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Old/New Testament

Each day includes a passage from both the Old Testament and New Testament.
Duration: 365 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Lamentaciones 3-5

Esperanza en la fidelidad del Señor

Yo soy el que ha visto las aflicciones
    que provienen de la vara del enojo del Señor.
Me llevó a las tinieblas,
    y dejó fuera toda luz.
Volvió su mano contra mí
    una y otra vez, todo el día.

Hizo que mi piel y mi carne envejecieran;
    quebró mis huesos.
Me sitió y me rodeó
    de angustia y aflicción.
Me enterró en un lugar oscuro,
    como a los que habían muerto hace tiempo.

Me cercó con un muro, y no puedo escapar;
    me ató con pesadas cadenas.
Y a pesar de que lloro y grito,
    cerró sus oídos a mis oraciones.
Impidió mi paso con un muro de piedra;
    hizo mis caminos tortuosos.

10 Se escondió como un oso o un león,
    esperando atacarme.
11 Me arrastró fuera del camino, me descuartizó
    y me dejó indefenso y destruido.
12 Tensó su arco
    y me hizo el blanco de sus flechas.

13 Disparó sus flechas
    a lo profundo de mi corazón.
14 Mi propio pueblo se ríe de mí;
    todo el día repiten sus canciones burlonas.
15 Él me llenó de amargura
    y me dio a beber una copa amarga de dolor.

16 Me hizo masticar piedras;
    me revolcó en el polvo.
17 Me arrebató la paz
    y ya no recuerdo qué es la prosperidad.
18 Yo exclamo: «¡Mi esplendor ha desaparecido!
    ¡Se perdió todo lo que yo esperaba del Señor!».

19 Recordar mi sufrimiento y no tener hogar
    es tan amargo que no encuentro palabras.[a]
20 Siempre tengo presente este terrible tiempo
    mientras me lamento por mi pérdida.
21 No obstante, aún me atrevo a tener esperanza
    cuando recuerdo lo siguiente:

22 ¡El fiel amor del Señor nunca se acaba[b]!
    Sus misericordias jamás terminan.
23 Grande es su fidelidad;
    sus misericordias son nuevas cada mañana.
24 Me digo: «El Señor es mi herencia,
    por lo tanto, ¡esperaré en él!».

25 El Señor es bueno con los que dependen de él,
    con aquellos que lo buscan.
26 Por eso es bueno esperar en silencio
    la salvación que proviene del Señor.
27 Y es bueno que todos se sometan desde temprana edad
    al yugo de su disciplina:

28 Que se queden solos en silencio
    bajo las exigencias del Señor.
29 Que se postren rostro en tierra,
    pues quizá por fin haya esperanza.
30 Que vuelvan la otra mejilla a aquellos que los golpean
    y que acepten los insultos de sus enemigos.

31 Pues el Señor no abandona
    a nadie para siempre.
32 Aunque trae dolor, también muestra compasión
    debido a la grandeza de su amor inagotable.
33 Pues él no se complace en herir a la gente
    o en causarles dolor.

34 Si la gente pisotea
    a todos los prisioneros de la tierra,
35 si privan a otros de sus derechos,
    desafiando al Altísimo,
36 si tuercen la justicia en los tribunales,
    ¿acaso no ve el Señor todas estas cosas?

37 ¿Quién puede ordenar que algo suceda
    sin permiso del Señor?
38 ¿No envía el Altísimo
    tanto calamidad como bien?
39 Entonces, ¿por qué nosotros, simples humanos,
    habríamos de quejarnos cuando somos castigados por nuestros pecados?

40 En cambio, probemos y examinemos nuestros caminos
    y volvamos al Señor.
41 Levantemos nuestro corazón y nuestras manos
    al Dios del cielo y digamos:
42 «Hemos pecado y nos hemos rebelado,
    y no nos has perdonado.

