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Read the Gospels in 40 Days

Read through the four Gospels--Matthew, Mark, Luke, and John--in 40 days.
Duration: 40 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Marcos 10-12

Discusión acerca del divorcio y del matrimonio

10 Luego Jesús salió de Capernaúm, descendió a la región de Judea y entró en la zona que está al oriente del río Jordán. Una vez más, las multitudes lo rodearon, y él les enseñaba como de costumbre.

Unos fariseos se acercaron y trataron de tenderle una trampa con la siguiente pregunta:

—¿Está bien permitir que un hombre se divorcie de su esposa?

Jesús les contestó con otra pregunta:

—¿Qué dijo Moisés en la ley sobre el divorcio?

—Bueno, él lo permitió—contestaron—. Dijo que un hombre puede darle a su esposa un aviso de divorcio por escrito y despedirla.[a]

Jesús les respondió:

—Moisés escribió ese mandamiento solo como una concesión ante la dureza del corazón de ustedes, pero desde el principio de la creación “Dios los hizo hombre y mujer”[b]. “Esto explica por qué un hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa,[c] y los dos se convierten en uno solo”[d]. Como ya no son dos sino uno, que nadie separe lo que Dios ha unido.

10 Más tarde, cuando quedó a solas con sus discípulos en la casa, ellos sacaron el tema de nuevo. 11 Él les dijo: «El que se divorcia de su esposa y se casa con otra comete adulterio contra ella; 12 y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio».

Jesús bendice a los niños

13 Cierto día, algunos padres llevaron a sus niños a Jesús para que los tocara y los bendijera, pero los discípulos regañaron a los padres por molestarlo.

14 Cuando Jesús vio lo que sucedía, se enojó con sus discípulos y les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí. ¡No los detengan! Pues el reino de Dios pertenece a los que son como estos niños. 15 Les digo la verdad, el que no reciba el reino de Dios como un niño nunca entrará en él». 16 Entonces tomó a los niños en sus brazos y después de poner sus manos sobre la cabeza de ellos, los bendijo.

El hombre rico

17 Cuando Jesús estaba por emprender su camino a Jerusalén, un hombre se le acercó corriendo, se arrodilló y le preguntó:

—Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?

18 —¿Por qué me llamas bueno?—preguntó Jesús—. Solo Dios es verdaderamente bueno; 19 pero para contestar a tu pregunta, tú conoces los mandamientos: “No cometas asesinato; no cometas adulterio; no robes; no des falso testimonio; no estafes a nadie; honra a tu padre y a tu madre”[e].

20 —Maestro—respondió el hombre—, he obedecido todos esos mandamientos desde que era joven.

21 Jesús miró al hombre y sintió profundo amor por él.

—Hay una cosa que todavía no has hecho —le dijo—. Anda y vende todas tus posesiones y entrega el dinero a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Después ven y sígueme.

22 Al oír esto, el hombre puso cara larga y se fue triste porque tenía muchas posesiones.

23 Jesús miró a su alrededor y dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios!». 24 Los discípulos quedaron asombrados de sus palabras. Pero Jesús volvió a decir: «Queridos hijos, es muy difícil[f] entrar en el reino de Dios. 25 De hecho, ¡es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios!».

26 Los discípulos quedaron atónitos.

—Entonces, ¿quién podrá ser salvo?—preguntaron.

27 Jesús los miró fijamente y dijo:

—Humanamente hablando, es imposible, pero no para Dios. Con Dios, todo es posible.

28 Entonces Pedro comenzó a hablar.

—Nosotros hemos dejado todo para seguirte—dijo.

