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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
1 Samuel 17

David y Goliat

17 Los filisteos reunieron sus tropas para la guerra, se concentraron en Soco de Judá y acamparon en Efes Damín, entre Soco y Acecá. Saúl y los israelitas también se reunieron, acamparon en el valle de Elá y se organizaron para enfrentarse a los filisteos. Los filisteos tomaron posiciones en un monte y los israelitas en otro, separados por un valle.

Del campamento filisteo se adelantó un campeón llamado Goliat de más de tres metros de estatura. Llevaba un casco de bronce en la cabeza y vestía una coraza de mallas también de bronce, que pesaba unos cincuenta y cinco kilos Llevaba en los pies botas de bronce y una jabalina del mismo metal a la espalda. El asta de su lanza era como un madero de telar y su punta de hierro pesaba seiscientos siclos. Delante de él iba su escudero. Goliat se detuvo y gritó a los escuadrones israelitas:

— ¿Cómo es que salen en orden de batalla? Yo soy el filisteo y ustedes los servidores de Saúl. Elijan a uno que venga hasta aquí. Si es capaz de pelear conmigo y me vence, nosotros seremos sus esclavos. Pero si gano yo y lo venzo, ustedes serán nuestros esclavos y nos tendrán que servir.

10 Y el filisteo añadió:

— Yo desafío hoy a las filas israelitas. Envíenme a alguien para que luchemos cuerpo a cuerpo.

11 Cuando Saúl y los israelitas oyeron las palabras de aquel filisteo quedaron desconcertados y llenos de miedo.

12 David era hijo de un efrateo de Belén de Judá, llamado Jesé, que tenía ocho hijos y que en tiempos de Saúl era ya un viejo entrado en años. 13 Los tres hijos mayores de Jesé habían ido a la guerra con Saúl. Los nombres de los tres eran: Eliab el primogénito, Abinadab el segundo y Samá el tercero. 14 David era el más pequeño. Como los tres mayores se habían ido con Saúl, 15 David iba ocasionalmente donde Saúl, pero volvía para cuidar el rebaño de su padre en Belén.

16 Durante cuarenta días el filisteo se acercó desafiante mañana y tarde.

17 Jesé dijo a su hijo David:

— Toma esta medida de grano tostado y estos diez panes para tus hermanos y llévalos rápido al campamento. 18 Lleva también estos diez quesos al capitán de su unidad. Interésate por la salud de tus hermanos y vuelve con alguna señal. 19 Están con Saúl y los israelitas en el valle de Elá, luchando contra los filisteos.

20 Al día siguiente David madrugó, dejó el rebaño al cuidado de un pastor, cargó las provisiones y se marchó, como le había mandado su padre. Cuando llegó al campo de batalla, el ejército salía a tomar posiciones, lanzando el grito de guerra. 21 Israelitas y filisteos tomaron posiciones frente a frente. 22 David dejó la carga que llevaba al cuidado del encargado de intendencia, corrió hacia la formación y se interesó por la salud de sus hermanos. 23 Mientras hablaba con ellos, aquel campeón filisteo llamado Goliat, de Gat, salió de las filas filisteas y volvió a repetir las consabidas palabras. Y David lo oyó. 24 Cuando vieron a aquel hombre, todos los israelitas huyeron de su presencia llenos de miedo. 25 Un israelita dijo:

— ¿Han visto a ese hombre que se adelanta? Viene a desafiar a Israel. A quien sea capaz de vencerlo el rey lo colmará de riquezas, le entregará a su hija y eximirá de impuestos a su familia.

26 Entonces David preguntó a los que estaban junto a él:

— ¿Qué se le dará a quien venza a ese filisteo y limpie la deshonra de Israel? Y ¿quién es ese filisteo incircunciso para desafiar a las huestes del Dios vivo?

