M’Cheyne Bible Reading Plan
Abimélec
9 Un día Abimélec, hijo de Gedeón, visitó a sus tíos, los hermanos de su madre, en Siquén. 2 «Vayan a hablar con los jefes de Siquén —les dijo—, y pregúntenles si quieren ser gobernados por setenta reyes, esto es, por los setenta hijos de Gedeón, o por un solo hombre; yo, que soy de su propia carne y sangre».
3 Los tíos de Abimélec fueron ante las autoridades de la ciudad y propusieron el plan. Puesto que su madre era de aquella ciudad, decidieron aceptarlo.
4 Le dieron a Abimélec setenta monedas de plata de las ofrendas del templo de Baal Berit, y con ellas contrató a un grupo de vagabundos y ociosos, que aceptaron hacer cualquier cosa que él les dijera. 5 Los llevó hasta la casa de su padre en Ofra, y allí sobre una piedra, dieron muerte a sus setenta medio hermanos, salvo a Jotán, el menor, que escapó y se escondió. 6 Entonces los ciudadanos de Siquén y de Bet Miló convocaron una reunión bajo la encina junto a Siquén y Abimélec fue proclamado rey de Israel.
7 Cuando Jotán oyó esto, se paró sobre el monte Guerizín y gritó para que lo oyeran los hombres de Siquén:
«Si les interesa la bendición de Dios, escúchenme.
8 »Una vez los árboles decidieron elegir un rey. Primero se dirigieron al olivo, 9 pero este se negó. “¿Debo dejar de producir el aceite que Dios y el hombre bendicen sólo para ser grande entre los árboles?”, preguntó.
10 »Entonces fueron y hablaron con la higuera: “Sé nuestro rey”. 11 Pero la higuera también se negó. “¿Debo dejar de producir dulzura y fruta sólo para elevar mi cabeza sobre los demás árboles?”.
12 »Entonces hablaron con la vid: “Reina sobre nosotros”. 13 Pero la vid respondió: “¿Dejaré de producir el vino que alegra a Dios y a los hombres para ser poderosa entre los árboles?”.
14 »Finalmente todos los árboles se dirigieron a la zarza: “Sé nuestro rey”, dijeron. 15 Pero la zarza replicó: “Si realmente me quieren, vengan y humíllense bajo mi sombra. Si se niegan, que salga fuego de mí y consuma a los grandes cedros del Líbano”.
16 »Ahora, pues, ¿están seguros de que han hecho bien al elegir rey a Abimélec? ¿Creen que han hecho justicia a Gedeón y a sus descendientes? 17 Mi padre peleó por ustedes y expuso su vida, y los salvó de los madianitas. 18 Sin embargo, se han rebelado contra él y mataron a sus setenta hijos sobre una piedra, ¡ahora han elegido rey a Abimélec, el hijo de la esclava, solamente porque es pariente de ustedes! 19 ¿Están seguros de que han hecho justicia a Gedeón y a sus descendientes? Si es así, que Abimélec y ustedes tengan una vida larga y feliz. 20 Pero si no han sido justos con Gedeón, que Abimélec destruya a los ciudadanos de Siquén y Bet Miló y que ellos destruyan a Abimélec».
21 Entonces Jotán huyó y vivió en Ber por temor de su hermano Abimélec.
22-23 Tres años más tarde, Dios hizo que surgieran problemas entre Abimélec y los ciudadanos de Siquén, y estos se rebelaron. 24 En los hechos que ocurrieron como consecuencia, Abimélec y los ciudadanos que le ayudaron a dar muerte a los setenta hijos de Gedeón recibieron el justo castigo por estos crímenes. 25 Los hombres de Siquén pusieron emboscada contra Abimélec en el camino que va hacia la cumbre de la montaña mientras esperaban que él llegara, asaltaban a cualquiera que pasara por allí. Pero alguien advirtió a Abimélec acerca de este complot.
26 En eso Gaal, hijo de Ébed, se mudó a Siquén con sus hermanos y la gente puso en él su confianza 27 a tal grado que salieron a vendimiar sus viñas. Luego pisaron las uvas y celebraron la fiesta de la cosecha en el templo de un dios local. El vino corría libremente y todos empezaron a maldecir a Abimélec. 28 «¿Quién es Abimélec? —gritaba Gaal—. ¿Por qué ha de ser nuestro rey? ¿Por qué hemos de ser sus siervos? Él y su amigo Zebul debieran ser nuestros esclavos. ¡Abajo Abimélec! 29 Corónenme rey y verán lo que ocurre a Abimélec. Le diré a Abimélec: “Toma tu ejército y peleemos”».
