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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
La Palabra (España) (BLP)
Version
Jueces 12

Guerra contra Efraín y Galaad. Muerte de Jefté

12 Los de Efraín se juntaron, cruzaron el Jordán en dirección a Safón y dijeron a Jefté:

— ¿Por qué has ido a combatir contra los amonitas y no nos has invitado a acompañarte? Vamos a prender fuego a tu casa contigo dentro.

Jefté les respondió:

— Cuando yo y los míos tuvimos un gran conflicto con los amonitas, os pedí ayuda y no me la disteis. Como vi que nadie venía a ayudarme, arriesgué mi vida, combatí contra los amonitas y el Señor los entregó en mis manos. ¿Por qué, pues, venís hoy contra mí para hacerme la guerra?

Jefté reunió a todos los hombres de Galaad y atacó a Efraín; los de Galaad derrotaron a los de Efraín, y eso que estos solían decir: “Vosotros los galaaditas no sois más que fugitivos de Efraín, unas veces en medio de Efraín, otras en medio de Manasés”.

Galaad cortó a Efraín los vados del Jordán. Cuando los fugitivos de Efraín decían: “Dejadme pasar”, los hombres de Galaad les preguntaban: “¿Eres de Efraín?”. Si respondía: “No”, le añadían: “Pues di Shibólet”. Pero si no podía pronunciarlo correctamente y decía: “Sibólet”, entonces le echaban mano y lo degollaban junto a los vados del Jordán. Perecieron en aquella ocasión cuarenta y dos mil hombres de Efraín.

Jefté fue juez en Israel durante seis años. Cuando Jefté, el galaadita, murió, fue sepultado en su ciudad de Galaad.

Ibsán

Después de Jefté fue juez en Israel Ibsán de Belén. Tenía treinta hijos y treinta hijas. A estas las casó fuera y para sus hijos trajo treinta mujeres de fuera. Fue juez en Israel durante siete años. 10 Murió Ibsán y fue sepultado en Belén.

Elón

11 Después de Ibsán fue juez en Israel Elón, de Zabulón. Juzgó a Israel durante diez años. 12 Murió Elón de Zabulón y fue sepultado en Ayalón, en tierra de Zabulón.

Abdón

13 Después de Elón fue juez en Israel Abdón, hijo de Hilel, de Piratón. 14 Tuvo cuarenta hijos y treinta nietos, que montaban setenta pollinos. Juzgó a Israel durante ocho años. 15 Murió Abdón, hijo de Hilel, de Piratón, y fue sepultado en Piratón, en tierra de Efraín, en el monte de Amalec.

Hechos 16

Encuentro con Timoteo

16 Llegó luego a Derbe y a Listra. En esta ciudad conoció a un creyente llamado Timoteo. Su padre era griego y su madre una judía convertida al cristianismo. Los hermanos de Listra y de Iconio tenían un buen concepto de él, y Pablo quiso tenerle como compañero de viaje; así que, en consideración a los judíos que habitaban en aquella región, lo circuncidó, pues todos sabían que su padre era griego. Al recorrer las distintas ciudades, comunicaban a los creyentes las decisiones tomadas por los apóstoles y demás dirigentes en Jerusalén, y les recomendaban que las acatasen. Con el paso de los días, las iglesias se fortalecían en la fe y aumentaban en número.

Un macedonio se aparece en visión a Pablo

El Espíritu Santo les impidió anunciar el mensaje en la provincia de Asia, por lo cual atravesaron las regiones de Frigia y Galacia. Al llegar a la frontera de Misia, tuvieron intención de entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. Dejaron entonces a un lado Misia y descendieron hasta Troas. Aquella noche tuvo Pablo una visión: de pie ante él había un macedonio, que le suplicaba:

— ¡Ven a Macedonia y ayúdanos!

10 No bien tuvo esta visión, hicimos los preparativos para marchar a Macedonia, pues estábamos convencidos de que Dios nos llamaba para anunciar allí la buena nueva.

Llegada a Filipos y conversión de Lidia

11 Tomamos el barco en Troas y navegamos hasta Samotracia. Al día siguiente zarpamos para Neápolis, 12 y de allí nos dirigimos a Filipos, colonia romana, y ciudad de primer orden en el distrito de Macedonia. Nos detuvimos unos días en Filipos, 13 y el sábado salimos de la ciudad y nos encaminamos a la orilla del río donde teníamos entendido que se reunían los judíos para orar. Allí tomamos asiento y entablamos conversación con algunas mujeres que habían acudido. 14 Una de ellas, llamada Lidia, procedía de Tiatira y se dedicaba al negocio de la púrpura; era, además, una mujer que rendía culto al verdadero Dios. Mientras se hallaba escuchando, el Señor tocó su corazón para que aceptara las explicaciones de Pablo. 15 Se bautizó, pues, con toda su familia, y nos hizo esta invitación:

— Si consideráis sincera mi fe en el Señor, os ruego que vengáis a alojaros en mi casa.

