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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
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La Palabra (España) (BLP)
Version
2 Crónicas 28-29

Reinado de Ajaz (2 Re 16,2-4.19-20)

28 Ajaz tenía veinte años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante dieciséis años. No actuó correctamente ante el Señor, su Dios, como su antepasado David, sino que siguió los pasos de los reyes de Israel, llegando incluso a fundir estatuas de los baales. Ofreció incienso en el valle de Ben Hinón y quemó a su hijo en sacrificio, imitando las perversas costumbres de las naciones que el Señor había expulsado ante los israelitas. También ofreció sacrificios y quemó incienso en los santuarios de los altos, sobre las colinas y bajo cualquier árbol frondoso.

El Señor, su Dios, lo entregó en poder del rey de Siria que, después de derrotarlo, capturó un gran número de prisioneros, que se llevó a Damasco. También lo entregó en poder del rey de Israel, que le infligió una gran derrota. Pecaj, el hijo de Remalías, mató en un solo día a ciento veinte mil judaítas, todos valerosos, por haber abandonado al Señor, Dios de sus antepasados. Y Zicrí, guerrero efraimita, mató al príncipe Maasías, a Azricán, mayordomo de palacio, y a Elcaná, lugarteniente del rey. Los israelitas tomaron de sus hermanos a doscientos mil prisioneros, contando mujeres, hijos e hijas, y se apoderaron también de un cuantioso botín, que se llevaron a Samaría. Había allí un profeta del Señor, llamado Obed que salió al encuentro del ejército, cuando llegaba a Samaría, y les dijo:

— El Señor, Dios de vuestros antepasados, enfurecido contra Judá, los ha entregado en vuestro poder. Pero vosotros los habéis matado con una saña que clama al cielo. 10 ¡Y encima pretendéis convertir a los habitantes de Judá y Jerusalén en vuestros esclavos y esclavas! ¿Acaso vosotros mismos no habéis pecado contra el Señor vuestro Dios? 11 Así que, hacedme caso y devolved a los prisioneros que habéis tomado de entre vuestros hermanos, porque os amenaza la ardiente cólera del Señor.

12 Algunos jefes efraimitas, como Azarías, hijo de Yojanán, Berequías, hijo de Mesilemot, Ezequías, hijo de Salún, y Amasá, hijo de Jadlay, se enfrentaron con el ejército que volvía, 13 diciendo:

— No metáis aquí a los prisioneros, porque nos haríais culpables ante el Señor. ¿O es que pensáis aumentar nuestros pecados y culpas, con lo grandes que son, y atraer la cólera ardiente del Señor contra Israel?

14 Entonces la tropa dejó los prisioneros y el botín ante las autoridades y ante toda la asamblea. 15 Hombres personalmente elegidos se dispusieron a hacerse cargo de los prisioneros: vistieron a todos los desnudos con material del botín, los vistieron y calzaron, les dieron de comer y de beber, los curaron, montaron en burros a los más débiles y los llevaron a Jericó, la ciudad de las palmeras, junto a sus hermanos. Luego regresaron a Samaría.

16 Por entonces el rey Ajaz pidió ayuda a los reyes de Asiria, 17 pues los edomitas habían vuelto a atacar a Judá, llevándose prisioneros; 18 y los filisteos habían invadido las ciudades de la Sefela y del Négueb, pertenecientes a Judá, y se habían apoderado de Bet Semes, Ayalón y Guederón, así como de Socó, Timná, Guimzó y de sus aldeas respectivas, estableciéndose allí. 19 Y es que el Señor humillaba a Judá por culpa de su rey Ajaz, que había promovido el libertinaje en Judá y había sido absolutamente infiel al Señor. 20 Cuando llegó Tiglatpiléser, el rey de Asiria, lo asedió, en vez de ayudarlo. 21 Y aunque Ajaz despojó el Templo, el palacio real y las casas de las autoridades para pagar al rey de Asiria, no le sirvió de nada. 22 Incluso en los momentos del asedio el rey Ajaz aumentó su infidelidad al Señor, 23 pues ofreció sacrificios a los dioses de Damasco que lo habían derrotado, pensando: “Puesto que los dioses de Aram ayudan a sus reyes, les ofreceré sacrificios y también me ayudarán a mí”. Sin embargo, fueron su perdición y la de todo Israel.

24 Ajaz reunió los objetos del Templo y los hizo añicos, cerró las puertas del Templo del Señor y se hizo altares en todos los rincones de Jerusalén. 25 Construyó también santuarios en cada ciudad de Judá para quemar incienso a los dioses ajenos, indignando con ello al Señor, Dios de sus antepasados.

