Old/New Testament
Reinado de Josías (2 Re 21,1-2)
34 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante treinta y un años. 2 Actuó correctamente ante el Señor y siguió las huellas de su antepasado David, sin desviarse lo más mínimo.
Reforma religiosa en Judá e Israel
3 En el octavo año de su reinado, cuando era joven, empezó a consultar al Dios de su antepasado David, y en el duodécimo año empezó a limpiar Judá y Jerusalén de los santuarios locales, postes sagrados, ídolos e imágenes. 4 Se demolieron en su presencia los altares de los baales y derribó los altares para el incienso que había encima; trituró y redujo a polvo los postes sagrados, los ídolos y las imágenes, y luego lo esparció sobre las tumbas de sus adoradores. 5 Quemó los huesos de los sacerdotes sobre los altares, purificando así a Judá y Jerusalén. 6 En las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón, Neftalí y lugares de alrededor 7 destruyó también los altares, redujo a polvo los postes sagrados y los ídolos, y derribó todos los altares de incienso del territorio de Israel. Finalmente regresó a Jerusalén.
Las obras del Templo (2 Re 22,3-6.8-20; 23,1-3)
8 En el año décimo octavo de su reinado, después de haber purificado el país y el Templo, Josías envió a Safán, hijo de Asalías, a Maasías, gobernador de la ciudad y al canciller Joaj, hijo de Joajaz, a reparar el Templo del Señor, su Dios. 9 Ellos se presentaron al sumo sacerdote Jilquías con el dinero ingresado en el Templo y recogido por los levitas porteros en Manasés y Efraín, en el resto de Israel, en todo Judá y Benjamín y en Jerusalén; 10 dinero que entregaron a los encargados de las obras del Templo, para que pagasen a los obreros que llevaban a cabo la reparación de los desperfectos del Templo. 11 Se lo dieron a los carpinteros y constructores para comprar piedras labradas y madera de carpintería para las vigas de los edificios arruinados por la desidia de los reyes de Judá. 12 Estos hombres hacían su trabajo con honradez, bajo la supervisión de los levitas Jájat y Abdías, del clan de Merarí, y de Zacarías y Mesulán, del clan de Queat, que los dirigían. Los levitas, todos ellos expertos en instrumentos musicales, 13 dirigían a los acarreadores y a todos los trabajadores en cada una de sus tareas. Otros levitas eran secretarios, inspectores y porteros.
14 Cuando estaban sacando el dinero ingresado en el Templo, el sumo sacerdote Jilquías encontró el Libro de la Ley del Señor escrito por Moisés. 15 Jilquías comunicó al secretario Safán:
— He encontrado en el Templo el Libro de la Ley.
Y Jilquías entregó el libro a Safán. 16 Safán lo llevó al rey y le rindió cuentas:
— Tus servidores están haciendo todo lo que se les ha encargado. 17 Han recogido el dinero que estaba destinado al Templo y se lo han entregado a los encargados y a los trabajadores.
18 Luego Safán dio la noticia al rey:
— El sacerdote Jilquías me ha entregado un libro.
Y Safán se lo leyó al rey. 19 Cuando el rey oyó las palabras de la ley, se rasgó las vestiduras 20 y ordenó lo siguiente al sacerdote Jilquías, a Ajicán, el hijo de Safán, a Abdón, el hijo de Miqueas, al secretario Safán y a Asaías, el oficial del rey:
21 — Id a consultar al Señor por mí, por el resto de Israel y por Judá sobre el contenido de este libro que se acaba de encontrar, pues el Señor estará muy furioso contra nosotros, ya que nuestros antepasados no han obedecido las palabras del Señor ni han cumplido todo cuanto está escrito en este libro.
22 El sacerdote Jilquías y los enviados del rey fueron a ver a la profetisa Julda, esposa de Salún, el hijo de Ticuá y nieto de Jarjás, encargado del guardarropa, que vivía en el Barrio Nuevo de Jerusalén, y le contaron lo sucedido. 23 Ella les contestó:
— Esto dice el Señor, Dios de Israel: Decid al hombre que os ha enviado: 24 “Así dice el Señor: Voy a traer la desgracia sobre este lugar y sus habitantes; se cumplirán todas las maldiciones escritas en el libro que han leído ante el rey de Judá. 25 Puesto que me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses, provocando mi indignación con todas sus acciones, mi cólera estallará contra este lugar y no se apagará”. 26 Y al rey de Judá que os ha enviado a consultar al Señor le diréis: “Esto dice el Señor, Dios de Israel, con relación a las palabras que has escuchado: 27 Puesto que te has conmovido de corazón y te has humillado ante el Señor, al escuchar sus palabras contra este lugar y sus habitantes, que se convertirán en objeto de ruina y maldición; puesto que te has humillado ante mí, has desgarrado tus vestiduras y has llorado ante mí, yo también te he escuchado —oráculo del Señor—. 28 Cuando yo te reúna con tus antepasados, te enterrarán en paz y no llegarás a ver toda la desgracia que voy a traer sobre este lugar y sobre sus habitantes”.