27 La gente le repitió lo mismo de antes sobre la recompensa que recibiría el que lo venciese. 28 Su hermano mayor, Eliab, oyó a David hablar con los soldados y, encolerizado contra él, le dijo:

— ¿A qué has venido? ¿A quién le has dejado el pequeño rebaño en el desierto? Ya conozco tu insolencia y tus artimañas, pues sólo has venido para ver la batalla.

29 David le respondió:

— Pero, ¿qué he hecho yo ahora? Sólo estaba preguntando.

30 Se alejó de su hermano y acercándose a otro, le hizo la misma pregunta. Y la gente volvió a responderle como antes. 31 Al oír lo que decía David, fueron a contárselo a Saúl y este lo mandó llamar. 32 David dijo a Saúl:

— ¡Que nadie se desmoralice por su culpa! ¡Este siervo tuyo irá a luchar contra ese filisteo!

33 Saúl le respondió:

— Tú no puedes ir a enfrentarte con ese filisteo, pues tú no eres más que un muchacho y él es todo un guerrero desde su mocedad.

34 Pero David le replicó:

— Este siervo tuyo ha sido pastor del rebaño de mi padre y cuando llegaba un león o un oso a llevarse alguna oveja del rebaño, 35 yo lo perseguía, lo golpeaba y se la quitaba de la boca. Y si me atacaba, lo agarraba de la cabeza y lo golpeaba hasta matarlo. 36 Este siervo tuyo ha matado leones y osos, y ese filisteo incircunciso correrá la misma suerte por haber desafiado a las huestes del Dios vivo.

37 Y añadió:

— El Señor que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, me librará del poder de ese filisteo.

Entonces Saúl le dijo:

— Anda y que el Señor te acompañe.

38 Saúl vistió a David con su armadura, le puso en la cabeza un casco de bronce y lo revistió con una coraza. 39 Luego David se ciñó la espada de Saúl sobre sus ropas e intentó andar, pero no estaba entrenado. Entonces le dijo a Saúl:

— No puedo moverme con esto, porque no estoy entrenado.

Se quitó, pues, todo aquello de encima, 40 agarró su bastón, escogió cinco piedras lisas del arroyo, las metió en los bolsillos de su zurrón de pastor y, con su honda en la mano, se acercó al filisteo. 41 El filisteo, precedido de su escudero, se iba acercando poco a poco a David. 42 El filisteo miró y, cuando vio a David, lo menospreció, pues no era más que un muchacho de piel sonrosada y bien parecido. 43 El filisteo le dijo a David:

— ¿Acaso me tomas por un perro y vienes a atacarme con un palo?

Y maldijo a David invocando a sus dioses. 44 Luego le dijo:

— Ven aquí, que voy a echar tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo.

45 David le respondió:

— Tú vienes contra mí armado de espada, lanza y jabalina; yo voy contra ti en nombre del Señor del universo, el Dios de las huestes de Israel, a quien tú has desafiado. 46 Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos, te mataré y te arrancaré la cabeza. Y hoy mismo echaré tu cadáver y los cadáveres del campamento filisteo a las aves del cielo y a las fieras del campo. Así sabrá todo el mundo que Israel tiene un Dios. 47 Y todos los aquí reunidos reconocerán que el Señor da la victoria sin espadas ni lanzas, pues esta es la guerra del Señor y él los entregará a ustedes en nuestro poder.

48 Entonces el filisteo se puso en marcha para acercarse a David; este, por su parte, salió corriendo velozmente a su encuentro, 49 echó mano a su zurrón, sacó una piedra, la lanzó con la honda y le pegó en la frente al filisteo. La piedra se le clavó en la frente y cayó de bruces al suelo. 50 Y así, con la honda y la piedra, David venció al filisteo; lo golpeó y lo mató sin empuñar espada. 51 Luego echó a correr y se detuvo junto al filisteo, agarró su espada, la desenvainó, lo remató y le cortó con ella la cabeza. Vieron los filisteos que su campeón había muerto y salieron huyendo. 52 Entonces los soldados de Israel y Judá lanzaron el grito de guerra y salieron en persecución de los filisteos hasta la entrada de Gat y hasta las puertas de Ecrón. Y el camino que va desde Saaráin hasta Gat y Ecrón quedó sembrado de cadáveres filisteos. 53 Cuando dejaron de perseguir a los filisteos, los israelitas regresaron a saquear su campamento. 54 En cuanto a David, tomó la cabeza del filisteo para llevarla a Jerusalén, pero guardó sus armas en su propia tienda.

