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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
La Palabra (España) (BLP)
Version
Josué 8

Conquista de Ay

El Señor dijo entonces a Josué:

— ¡No tengas miedo ni te acobardes! Toma contigo a toda la gente de guerra y disponte a atacar a Ay. Yo te entrego al rey de Ay, junto con su pueblo, su ciudad y su territorio. Harás con Ay y con su rey lo que has hecho con Jericó y con su rey. Pero podéis quedaros con el botín y el ganado. Pon una emboscada por detrás de la ciudad.

Josué, con todos sus guerreros, se dispuso a marchar sobre Ay. Escogió Josué treinta mil guerreros valientes y los hizo partir de noche, con esta orden:

— Mirad, vosotros os apostaréis emboscados detrás de la ciudad, pero no os alejéis mucho de ella y estad bien alerta. Yo, con toda la gente que me acompaña, me acercaré a la ciudad. Cuando la gente de Ay salga a nuestro encuentro como la primera vez, fingiremos huir ante ellos. Saldrán en nuestra persecución y los alejaremos de la ciudad, porque se dirán: “Huyen ante nosotros como la primera vez”. Entonces vosotros saldréis de la emboscada y os apoderaréis de la ciudad; es el Señor, vuestro Dios, quien os la entregará. En cuanto conquistéis la ciudad le prenderéis fuego. Esta es la orden del Señor y esto es lo que yo os mando.

Josué, pues, los hizo partir y ellos prepararon la emboscada apostándose entre Betel y Ay, al oeste de Ay. Por su parte Josué, que pasó la noche con la tropa, 10 se levantó de mañana, pasó revista a la tropa y, junto con los ancianos de Israel, se dirigió contra Ay al frente de la misma. 11 Todos los guerreros que estaban con él se fueron acercando hasta llegar frente a la ciudad y acamparon al norte de Ay, dejando el valle entre ellos y la ciudad. 12 Josué había tomado como unos cinco mil hombres y había tendido con ellos una emboscada entre Betel y Ay, al oeste de la ciudad. 13 Pero el grueso de la tropa acampó al norte, quedando la emboscada al oeste. Josué pasó aquella noche en medio del valle.

14 En cuanto el rey de Ay vio esto, salió de madrugada con toda su gente se apresuró a presentar batalla a Israel en la pendiente que da a la Arabá, sin saber que le habían tendido una emboscada detrás de la ciudad. 15 Josué y todo Israel, haciéndose los derrotados, se dieron a la fuga camino del desierto. 16 Entonces todos los que estaban en la ciudad salieron a una en su persecución. Al perseguir a Josué, se alejaron de la ciudad, 17 no quedando un solo hombre en Ay (ni en Betel) que no saliera en persecución de Israel. Así que, por perseguir a Israel, dejaron la ciudad indefensa.

18 El Señor dijo entonces a Josué:

— Apunta hacia Ay con el dardo que tienes en tu mano, porque te la voy a entregar.

Josué apuntó hacia la ciudad con el dardo que tenía en la mano. 19 Tan pronto como extendió la mano, los emboscados salieron rápidamente de su escondite, y entraron a la carrera en la ciudad, se apoderaron de ella e inmediatamente la incendiaron.

20 Los hombres de Ay miraron hacia atrás y vieron la humareda que desde la ciudad subía hacia el cielo; pero ya no tuvieron posibilidad de escapar ni por un lado ni por otro, pues los israelitas que iban huyendo hacia el desierto se volvieron contra los perseguidores. 21 Josué y todo Israel, viendo que los emboscados habían conquistado la ciudad, de la que subía una gran humareda, dieron media vuelta y atacaron a los hombres de Ay. 22 A su vez, los israelitas que habían conquistado la ciudad salieron de la ciudad a su encuentro, de modo que los hombres de Ay se encontraron entre dos fuegos, copados por los israelitas que los derrotaron hasta no dejar con vida a un solo fugitivo. 23 Al rey de Ay lo prendieron vivo y lo condujeron ante Josué. 24 Una vez que Israel acabó de matar, en el campo y en el desierto, a todos los habitantes de Ay que habían salido en su persecución —ni uno solo quedó que no cayera a filo de espada—, todo Israel se volvió sobre Ay pasando también a cuchillo a su población. 25 Perecieron aquel día todos los habitantes de Ay: un total de doce mil, entre hombres y mujeres.

26 Josué no retiró la mano que tenía extendida con el dardo hasta que fueron consagrados al exterminio todos los habitantes de Ay. 27 Y conforme el Señor había indicado a Josué, los israelitas se quedaron como botín el ganado y otros enseres de la ciudad. 28 Josué incendió Ay y la convirtió para siempre en un montón de ruinas, en una desolación que todavía hoy permanece. 29 Hizo colgar de un árbol al rey de Ay y lo mantuvo así hasta la puesta del sol en que ordenó bajar el cadáver del árbol; luego lo dejaron tirado junto a la puerta de la ciudad y lo cubrieron con un gran montón de piedras, que existe todavía hoy.

