New Testament in a Year
Jesús expulsa unos demonios
(Mt 8:28-34; Mr 5:1-20)
26 Entonces navegaron al otro lado del lago a la región donde vivían los gerasenos, frente a Galilea. 27 Cuando Jesús bajó a tierra, se encontró con un hombre que venía del pueblo. El hombre estaba poseído por unos demonios. Hacía mucho tiempo que andaba desnudo y no vivía en ninguna casa, sino entre las tumbas.
28 Cuando el hombre vio a Jesús, cayó ante él, gritando muy fuerte:
—¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te suplico que no me atormentes.
29 Es que Jesús ordenaba al espíritu maligno que saliera del hombre. Muchas veces se había apoderado de él y a veces terminaba en la cárcel encadenado de pies y manos, pero el hombre siempre rompía las cadenas. El demonio lo hacía vagar por lugares solitarios. 30 Entonces Jesús le preguntó:
—¿Cómo te llamas?
Él contestó:
—Legión[a].
Dijo esto porque muchos demonios habían entrado en él. 31 Y ellos le rogaron a Jesús que no les diera orden de irse a la oscuridad eterna[b]. 32 Había muchos cerdos comiendo en el cerro. Los demonios le rogaron a Jesús que los dejara entrar en los cerdos y él los dejó. 33 Entonces los demonios salieron del hombre y entraron en los cerdos. Todos los cerdos se echaron a correr pendiente abajo por el barranco, cayeron en el lago y se ahogaron.
34 Los encargados de cuidar los cerdos vieron lo que había pasado, y salieron huyendo a contarlo en el pueblo y en el campo. 35 La gente salió a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y encontraron al hombre del que habían salido los demonios sentado a sus pies, vestido y en su sano juicio. La gente tuvo miedo. 36 Los que vieron lo ocurrido les contaron a los demás cómo había sido sanado el hombre que tenía demonios. 37 Entonces todos los de la región de Gerasa le pidieron a Jesús que se fuera porque estaban llenos de temor. Así que Jesús subió a la barca para regresar a Galilea. 38 El hombre del que habían salido los demonios le rogaba que lo dejara acompañarlo, pero Jesús le dijo que se fuera:
39 —Regresa a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti.
De esa forma, el hombre se fue y le contó a todo el pueblo lo mucho que Jesús había hecho por él.
La hija de Jairo y la mujer enferma
(Mt 9:18-26; Mr 5:21-43)
40 Cuando Jesús regresó a Galilea, la multitud lo recibió muy bien, porque todos lo estaban esperando. 41 En ese momento llegó un hombre llamado Jairo, dirigente de la sinagoga. Se arrodilló a los pies de Jesús y le rogó que fuera a su casa, 42 porque su única hija, que tenía doce años, se estaba muriendo.
Toda la gente apretujaba a Jesús al ir hacia la casa de Jairo. 43 Había allí una mujer que llevaba doce años sufriendo de flujos de sangre. Había gastado todo su dinero en médicos,[c] pero ninguno la había podido sanar. 44 Ella se le acercó a Jesús por detrás, le tocó el borde de su manto e inmediatamente dejó de sangrar. 45 Entonces Jesús dijo:
—¿Quién me acaba de tocar?
Todos dijeron que nadie y Pedro le dijo:
—Maestro, toda la gente a tu alrededor está empujándote y apretujándote.
46 Sin embargo, Jesús insistió:
—Alguien me tocó. Sentí que salió poder de mí.
47 Cuando la mujer vio que no se podía esconder, se acercó a Jesús temblando y se arrodilló a sus pies. Todos la escucharon explicar por qué lo había tocado y cómo había sanado al instante. 48 Entonces Jesús le dijo:
—Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz.
49 Mientras Jesús decía esto, vino alguien de la casa del dirigente de la sinagoga y le dijo:
—Tu hija ha muerto. No molestes más al maestro.
50 Pero al oír esto, Jesús le dijo al dirigente de la sinagoga:
—No tengas miedo; sólo cree y ella será sanada.
51 Jesús llegó a la casa y no dejó que nadie entrara con él. Sólo dejó entrar a Pedro, Juan, Santiago y a los padres de la niña. 52 Toda la gente estaba llorando y lamentándose por ella. Jesús les dijo:
—Dejen de llorar. Ella no está muerta, sólo está dormida.
53 Entonces todos se burlaron de él porque sabían que la niña ya estaba muerta. 54 Pero Jesús la tomó de la mano y le dijo:
—¡Levántate, niña!
55 Ella volvió a la vida e inmediatamente se levantó. Luego Jesús ordenó que le dieran algo de comer. 56 Sus padres quedaron completamente atónitos, pero Jesús les dijo que no le contaran a nadie lo que había pasado.
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