Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
1 Crónicas 21

David hace un censo militar

21 Satanás se levantó contra Israel, pues incitó a David a hacer un censo. Por eso, David les dijo a Joab y a los jefes del pueblo:

―Quiero que vayan por todo el país, desde Berseba hasta Dan, y cuenten a todos los israelitas y traíganme ese dato.

Pero Joab le respondió:

―¡Que el Señor multiplique su pueblo cien veces más de lo que es ahora! Pero si ya todos estamos al servicio de mi rey y Señor, ¿para qué quiere que contemos a la gente? ¿Por qué hacer algo que le va a traer la desgracia a Israel?

Pero el rey se impuso, y Joab hizo lo que el rey le ordenó. Viajó, pues, por todo Israel, y regresó a Jerusalén. Dio una cifra total de habitantes que ascendió a un millón cien mil hombres que podían ir a la guerra, mientras que en Judá habían cuatrocientos setenta mil. Pero no incluyó las tribus de Leví ni de Benjamín en el censo, porque no estaba de acuerdo con la orden del rey. Y Dios también estaba disgustado con el censo, y por este motivo castigó a Israel.

Entonces David le dijo a Dios: «He cometido un pecado muy grande al ordenar hacer este censo. Pero ahora te ruego que perdones el pecado de tu siervo, pues me he portado como alguien que desconfía de tu poder».

Entonces el Señor le dijo a Gad, profeta personal de David:

10 «Ve y dile a David: “El Señor te da la oportunidad de escoger entre tres castigos. Escoge el que quieras”».

11 Entonces Gad fue y le dijo a David:

―El Señor te manda a decir que elijas uno de estos tres castigos: 12 tres años de hambre en tu tierra, o tres meses de destrucción por tus enemigos, o tres días en que el Señor enviará a su ángel para que desate una plaga mortal por todo el país, de modo que muchos morirán. Piénsalo y dame a conocer tu respuesta, para dársela al Señor.

13 ―Es una decisión muy difícil de tomar —respondió David—, pero prefiero caer en las manos del Señor y no en el poder de los hombres, porque el Señor es muy compasivo.

14 Entonces el Señor envió una plaga sobre Israel, y murieron setenta mil hombres. 15 Durante la plaga, Dios envió un ángel a destruir a Jerusalén; pero entonces sintió tal compasión que le dolió profundamente, de modo que ordenó al ángel destructor: «¡No sigas! ¡Es suficiente!». En ese momento el ángel del Señor se encontraba de pie en el campo de trilla de Ornán el jebuseo.

16 Cuando David vio al ángel del Señor parado entre el cielo y la tierra con su espada desenvainada, apuntando hacia Jerusalén, se vistió de ropas ásperas y se postró en tierra, delante del Señor; y los ancianos de Israel hicieron lo mismo. 17 Y David le dijo a Dios: «Yo fui el que pecó al dar la orden de hacer el censo. Pero, ¿qué han hecho estas ovejas? Señor, Dios mío, castígame a mí y a mi familia, pero no sigas castigando a tu pueblo».

David construye un altar

18 Entonces el ángel del Señor le dijo a Gad: «Ve y dile a David que construya un altar al Señor en el terreno de trilla de Ornán el jebuseo». 19 David fue, pues, a hablar con Ornán, cumpliendo así la orden que el Señor le había dado por medio del profeta Gad.

20 Cuando David llegó, Ornán y sus cuatro hijos se hallaban trillando el trigo. Ornán miró hacia atrás y vio al ángel. Sus hijos también lo vieron, y corrieron a esconderse. 21 Luego Ornán vio al rey que se acercaba; salió de la era y se postró en tierra delante del rey David. 22 Entonces David le dijo:

―Por favor, véndeme esta parte de tu parcela, para construir un altar para el Señor, a fin de que la plaga se detenga. Yo te pagaré lo que en realidad vale el terreno.

23 ―Tómalo, mi señor, y úsalo como lo desees —dijo Ornán a David—. Toma además los bueyes para el holocausto y usa los instrumentos de trilla como leña para el fuego y usa, asimismo, el trigo para la ofrenda de grano. Te regalo todo.

24 ―No —respondió el rey—, debo comprarlo por el valor real; no puedo tomar sin pago lo que es tuyo y luego darlo al Señor. ¡No ofreceré al Señor un holocausto que no me haya costado!

25 Entonces, David le dio a Ornán seiscientas monedas de oro por el terreno. 26 Luego, David construyó allí un altar al Señor y ofreció holocaustos y ofrendas de paz sobre él. Y oró al Señor, quien respondió enviando fuego desde los cielos para quemar las ofrendas que estaban sobre el altar.

27 Por orden del Señor, el ángel guardó su espada; 28 y cuando David vio que el Señor había accedido a su súplica, le ofreció sacrificios.