30 Cuando Zebul, el gobernante de la ciudad, oyó lo que decía Gaal, se enfureció, 31 y envió mensajeros a Abimélec en Arumá diciéndole: «Gaal, hijo de Ébed, y sus parientes han venido a vivir en Siquén y ahora están incitando a la ciudad para que se rebele en tu contra. 32 Ven esta noche con la gente que está contigo y escóndete en los campos, 33 y en la mañana, en cuanto haya aclarado, ataca a la ciudad. Cuando él y los que están con él salgan en contra tuya, podrás hacer con ellos lo que quieras».
34 Abimélec y sus hombres se pusieron en marcha durante la noche y se dividieron en cuatro grupos, que se distribuyeron alrededor de la ciudad. 35 A la mañana siguiente, cuando Gaal se sentó a la puerta de la ciudad a discutir diversos problemas con los dirigentes locales, Abimélec y sus hombres comenzaron a marchar contra la ciudad.
36 Cuando Gaal los vio, dijo a Zebul:
―Mira a la montaña, ¿no es gente que viene descendiendo?
―No —dijo Zebul—. Estás viendo sombras que parecen hombres.
37 ―No —dijo Gaal—; estoy seguro que veo gente que se dirige hacia nosotros por la colina Ombligo de la Tierra; y mira, hay otros que vienen por la Encina de los Adivinos.
38 Entonces Zebul se volvió triunfante hacia él:
―Ahora, dime, ¿qué es lo que habías dicho? ¿Quién era el que decía “¿Quién es Abimélec y por qué debe ser nuestro rey?”. Los hombres que insultaste y maldijiste están ahora a las afueras de la ciudad.
39 Gaal salió al frente de los hombres de Siquén para ofrecer batalla a Abimélec, 40 pero fue derrotado y muchos de los hombres quedaron heridos por todo el camino hasta las puertas de la ciudad. 41 Abimélec regresó a Arumá, y Zebul hizo que Gaal y sus parientes salieran para siempre de Siquén.
42 Al día siguiente, los hombres de Siquén salieron nuevamente a la batalla. Sin embargo, alguien le había revelado a Abimélec los planes, 43 de modo que había dividido sus hombres en tres grupos que estaban escondidos en los campos. Cuando los hombres de la ciudad salieron para atacar, él y sus hombres salieron de sus emboscadas y comenzaron a matarlos. 44 Abimélec y sus acompañantes se apoderaron de la entrada de la ciudad para impedir que los hombres de Siquén regresaran, mientras que los otros grupos atacaban en los campos. 45 La batalla siguió durante todo el día hasta que al fin Abimélec capturó la ciudad, y dio muerte a sus habitantes y la destruyó. 46 Cuando los habitantes de la población cercana a Siquén vieron lo que estaba sucediendo, se refugiaron en la fortaleza del templo del dios Berit.
47 Cuando Abimélec se enteró de esto, 48 dirigió sus fuerzas al monte Zalmón, donde cortó una rama para el fuego y la puso en su hombro. Enseguida les dijo a sus hombres. «Hagan lo que yo he hecho».
49 Entonces cada uno de ellos cortó leña y la llevó hasta el pueblo donde, siguiendo el ejemplo de Abimélec, la colocaron contra las murallas de la fortaleza y le prendieron fuego. Toda la gente murió adentro, unas mil personas entre hombres y mujeres.
50 Abimélec luego atacó la ciudad de Tebes y la tomó. 51 Sin embargo, dentro de la ciudad había una fortaleza y la población se refugió en ella, cerraron las puertas y se subieron al techo de la torre para mirar. 52 Abimélec se acercó a la puerta para quemarla, 53 pero una mujer desde el techo dejó caer una rueda de molino sobre la cabeza de Abimélec, y le rompió el cráneo. 54 «Mátame —le pidió a su escudero—. Que nunca se diga que una mujer mató a Abimélec». El joven lo atravesó con su espada, y murió. 55 Cuando sus hombres vieron que estaba muerto, se desbandaron y regresaron a sus hogares.