David en la corte: Amistad con Jonatán

55 Cuando Saúl vio salir a David al encuentro del filisteo, preguntó a Abner, general del ejército:

— Abner, ¿de quién es hijo ese muchacho?

Abner respondió:

— Te juro que no lo sé.

56 Saúl le dijo:

— Pregunta de quién es hijo el joven.

57 Cuando David volvió de matar al filisteo, Abner lo tomó y lo presentó a Saúl con la cabeza del filisteo en la mano. 58 Saúl le preguntó:

— Muchacho, ¿de quién eres hijo?

David le respondió.

— De tu siervo Jesé, el de Belén.

Romanos 15

El ejemplo de Cristo

15 Nosotros, los que tenemos una fe bien formada, debemos prescindir de nuestro propio gusto y cargar con las debilidades de quienes no la tienen todavía. Que cada uno de nosotros procure agradar a los demás, buscando su bien y su crecimiento en la fe. Porque tampoco Cristo buscó su propia satisfacción; al contrario, como dice la Escritura: los insultos de quienes te insultan han caído sobre mí.

Y lo que dice la Escritura se escribió para enseñanza nuestra, a fin de que, uniendo nuestra constancia al consuelo que proporcionan las Escrituras, mantengamos la esperanza. Ojalá que Dios, la fuente de la constancia y del consuelo, les conceda a ustedes vivir en mutua armonía, según el ejemplo de Cristo para que todos ustedes juntos y a una sola voz alaben a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo. Acójanse, pues, unos a otros, como Cristo los acogió a ustedes para gloria de Dios. Porque les digo que Cristo se hizo servidor de los judíos para mostrar que Dios es fiel al confirmar las promesas hechas a los antepasados, y al hacer que las naciones glorifiquen a Dios por su misericordia, como dice la Escritura:

Por eso te alabaré en medio de las naciones
y cantaré himnos en tu honor.

10 Y dice también:

Alégrense, naciones, juntamente con el pueblo de Dios.

11 Y de nuevo:

Alaben al Señor todas las naciones,
que todos los pueblos celebren su grandeza.

12 Y añade Isaías:

Surgirá un descendiente de la familia de Jesé;
se alzara para gobernar a los pueblos
y en él pondrán las naciones su esperanza.

13 Que el Dios de la esperanza, llene de alegría y paz la fe que ustedes tienen, para que desborden de esperanza sostenidos por la fuerza del Espíritu.

Conclusión (15,14—16,27)

La actividad misionera de Pablo

14 Por lo demás, hermanos míos, estoy convencido de que ustedes rebosan bondad y están repletos de ese conocimiento gracias al cual pueden aconsejarse unos a otros. 15 Me he atrevido, sin embargo, a escribirles con cierta audacia, tratando de refrescar su propia memoria. Lo hago amparado en el privilegio que Dios me ha concedido, 16 de ser ministro de Cristo Jesús entre las naciones, ejerciendo el oficio sagrado de anunciar la buena noticia de Dios, a fin de que los paganos se presenten como ofrenda agradable a Dios, consagrada por el Espíritu Santo.

17 Tengo, pues, motivos para enorgullecerme como cristiano en lo que atañe al servicio de Dios. 18 Y eso hablando únicamente —a más no me atrevo— de lo que Cristo ha llevado a cabo sirviéndose de mí para hacer que los paganos respondan a la fe. Se ha valido para ello de palabras y acciones, 19 de señales y prodigios, y de la fuerza del Espíritu. De este modo, desde Jerusalén y viajando en todas direcciones hasta llegar a Iliria, he proclamado a fondo el mensaje evangélico de Cristo. 20 Eso sí, hice siempre cuestión de amor propio proclamar ese mensaje allí donde Cristo era aún desconocido; nunca quise edificar sobre cimiento ajeno, 21 para que se cumpla la Escritura:

Los que no tenían noticia de él, podrán ver,
y los que nada habían oído de él, entenderán.