43 »Nos envolviste en tu enojo, nos perseguiste
    y nos masacraste sin misericordia.
44 Te escondiste en una nube
    para que nuestras oraciones no pudieran llegar a ti.
45 Nos desechaste como a basura y como a desperdicio
    entre las naciones.

46 »Todos nuestros enemigos
    se han pronunciado en contra de nosotros.
47 Estamos llenos de miedo,
    porque nos encontramos atrapados, destruidos y arruinados».
48 ¡Ríos de lágrimas brotan de mis ojos
    por la destrucción de mi pueblo!

49 Mis lágrimas corren sin cesar;
    no pararán
50 hasta que el Señor mire
    desde el cielo y vea.
51 Se me destroza el corazón
    por el destino de todas las mujeres de Jerusalén.

52 Mis enemigos, a quienes nunca les hice daño,
    me persiguieron como a un pájaro.
53 Me arrojaron a un hoyo
    y dejaron caer piedras sobre mí.
54 El agua subió hasta cubrir mi cabeza
    y yo exclamé: «¡Este es el fin!».

55 Pero desde lo profundo del hoyo,
    invoqué tu nombre, Señor.
56 Me oíste cuando clamé: «¡Escucha mi ruego!
    ¡Oye mi grito de socorro!».
57 Así fue, cuando llamé, tú viniste;
    me dijiste: «No tengas miedo».

58 Señor, has venido a defenderme;
    has redimido mi vida.
59 Viste el mal que me hicieron, Señor;
    sé mi juez y demuestra que tengo razón.
60 Has visto los planes vengativos
    que mis enemigos han tramado contra mí.

61 Señor, tú oíste los nombres repugnantes con los que me llaman
    y conoces los planes que hicieron.
62 Mis enemigos susurran y hablan entre dientes
    mientras conspiran contra mí todo el día.
63 ¡Míralos! Estén sentados o de pie,
    yo soy el objeto de sus canciones burlonas.

64 Señor, dales su merecido
    por todo lo malo que han hecho.
65 ¡Dales corazones duros y tercos,
    y después, que tu maldición caiga sobre ellos!
66 Persíguelos en tu enojo
    y destrúyelos bajo los cielos del Señor.

El enojo de Dios queda satisfecho

¡Cómo perdió su brillo el oro!
    Hasta el oro más preciado se volvió opaco.
¡Las piedras preciosas sagradas
    yacen esparcidas en las calles!

Miren cómo los preciosos hijos de Jerusalén,[c]
    que valen su peso en oro puro,
ahora son tratados como vasijas de barro
    hechas por un alfarero común y corriente.

Hasta los chacales amamantan a sus cachorros,
    pero mi pueblo Israel no lo hace;
ignoran los llantos de sus hijos,
    como los avestruces del desierto.

La lengua reseca de sus pequeños
    se pega al paladar a causa de la sed.
Los niños lloran por pan,
    pero nadie tiene para darles.

Los que antes comían los manjares más ricos
    ahora mendigan en las calles por cualquier cosa que puedan obtener.
Los que antes vestían ropa de la más alta calidad
    ahora hurgan en los basureros buscando qué comer.

La culpa[d] de mi pueblo
    es mayor que la de Sodoma,
donde, en un instante, cayó el desastre total
    y nadie ofreció ayuda.

Nuestros príncipes antes rebosaban de salud,
    más brillantes que la nieve, más blancos que la leche.
Sus rostros eran tan rosados como rubíes,
    su aspecto como joyas preciosas.[e]

Pero ahora sus caras son más negras que el carbón;
    nadie los reconoce en las calles.
La piel se les pega a los huesos;
    está tan seca y dura como la madera.

Los que murieron a espada terminaron mejor
    que los que mueren de hambre.
Hambrientos, se consumen
    por la falta de comida de los campos.