Sacrificio en el monte Ébal y lectura de la ley

30 Entonces Josué construyó un altar al Señor, Dios de Israel, en el monte Ébal, 31 conforme a lo que Moisés, siervo del Señor, había mandado a los israelitas y está escrito en el libro de la Ley de Moisés, a saber: un altar de piedras sin labrar, no tocadas por el hierro. A continuación ofrecieron al Señor holocaustos sobre él e inmolaron sacrificios de comunión.

32 Y allí mismo grabó Josué sobre las piedras una copia de la ley que Moisés había escrito en presencia de los israelitas. 33 Y todo Israel, con sus ancianos, sus funcionarios y sus jueces, estaba de pie a ambos lados del Arca, ante los sacerdotes levitas que portaban el Arca de la alianza del Señor; extranjeros y nativos se colocaron la mitad en la falda del monte Garizín y la otra mitad en la falda del monte Ébal, según había mandado Moisés, siervo del Señor, cuando bendijo por primera vez al pueblo de Israel. 34 Luego, Josué leyó todas las palabras de la ley —tanto bendiciones como maldiciones— tal como está escrito en el libro de la Ley. 35 Ni una sola palabra de cuantas Moisés había prescrito dejó Josué de leer en presencia de toda la asamblea de Israel, incluidas las mujeres, los niños y los extranjeros que vivían entre ellos.

Salmos 139

Salmo 139 (138)

Tú me sondeas y me conoces

139 Al maestro del coro. Salmo de David.
Señor, tú me sondeas y me conoces,
tú sabes si me siento o me levanto,
tú, desde lejos, conoces mis pensamientos.
Distingues si camino o reposo,
todas mis sendas te son familiares.
No está aún la palabra en mi lengua
y tú, Señor, la conoces bien.
Me rodeas por delante y por detrás,
posas tu mano sobre mí.
Me supera este saber admirable,
tan elevado que no puedo entenderlo.
¿A dónde iré lejos de tu espíritu?
¿A dónde huiré lejos de tu presencia?
Si subo al cielo, allí estás tú;
si bajo al reino de los muertos, estás allí;
si me elevo en alas de la aurora
y me instalo en el confín del mar,
10 también allí me guía tu mano,
tu diestra me controla.
11 Si digo: “Que me cubra la tiniebla,
que la luz se haga noche en torno a mí”,
12 tampoco para ti es oscura la tiniebla;
la noche es luminosa como el día,
pues como la luz, así es para ti la oscuridad.
13 Tú creaste mis entrañas,
en el seno de mi madre me tejiste.
14 Te alabo, pues me asombran tus portentos,
son tus obras prodigiosas: lo sé bien.
15 Tú nada desconocías de mí,
que fui creado en lo oculto,
tejido en los abismos de la tierra.
16 Veían tus ojos cómo me formaba,
en tu libro estaba todo escrito;
estaban ya trazados mis días
cuando aún no existía ni uno de ellos.
17 ¡Qué profundos me son tus pensamientos,
Dios mío, qué numerosos todos juntos!
18 Los contaría, pero son más que la arena;
yo me despierto y tú sigues conmigo.
19 Dios mío, ¡ojalá abatieras al malvado!
Que los sanguinarios se alejen de mí:
20 esos enemigos que te injurian,
que juran en falso contra ti.
21 Señor, ¿no voy a odiar a quienes te odian?
¿no voy a aborrecer a tus enemigos?
22 Yo los odio intensamente,
ellos son mis adversarios.
23 Sondéame, oh Dios, conoce mi corazón,
pruébame, penetra mis pensamientos;
24 mira si me conduzco mal
y guíame por el camino eterno.

Jeremías 2

Amor de juventud

Me llegó la palabra del Señor en estos términos: Vete y proclama lo siguiente a oídos de Jerusalén:

Esto dice el Señor:
Recuerdo el cariño de tu juventud,
el amor que me tenías de prometida:
seguías mis pasos por el desierto,
por tierra donde nadie siembra.
Israel estaba consagrado al Señor,
era el fruto primero de su cosecha;
quienes comían de él,
sufrían las consecuencias,
el castigo se cernía sobre ellos
—oráculo del Señor—.

