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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
1 Reyes 19

Elías huye a Horeb

19 Cuando Acab le contó a Jezabel lo que había hecho Elías, y cómo había dado muerte a los profetas de Baal, ella le envió este mensaje a Elías: «¡Te juro por mis dioses, que mañana, a esta misma hora, tú serás hombre muerto! ¡Así como mataste a mis profetas, yo te mataré a ti!».

Elías entonces huyó para salvar su vida. Se fue a Berseba, ciudad de Judá, y dejó a su siervo allí. Luego se internó en el desierto. Después de caminar todo un día, se sentó bajo un arbusto, y sintió deseos de morir.

«¡Basta! —le dijo al Señor—. ¡Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados!».

Entonces se acostó y se quedó dormido bajo el arbusto. Pero mientras dormía, un ángel lo tocó y le dijo: «Levántate y come». Él miró y vio que había un pan cocido sobre piedras calientes, y un cántaro de agua. Entonces comió, bebió y se acostó nuevamente.

Entonces el ángel del Señor volvió, lo tocó y le dijo: «Levántate y come más, porque tienes un largo viaje por delante». Entonces Elías se levantó, comió y bebió, y recobró suficientes fuerzas para viajar durante cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte Horeb, el monte de Dios. Al llegar allí, se metió en una cueva, para pasar la noche.

El Señor se le aparece a Elías

Pero el Señor le dijo:

―¿Qué haces aquí, Elías?

10 Él contestó:

―Siento un ardiente amor por ti, Dios Todopoderoso; me duele ver cómo el pueblo de Israel ha quebrantado el pacto contigo, ha derribado tus altares, ha dado muerte a tus profetas. ¡Sólo yo he quedado, y ahora están tratando de matarme a mí también!

11 ―Sal y ponte delante de mí, en la montaña, pues voy a pasar por aquí —le dijo el Señor.

En ese momento, sopló un fuerte viento que azotó las montañas. Era tan terrible que hacía añicos las rocas y partía las montañas, pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto. 12 Y después del terremoto hubo fuego, pero el Señor no estaba en el fuego. Y después del fuego se oyó un susurro suave y apacible. 13 Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto, salió y estuvo parado a la entrada de la cueva. Y una voz le preguntó:

―¿Por qué estás aquí, Elías?

14 Él respondió nuevamente:

―Siento un ardiente amor por ti, Dios Todopoderoso; me duele ver cómo el pueblo de Israel ha quebrantado el pacto contigo, ha derribado tus altares y ha dado muerte a tus profetas. ¡Sólo yo he quedado, y ahora están tratando de matarme a mí también!

15 El Señor le dijo:

―Regresa a Damasco, por el camino del desierto, y cuando llegues unge a Jazael para que sea rey de Siria. 16 Luego unge a Jehú hijo de Nimsi, para que sea rey de Israel, y unge a Eliseo hijo de Safat, de Abel Mejolá, para que te reemplace como profeta mío. 17 Quien escape de Jazael, Jehú lo matará, y los que escapen de Jehú, Eliseo los matará. 18 Pero tienes que saber que aún quedan siete mil hombres en Israel que jamás se han inclinado ante Baal ni lo han adorado.

El llamamiento de Eliseo

19 Entonces Elías fue y halló a Eliseo, mientras este araba un campo. Dirigía la última de las doce yuntas que estaban trabajando. Elías se acercó a él, le puso el manto en sus hombros y se alejó. 20 Eliseo dejó los bueyes allí, corrió tras Elías, y le dijo:

―Primero deja que me despida de mi padre y de mi madre con un beso, y luego me iré contigo.

Elías le respondió:

―Puedes hacerlo. Sólo ten presente lo que te he hecho hoy.

21 Eliseo entonces regresó. Luego tomó los bueyes, los mató y usó la leña del arado para hacer una fogata, para asar la carne. Invitó a su gente a comer del asado, y ellos aceptaron su invitación. Luego se fue con Elías, como su ayudante.

1 Tesalonicenses 2

Ministerio de Pablo en Tesalónica

Hermanos, ustedes saben bien que la visita que nosotros les hicimos no fue en vano. También saben que antes nos habían insultado y maltratado en Filipos. A pesar de eso, nuestro Dios nos dio valor y nos atrevimos a anunciarles el evangelio en medio de una gran lucha. Cuando lo anunciamos, no fue por error ni teníamos malas intenciones ni queríamos engañar a nadie. Al contrario, hablamos porque Dios nos aprobó y confió en nosotros para anunciar el evangelio. Nosotros no tratamos de agradar a la gente sino a Dios, que es el que conoce nuestro corazón. Como ustedes saben, nunca hemos usado halagos ni pretextos para obtener dinero. Dios es testigo de eso. Nunca hemos buscado que nos rindan honores, ni ustedes ni nadie. Como somos apóstoles de Cristo, hubiéramos podido ser exigentes con ustedes; sin embargo, los tratamos con ternura, como una madre que alimenta y cuida a sus hijos. Es tan grande el cariño que les tenemos, que no sólo les habríamos anunciado el evangelio, sino también les habríamos dado nuestras propias vidas.