Planes de Pablo para visitar Roma

22 Ha sido precisamente esta tarea la que una y otra vez me ha impedido visitarlos. 23 Pero mi labor ha terminado ya en estos lugares, y como hace ya muchos años que deseo verlos, 24 confío en que, al fin, de paso para España, se logre mi deseo. Así lo espero, como también que me encaminen hacia allá después de haber disfrutado algún tiempo de la compañía de ustedes. 25 En este momento estoy a punto de emprender viaje a Jerusalén para prestar un servicio a aquellos hermanos en la fe. 26 Y es que los de Macedonia y Acaya han tenido a bien organizar una colecta en favor de los creyentes necesitados de Jerusalén. 27 Han tenido a bien, aunque en realidad es una obligación, ya que, si los paganos han participado en los bienes espirituales de los judíos, justo es que ahora los ayuden en lo material. 28 Cumplida esta misión, y una vez que haya entregado el fruto de la colecta, partiré para España pasando por Roma. 29 Estoy seguro de que la visita que pienso hacerles cuenta con la plena bendición de Cristo.

30 Finalmente, hermanos, un favor les pido por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu: apóyenme con sus oraciones ante Dios 31 para que pueda escapar con bien de los que en Judea se oponen a la fe y para que la ayuda que llevo a Jerusalén sea bien acogida por aquellos hermanos. 32 De este modo, cuando, Dios mediante, vaya a visitarlos, será grande mi alegría y podré descansar entre ustedes. 33 Que Dios, fuente de paz, esté con todos ustedes. Amén.

Lamentaciones 2

Segunda Elegía

¡Cómo ha nublado mi Dios,
con su cólera a Sión!
Desde el cielo echó por tierra
el esplendor de Israel,
olvidó lleno de ira
al pedestal de sus pies.

Dios destruyó sin piedad
las moradas de Jacob,
arrasó las fortalezas
de la hija de Judá
y echó por tierra, humillados,
a su reino y a sus príncipes.

Quebró, encendido de cólera,
todo el poder de Israel,
su mano escondió en la espalda
ante el ataque enemigo
y prendió fuego en Jacob
devorando sus contornos.

Enemigo, tensó el arco
y lo afianzó en su derecha;
cual adversario mató
todo lo más apreciado,
y en las tiendas de Sión
prendió el fuego de su cólera.

Es mi Dios un enemigo
que ha aniquilado a Israel:
desmanteló sus palacios,
derribó sus fortalezas
y llenó la capital
de gemidos y lamentos.

Forzó, cual huerto, su tienda
y arrasó el lugar de encuentro;
borró el Señor en Sión
festividades y sábados;
y rechazó enfurecido
a reyes y a sacerdotes.

Rechazó mi Dios su altar
y repudió su santuario,
entregando al enemigo
los muros de sus palacios;
daban gritos en el Templo,
como en un día de fiesta.

Decidió el Señor destruir
las murallas de Sión;
echó el cordel, sin quitar
la mano que derribaba;
muro y baluarte gemían
al desmoronarse juntos.

Tiró por tierra sus puertas,
quitó y rompió sus cerrojos;
su rey y sus príncipes viven
entre paganos; no hay ley,
ni los profetas reciben
sus visiones del Señor.

10 Silenciosos y por tierra,
los ancianos de Sión
se echan polvo en sus cabezas
y se visten de sayal;
humillan su rostro en tierra
las doncellas de Sión.

11 El llanto seca mis ojos,
mis entrañas se estremecen
y la hiel se me derrama
por la ruina de mi pueblo;
niños y bebés sucumben
por las calles del lugar.