29 En ese tiempo, el santuario y el altar de los holocaustos que hizo Moisés en el desierto, estaban en el monte de Gabaón. 30 Pero David no se atrevió a ir a ese lugar a consultar al Señor, porque le dio mucho miedo ver cómo el ángel del Señor estaba castigando al pueblo.

1 Pedro 2

Por lo tanto, dejen de hacer toda clase de mal, todo engaño, hipocresía, envidias y chismes. Como niños recién nacidos busquen con ansias la leche pura de la palabra. Así, por medio de ella crecerán en su salvación, ahora que han probado lo bueno que es el Señor.

La piedra viva y su pueblo escogido

Acérquense a Cristo, que es la Piedra viva que los seres humanos despreciaron pero que Dios escogió y es preciosa para él. De este modo, también ustedes son piedras vivas con las que se está edificando una casa espiritual. Así llegan a ser un sacerdocio santo, para que le ofrezcan a Dios sacrificios espirituales por medio de Jesucristo. Estos sacrificios a él le agradan. Como dice la Escritura: «Yo pongo en Sion una piedra que es la principal, escogida y preciosa, y el que confíe en ella jamás será defraudado».

Para ustedes los creyentes, esta piedra es preciosa. Pero para los que no creen:

«La piedra que los constructores despreciaron ha llegado a ser la piedra más importante».

Y también:

«Es una piedra con la cual tropezarán y una roca que hará que caigan». Tropiezan porque no obedecen la palabra, ya que para ello estaban destinados.

Pero ustedes son una familia escogida, son sacerdotes reales y son una nación santa. Son un pueblo que Dios compró para que anuncien sus obras extraordinarias; él fue quien los llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. 10 Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son el pueblo de Dios; antes no habían tenido compasión de ustedes, pero ahora ya les tienen compasión.

11 Queridos hermanos, les pido, como si ustedes fueran extranjeros y estuvieran de paso por este mundo, que se mantengan lejos de los malos deseos que luchan contra la vida. 12 Vivan entre los que no son creyentes de una manera ejemplar, para que aunque hablen mal de ustedes acusándolos de ser malvados, ellos vean las cosas buenas que ustedes hacen y alaben a Dios en el día en que él les pida cuentas a todos.

Sumisión a los gobernantes y a los superiores

13 Por causa del Señor, obedezcan a toda autoridad humana, ya sea al rey porque es el que tiene más autoridad, 14 o a los gobernadores que él ha puesto para castigar a los que hacen lo malo y para honrar a los que hacen lo bueno. 15 Lo que Dios quiere es que ustedes hagan el bien, para que los ignorantes y tontos no tengan nada que decir en contra de ustedes.

16 Pórtense como personas libres que no usan su libertad como pretexto para hacer lo malo, sino que viven como siervos de Dios.

17 Traten a todos con respeto. Amen a los hermanos, honren a Dios y respeten al rey.

18 Criados, obedezcan y respeten a sus amos, no sólo a los que son buenos y comprensivos sino también a los que son difíciles de soportar, 19 pues es digno de elogio que alguien, por ser responsable ante Dios, soporte penas y sufrimientos injustamente. 20 Pero ustedes no tendrán ningún mérito si los maltratan por hacer lo malo. En cambio, si sufren por hacer lo bueno, eso es algo que a Dios le agrada. 21 Para esto los llamó, para que así como Cristo sufrió por ustedes y les dio el ejemplo, ustedes sigan sus pasos.

22 «Cristo no cometió ningún pecado ni engañó jamás a nadie».

23 Cuando lo insultaban, él no respondía con insultos. Cuando lo hacían sufrir, no los amenazaba, sino que se entregaba a Dios y dejaba que él juzgara con justicia. 24 Cristo mismo llevó en su cuerpo nuestros pecados a la cruz, para que muramos al pecado y llevemos una vida justa. Cristo fue herido para que ustedes fueran sanados. 25 Antes ustedes eran como ovejas descarriadas, pero ahora han regresado al Pastor que cuida de sus vidas.

Jonás 4

Enojo de Jonás

Esto hizo que Jonás se sintiera muy enojado. Se quejó de ello ante el Señor:

Señor, esto es exactamente lo que pensé que harías, cuando todavía estaba en mi tierra y me dijiste que viniera a Nínive. Por esta razón hui a Tarsis. Yo sabía que eres un Dios compasivo, misericordioso, que te cuesta mucho enojarte y que eres lleno de bondad. Yo sabía que con facilidad dejarías la idea de destruir a este pueblo. Señor, es mejor que me mates; prefiero la muerte antes que la vida, porque nada de lo que les anuncié ocurrirá.

―¿Crees que es correcto que te enojes tanto por esto? —le respondió el Señor.