56-57 Así castigó Dios a Abimélec y a los hombres de Siquén por el pecado de haber asesinado a los setenta hijos de Gedeón, y se cumplió la maldición de Jotán, hijo de Gedeón.
Despedida de Bernabé y Saulo
13 En la iglesia de Antioquía eran profetas y maestros Bernabé, Simeón el Negro, Lucio de Cirene, Manaén (hermano de crianza del tetrarca Herodes) y Saulo.
2 Un día en que estos hombres estaban adorando al Señor y ayunando, el Espíritu Santo dijo:
―Apártenme a Bernabé y a Saulo para la tarea a la que los he llamado.
3 Después de ayunar y orar, pusieron las manos sobre ellos y los despidieron.
En Chipre
4 Dirigidos por el Espíritu Santo, Saulo y Bernabé fueron a Seleucia y de allí navegaron a Chipre. 5 Juan viajaba con ellos como ayudante.
Después de predicar la palabra de Dios en la sinagoga de los judíos que había en Salamina, 6 fueron recorriendo toda la isla hasta llegar a Pafos, donde conocieron a cierto mago y falso profeta judío llamado Barjesús. 7 Este estaba muy cerca del gobernador Sergio Paulo, hombre de gran entendimiento. El gobernador invitó a Bernabé y a Saulo porque deseaba escuchar la palabra de Dios. 8 Pero Elimas el mago (así se traduce su nombre), procurando apartar de la fe al gobernador, se puso en contra de ellos.
9 Entonces Saulo (que también se llama Pablo), lleno del Espíritu Santo, clavó los ojos en el mago y le dijo: 10 «Hijo del diablo, mentiroso y villano, enemigo de toda justicia, ¿hasta cuándo vas a torcer los caminos rectos del Señor? 11 La mano de Dios se está levantando contra ti y quedarás temporalmente ciego».
Instantáneamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas, y comenzó a andar a tientas, suplicando que alguien le tomara la mano y lo guiara.
12 Cuando el gobernador vio aquello, creyó, maravillado de la enseñanza del Señor.
En Antioquía de Pisidia
13 Pablo y los que andaban con él zarparon de Pafos y desembarcaron en Perge de Panfilia. Allí Juan los abandonó para regresar a Jerusalén, 14 pero Bernabé y Pablo continuaron su viaje hasta Antioquía de Pisidia.
Al llegar el día de reposo, asistieron a la sinagoga y se sentaron. 15 Después de la lectura de la ley y los profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron el siguiente mensaje: «Hermanos, si tienen alguna enseñanza de aliento para el pueblo, tomen la palabra».
16 Pablo se puso entonces de pie, los saludó con la mano, y les dijo: «Varones de Israel, y cualquiera que tema al Señor, escúchenme. 17-18 El Dios de la nación israelita escogió a nuestros antepasados y, después de enaltecerlos en Egipto, rescatándolos milagrosamente de la esclavitud, los estuvo alimentando durante cuarenta años en el desierto. 19 Luego destruyó siete naciones de Canaán y le dio a Israel aquel territorio como herencia.
20 »Después de esto, durante unos cuatrocientos cincuenta años, les estuvo dando jueces que los gobernaran, hasta los días del profeta Samuel. 21 Entonces, el pueblo pidió un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, que reinó cuarenta años. 22 Dios lo quitó y puso en su lugar a David, hombre de quien Dios mismo dijo: “David, hijo de Isaí, es un hombre conforme a mi corazón y me obedecerá”.
23 »Precisamente, uno de los descendientes del rey David, Jesús, es el Salvador que Dios le prometió a Israel. 24 Antes que él viniera, Juan el Bautista proclamó la necesidad que tenían los israelitas de arrepentirse de sus pecados. 25 Al final de su carrera, Juan declaró: “¿Creen ustedes acaso que soy el Mesías? ¡No! Pero él vendrá pronto. En comparación con él yo no valgo nada”.
26 »Hermanos, descendientes de Abraham, y cualquier gentil que reverencie a Dios: esta salvación es para todos nosotros. 27 Los que vivían en Jerusalén y sus jefes cumplieron las profecías al condenar a Jesús. Ellos no lo reconocieron, a pesar de que escuchaban la lectura de los profetas todos los sábados. 28 Como no hallaban ninguna causa justa para condenarlo, buscaron la manera de que Pilato lo matara. 29 Después de que se cumplieron las profecías acerca de la muerte del Mesías, lo bajaron de la cruz y lo colocaron en una tumba. 30 Pero Dios lo resucitó, 31 Y muchos de los hombres que lo habían acompañado a Jerusalén desde Galilea, lo vieron varias veces. Y aquellos hombres ahora son sus testigos ante el pueblo.