26 El resto de la historia de Ajaz, y todas sus andanzas de principio a fin, está escrito en el libro de los Reyes de Judá e Israel. 27 Cuando Ajab murió, fue enterrado en la ciudad de Jerusalén, pero no lo llevaron al panteón real. Su hijo Ezequías le sucedió como rey.

Reinado de Ezequías (29—32)

Ezequías y la purificación del Templo (2 Re 18,1-3)

29 Ezequías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante veintisiete años. Su madre se llamaba Abías y era hija de Zacarías. Actuó correctamente ante el Señor como había hecho su antepasado David.

El primer mes del año primero de su reinado abrió las puertas del Templo del Señor y las reparó. Luego convocó a los sacerdotes y levitas, los reunió en la plaza oriental y les dijo:

— Levitas, escuchadme: Purificaos ahora, purificad el Templo del Señor, Dios de vuestros antepasados, y sacad del santuario la impureza. Pues nuestros antepasados se han rebelado y han ofendido al Señor nuestro Dios; lo han abandonado, se han despreocupado de la morada del Señor y le han vuelto la espalda. Incluso han llegado a cerrar las puertas del atrio, apagando las lámparas y dejando de quemar incienso y de ofrecer holocaustos en el santuario al Dios de Israel. Por eso el Señor se ha enfurecido contra Judá y Jerusalén y las ha convertido en objeto de espanto, estupefacción y burla, como estáis viendo con vuestros propios ojos. Por eso nuestros mayores murieron a espada, y nuestros hijos, hijas y mujeres fueron deportados. 10 Ahora quiero sellar una alianza con el Señor, Dios de Israel, para que aparte de nosotros su cólera. 11 Por tanto, hijos míos, no os descuidéis, porque el Señor os ha elegido para estar con él, para servirlo como ministros y para ofrecerle incienso.

12 Estos son los levitas que intervinieron: Májat, hijo de Amasay, y Joel, hijo de Azarías, descendientes de Queat; Quis, hijo de Abdí, y Azarías, hijo de Jalelel, descendientes de Merarí; Joaj, hijo de Zimá, y su hijo Eden, descendientes de Guersón; 13 Simrí y Jiel, descendientes de Elisafán; Zacarías y Matanías, descendientes de Asaf; 14 Jejiel y Simeí, descendientes de Hemán; y Semaías y Uziel, descendientes de Jedutún. 15 Ellos reunieron a sus hermanos, se purificaron y fueron a limpiar el Templo como había ordenado el rey a instancias del Señor. 16 Los sacerdotes entraron en el interior del Templo para limpiarlo y sacaron al atrio todas las cosas impuras que encontraron en el Templo; luego los levitas las recogieron para tirarlas fuera, al torrente Cedrón. 17 El día uno del primer mes comenzaron la purificación, el día ocho llegaron a la nave del Templo y dedicaron otros ocho días a la purificación del Templo, que concluyeron el día dieciséis del primer mes. 18 Entonces se presentaron ante el rey Ezequías y le dijeron:

— Ya hemos limpiado todo el Templo del Señor: el altar del holocausto con todos sus utensilios y la mesa de los panes de la ofrenda con los suyos. 19 También hemos reparado y purificado todos los objetos que profanó el rey Ajaz con sus infidelidades durante su reinado, y los hemos dejado ante el altar del Señor.

20 A la mañana siguiente el rey Ezequías reunió a las autoridades de la ciudad y subió al Templo. 21 Llevaron siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete machos cabríos para expiar los pecados de la monarquía, del santuario y de Judá; acto seguido el rey ordenó a los sacerdotes descendientes de Aarón que los ofreciesen en holocausto sobre el altar del Señor. 22 Los sacerdotes sacrificaron los novillos, recogieron la sangre y la derramaron sobre altar; y lo mismo hicieron con los carneros y los corderos. 23 Luego acercaron los chivos expiatorios ante el rey y ante la comunidad, que pusieron sus manos sobre ellos; 24 por su parte, los sacerdotes los sacrificaron y derramaron su sangre sobre el altar en expiación por los pecados de todo Israel, pues el rey había ordenado que el holocausto y el sacrificio se ofreciesen por todo Israel. 25 A continuación el rey hizo instalar en el Templo a los levitas con platillos, salterios y cítaras, según lo dispuesto por David, por Gad, el vidente del rey, y por el profeta Natán; lo hicieron según la orden divina transmitida por los profetas. 26 Los levitas estaban de pie con los instrumentos musicales de David, y los sacerdotes, con las trompetas. 27 Entonces Ezequías ordenó ofrecer el holocausto sobre el altar y, en el momento en que comenzaba el holocausto, comenzó también el canto en honor del Señor y el toque de trompetas, acompañados por los instrumentos musicales de David, rey de Israel. 28 Toda la asamblea permaneció postrada hasta que terminó el holocausto, mientras sonaban los cantos y tocaban las trompetas. 29 Terminado el holocausto, el rey y todos los presentes se arrodillaron en actitud de adoración. 30 El rey Ezequías y las autoridades ordenaron a los levitas que alabaran al Señor con salmos de David y del vidente Asaf. Los levitas cantaron con gran entusiasmo y se inclinaron en actitud de adoración. 31 Luego Ezequías tomó la palabra y dijo:

— Ahora que habéis quedado consagrados al Señor, acercaos a traer al Templo sacrificios y ofrendas de acción de gracias.