Su insistencia nos obligó a aceptar.

Encarcelamiento de Pablo y Silas en Filipos

16 Un día, cuando nos dirigíamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una joven esclava poseída por un espíritu de adivinación. Las predicciones que hacía reportaban cuantiosas ganancias a sus amos. 17 La joven comenzó a seguirnos, a Pablo y a nosotros, gritando:

— ¡Estos hombres sirven al Dios Altísimo y os anuncian el camino de salvación!

18 Hizo esto durante muchos días, hasta que Pablo, ya harto, se enfrentó con el espíritu y le dijo:

— ¡En nombre de Jesucristo, te ordeno que salgas de ella!

Decir esto y abandonarla el espíritu, fue todo uno. 19 Pero al ver los amos de la joven que sus esperanzas de lucro se habían esfumado, echaron mano a Pablo y a Silas y los arrastraron hasta la plaza pública, ante las autoridades. 20 Allí, ante los magistrados, presentaron esta acusación:

— Estos hombres han traído el desorden a nuestra ciudad. Son judíos 21 y están introduciendo costumbres que, como romanos que somos, no podemos aceptar ni practicar.

22 El populacho se amotinó contra ellos, y los magistrados ordenaron que los desnudaran y los azotaran. 23 Después de azotarlos con ganas, los metieron en la cárcel y encomendaron al carcelero que los mantuviera bajo estricta vigilancia. 24 Ante tal orden, el carcelero los metió en la celda más profunda de la prisión y les sujetó los pies en el cepo.

Pablo y Silas liberados

25 Hacia la media noche, Pablo y Silas estaban orando y cantando alabanzas a Dios, mientras los otros presos escuchaban. 26 Repentinamente, un violento temblor de tierra sacudió los cimientos de la prisión. Se abrieron de golpe todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos los presos. 27 El carcelero se despertó y, al ver las puertas de la prisión abiertas de par en par, desenvainó su espada con intención de suicidarse, pues daba por supuesto que los presos se habían fugado. 28 Pablo, entonces, le dijo a voz en grito:

— ¡No te hagas ningún daño, que estamos todos aquí!

29 El carcelero pidió una luz, corrió hacia el interior y, temblando de miedo, se echó a los pies de Pablo y Silas. 30 Los llevó luego al exterior y les preguntó:

— Señores, ¿qué debo hacer para salvarme?

31 Le respondieron:

— Cree en Jesús, el Señor, y tú y tu familia alcanzaréis la salvación.

32 Luego les explicaron a él y a todos sus familiares el mensaje del Señor. 33 El carcelero, por su parte, a pesar de lo avanzado de la noche, les lavó las heridas y a continuación se hizo bautizar con todos los suyos. 34 Los introdujo seguidamente en su casa y les sirvió de comer. Y junto con toda su familia, celebró con gran alegría el haber creído en Dios.

35 Al llegar la mañana, los magistrados enviaron a los guardias con estas instrucciones para el carcelero: “Deja en libertad a esos hombres”. 36 El carcelero fue sin demora a comunicar a Pablo:

— Los magistrados han ordenado que se os ponga en libertad. Así que podéis salir y marchar en paz.

37 Pero Pablo dijo a los guardias:

— Ellos nos han hecho azotar en público sin juicio previo, y eso que somos ciudadanos romanos. Después nos han metido en la cárcel. ¿Y ahora pretenden que salgamos a hurtadillas? ¡Ni mucho menos! ¡Que vengan ellos a sacarnos!

38 Los guardias transmitieron estas palabras a los magistrados, quienes, alarmados al saber que se trataba de ciudadanos romanos, 39 vinieron a presentarles sus excusas. En seguida los condujeron fuera y les suplicaron que abandonaran la ciudad. 40 Una vez que salieron de la cárcel, se encaminaron a casa de Lidia. Y después de entrevistarse con los hermanos y confortarlos en la fe, partieron de allí.

Jeremías 25

Juicio de Judá y Babilonia

25 Palabra que recibió Jeremías relativa a todo el pueblo de Judá, el año cuarto del reinado de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá. Era el año primero de Nabucodonosor, rey de Babilonia. El profeta Jeremías se la comunicó a todo el pueblo de Judá y a todos los habitantes de Jerusalén, en estos términos:

— Desde el año décimo tercero de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, hasta el día de hoy (veintitrés años en total) he recibido la palabra del Señor y os la he comunicado día tras día, pero no habéis escuchado. También el Señor os ha enviado puntualmente a sus siervos los profetas, pero no escuchasteis ni os esforzasteis por escuchar. Os decían: “Si cada cual abandona su mala conducta y sus malas acciones, volverá a la tierra que el Señor os dio a vosotros y a vuestros antepasados, desde siempre y para siempre. No vayáis detrás de dioses extranjeros, sirviéndolos y adorándolos, y no me irritéis con vuestras obras; así tampoco os trataré mal”. Pero, para vuestra desgracia, no me escuchasteis —oráculo del Señor— y seguisteis irritándome con vuestras obras. Por eso, así dice el Señor del universo: Por no haber escuchado mis palabras, mandaré a buscar a todas las tribus del norte —oráculo del Señor— y a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia, y los traeré contra esta tierra y sus habitantes, y contra todos los pueblos de alrededor a los que consagraré al exterminio y convertiré en objeto de horror y burla, y en desolación perpetua. 10 Pondré fin a las voces alegres de fiesta, a las canciones del novio y de la novia, al ruido del molino y a la luz de la lámpara. 11 Y todo este país se convertirá en ruina y desolación, y los pueblos de alrededor servirán al rey de Babilonia durante setenta años. 12 Cuando se cumplan los setenta años, pediré cuentas al rey de Babilonia y a aquella nación —oráculo del Señor— por todos sus crímenes, y convertiré el país de los caldeos en desolación perpetua. 13 Haré que se cumplan contra aquel país todas las palabras que pronuncié contra ellos, todo lo escrito en este libro, el de las profecías de Jeremías contra todas las naciones. 14 También ellos estarán esclavizados a numerosas naciones y a reyes poderosos; les pagaré conforme a sus acciones, a lo que hayan realizado.

Juicio de los paganos

15 Así me dijo el Señor, Dios de Israel:

— Toma esta copa del vino de la cólera que te doy, y házsela beber a todas las naciones adonde voy a enviarte. 16 Beberán, se tambalearán y se comportarán como locos ante la espada que voy a lanzar en medio de ellos.

17 Tomé la copa que me daba el Señor y se la hice beber a todas las naciones a las que me envió el Señor: 18 a Jerusalén, a las ciudades de Judá, a sus reyes y dignatarios, para convertirlos en ruina y desolación, en motivo de burla y maldición [como ocurre hasta el presente]. 19 Se la di también a beber al faraón, rey de Egipto, a sus cortesanos y dignatarios, a todo su pueblo 20 y a sus mercenarios; a todos los reyes del país de Us, y a los reyes de territorio filisteo: Ascalón, Gaza, Ecrón y lo que queda de Asdod; 21 a Edom, a Moab y a los amonitas; 22 a todos los reyes de Tiro y de Sidón, y a los reyes de las costas de ultramar; 23 a Dedán, Temá y Buz, y a todos los que se afeitan las sienes; 24 a todos los reyes de Arabia y de las distintas razas que viven en la estepa; 25 a todos los reyes de Zimrí, de Elam y de Media; 26 a todos los reyes del norte, cercanos y lejanos, uno detrás de otro, y a todos los reinos de la superficie de la tierra. Y cuando acaben ellos, beberá el rey de Sisac. 27 También les dirás: “Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Bebed, emborrachaos, vomitad y caed para no levantaros ante la espada que voy a lanzar en medio de vosotros”. 28 Y, si se niegan a aceptar la copa que les ofreces para beber, les dirás: “Así dice el Señor del universo: Tenéis que beber, 29 pues si voy a empezar el castigo por la ciudad que lleva mi nombre, ¿creéis que vosotros vais a quedar impunes? No quedaréis impunes, pues voy a convocar a la espada para que acabe con todos los habitantes de la tierra” —oráculo del Señor del universo—.

Dos oráculos contra las naciones

30 Tú profetízales lo siguiente. Les dirás:

El Señor ruge desde lo alto,
clama desde su santa morada;
ruge sin parar contra su pastizal,
grita como los pisadores de uva
contra todos los habitantes del país.
31 Resuena el vocerío hasta el confín de la tierra:
tiene el Señor un pleito con los paganos,
viene a juzgar a todo ser viviente,
entregará a los malvados a la espada
—oráculo del Señor—.
32 Así dice el Señor del universo:
La desgracia va pasando
de una a otra nación;
un violento huracán se moviliza
desde los extremos de la tierra.

33 Aquel día las víctimas del Señor llegarán de un extremo al otro de la tierra. Nadie les hará duelo ni los enterrará. Servirán de estiércol sobre el campo.

34 Gritad, pastores, y dad ayes,
revolcaos, mayorales del ganado,
que ha llegado el tiempo de la matanza,
el tiempo de vuestra dispersión;
caeréis como carneros cebados.
35 Los pastores se quedarán sin refugio,
no escaparán los mayorales del ganado.
36 Ya se oye el grito de los pastores,
el llanto de los mayorales del ganado,
pues el Señor destruye sus pastos.
37 Enmudecen las fértiles praderas
ante la cólera ardiente del Señor.
38 Abandona como un león su guarida,
porque su tierra sólo es desolación
ante el incendio devastador,
ante el incendio de su cólera.