Jonás salió de la ciudad y se sentó malhumorado al oriente de ella. Allí se hizo una enramada para que le hiciera sombra, mientras esperaba a ver si le pasaba algo a la ciudad. Dios el Señor hizo que creciera rápidamente una calabacera, la cual extendió sus hojas sobre la cabeza de Jonás, haciéndole sombra. Esto hizo que Jonás se sintiera muy cómodo y contento.

Pero Dios también preparó un gusano. A la mañana siguiente el gusano picó la calabacera, y esta se marchitó y se secó. Cuando el sol salió, Dios ordenó que soplara un viento muy caliente. Debido al intenso calor, Jonás estuvo a punto de desmayarse, y deseó la muerte. Así que exclamó: «¡Mejor sería estar muerto que sufrir este padecimiento!».

―¿Crees que es justo que te enojes tanto porque se secó la planta? —le preguntó Dios a Jonás.

―¡Claro que sí es justo! —respondió Jonás—. ¡Es tanta la rabia que tengo, que prefiero la muerte!

10 Entonces el Señor le dijo:

―Sientes lástima porque fue destruida la planta que te daba sombra, aunque tú no trabajaste en ella y, que de todos modos, es de corta vida. 11 Y ¿por qué no iba yo a tener lástima de la gran ciudad de Nínive, con sus ciento veinte mil habitantes que no saben distinguir entre lo bueno y lo malo, y de todo su ganado?

Lucas 9

Jesús envía a los doce

Jesús reunió a sus doce discípulos y les dio poder y autoridad para echar fuera a todos los demonios y para sanar enfermedades. Los envió a anunciar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.

Les dijo: «No lleven nada para el camino: ni bastón, ni bolsa, ni comida, ni dinero, ni más ropa que la que traen puesta. En la casa a la que lleguen, quédense hasta que salgan de ese pueblo. Si en algún pueblo no quieren recibirlos, al salir de allí sacúdanse el polvo de los pies como un testimonio contra ellos».

Entonces se fueron de pueblo en pueblo anunciando las buenas noticias y sanando a los enfermos.

Cuando Herodes se enteró de todo lo que estaba sucediendo, quedó confundido. Es que algunos decían que Juan había resucitado. Otros sostenían que Elías había aparecido; y aun otros, que había resucitado alguno de los antiguos profetas.

Pero Herodes dijo: «Yo mismo mandé que a Juan le cortaran la cabeza. ¿Quién será entonces este, de quien oigo estas cosas?».

Y buscaba la oportunidad de verlo.

Jesús alimenta a los cinco mil

10 Cuando los apóstoles regresaron, le contaron a Jesús lo que habían hecho. Él se los llevó sólo a ellos a un pueblo llamado Betsaida. 11 Pero la gente se dio cuenta donde estaba y lo siguió. Él los recibió y les habló del reino de Dios, y sanó a los enfermos. 12 Como empezaba a oscurecer, los doce se le acercaron y le dijeron:

―Despide a la gente, para que vaya a los campos y pueblos cercanos a buscar comida y alojamiento, pues aquí no hay nada.

13 Jesús les dijo:

―Denles ustedes de comer.

Ellos le respondieron:

―No tenemos más que cinco panes y dos pescados. Para dar de comer a toda esta gente tendríamos que ir a comprar comida. 14 Había allí como cinco mil hombres. Pero Jesús dijo a sus discípulos:

―Hagan que la gente se siente en grupos de cincuenta.

15 Los discípulos así lo hicieron, y todos se sentaron. 16 Entonces Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, miró al cielo y los bendijo. Luego los partió y se los dio a los discípulos para que los repartieran a la gente. 17 Todos comieron hasta quedar satisfechos; y recogieron doce canastas con los pedazos que sobraron.

La confesión de Pedro

18 Un día en que Jesús estaba orando a solas, sus discípulos lo acompañaban, y él les preguntó:

―¿Quién dice la gente que soy yo?

19 Ellos le respondieron:

―Unos dicen que eres Juan el Bautista, otros que eres Elías, y otros que eres uno de los antiguos profetas que ha resucitado.

20 ―Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?

Pedro contestó:

―Eres el Cristo de Dios.

21 Jesús les dio órdenes estrictas de que no le dijeran esto a nadie. Y les explicó:

22 ―El Hijo del hombre va a sufrir mucho y será rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Lo van a matar, pero al tercer día resucitará.

23 Entonces se dirigió a todos y les dijo:

―El que quiera ser mi discípulo debe olvidarse de sí mismo, llevar su cruz cada día y seguirme, 24 porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la salvará. 25 ¿De qué le sirve a alguien ganar el mundo entero si se destruye a sí mismo? 26 Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras, el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria y en la gloria del Padre y de los santos ángeles. 27 Les aseguro que algunos de los que están aquí no morirán sin antes haber visto el reino de Dios.