A continuación los enviados llevaron la respuesta al rey.
29 El rey mandó convocar a todos los ancianos de Judá y Jerusalén. 30 Luego el rey subió al Templo, acompañado por toda la gente de Judá, los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los levitas y todo el pueblo, pequeños y grandes, y allí les leyó en voz alta todo el contenido del Libro de la Alianza encontrado en el Templo. 31 Entonces se puso en pie sobre su estrado y selló la alianza ante el Señor, comprometiéndose a seguir a Dios, a observar sus mandamientos, normas y preceptos con todo el corazón y toda el alma y a poner en práctica todas las estipulaciones de la alianza contenidas en este libro. 32 Josías hizo que todos los que se hallaban en Jerusalén ratificasen la alianza. Y los habitantes de Jerusalén actuaron de acuerdo con la alianza del Señor, Dios de sus antepasados. 33 Suprimió Josías todas las prácticas abominables en todo el territorio israelita y comprometió a todos los que residían en Israel a rendir culto al Señor su Dios. Y durante su vida no abandonaron al Señor, Dios de sus antepasados.
Celebración de la Pascua
35 Josías celebró la Pascua del Señor en Jerusalén y sacrificaron el cordero pascual el día catorce del primer mes. 2 Restableció a los sacerdotes en sus funciones y los animó a cumplir su servicio en el Templo del Señor. 3 Y dijo a los levitas instructores de Israel y consagrados al Señor:
— Dejad el Arca santa en el Templo que construyó Salomón, el hijo de David, rey de Israel, pues ya no tenéis que llevarla a hombros, y servid ahora al Señor, vuestro Dios, y a su pueblo, Israel. 4 Organizaos por familias y por turnos como prescribieron David, rey de Israel, y su hijo Salomón. 5 Ocupad vuestros puestos en el santuario según la distribución de las familias de vuestros hermanos del pueblo y según la distribución de las familias levitas. 6 Sacrificad el cordero pascual, santificaos y preparadlo a vuestros hermanos, cumpliendo lo que Dios mandó por medio de Moisés.
7 Josías proporcionó a la gente, de su propio ganado, treinta mil corderos y cabritos, como víctimas pascuales para los allí presentes, y tres mil novillos. 8 De igual manera, sus oficiales hicieron donaciones voluntarias al pueblo, a los sacerdotes y a los levitas. Jilquías, Zacarías y Jiel, intendentes del Templo dieron a los sacerdotes mil seiscientas víctimas pascuales y trescientos novillos. 9 Por su parte, los jefes levitas Conanías, Semaías, su hermano Natanael, Jasabías, Jiel y Josabad proporcionaron a sus hermanos cinco mil víctimas pascuales y quinientos novillos. 10 Una vez organizado el servicio, los sacerdotes ocuparon sus puestos y los levitas se distribuyeron por turnos, como el rey había ordenado. 11 Entonces sacrificaron las víctimas pascuales, y mientras los sacerdotes recibían la sangre y rociaban con ella las víctimas, los levitas las desollaban, 12 separaban las partes que debían ser quemadas y las entregaban a los grupos de familias del pueblo para ofrecerlas a Dios, tal y como está escrito en el libro de Moisés. Y lo mismo hicieron con los novillos. 13 Luego asaron las víctimas pascuales, según lo prescrito, y cocieron las partes consagradas en ollas, calderos y cazuelas, para repartirlas inmediatamente entre la gente del pueblo. 14 Después los levitas prepararon su parte y la de los sacerdotes, pues los sacerdotes descendientes de Aarón estuvieron ocupados hasta la noche en ofrecer los holocaustos y las grasas. Por eso los levitas las prepararon para sí y para los sacerdotes. 15 También los cantores, descendientes de Asaf, estaban en sus puestos, según lo prescrito por David, Asaf, Hemán y Jedutún, vidente del rey; a su vez, los porteros estaban en sus puertas respectivas, sin necesidad de abandonar sus servicios, ya que sus hermanos levitas les prepararon su parte.
16 Así fue como se organizó aquel día todo el servicio religioso para poder celebrar la Pascua y ofrecer los holocaustos en el altar del Señor, como había ordenado el rey Josías. 17 Los israelitas que se hallaban presentes en aquella ocasión celebraron la Pascua y la fiesta de los Panes sin levadura durante siete días.