12 “¿Dónde están el pan y el vino?”,
interpelan a las madres,
mientras yacen moribundos
en medio de la ciudad
y van quedando sin vida
en los brazos de sus madres.

13 ¿Con quién puedo compararte,
ciudad de Jerusalén?
¿Con qué ejemplo consolarte,
virgen, hija de Sión?
Un mar inmenso es tu herida:
¿quién te la podrá curar?

14 Tus profetas te anunciaban
falsas e ilusas visiones:
no descubrieron tu culpa
para hacer cambiar tu suerte;
sólo te dieron oráculos
falaces y seductores.

15 Baten palmas contra ti
todos los que van de paso;
silban, menean la cabeza
burlándose de Sión.
“¿Es esta la urbe más bella
y más alegre del mundo?”.

16 Abren contra ti sus bocas
todos tus enemigos;
silban, rechinan los dientes
y dicen: “¡Ya es pan comido!
¡Es el día que esperábamos!
¡Al fin lo hemos conseguido!”

17 Ha hecho el Señor lo fijado
y ha cumplido la promesa
que hace tiempo formuló:
sin piedad ha destruido,
alegrando a tu enemigo
y aumentando su poder.

18 ¡Grita con fuerza a mi Dios,
oh muralla de Sión!
Deja correr noche y día
el torrente de tus lágrimas;
no te des ninguna tregua,
que no descansen tus ojos.

19 Álzate y grita en la noche,
al comienzo de las guardias;
desahoga el corazón
en presencia de mi Dios
y levanta hacia él tus manos
por la vida de tus niños.

20 Mira, Señor, ten en cuenta
que a nadie has tratado así:
¿Tenían que comer las madres
a sus hijos, niños tiernos,
o morir en el santuario
sacerdotes y profetas?

21 En el polvo de las calles
yacen muchachos y ancianos;
mis doncellas y mis jóvenes
caen a filo de espada.
En tu cólera mataste,
masacrando sin piedad.

22 Como a fiesta has convocado
los terrores que me cercan;
nadie ha podido escapar
del enojo del Señor.
A los que cuidé y crié
mi enemigo los mató.

Salmos 33

Salmo 33 (32)

El amor del Señor llena la tierra

33 Regocíjense, justos, en el Señor;
es buena para los honrados la alabanza.
Ensalcen al Señor con la cítara,
con un arpa de diez cuerdas alábenlo;
canten para él un cántico nuevo,
toquen con esmero entre gritos de júbilo.
Porque recta es la palabra del Señor
y toda acción suya es sincera.
Él ama la justicia y el derecho,
el amor del Señor llena la tierra.
Con la palabra del Señor se hicieron los cielos,
con el soplo de su boca el cortejo celeste.
Él embalsa como un dique las aguas de los mares,
guarda en depósitos las aguas del abismo.
Que toda la tierra venere al Señor,
que lo respeten los que moran en el mundo,
porque habló y todo fue hecho,
él dio la orden y todo existió.
10 El Señor frustra los planes de las naciones,
hace fracasar los proyectos de los pueblos;
11 pero por siempre perdura el plan del Señor,
generación tras generación sus proyectos.
12 ¡Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que escogió como heredad suya!
13 El Señor observa desde los cielos,
contempla a los seres humanos;
14 él mira desde su morada
a cuantos en la tierra habitan.
15 Es él quien modela sus corazones,
él quien conoce todos sus actos.
16 No se salva el rey con su gran ejército,
ni el valiente se libra por su fuerza;
17 no da la victoria el caballo,
ni con todo su brío permite escapar.
18 La mirada del Señor está sobre los justos,
sobre los que en su amor ponen su esperanza;
19 quiere librarlos de la muerte
y salvar sus vidas en tiempo de hambre.
20 Nosotros esperamos en el Señor,
él es nuestra ayuda y nuestro escudo;
21 en él nuestro corazón se alegra
porque en su santo nombre confiamos.
22 Que tu amor, Señor, nos acompañe,
pues así lo esperamos de ti.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España