La transfiguración

28 Más o menos ocho días después de haber dicho esto, Jesús, acompañado de Pedro, Juan y Jacobo, subió a una montaña para orar. 29 Mientras oraba, su cara cambió y su ropa se volvió blanca y brillante. 30 Entonces aparecieron dos hombres: eran Moisés y Elías que conversaban con Jesús. 31 Estaban rodeados de gloria, y hablaban de la partida de Jesús, que iba a ocurrir en Jerusalén. 32 Pedro y sus compañeros se habían quedado dormidos, rendidos por el cansancio. Pero cuando se despertaron, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. 33 Mientras estos hombres se alejaban de Jesús, Pedro le dijo:

―Maestro, ¡qué bueno que estemos aquí! Podemos construir tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Pero él no sabía lo que decía.

34 No había terminado de hablar cuando apareció una nube que los envolvió y ellos se llenaron de miedo. 35 De la nube salió una voz que dijo: «Este es mi Hijo, al que yo escogí. Escúchenlo».

36 Después que se oyó la voz, Jesús quedó solo.

Los discípulos por algún tiempo no le dijeron nada a nadie de lo que habían visto.

Jesús sana a un muchacho endemoniado

37 Al día siguiente, cuando bajaron de la montaña, mucha gente les salió al encuentro. 38 De entre toda esa gente, un hombre le dijo:

―Maestro, te ruego que ayudes a mi hijo, pues es el único que tengo. 39 Un espíritu se apodera de él y, de repente, hace gritar al muchacho. También lo sacude con violencia y hace que eche espuma por la boca. Cuando por fin lo suelta, lo deja todo lastimado.

40 Les rogué a tus discípulos que echaran fuera al espíritu, pero no pudieron.

41 Respondió Jesús:

―¡Oh, gente falta de fe y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes y soportarlos? Trae acá a tu hijo.

42 Cuando el muchacho se acercaba, el demonio lo derribó e hizo que temblara con violencia. Pero Jesús reprendió al espíritu maligno, sanó al muchacho y se lo devolvió a su padre. 43 Todos quedaron asombrados ante la grandeza de Dios.

Y mientras la gente seguía tan asombrada por todo lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:

44 ―Pongan mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.

45 Pero los discípulos no entendían lo que Jesús quería decir con esto. Todavía todo estaba como nublado para ellos y no podían comprenderlo. Y no se atrevían a preguntarle.

¿Quién va a ser el más importante?

46 Cierto día, los discípulos comenzaron a discutir acerca de quién de ellos sería el más importante. 47 Jesús sabía lo que ellos pensaban, así que tomó a un niño y lo puso junto a él. 48 Les dijo:

―El que recibe a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que es más insignificante entre todos ustedes, ese es el más importante.

49 Juan le dijo:

―Maestro, vimos a un hombre que echaba fuera demonios en tu nombre, pero como no anda con nosotros, tratamos de que no lo hiciera.

50 Jesús les respondió:

―No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes está a favor de ustedes.

La oposición de los samaritanos

51 Cuando se acercaba el tiempo de que Jesús subiera al cielo, él se hizo el firme propósito de ir a Jerusalén. 52 Envió por delante mensajeros, que fueron a un pueblo samaritano para prepararle alojamiento. 53 Pero allí no quisieron recibirlo, porque sabían que se dirigía a Jerusalén.[a] 54 Cuando Jacobo y Juan, sus discípulos, vieron esto, le preguntaron:

―Señor, ¿quieres que mandemos que caiga fuego del cielo y los destruya?

55 Pero Jesús se volvió a ellos y los reprendió.

56 Luego siguieron su camino hacia otro pueblo.

Lo que cuesta seguir a Jesús

57 Cuando iban por el camino, alguien le dijo:

―Te seguiré a dondequiera que vayas.

58 Jesús le respondió:

―Las zorras tienen guaridas y las aves tienen nidos, pero el Hijo del hombre no tiene ni donde recostar la cabeza.

59 En otra ocasión, a otro le dijo:

―Sígueme.

Él le contestó:

―Señor, primero déjame ir a enterrar a mi padre.

60 Jesús le respondió:

―Deja que los muertos entierren a sus propios muertos. Tu deber es ir y anunciar el reino de Dios.

61 Otro le dijo:

―Señor, yo te seguiré, pero primero déjame ir a despedirme de mi familia.

62 Jesús le respondió:

―El que pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás no es útil para el reino de Dios.

Nueva Biblia Viva (NBV)

Nueva Biblia Viva, © 2006, 2008 por Biblica, Inc.® Usado con permiso de Biblica, Inc.® Reservados todos los derechos en todo el mundo.