18 No se había celebrado en Israel una Pascua como aquella desde la época del profeta Samuel; ningún rey de Israel había celebrado una Pascua como la que celebraron Josías, los sacerdotes, los levitas, toda la gente de Judá e Israel que estaba presente y los habitantes de Jerusalén. 19 Aquella Pascua se celebró el año décimo octavo del reinado de Josías.
Invasión de Necó y muerte de Josías
20 Después de todo esto, cuando Josías terminó de organizar el Templo, Necó, el rey de Egipto, subió a luchar en Carquemis, junto al río Éufrates, y Josías le salió al encuentro. 21 Necó le envió emisarios a decirle:
— ¡No tengo cuentas contigo, rey de Judá! Mi guerra no tiene que ver contigo, sino con otra dinastía, y Dios me ha dicho que me apresure. Deja, pues, de enfrentarte a Dios, que está conmigo, no sea que te castigue.
22 Pero Josías no se retiró, pues estaba decidido a enfrentarse con él, y desoyendo las palabras de Necó, inspiradas por Dios, le presentó batalla en el valle de Meguido. 23 Los arqueros dispararon al rey Josías, y este dijo a sus servidores:
— ¡Sacadme de aquí, que estoy malherido!
24 Sus servidores lo sacaron del carro y, cambiándolo al carro que tenía de reserva, lo trasladaron a Jerusalén, donde murió. Luego lo enterraron en la sepultura de sus antepasados, mientras todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por Josías. 25 Jeremías le dedicó una elegía, y hasta el día de hoy todos los cantores y cantoras siguen recordando a Josías en sus elegías, que se convirtieron en una tradición para Israel y ahora están escritas en las Lamentaciones. 26 El resto de la historia de Josías, sus obras piadosas, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor, 27 y sus hechos de principio a fin, están escritos en el libro de los Reyes de Israel y Judá.
Reinado de Joacaz (2 Re 23,30b-34)
36 El pueblo tomó a Joacaz, el hijo de Josías, y lo nombró rey en Jerusalén en lugar de su padre. 2 Joacaz comenzó a reinar a los veintitrés años, y reinó en Jerusalén durante tres meses. 3 El rey de Egipto lo destronó en Jerusalén, impuso al país un tributo de cien talentos de plata y un talento de oro 4 y nombró rey de Judá y Jerusalén a su hermano Eliaquín, cambiando su nombre por el de Joaquín. Luego Necó llevó cautivo a Egipto a su hermano Joacaz.
Reinado de Joaquín (2 Re 23,36a-37; 24,1.5-6)
5 Joaquín tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante once años. Joaquín ofendió al Señor, su Dios. 6 Nabucodonosor, el rey de Babilonia, hizo una expedición contra él y se lo llevó a Babilonia cargado de cadenas, 7 llevándose también algunos objetos del Templo, que colocó en su palacio de Babilonia.
8 El resto de la historia de Joaquín, los delitos abominables que cometió y cuanto le aconteció, está escrito en el libro de los Reyes de Israel y Judá. Su hijo Jeconías ocupó su lugar como rey.
Reinado de Jeconías (2 Re 24,8.15.17)
9 Jeconías tenía dieciocho años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante tres meses y diez días, en los que ofendió al Señor. 10 A primeros de año, el rey Nabucodonosor mandó que lo llevaran a Babilonia junto con los objetos de valor del Templo, y nombró rey de Judá y Jerusalén a su tío Sedecías.
Reinado de Sedecías (2 Re 24,18a-19.20b; Jr 52,1-2a.3b)
11 Sedecías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante once años. 12 Sedecías ofendió al Señor y no hizo caso a Jeremías, el profeta inspirado por Dios. 13 Se rebeló contra el rey Nabucodonosor, al que había jurado vasallaje en nombre de Dios, y se negó por completo a convertirse al Señor, Dios de Israel.
Deportación a Babilonia
14 Igualmente, todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando las perversiones de otras naciones, y profanaron el Templo que el Señor había santificado en Jerusalén. 15 El Señor, Dios de sus antepasados, les advirtió continuamente por medio de sus mensajeros, pues sentía compasión de su pueblo y de su morada; 16 pero ellos se reían de los mensajeros divinos, despreciaban sus palabras y se burlaban de sus profetas, hasta que estalló la cólera del Señor y no hubo remedio. 17 Entonces envió contra ellos al rey de los caldeos que mató a filo de espada a sus jóvenes en su santuario, sin tener compasión de jóvenes o doncellas, de mayores o ancianos; a todos los entregó en sus manos. 18 Nabucodonosor se llevó a Babilonia todos los objetos del Templo, grandes y pequeños, y los tesoros del Templo, los del palacio real y los de las autoridades. 19 Incendiaron el Templo, derribaron las murallas de Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos de valor. 20 Luego desterró a Babilonia a los supervivientes de la matanza, donde se convirtieron en esclavos suyos y de sus descendientes, hasta la llegada del imperio persa. 21 Así se cumplió la palabra del Señor pronunciada por medio de Jeremías: “Hasta que haya recuperado sus descansos sabáticos, el país descansará durante el tiempo de la desolación que durará setenta años”.