Recuerden, hermanos, cómo trabajamos y nos fatigamos por anunciarles el evangelio de Dios. De día y de noche trabajamos para no serle una carga a nadie. 10 Dios y ustedes saben que esto es cierto. Nos portamos con ustedes los creyentes, de manera santa y justa, y por eso nadie puede reprocharnos nada. 11 Ustedes saben también que a cada uno de ustedes lo hemos tratado como un padre trata a sus hijos. 12 Los hemos animado y consolado y hemos insistido en que vivan como lo hacen los que son de Dios, que es el que los llama a compartir su reino y su gloria.

13 Por eso, no dejamos de dar gracias a Dios, pues cuando les predicamos la palabra de Dios, ustedes la oyeron y la aceptaron, no como si fuera palabra de hombres, sino como lo que realmente es: palabra de Dios. Y esta palabra los transforma a ustedes los creyentes. 14 Ustedes, hermanos, sufrieron a manos de sus compatriotas, igual que las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea sufrieron a manos de los judíos. Ustedes siguieron su ejemplo. 15 Estos judíos mataron al Señor Jesús y a los profetas, y a nosotros nos echaron fuera. No hacen lo que a Dios le agrada y están en contra de todos, 16 pues tratan de que nosotros no anunciemos el mensaje de salvación a los que no son judíos. Así llegan siempre al colmo de su pecado. Pero Dios los castigará duramente.

Pablo anhela ver a los tesalonicenses

17 Hermanos, aunque nos separamos físicamente de ustedes por algún tiempo, siempre los llevábamos en nuestro corazón, e hicimos todo lo posible por ir a verlos. 18 Quisimos visitarlos; yo mismo, Pablo, lo intenté más de una vez, pero Satanás nos lo impidió. 19 Después de todo, cuando el Señor Jesús regrese, ¿de qué estaremos orgullosos o alegres? ¿Cuál será nuestra esperanza? Si no son ustedes, ¿quién será? 20 Sí, ustedes son nuestro orgullo y alegría.

Daniel 1

Daniel en Babilonia

Tres años después que el rey Joacim comenzó a reinar en Judá, Nabucodonosor, el rey de Babilonia, vino a Jerusalén y la sitió con sus ejércitos. El Señor le permitió que venciera sobre Joacim, el rey de Judá. Al volver a Babilonia, se llevó algunas de las copas sagradas del templo de Dios, y las colocó en la casa del tesoro de sus dioses, en la región de Sinar. Luego ordenó a Aspenaz, quien estaba a cargo del personal de servicio de su palacio, traer al palacio a algunos de los jóvenes judíos que habían sido traídos cautivos, jóvenes de la familia real o de la nobleza de Judá. «Escoge muchachos fuertes, sanos y de buen parecer, le dijo, que tengan una amplia cultura; jóvenes bien educados, inteligentes, despiertos, sensatos y capaces de servir en el palacio. Enséñales a estos jóvenes la lengua y la literatura de los babilonios».

Y el rey les asignó a estos jóvenes la mejor comida y el mejor vino, todo de lo que él mismo consumía, durante el periodo de entrenamiento de tres años, con la idea de hacerlos sus consejeros al graduarse.

Daniel, Ananías, Misael y Azarías fueron cuatro de los jóvenes escogidos, todos de la tribu de Judá. Sin embargo, el jefe del personal les dio nombres babilónicos: Daniel fue llamado Beltsasar; Ananías fue llamado Sadrac; Misael fue llamado Mesac; y Azarías fue llamado Abednego.

Pero Daniel se propuso no contaminarse comiendo la comida y el vino que el rey les daba. Por lo tanto, pidió permiso al jefe del personal para comer otras cosas. Dios permitió que Daniel se ganara el respeto del jefe del personal. 10 Este estaba preocupado ante la petición de Daniel. «Mi señor el rey ha ordenado que ustedes coman esta comida y beban este vino, le dijo. Tengo miedo de que se pongan pálidos y delgados en comparación con los otros jóvenes de su edad, y luego el rey me cortaría la cabeza por no cumplir bien con mis responsabilidades».

11 Daniel conversó sobre este asunto con el mayordomo a quien el jefe del personal había encargado el cuidado de Daniel, Ananías, Misael y Azarías. 12 Dijo Daniel: «Haz una prueba con nosotros. Por diez días danos de comer vegetales y de beber sólo agua. 13 Al final de los diez días, compara nuestro aspecto con el de los jóvenes que comen la comida del rey, y entonces decide si nos dejas continuar comiendo vegetales y bebiendo agua».

14 Por fin el mayordomo aceptó que se hiciera la prueba por diez días. 15 Al finalizar los diez días, ¡Daniel y sus tres amigos parecían más saludables y mejor alimentados que los jóvenes que habían estado comiendo de la comida del rey! 16 Así que después, el mayordomo los alimentó solamente con verduras y agua, retirando del menú los ricos manjares y vinos.

17 Dios concedió a estos cuatro jóvenes gran facilidad para aprender y pronto ellos habían llegado a dominar toda la literatura y ciencia de aquel tiempo. Y a Daniel además le dio la habilidad de poder entender el significado de sueños y visiones.