Entonces la comunidad llevó sacrificios y ofrendas de acción de gracias y los más generosos también llevaron holocaustos. 32 El número de víctimas que la comunidad ofreció al Señor en holocausto fue de setenta toros, cien carneros y doscientos corderos. 33 En total se ofrecieron seiscientos toros y tres mil corderos. 34 Como los sacerdotes resultaban insuficientes para desollar todas las víctimas, sus hermanos levitas los ayudaron a terminar la tarea, hasta que los sacerdotes se purificaron, pues los levitas se mostraron más predispuestos a purificarse que los sacerdotes. 35 Además de la gran cantidad de holocaustos, se ofreció también la grasa de los sacrificios de comunión y las libaciones de los holocaustos. De esta manera quedó restablecido el culto del Templo del Señor.

36 Ezequías y toda la gente se alegraron de que Dios hubiera animado al pueblo, pues todo se había hecho con rapidez.

Juan 17

Plegaria de Jesús por los suyos

17 Después de decir todo esto, Jesús levantó los ojos al cielo y exclamó:

— Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Tú le has dado autoridad sobre todas las criaturas; que él dé ahora vida eterna a todos los que tú le has confiado. Y la vida eterna consiste en que te reconozcan a ti como único Dios verdadero, y a Jesucristo como tu enviado.

Yo he manifestado tu gloria aquí, en este mundo, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, pues, Padre, hónrame en tu presencia con aquella gloria que ya compartía contigo antes que el mundo existiera.

Te he dado a conocer a quienes me confiaste sacándolos del mundo. Eran tuyos; tú me los confiaste, y han obedecido tu mensaje. Ahora han comprendido que todo lo que me confiaste es tuyo; yo les he entregado la enseñanza que tú me entregaste y la han recibido. Saben, además, con absoluta certeza que yo he venido de ti y han creído que fuiste tú quien me enviaste.

Yo te ruego por ellos. No te ruego por los del mundo, sino por los que tú me confiaste, ya que son tuyos. 10 Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos resplandece mi gloria. 11 Desde ahora, ya no estaré en el mundo; pero ellos se quedan en el mundo, mientras que yo voy a ti. Protege con tu poder, Padre santo, a los que me has confiado, para que vivan unidos, como vivimos unidos nosotros.

12 Mientras estaba con ellos en el mundo, yo mismo cuidaba con tu poder a los que me confiaste. Los guardé de tal manera, que ninguno de ellos se ha perdido, fuera del que tenía que perderse en cumplimiento de la Escritura. 13 Ahora voy a ti y digo estas cosas mientras todavía estoy en el mundo para que ellos puedan compartir plenamente mi alegría.

14 Yo les he confiado tu mensaje, pero el mundo los odia, porque no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo. 15 No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal. 16 Como yo no pertenezco al mundo, tampoco ellos pertenecen al mundo. 17 Haz que se consagren a ti por medio de la verdad; tu mensaje es la verdad.

18 Yo los he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí. 19 Por ellos yo me consagro para que también ellos sean consagrados por medio de la verdad.

20 Y no te ruego sólo por ellos; te ruego también por todos los que han de creer en mí por medio de su mensaje. 21 Te pido que todos vivan unidos. Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros. De este modo el mundo creerá que tú me has enviado.

22 Yo les he comunicado la gloria con que tú me has glorificado, de manera que sean uno, como lo somos nosotros. 23 Como tú vives en mí, vivo yo en ellos para que alcancen la unión perfecta y así el mundo reconozca que tú me has enviado y que los amas a ellos como me amas a mí. 24 Es mi deseo, Padre, que todos estos que tú me has confiado estén conmigo y contemplen mi gloria, la que me diste antes de que el mundo existiese.

25 Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo te conozco, y todos estos han llegado a conocer que tú me has enviado. 26 Les he dado a conocer quién eres, y continuaré dándoselo a conocer, para que el amor que tú me tienes se manifieste en ellos y yo mismo viva en ellos.

La Palabra (España) (BLP)

La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España