del Señor?
¿quién una fortaleza, sino nuestro Dios?
33 Dios es mi plaza fuerte
y hace perfecto mi camino;
34 Él me da pies de gacela
y me mantiene firme en las alturas;
35 adiestra mis manos para la guerra
y mis brazos para tensar el arco de bronce.
36 Tú me ofreces tu escudo protector
y tú benevolencia me engrandece.
37 Agilizas mis pasos al andar
y no se tuercen mis tobillos.
38 Persigo a mis enemigos y los derroto,
no retrocedo hasta acabar con ellos.
39 Acabo con ellos, los abato y no se levantan,
quedan postrados a mis pies.
40 Me has armado de valor para el combate,
sometes bajo mis pies a mis enemigos.
41 Pones en fuga a mis enemigos
y aniquilas a mis adversarios.
42 Piden auxilio y no hay quien los salve,
claman al Señor y no les responde.
43 Yo los trituro como el polvo de la tierra,
los pisoteo y los aplasto como el barro de la calle.
44 Tú me libras de las disputas de mi pueblo,
me pones al frente de las naciones,
me sirven pueblos que no conozco.
45 Los extranjeros se humillan ante mí,
apenas me oyen y ya me obedecen.
46 Los extranjeros quedan sin fuerza
y salen temblando de sus refugios.
47 ¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
Sea ensalzado Dios mi salvador,
48 el Dios que me da la revancha
y me somete los pueblos,
49 quien me libra de mis enemigos.
Tú me encumbras sobre mis adversarios,
me proteges de los violentos.
50 Por eso te ensalzo entre los pueblos
y alabo tu nombre, Señor.
51 Él acrecienta las victorias de su rey
y se mantiene fiel a su ungido,
a David y a su descendencia para siempre.
24 Jesús, viéndolo tan triste, dijo:
— ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios! 25 Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios.
26 Los que estaban escuchando preguntaron:
— Pues, en ese caso, ¿quién podrá salvarse?
27 Jesús contestó:
— Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.
28 Pedro le dijo entonces:
— Tú sabes que nosotros hemos dejado nuestras cosas para seguirte.
29 Jesús les dijo:
— Les aseguro que todo aquel que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por causa del reino de Dios, 30 recibirá mucho más en este mundo, y en el mundo venidero recibirá la vida eterna.
Jesús anuncia por tercera vez su muerte y su resurrección (Mt 20,17-19; Mc 10,32-34)
31 Jesús, tomando aparte a los Doce, les dijo:
— Ya ven que estamos subiendo a Jerusalén, donde ha de cumplirse todo lo que escribieron los profetas acerca del Hijo del hombre. 32 Allí será entregado en manos de extranjeros que se burlarán de él, lo insultarán, lo escupirán, 33 lo golpearán y le darán muerte. Pero al tercer día resucitará.
34 Los apóstoles no comprendían nada. No podían entender lo que Jesús les decía, porque el sentido de sus palabras era un misterio para ellos.
Curación del ciego de Jericó (Mt 20,29-34; Mc 10,46-52)
35 Jesús iba acercándose a Jericó. Y un ciego que estaba sentado junto al camino pidiendo limosna, 36 al oír el alboroto de la gente que pasaba, preguntó qué era aquello. 37 Le contestaron:
— Es que está pasando por aquí Jesús de Nazaret.
38 Entonces el ciego se puso a gritar:
— ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!
39 Los que iban delante le mandaban que callara, pero él gritaba cada vez más:
— ¡Hijo de David, ten compasión de mí!
40 Jesús, entonces, se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando ya lo tenía cerca, le preguntó:
41 — ¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego contestó:
— Señor, que vuelva a ver.
42 Jesús le dijo:
— Recobra la vista. Tu fe te ha salvado.
43 En el mismo instante, el ciego recobró la vista y, dando gloria a Dios, se unió a los que seguían a Jesús. Y todo el pueblo que presenció lo sucedido alabó también a Dios.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España