Pleito con el pueblo y los profetas

Escuchad la palabra del Señor, casa de Jacob,
familias todas de la casa de Israel.
Así dice el Señor:
¿Qué culpa encontraron en mí vuestros antepasados,
qué maldad para alejarse de mí?
Se fueron detrás de naderías
y acabaron siendo una nada.
No preguntaron: “¿Dónde está el Señor,
que nos hizo subir de Egipto,
que nos fue guiando por la estepa,
por terrenos desérticos y quebrados,
por terrenos áridos y tenebrosos,
por terrenos que nadie atraviesa,
por terrenos donde nadie reside?”.
Os guié a una tierra de huertos,
para comer sus frutos deliciosos,
pero al entrar contaminasteis mi tierra,
hicisteis mi heredad abominable.
Los sacerdotes no preguntaban:
“¿Dónde está el Señor?”.
No me conocían los expertos en la ley,
los pastores se rebelaban contra mí.
Los profetas profetizaban por Baal,
caminaban detrás de los inútiles.
Por eso vuelvo a pleitear con vosotros
—oráculo del Señor—,
con los hijos de vuestros hijos pleiteo.

El ejemplo de otros pueblos

10 Cruzad hasta las costas de Chipre y mirad,
recorred Quedar y observad con atención,
y ved si sucedió algo parecido.
11 ¿Cambia una nación de dioses?
(¡Y eso que no son dioses!)
Pues mi pueblo cambió su Gloria
12 por algo totalmente inútil.
¡Espántate, cielo, de esto;
pásmate y tiembla aterrado!
—Oráculo del Señor—,
13 porque un doble crimen
cometió mi pueblo:
abandonarme a mí,
fuente de agua viva,
y excavarse pozos,
pozos agrietados,
que no retienen agua.

Consecuencia del abandono del Señor

14 ¿Era acaso un siervo Israel,
alguien nacido en esclavitud?
Pues, ¿cómo se ha vuelto presa
15 de leones que rugen en torno,
que le lanzan gruñidos?
Dejaron su tierra desolada,
sus ciudades incendiadas, deshabitadas.
16 Incluso los de Menfis y Tafne
vendrán a raparte el cogote.
17 ¿No ves que a esto te conduce
el abandono del Señor, tu Dios?
18 ¿Qué buscas ahora camino de Egipto?
¿Beber el agua del Nilo?
¿Qué buscas camino de Asiria?
¿Beber el agua del Éufrates?
19 Tu propia maldad te castigará,
tu apostasía te va a escarmentar;
recuerda bien que es malo y amargo
abandonar al Señor, tu Dios,
y no sentir respeto por mí
—oráculo de Dios, Señor del universo—.

Denuncia de la infidelidad

20 Hace mucho que te has sacudido el yugo
y has hecho trizas tus correas diciendo:
“No volveré a ser esclavo”.
Y en toda colina elevada,
bajo cualquier árbol frondoso
te tumbas como una prostituta.
21 ¡Y pensar que yo te planté
vid selecta, de cepa noble!
¿Cómo te me has hecho extraña,
degenerando en viña bastarda?
22 Aunque te laves con sosa
y uses cantidad de jabón,
tu culpa sigue presente ante mí
—oráculo del Señor Dios—.
23 ¿Cómo dices: “No estoy contaminada,
no he andado detrás de los baales”?
¡Mira tu conducta en el valle,
reconoce todo lo que has hecho!,
camella alocada, sin rumbo,
24 asna habituada al desierto,
que en pleno celo ventea.
¿Quién controlará su pasión?
No se fatiga quien la ansía,
siempre la encuentra dispuesta.
25 No dejes tus pies descalzos,
no permitas que se seque tu garganta.
Pero dices: “Eso sí que no.
Estoy enamorada de extranjeros
y pienso caminar tras ellos”.
26 Como siente vergüenza el ladrón sorprendido,
avergonzado quedará Israel:
ellos, sus reyes y sus príncipes,
también sus sacerdotes y profetas;
27 los que dicen a un leño: “Tú eres mi padre”,
y a un trozo de piedra: “Tú me has parido”.
Me vuelven la espalda, sin mirarme;
mas llega el desastre y me dicen:
“Venga, sálvanos”.
28 ¿Dónde están los dioses que te fabricaste?
¡Que vengan a salvarte cuando llega el desastre!
¡Pues son tantos tus dioses
cuantas son tus ciudades, Judá!