32-33 »Nosotros hemos venido aquí para darles a conocer la buena noticia de que Dios, al resucitar a Jesús, ha cumplido la promesa que les había hecho a nuestros antepasados, y la ha hecho realidad para nosotros. El salmo segundo expresa lo siguiente:
»“Tú eres mi hijo; hoy mismo te he engendrado”.
34 »Dios había prometido que lo levantaría de entre los muertos y no volvería a morir. Así lo declaran las Escrituras:
»“Yo cumpliré las bendiciones santas y seguras que le prometí a David”.
35 »En otro pasaje dice:
»“Dios no dejará que su santo se pudra”.
36 »Por cierto, después que David sirvió a su generación de acuerdo con la voluntad de Dios, murió, fue enterrado con sus antepasados y su cuerpo se descompuso. 37 Pero aquel a quien Dios resucitó, no sufrió la corrupción de su cuerpo. 38-39 ¡Hermanos! ¡Escúchenme! ¡Por medio de Jesús se les anuncia el perdón de los pecados! A cualquiera que crea en él se le declara justo, lo cual la ley de Moisés nunca pudo hacer. 40 ¡Cuidado! Procuren que las siguientes palabras de los profetas no se apliquen a ustedes:
41 »“Miren, asómbrense y perezcan, burlones. Porque en los días de ustedes estoy realizando una obra que no creerán cuando alguien se la anuncie”».
42 Al salir de la sinagoga, les pidieron que regresaran a hablarles la siguiente semana. 43 Pero muchos judíos y gentiles piadosos que adoraban en la sinagoga siguieron a Pablo y a Bernabé, y estos les aconsejaron que permanecieran fieles en la gracia que Dios les ofrecía.
44 A la semana siguiente, casi la ciudad entera fue a escucharlos predicar la palabra de Dios. 45 Pero cuando los judíos vieron el gentío, llenos de celos se pusieron a blasfemar y a rebatir las palabras de Pablo.
46 Entonces Pablo y Bernabé valientemente les dijeron: «Era necesario que las buenas noticias de Dios las conocieran primero ustedes los judíos. Pero como las rechazan y se muestran indignos de la vida eterna, no nos queda otro remedio que ofrecérselas a los gentiles. 47 Después de todo, el Señor nos lo ha ordenado:
»“Te he convertido en luz que ilumina a los gentiles y, por lo tanto, les has de llevar la salvación hasta lo más recóndito del mundo”».
48 Al oír esto los gentiles sintieron una gran alegría y celebraron la palabra del Señor. Y creyeron los que estaban destinados para obtener la vida eterna. 49 Y el mensaje de Dios se propagó en toda aquella región.
50 Pero un día, los judíos instigaron a mujeres piadosas y distinguidas, y a los jefes de la comunidad, y persiguieron a Pablo y Bernabé y los expulsaron de la localidad. 51 Ellos se sacudieron entonces el polvo de los pies, como señal, contra la ciudad y se fueron a Iconio. 52 Y sus discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.
Juicio contra reyes malvados
22 Luego el Señor me dijo: Ve a hablarle directamente al rey de Judá y dile: 2 Oye este mensaje del Señor, rey de Judá, tú que ocupas el trono de David, y escuchen también tus servidores y tu pueblo.
3 El Señor dice: Sean justos. Procedan con rectitud. Ayuden a los que requieren justicia. Deténganse en sus maldades. Protejan los derechos de los extranjeros e inmigrantes, de los huérfanos y las viudas; ¡dejen de matar inocentes! 4 Si dejan las terribles acciones que están cometiendo, yo libraré a esta nación y otra vez le daré reyes que ocupen el trono de David, y habrá prosperidad para todos.