10 Mujeres de buen corazón
    han cocinado a sus propios hijos;
los comieron
    para sobrevivir el sitio.

11 Pero ahora, quedó satisfecho el enojo del Señor;
    su ira feroz ha sido derramada.
Prendió un fuego en Jerusalén[f]
    que quemó la ciudad hasta sus cimientos.

12 Ningún rey sobre toda la tierra,
    nadie en todo el mundo,
hubiera podido creer que un enemigo
    lograra entrar por las puertas de Jerusalén.

13 No obstante, ocurrió a causa de los pecados de sus profetas
    y de los pecados de sus sacerdotes,
que profanaron la ciudad
    al derramar sangre inocente.

14 Vagaban a ciegas
    por las calles,
tan contaminados por la sangre
    que nadie se atrevía a tocarlos.

15 «¡Apártense!—les gritaba la gente—.
    ¡Ustedes están contaminados! ¡No nos toquen!».
Así que huyeron a tierras distantes
    y deambularon entre naciones extranjeras,
    pero nadie les permitió quedarse.

16 El Señor mismo los dispersó,
    y ya no los ayuda.
La gente no tiene respeto por los sacerdotes
    y ya no honra a los líderes.

17 En vano esperamos que nuestros aliados
    vinieran a salvarnos,
pero buscábamos socorro en naciones
    que no podían ayudarnos.

18 Era imposible andar por las calles
    sin poner en peligro la vida.
Se acercaba nuestro fin; nuestros días estaban contados.
    ¡Estábamos condenados!

19 Nuestros enemigos fueron más veloces que las águilas en vuelo.
    Si huíamos a las montañas, nos encontraban;
si nos escondíamos en el desierto,
    allí estaban esperándonos.

20 Nuestro rey—el ungido del Señor, la vida misma de nuestra nación—
    quedó atrapado en sus lazos.
¡Pensábamos que su sombra
    nos protegería contra cualquier nación de la tierra!

21 ¿Te estás alegrando en la tierra de Uz,
    oh pueblo de Edom?
Tú también beberás de la copa del enojo del Señor;
    tú también serás desnudada en tu borrachera.

22 Oh bella Jerusalén,[g] tu castigo tendrá fin;
    pronto regresarás del destierro.
Pero Edom, tu castigo apenas comienza;
    pronto serán puestos al descubierto tus muchos pecados.

Oración por restauración

Señor, recuerda lo que nos ha sucedido.
    ¡Mira cómo hemos sido deshonrados!
Se entregó nuestra herencia a extraños,
    y nuestras casas, a extranjeros.
Somos huérfanos, sin padre,
    y nuestras madres son viudas.
Tenemos que pagar por el agua que bebemos,
    y hasta la leña es costosa.
Los que nos persiguen nos pisan los talones;
    estamos agotados pero no encontramos descanso.
Nos sometimos a Egipto y a Asiria
    para conseguir alimentos y así sobrevivir.
Nuestros antepasados pecaron, pero murieron,
    ¡y nosotros sufrimos el castigo que ellos merecían!

Los esclavos son ahora nuestros amos;
    no ha quedado nadie para rescatarnos.
Buscamos comida a riesgo de nuestra vida
    porque la violencia domina el campo.
10 El hambre hizo ennegrecer nuestra piel
    como si hubiera sido quemada en el horno.
11 Nuestros enemigos violaron a las mujeres de Jerusalén[h]
    y a las muchachas de las ciudades de Judá.
12 Cuelgan a nuestros príncipes de las manos,
    y tratan a nuestros ancianos con desprecio.
13 Llevan a los jóvenes a trabajar en los molinos,
    y los niños tambalean bajo pesadas cargas de leña.
14 Los ancianos ya no se sientan en las puertas de la ciudad;
    los jóvenes ya no bailan ni cantan.
15 La alegría abandonó nuestro corazón;
    nuestras danzas se convirtieron en luto.
16 Cayeron las guirnaldas[i] de nuestra cabeza.
    Lloren por nosotros porque hemos pecado.
17 Tenemos el corazón angustiado y cansado,
    y nuestros ojos se nublan por las lágrimas,
18 porque Jerusalén[j] está vacía y desolada;
    es un lugar donde merodean los chacales.