Edicto de Ciro (Esd 1,1-3)
22 El año primero del reinado de Ciro, rey de Persia, y para que se cumpliera la palabra del Señor pronunciada por Jeremías, el Señor hizo que Ciro, rey de Persia, publicara en todo su reino de palabra y por escrito lo siguiente:
23 “Esto es lo que Ciro, rey de Persia, decreta: El Señor, Dios de los cielos me ha entregado todos los reinos de la tierra y me ha encargado construirle un Templo en Jerusalén de Judá. Todo aquel que de entre vosotros pertenezca a su pueblo puede regresar y que el Señor, su Dios, lo acompañe”.
Jesús condenado a muerte (Mt 27,30-31; Mc 15,12-20; Lc 23,20-25)
19 Así pues, Pilato se hizo cargo del asunto y mandó que azotaran a Jesús. 2 Los soldados trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza. Le echaron también sobre los hombros un manto de púrpura 3 y, acercándose a él, decían:
— ¡Viva el rey de los judíos!
Y le daban bofetadas. 4 Salió de nuevo Pilato y les dijo:
— Mirad, os lo voy a presentar para dejar claro que no encuentro delito alguno en él.
5 Salió, pues, Jesús llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Pilato les dijo:
— ¡Este es el hombre!
6 Al ver a Jesús, los jefes de los sacerdotes y sus esbirros comenzaron a gritar:
— ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
Pilato insistió:
— Tomadlo vosotros y crucificadlo; yo no encuentro delito alguno en él.
7 Los judíos replicaron:
— Nosotros tenemos una ley, y según ella debe morir, porque ha querido hacerse pasar por Hijo de Dios.
8 Al oír esto, Pilato sintió aún más temor. 9 Entró de nuevo en el palacio y preguntó a Jesús:
— ¿De dónde eres tú?
Jesús ni siquiera le contestó. 10 Pilato le dijo:
— ¿Cómo? ¿Te niegas a contestarme? ¿Es que no sabes que tengo autoridad tanto para dejarte en libertad como para hacerte crucificar?
11 Jesús le respondió:
— No tendrías autoridad alguna sobre mí si Dios no te la hubiera concedido; por eso, el que me ha entregado a ti es mucho más culpable que tú.
12 Desde ese momento, Pilato intentaba por todos los medios poner a Jesús en libertad. Pero los judíos le gritaban:
— Si lo pones en libertad, no eres amigo del emperador. El que pretende ser rey se enfrenta al emperador.
13 Al oír esto, Pilato mandó sacar fuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar conocido con el nombre de “Enlosado”, que en la lengua de los judíos se llama “Gábata”. 14 Era el día de preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Pilato dijo a los judíos:
— ¡Aquí tenéis a vuestro rey!
15 Pero ellos comenzaron a gritar:
— ¡Quítalo de en medio! ¡Crucifícalo!
Pilato insistió:
— ¿Cómo voy a crucificar a vuestro rey?
Pero los jefes de los sacerdotes replicaron:
— Nuestro único rey es el emperador romano.
16 Así que, al fin, Pilato se lo entregó para que lo crucificaran.
Crucifixión de Jesús (Mt 27,32-44; Mc 15,21-32; Lc 23,26-43)
Tomaron, pues, a Jesús 17 que, cargando con su propia cruz, se encaminó hacia el llamado “lugar de la Calavera” (que en la lengua de los judíos se conoce como “Gólgota”). 18 Allí lo crucificaron, y con él crucificaron también a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio.
19 Pilato mandó poner sobre la cruz un letrero con esta inscripción: “Jesús de Nazaret, el rey de los judíos.” 20 La inscripción fue leída por muchos judíos, porque el lugar donde Jesús había sido crucificado estaba cerca de la ciudad. Además, el texto estaba escrito en hebreo, latín y griego. 21 Así que los jefes de los sacerdotes se presentaron a Pilato y le dijeron:
— No pongas: “El rey de los judíos” sino: “Este hombre dijo: Yo soy el rey de los judíos”.
22 Pero Pilato les contestó:
— Que quede escrito lo que yo mandé escribir.
La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España