29 —Así es —respondió Jesús—, y les aseguro que todo el que haya dejado casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o bienes por mi causa y por la Buena Noticia 30 recibirá ahora a cambio cien veces más el número de casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y bienes, junto con persecución; y en el mundo que vendrá, esa persona tendrá la vida eterna. 31 Pero muchos que ahora son los más importantes en ese día serán los menos importantes, y aquellos que ahora parecen menos importantes en ese día serán los más importantes.[g]

Jesús predice otra vez su muerte

32 Subían rumbo a Jerusalén, y Jesús caminaba delante de ellos. Los discípulos estaban llenos de asombro y la gente que los seguía, abrumada de temor. Jesús tomó a los doce discípulos aparte y, una vez más, comenzó a describir todo lo que estaba por sucederle. 33 «Escuchen —les dijo—, subimos a Jerusalén, donde el Hijo del Hombre[h] será traicionado y entregado a los principales sacerdotes y a los maestros de la ley religiosa. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los romanos.[i] 34 Se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán con un látigo y lo matarán; pero después de tres días, resucitará».

Jesús enseña acerca del servicio a los demás

35 Entonces Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron y dijeron:

—Maestro, queremos que nos hagas un favor.

36 —¿Cuál es la petición? —preguntó él.

37 Ellos contestaron:

—Cuando te sientes en tu trono glorioso, nosotros queremos sentarnos en lugares de honor a tu lado, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

38 Jesús les dijo:

—¡No saben lo que piden! ¿Acaso pueden beber de la copa amarga de sufrimiento que yo estoy a punto de beber? ¿Acaso pueden ser bautizados con el bautismo de sufrimiento con el cual yo tengo que ser bautizado?

39 —Claro que sí—contestaron ellos—, ¡podemos!

Entonces Jesús les dijo:

—Es cierto, beberán de mi copa amarga y serán bautizados con mi bautismo de sufrimiento; 40 pero no me corresponde a mí decir quién se sentará a mi derecha o a mi izquierda. Dios preparó esos lugares para quienes él ha escogido.

41 Cuando los otros diez discípulos oyeron lo que Santiago y Juan habían pedido, se indignaron. 42 Así que Jesús los reunió a todos y les dijo: «Ustedes saben que los gobernantes de este mundo tratan a su pueblo con prepotencia y los funcionarios hacen alarde de su autoridad frente a los súbditos. 43 Pero entre ustedes será diferente. El que quiera ser líder entre ustedes deberá ser sirviente, 44 y el que quiera ser el primero entre ustedes deberá ser esclavo de los demás. 45 Pues ni aun el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir a otros y para dar su vida en rescate por muchos».

Jesús sana al ciego Bartimeo

46 Después llegaron a Jericó y mientras Jesús y sus discípulos salían de la ciudad, una gran multitud los siguió. Un mendigo ciego llamado Bartimeo (hijo de Timeo) estaba sentado junto al camino. 47 Cuando Bartimeo oyó que Jesús de Nazaret estaba cerca, comenzó a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!».

48 «¡Cállate!», muchos le gritaban, pero él gritó aún más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!».

49 Cuando Jesús lo oyó, se detuvo y dijo: «Díganle que se acerque».

Así que llamaron al ciego. «Anímate—le dijeron—. ¡Vamos, él te llama!». 50 Bartimeo echó a un lado su abrigo, se levantó de un salto y se acercó a Jesús.

51 —¿Qué quieres que haga por ti? —preguntó Jesús.

—Mi Rabí[j]—dijo el hombre ciego—, ¡quiero ver!

52 Y Jesús le dijo:

—Puedes irte, pues tu fe te ha sanado.

Al instante el hombre pudo ver y siguió a Jesús por el camino.[k]

Entrada triunfal de Jesús

11 Mientras Jesús y los discípulos se acercaban a Jerusalén, llegaron a las ciudades de Betfagé y Betania, en el monte de los Olivos. Jesús mandó a dos de ellos que se adelantaran. «Vayan a la aldea que está allí—les dijo—. En cuanto entren, verán un burrito atado, que nadie ha montado jamás. Desátenlo y tráiganlo aquí. Si alguien les pregunta: “¿Qué están haciendo?” simplemente digan: “El Señor lo necesita y él lo devolverá pronto”».