5 Pero si no atienden esta advertencia, juro por mi gran fama, dice el Señor, que este palacio lo convertiré en ruinas y la familia real acabada. 6 Porque este es el mensaje del Señor respecto a la familia real: Te quiero tanto como a la fructífera Galaad y a los verdes bosques del Líbano, pero te destruiré y te dejaré desierta y deshabitada. 7 Llamaré a una cuadrilla de demoledores que traigan sus herramientas y te desmantelen. Arrancarán todas tus magníficas vigas de cedro y las echarán al fuego. 8 Hombres de muchas naciones pasarán junto a las ruinas de esta ciudad y se dirán uno al otro: «¿Por qué hizo esto el Señor? ¿Por qué destruyó esta gran ciudad?». 9 Y su respuesta será: «Porque el pueblo que la habitaba olvidó al Señor su Dios y violó el convenio que habían firmado con él, y le rindieron homenaje a ídolos».
10 ¡No lloren la muerte de Josías! ¡Lloren más bien por los que son llevados cautivos! Porque jamás volverán a ver su país natal. 11 Esto dice el Señor respecto a Salún, que reinó después de su padre el rey Josías, y fue llevado cautivo: 12 Morirá en tierra lejana, y jamás volverá a ver su patria.
13 ¡Ay de ti, rey Joacim, porque estás edificando tu gran palacio con trabajo forzado! Al no pagar los salarios a los trabajadores, es como si estuvieras edificando los muros con materiales de injusticia y con opresión haces los marcos de las puertas y los cielos rasos. 14 Tú dices: «Construiré un magnífico palacio con grandes cámaras y muchas ventanas, con artesonados de fragante cedro y pintado de atractivo color rojo». 15 ¡Pero no es la belleza del palacio lo que hace la grandeza del rey! ¿Por qué reinó tanto tiempo tu padre Josías? Porque fue justo e imparcial en todos sus actos. Por eso lo bendijo Dios. 16 Él se encargó de que a los pobres y menesterosos se les hiciera justicia y se les ayudara, y todo le salió bien. Esa es la manera de vivir de acuerdo a mi voluntad, dice el Señor. 17 Pero tú, ¡tú estás lleno de codicia y fraude! Matas a los inocentes, oprimes a los pobres y reinas despiadadamente.
18 Por lo tanto, esta es la condena del Señor contra el rey Joacim, quien reinó después de su padre Josías: Su familia no lo llorará cuando muera. A sus súbditos ni siquiera les importará que haya muerto. ¡Que tristeza ser echado al olvido de esa manera! 19 Lo enterrarán como si fuera un burro: lo sacarán de Jerusalén a rastras y lo echarán en el muladar más allá de los límites de la ciudad.
20 Llora, porque se han ido tus aliados. Búscalos en el Líbano, llámalos a gritos en Basán, búscalos en los vados del Jordán. Mira, todos han muerto, no quedó ni uno que te ayude. 21 Cuando todo te iba bien te lo advertí, pero tú respondiste: «No me molestes». Así fuiste desde tu niñez; ¡de plano te niegas a escuchar! 22 Y ahora todos tus aliados han desaparecido con un soplo del viento. A todos tus amigos se los llevaron como esclavos. Sin duda por fin comprenderás tu maldad y tendrás vergüenza. 23 Seguro que es muy bonito vivir con elegancia en un hermoso palacio construido con madera de cedro del Líbano, pero pronto llorarás y gemirás angustiado como mujer a punto de dar a luz.
24-25 Y respecto a ti, Jeconías, hijo de Joacim rey de Judá, aunque tú fueras el anillo del sello en mi mano derecha, yo te sacaría y te entregaría en manos de quienes buscan tu muerte, de quienes tienes tanto miedo: Nabucodonosor rey de Babilonia y su poderoso ejército. 26 A ti y a tu madre los echaré de este país, y morirán en país lejano. 27 Jamás retornarán a la tierra que tanto aman. 28 Este Jeconías es como plato quebrado y desechado. Él y sus hijos irán desterrados a tierras lejanas, igual como se desecha un plato quebrado.
29 ¡Ay tierra, tierra, tierra! ¡Escucha el mensaje del Señor! 30 El Señor dice: Haz constar que este Jeconías no tendrá descendencia, pues ninguno de sus hijos ocupará el trono de David ni gobernará en Judá. Su vida no tendrá ninguna importancia.
Jesús alimenta a los cuatro mil
8 En aquellos días, de nuevo había una gran multitud que no tenía qué comer. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
2 ―Siento compasión de la gente, porque ya llevan tres días aquí y se les ha acabado la comida. 3 Si los envío sin comer, se desmayarán en el camino porque muchos han venido de lejos.