Marcos 11

Jesús en Jerusalén (11—13)

La entrada en Jerusalén (Mt 21,1-11; Lc 19,28-40; Jn 12,12-19)

11 Cerca ya de Jerusalén, al llegar a Betfagé y Betania, al pie del monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos con este encargo:

— Id a la aldea que tenéis ahí enfrente, y nada más entrar encontraréis un pollino atado, sobre el cual nunca ha montado nadie. Desatadlo y traédmelo. Y si alguien os pregunta por qué hacéis eso, contestadle que el Señor lo necesita y que en seguida lo devolverá.

Los discípulos fueron y encontraron un pollino atado junto a una puerta, en la calle; y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les dijeron:

— ¿Por qué desatáis al pollino?

Ellos contestaron lo que Jesús les había dicho, y les dejaron que se lo llevaran. Trajeron el pollino a donde estaba Jesús, colocaron encima sus mantos y Jesús montó sobre él. Muchos alfombraban con sus mantos el camino, mientras otros llevaban ramas cortadas en el campo. Y los que iban delante y los que iban detrás gritaban:

¡Viva ! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! 10 ¡Bendito el reino que viene, el reino de nuestro padre David! ¡ Gloria al Dios Altísimo!

11 Cuando Jesús entró en Jerusalén, se dirigió al Templo. Después de echar una ojeada por todas partes, como ya estaba anocheciendo, se fue a Betania acompañado de los doce apóstoles.

La higuera sin fruto (Mt 21,18-19)

12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre. 13 Al ver de lejos una higuera muy frondosa, se acercó a ella a ver si tenía fruto; pero encontró únicamente hojas, porque aún no era el tiempo de los higos. 14 Entonces Jesús exclamó de forma que sus discípulos lo oyeran:

— ¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti!

Los comerciantes expulsados del Templo (Mt 21,12-17; Lc 19,45-48; Jn 2,13-22)

15 Llegaron a Jerusalén y, entrando en el Templo, Jesús se puso a expulsar a los que allí estaban vendiendo y comprando. Volcó las mesas de los cambistas de moneda y los puestos de los vendedores de palomas, 16 y no permitía que nadie anduviera por el Templo llevando objetos de un lado a otro. 17 Y los instruía increpándolos:

— ¿Acaso no dicen las Escrituras que mi casa ha de ser casa de oración para todas las naciones? Pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones.

18 Oyeron estas palabras los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, y comenzaron a buscar la manera de matar a Jesús. Aunque le tenían miedo, porque toda la gente estaba pendiente de su enseñanza. 19 Al llegar la noche, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad.

La higuera maldecida aparece sin fruto (Mt 21,20-22)

20 Cuando a la mañana siguiente pasaron junto a la higuera, vieron que se había secado hasta la raíz. 21 Entonces Pedro, recordando lo sucedido, dijo a Jesús:

— Maestro, mira: la higuera que maldijiste se ha secado.

22 Jesús le contestó:

— Tened fe en Dios. 23 Os aseguro que si alguien dice a ese monte que se quite de ahí y se arroje al mar, y lo dice sin vacilar, creyendo de todo corazón que va a realizarse lo que pide, lo obtendrá. 24 Por eso os digo que obtendréis todo lo que pidáis en oración, si tenéis fe en que vais a recibirlo. 25 Y cuando estéis orando, si tenéis algo contra alguien, perdonádselo, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone el mal que vosotros hacéis. 26 [Pero, si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre os perdonará el mal que vosotros hacéis].

Cuestionan la autoridad de Jesús (Mt 21,23-27; Lc 20,1-8)

27 Cuando llegaron de nuevo a Jerusalén, mientras Jesús estaba paseando por el Templo, se acercaron a él los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos, 28 y le preguntaron:

— ¿Con qué derecho haces tú todo eso? ¿Quién te ha autorizado a hacer lo que estás haciendo?

29 Jesús les contestó:

— Yo también voy a preguntaros una cosa. Respondedme y os diré con qué derecho hago todo esto. 30 ¿De quién recibió Juan el encargo de bautizar: de Dios o de los hombres? ¡Respondedme!

31 Ellos se pusieron a razonar entre sí: “Si contestamos que lo recibió de Dios, él dirá: ‘¿Por qué, pues, no le creísteis?’ 32 Pero ¿cómo vamos a decir que lo recibió de los hombres?”. Y es que temían la reacción del pueblo, porque todos tenían a Juan por profeta. 33 Así que respondieron:

— No lo sabemos.

Entonces Jesús les replicó:

— Pues tampoco yo os diré con qué derecho hago todo esto.

La Palabra (España) (BLP)

La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España