Los dos discípulos salieron y encontraron el burrito en la calle, atado frente a la puerta principal. Mientras lo desataban, algunos que estaban allí les preguntaron: «¿Qué están haciendo, por qué desatan ese burrito?». Ellos contestaron lo que Jesús había dicho y se les dio permiso para llevarlo. Así que llevaron el burrito a Jesús y pusieron sus prendas encima y él se sentó allí.

Muchos de la multitud tendían sus prendas sobre el camino delante de él y otros extendían ramas frondosas que habían cortado en los campos. Jesús estaba en el centro de la procesión, y la gente que lo rodeaba gritaba:

«¡Alaben a Dios![l]
    ¡Bendiciones al que viene en el nombre del Señor!
10 ¡Bendiciones al reino que viene, el reino de nuestro antepasado David!
    ¡Alaben a Dios en el cielo más alto!»[m].

11 Así Jesús llegó a Jerusalén y entró en el templo. Después de mirar todo detenidamente a su alrededor, salió porque ya era tarde. Después regresó a Betania con los doce discípulos.

Jesús maldice la higuera

12 A la mañana siguiente, cuando salían de Betania, Jesús tuvo hambre. 13 Vio que a cierta distancia había una higuera frondosa, así que se acercó para ver si encontraba higos; pero solo tenía hojas porque aún no había comenzado la temporada de los higos. 14 Entonces Jesús dijo al árbol: «¡Que nadie jamás vuelva a comer tu fruto!». Y los discípulos lo oyeron.

Jesús despeja el templo

15 Cuando llegaron de nuevo a Jerusalén, Jesús entró en el templo y comenzó a echar a los que compraban y vendían animales para los sacrificios. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas, 16 y les prohibió a todos que usaran el templo como un mercado.[n] 17 Les dijo: «Las Escrituras declaran: “Mi templo será llamado casa de oración para todas las naciones”, pero ustedes lo han convertido en una cueva de ladrones»[o].

18 Cuando los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa oyeron lo que Jesús había hecho, comenzaron a planificar cómo matarlo; pero tenían miedo de Jesús, porque la gente estaba asombrada de su enseñanza.

19 Esa tarde Jesús y los discípulos salieron[p] de la ciudad.

20 A la mañana siguiente, al pasar junto a la higuera que él había maldecido, los discípulos notaron que se había marchitado desde la raíz. 21 Pedro recordó lo que Jesús había dicho al árbol el día anterior y exclamó:

—¡Mira, Rabí[q]! ¡La higuera que maldijiste se marchitó y murió!

22 Entonces Jesús dijo a los discípulos:

—Tengan fe en Dios. 23 Les digo la verdad, ustedes pueden decir a esta montaña: “Levántate y échate al mar”, y sucederá; pero deben creer de verdad que ocurrirá y no tener ninguna duda en el corazón. 24 Les digo, ustedes pueden orar por cualquier cosa y si creen que la han recibido, será suya. 25 Cuando estén orando, primero perdonen a todo aquel contra quien guarden rencor, para que su Padre que está en el cielo también les perdone a ustedes sus pecados.[r]

Desafían la autoridad de Jesús

27 Nuevamente entraron en Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por la zona del templo, los principales sacerdotes, los maestros de la ley religiosa y los ancianos se le acercaron.

28 —¿Con qué autoridad haces todas estas cosas?—le reclamaron—. ¿Quién te dio el derecho de hacerlas?

29 —Les diré con qué autoridad hago estas cosas si me contestan una pregunta —respondió Jesús—. 30 La autoridad de Juan para bautizar, ¿provenía del cielo o era meramente humana? ¡Contéstenme!

31 Ellos discutieron el asunto unos con otros: «Si decimos que provenía del cielo, preguntará por qué nosotros no le creímos a Juan. 32 ¿Pero nos atrevemos a decir que era meramente humana?». Pues tenían temor de lo que haría la gente, porque todos creían que Juan era un profeta. 33 Entonces finalmente contestaron:

—No sabemos.