4 ―Y en un lugar desierto como este, ¿dónde se podrá encontrar alimentos para darles de comer? —protestaron los discípulos.
5 ―¿Cuántos panes tienen? —les preguntó.
―Siete —respondieron.
6 Pidió a la multitud que se sentara en el suelo. Luego tomó los siete panes, dio gracias a Dios por ellos, los partió y los fue pasando a los discípulos. Los discípulos a su vez los fueron distribuyendo. 7 Encontraron también unos pescaditos. Jesús los bendijo y pidió a los discípulos que los repartieran. 8 Todos comieron y se hartaron. Al terminar, recogieron siete cestas de alimentos que sobraron; 9 y eran como cuatro mil los que comieron. Después Jesús los despidió.
10 Acto seguido se embarcó con sus discípulos hacia la región de Dalmanuta. 11 Allí llegaron los fariseos y empezaron a discutir con él.
Para ponerlo a prueba le dijeron:
―Haz alguna señal en el cielo.
12 Y él, suspirando profundamente, respondió:
―¿Por qué pide esta gente una señal? Les aseguro que no se le dará ninguna. 13 Entonces los dejó y se embarcó de nuevo. Esta vez se fue al otro lado del lago.
La levadura de los fariseos y la de Herodes
14 A los discípulos se les olvidó comprar alimentos antes de salir, y sólo tenían un pan en la barca. 15 Jesús les advirtió:
―¡Cuidado con la levadura del rey Herodes y la de los fariseos!
16 Los discípulos se preguntaban intrigados: ¿Se referirá a que se nos olvidó el pan?
17 Jesús, que sabía lo que estaban comentando, les dijo:
―¿Por qué están hablando de que no tienen pan? ¿Todavía no ven ni entienden? ¿Tienen el corazón tan endurecido? 18 ¿Acaso tienen ojos y no ven, y oídos y no escuchan? ¿Ya no se acuerdan de 19 que alimenté a cinco mil hombres con cinco panes? ¿Cuántas cestas llenas sobraron?
―Doce— contestaron.
20 ―Y cuando alimenté a los cuatro mil con siete panes, ¿qué sobró?
―Siete cestas llenas —le respondieron.
21 ―¿Y todavía no entienden? —les dijo.
Jesús sana a un ciego en Betsaida
22 Llegaron luego a Betsaida; le llevaron a un ciego y le rogaron que lo tocara. 23 Jesús tomó al ciego de la mano y lo sacó del pueblo. Una vez fuera, le mojó los ojos con saliva y le puso las manos encima.
―¿Ves algo ahora? —le preguntó.
24 El hombre miró a su alrededor.
―¡Sí! —dijo—. Veo gente y parecen como árboles que caminan.
25 Jesús le colocó de nuevo las manos sobre los ojos, y el hombre miró fijamente y pudo ver todo con claridad.
26 Jesús le ordenó que regresara con su familia.
―No entres en el pueblo —le dijo.
La confesión de Pedro
27 Jesús y sus discípulos siguieron hacia los pueblos de Cesarea de Filipo. En el camino les preguntó:
―¿Quién cree la gente que soy?
28 ―Algunos dicen que eres Juan el Bautista —le respondieron—; y otros afirman que eres Elías o uno de los profetas.
29 ―¿Y quién creen ustedes que soy?
Pedro le respondió:
―¡Tú eres el Mesías!
30 Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie.
Jesús predice su muerte
31 Y empezó a enseñarles que era necesario que el Hijo del hombre sufriera mucho y que iba a ser rechazado por los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley. Les dijo también que lo matarían, pero resucitaría después de tres días.
32 Con tanta franqueza les habló, que Pedro lo llamó aparte y lo reprendió.
33 Pero Jesús le volvió la espalda y, mirando a los otros discípulos, reprendió a Pedro:
―¡Apártate de mí, Satanás! ¡Estás mirando las cosas como las ven los hombres y no como las ve Dios!
34 Dicho esto, llamó a la multitud junto con sus discípulos y añadió:
―Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 35 El que se afana por salvar su vida, la perderá. Pero los que pierden su vida por mi causa y por la causa del evangelio, la salvarán.
36 »¿De qué le sirve a una persona ganarse el mundo entero si pierde su vida? 37 ¿Qué se puede dar a cambio de la vida? 38 Si alguien se avergüenza de mí y de mi mensaje en medio de esta gente incrédula y pecadora, el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
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