Israel, pueblo rebelde

29 ¿Por qué pleiteáis conmigo
cuando sois vosotros los rebeldes?
30 En vano castigué a vuestros hijos,
pues no han aprendido la lección.
Vuestra espada devoró a los profetas,
lo mismo que un león depredador.
31 Los de esta generación,
prestad atención a la palabra del Señor.
¿Soy un desierto para Israel,
quizás una tierra tenebrosa?
¿Por qué dice mi pueblo: “Nos vamos,
no pensamos volver ya a ti”?
32 ¿Se olvida una joven de sus joyas?
¿Una novia, de sus atavíos?
Pues hace infinidad de tiempo
que mi pueblo se ha olvidado de mí.
33 ¡Qué bien te preparaste el camino
para ir en busca de tus amores!
¡Qué bien te has acostumbrado
a los caminos del mal!
34 Pues también en tus manos hay sangre
de gente inocente y desvalida
que no habías sorprendido
cometiendo un acto delictivo.
Y, encima de todo esto,
35 dices: “Soy inocente,
su ira se apartará de mí”.
Pues ahora te voy a juzgar,
por decir que no has pecado.
36 ¿Por qué tomas a la ligera
tu cambio de estilo de vida?
Acabarás decepcionada de Egipto,
lo mismo que de Asiria.
37 También de allí saldrás
con las manos cubriendo tu cabeza,
pues ha rechazado el Señor
a aquellos en quienes confiabas,
y no tendrá éxito su ayuda.

Mateo 16

Petición de una señal milagrosa (Mc 8,11-13; Lc 12,54-56)

16 Un grupo de fariseos y saduceos fue a ver a Jesús. Para tenderle una trampa, le pidieron que hiciera alguna señal milagrosa de parte de Dios. Jesús les contestó:

— [Cuando los celajes del atardecer parecen de fuego, decís: “Tendremos buen tiempo”. Y cuando, por la mañana, el cielo está de un rojo sombrío, decís: “Hoy tendremos tormenta”. Así que sabéis interpretar el aspecto del cielo y, en cambio, no sois capaces de interpretar los signos de los tiempos]. ¡Gente malvada e infiel! Pedís una señal milagrosa, pero no tendréis más señal que la del profeta Jonás.

Y, dejándolos, se fue.

El pan y la levadura de los fariseos y saduceos (Mc 8,14-21)

Cuando los discípulos llegaron a la otra orilla del lago, se dieron cuenta de que habían olvidado llevar pan. Jesús les advirtió:

— Mirad, tened cuidado con la levadura de los fariseos y de los saduceos.

Los discípulos comentaban entre ellos: “Esto lo dice porque no hemos traído pan”.

Pero Jesús, dándose cuenta de ello, les dijo:

— ¿Por qué estáis comentando entre vosotros que os falta pan? ¡Lo que os falta es fe! ¿Aún no sois capaces de entender? ¿Ya no recordáis los cinco panes repartidos entre los cinco mil hombres y cuántos cestos recogisteis? 10 ¿Ni los siete panes repartidos entre los cuatro mil y cuántas espuertas recogisteis? 11 ¿Cómo es que no entendéis que yo no me refería al pan cuando os decía: “Tened cuidado con la levadura de los fariseos y de los saduceos”?

12 Entonces los discípulos cayeron en la cuenta de que Jesús no les prevenía contra la levadura del pan, sino contra las enseñanzas de los fariseos y de los saduceos.

Declaración de Pedro sobre Jesús (Mc 8,27-30; Lc 9,18-21)

13 Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos:

— ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?

14 Ellos contestaron:

— Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que Jeremías o algún otro profeta.

15 Jesús les preguntó:

— Y vosotros, ¿quién decís que soy?

16 Entonces Simón Pedro declaró:

— ¡Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo!

17 Jesús le contestó:

— ¡Feliz tú, Simón, hijo de Jonás, porque ningún mortal te ha revelado esto, sino mi Padre que está en los cielos! 18 Por eso te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a edificar mi Iglesia, y el poder del abismo no la vencerá. 19 Yo te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.

20 Entonces Jesús ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

El destino sufriente del Mesías (16,21—18,35)

Jesús anuncia por primera vez su muerte y su resurrección (Mc 8,31—9,1; Lc 9,22-27)

21 A partir de aquel momento, Jesús empezó a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, y que los ancianos del pueblo, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley le harían sufrir mucho, y luego lo matarían, pero que al tercer día resucitaría.

22 Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo, diciendo:

— ¡Que nada de eso te pase, Señor!

23 Pero Jesús, volviéndose a él, le dijo:

— ¡Apártate de mí, Satanás! Tú eres una piedra de tropiezo para mí, porque no piensas como piensa Dios, sino como piensa la gente.

24 Luego, dirigiéndose a sus discípulos, Jesús añadió:

— Si alguno quiere ser discípulo mío, deberá olvidarse de sí mismo, cargar con su cruz y seguirme.

25 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que entregue su vida por causa de mí, ese la encontrará. 26 ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su propia vida? ¿O qué podrá dar el ser humano a cambio de su vida? 27 El Hijo del hombre ya está a punto de venir revestido de la gloria de su Padre y acompañado de sus ángeles. Cuando llegue, recompensará a cada uno conforme a sus hechos. 28 Os aseguro que algunos de los que están aquí no morirán sin antes haber visto al Hijo del hombre llegar como Rey.

La Palabra (España) (BLP)

La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España