19 ¡Pero Señor, tú serás el mismo para siempre!
    Tu trono continúa de generación en generación.
20 ¿Por qué sigues olvidándonos?
    ¿Por qué nos has abandonado por tanto tiempo?
21 ¡Restáuranos, oh Señor, y haz que regresemos a ti!
    ¡Devuélvenos la alegría que teníamos antes!
22 ¿O acaso nos has rechazado por completo?
    ¿Todavía estás enojado con nosotros?

Hebreos 10:19-39

Un llamado a permanecer firmes

19 Así que, amados hermanos, podemos entrar con valentía en el Lugar Santísimo del cielo por causa de la sangre de Jesús. 20 Por su muerte,[a] Jesús abrió un nuevo camino—un camino que da vida—a través de la cortina al Lugar Santísimo. 21 Ya que tenemos un gran Sumo Sacerdote que gobierna la casa de Dios, 22 entremos directamente a la presencia de Dios con corazón sincero y con plena confianza en él. Pues nuestra conciencia culpable ha sido rociada con la sangre de Cristo a fin de purificarnos, y nuestro cuerpo ha sido lavado con agua pura.

23 Mantengámonos firmes sin titubear en la esperanza que afirmamos, porque se puede confiar en que Dios cumplirá su promesa. 24 Pensemos en maneras de motivarnos unos a otros a realizar actos de amor y buenas acciones. 25 Y no dejemos de congregarnos, como lo hacen algunos, sino animémonos unos a otros, sobre todo ahora que el día de su regreso se acerca.

26 Queridos amigos, si seguimos pecando a propósito después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda ningún sacrificio que cubra esos pecados. 27 Solo queda la terrible expectativa del juicio de Dios y el fuego violento que consumirá a sus enemigos. 28 Pues todo el que rehusaba obedecer la ley de Moisés era ejecutado sin compasión por el testimonio de dos o tres testigos. 29 Piensen, pues, cuánto mayor será el castigo para quienes han pisoteado al Hijo de Dios y han considerado la sangre del pacto—la cual nos hizo santos—como si fuera algo vulgar e inmundo, y han insultado y despreciado al Espíritu Santo que nos trae la misericordia de Dios. 30 Pues conocemos al que dijo:

«Yo tomaré venganza;
    yo les pagaré lo que se merecen»[b].

También dijo:

«El Señor juzgará a su propio pueblo»[c].

31 ¡Es algo aterrador caer en manos del Dios vivo!

32 Acuérdense de los primeros tiempos, cuando recién aprendían acerca de Cristo.[d] Recuerden cómo permanecieron fieles aunque tuvieron que soportar terrible sufrimiento. 33 Algunas veces los ponían en ridículo públicamente y los golpeaban, otras veces ustedes ayudaban a los que pasaban por lo mismo. 34 Sufrieron junto con los que fueron metidos en la cárcel y, cuando a ustedes les quitaron todos sus bienes, lo aceptaron con alegría. Sabían que en el futuro les esperaban cosas mejores, que durarán para siempre.

35 Por lo tanto, no desechen la firme confianza que tienen en el Señor. ¡Tengan presente la gran recompensa que les traerá! 36 Perseverar con paciencia es lo que necesitan ahora para seguir haciendo la voluntad de Dios. Entonces recibirán todo lo que él ha prometido.

37 «Pues, dentro de muy poco tiempo,
    Aquel que viene vendrá sin demorarse.
38 Mis justos vivirán por la fe.[e]
    Pero no me complaceré con nadie que se aleje»[f].

39 Pero nosotros no somos de los que se apartan de Dios hacia su propia destrucción. Somos los fieles, y nuestras almas serán salvas.

Nueva Traducción Viviente (NTV)

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