18 Cuando se completó el periodo de tres años de entrenamiento, el jefe del personal llevó a todos los jóvenes ante el rey Nabucodonosor. 19 El rey habló con cada uno de ellos, y ninguno le impresionó tanto como lo hicieron Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Por eso pasaron a ser miembros de su cuerpo permanente de consejeros. 20 Y en todos los asuntos que requerían información adecuada y juicio equilibrado, el rey encontró que el consejo de estos jóvenes era diez veces mejor que el de los magos y agoreros de su reino. 21 Daniel mantuvo este puesto de consejero del rey hasta el primer año del reinado del rey Ciro.

Salmos 105

105 Den gracias al Señor por todas las maravillas que hace; proclámenlo a todas las naciones. Cántenle, sí, cántenle alabanzas; y hablen a todos de sus milagros. ¡Siéntanse orgullosos de su santo nombre; adoradores de Dios, alégrense!

Busquen al Señor y su fortaleza; sigan siempre buscándolo.

Recuerden las maravillas que él ha hecho, los milagros y los juicios que de él hemos recibido. ¡Ustedes, hijos de Abraham, siervo de Dios! ¡Ustedes, descendientes de Jacob, el elegido de Dios! Él es el Señor Dios nuestro. Su gobierno se ve por doquier en la tierra. Aunque pasen mil generaciones, él jamás olvida sus promesas. Es el pacto que él hizo con Abraham, el juramento que le hizo a Isaac. 10 Se lo confirmó a Jacob como una ley, al pueblo de Israel como un pacto eterno, 11 cuando dijo: «Te daré la tierra de Canaán como la herencia que te toca». 12 Él dijo esto cuando sólo eran unos cuantos en número, un grupo muy pequeño en la tierra de Canaán. 13 Andaban siempre de nación en nación y de reino en reino, 14 pero en todo a nadie permitió que los oprimiera, por ellos reprendió a los reyes: 15 «No toquen a mis ungidos; no hagan daño a mis profetas», advirtió. 16 Hizo venir el hambre sobre la tierra de Canaán, cortando su fuente de alimento. 17 Luego, envió delante de ellos a José, al que vendieron como esclavo a Egipto. 18 Allá en la cárcel le sujetaron los pies con grilletes y le pusieron la cabeza en cepo de hierro, 19 hasta que llegó el tiempo de que se cumpliera lo que él predijo y el Señor probó el carácter de José. ¡Cómo le probó Dios su paciencia! 20 Entonces el faraón lo mandó llamar y lo puso en libertad, el gobernante de la nación abrió las puertas de su prisión. 21 Pusieron a su cargo todo lo que le pertenecía al faraón, él mandaba sobre todas las cosas que eran del faraón. 22 Él podía instruir a su antojo a los ayudantes del rey, y enseñar a sus consejeros.

23 Y luego Israel llegó a Egipto y vivió allí, como un extranjero, en la tierra de Cam. 24 El Señor hizo que su pueblo se multiplicara; lo hizo más numeroso que sus enemigos. 25 En esas circunstancias, Dios enemistó a los egipcios contra los israelitas; y conspiraron en contra de los siervos del Señor.

26 Pero Dios envió a su siervo Moisés, junto con Aarón, a quien había escogido; 27 ellos hicieron señales maravillosas entre los egipcios, y milagros en la tierra de Cam. 28 El Señor envió tinieblas, y la tierra se oscureció, pero ellos no atendieron a sus palabras. 29 Convirtió en sangre sus aguas y causó la muerte de sus peces. 30 Todo Egipto se infestó de ranas; ¡hasta las habitaciones del rey! 31 Cuando él habló, moscas y mosquitos cubrieron como nubes a Egipto de un extremo al otro. 32 En vez de lluvia envió mortal granizo, y los rayos sobrecogieron a la nación. 33 Sus viñas y sus higueras se arruinaron; todos los árboles quedaron despedazados. 34 Dio una orden y millares de langostas acudieron, ¡muchísimos saltamontes! 35 Devoraron toda la vegetación y destruyeron todas las cosechas. 36 Luego mató al hijo mayor de cada familia egipcia: el orgullo y alegría de cada familia. 37 Sacó de Egipto a su pueblo, cargado de oro y plata; en aquel tiempo no había entre ellos débiles. 38 Egipto se alegró de que se fueran, porque le inspiraban profundo terror.

39 Él extendió sobre ellos una nube para protegerlos del sol abrasador, y les dio una columna de fuego por la noche para iluminarlos. 40 Pidieron carne y les mandó codornices, y les dio maná: pan del cielo. 41 Él abrió una roca, y de ella brotó agua que formó un río por entre la tierra seca y estéril; 42 porque él recordó su sagrada promesa a Abraham su siervo.

43 Sacó a su pueblo, a sus escogidos, con gozo y alegría. 44 Les entregó las tierras de los gentiles, cosecharon lo que otros habían plantado. 45 Esto se hizo para que siguieran y obedecieran sus leyes. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!

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