Y Jesús respondió:

—Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas.

Parábola de los agricultores malvados

12 Después Jesús comenzó a enseñarles con historias: «Un hombre plantó un viñedo. Lo cercó con un muro, cavó un hoyo para extraer el jugo de las uvas y construyó una torre de vigilancia. Luego les alquiló el viñedo a unos agricultores arrendatarios y se mudó a otro país. Llegado el tiempo de la cosecha de la uva, envió a uno de sus siervos para recoger su parte de la cosecha; pero los agricultores agarraron al siervo, le dieron una paliza y lo mandaron de regreso con las manos vacías. Entonces el dueño envió a otro siervo, pero lo insultaron y le pegaron en la cabeza. Al próximo siervo que envió, lo mataron. Envió a otros, a unos los golpearon y a otros los mataron, hasta que le quedó solo uno, su hijo, a quien amaba profundamente. Finalmente, el dueño lo envió porque pensó: “Sin duda, respetarán a mi hijo”.

»Los agricultores se dijeron unos a otros: “Aquí viene el heredero de esta propiedad. ¡Matémoslo y nos quedaremos con la propiedad!”. Así que lo agarraron, lo asesinaron y tiraron su cuerpo fuera del viñedo.

»¿Qué creen qué hará el dueño del viñedo? —preguntó Jesús—. Les diré: irá y matará a esos agricultores y alquilará el viñedo a otros. 10 ¿Nunca leyeron en las Escrituras:

“La piedra que los constructores rechazaron
    ahora se ha convertido en la piedra principal.
11 Esto es obra del Señor
    y es maravilloso verlo”[s] ?».

12 Los líderes religiosos[t] querían arrestar a Jesús porque se dieron cuenta de que contaba esa historia en contra de ellos, pues ellos eran los agricultores malvados; pero tenían miedo de la multitud, así que lo dejaron y se marcharon.

Los impuestos para el César

13 Después los ancianos enviaron a algunos fariseos y partidarios de Herodes para hacer que Jesús cayera en la trampa de decir algo por lo cual pudiera ser arrestado.

14 —Maestro—dijeron—, sabemos lo honesto que eres. Eres imparcial y no tienes favoritismos. Enseñas con verdad el camino de Dios. Ahora dinos, ¿es correcto que paguemos impuestos al César o no? 15 ¿Debemos o no pagarlos?

Jesús se dio cuenta de su hipocresía y dijo:

—¿Por qué intentan atraparme? Muéstrenme una moneda romana,[u] y les diré.

16 Cuando se la dieron, les preguntó:

—¿A quién pertenecen la imagen y el título grabados en la moneda?

—Al César—contestaron.

17 —Bien —dijo Jesús—, entonces den al César lo que pertenece al César y den a Dios lo que pertenece a Dios.

Su respuesta los dejó totalmente asombrados.

Discusión acerca de la resurrección

18 Después se acercaron a Jesús algunos saduceos, líderes religiosos que dicen que no hay resurrección después de la muerte. Le plantearon la siguiente pregunta:

19 —Maestro, Moisés nos dio una ley que dice que, si un hombre muere y deja a una esposa sin hijos, su hermano debe casarse con la viuda y darle un hijo para que el nombre del hermano continúe.[v] 20 Ahora bien, supongamos que había siete hermanos. El mayor se casó y murió sin dejar hijos. 21 Entonces el segundo hermano se casó con la viuda, pero también murió sin dejar hijos. Luego el tercer hermano se casó con ella. 22 Lo mismo sucedió con los siete y aún no había hijos. Por último, la mujer también murió. 23 Entonces dinos, ¿de quién será esposa en la resurrección? Pues los siete estuvieron casados con ella.

24 Jesús contestó:

—El error de ustedes es que no conocen las Escrituras y no conocen el poder de Dios. 25 Pues, cuando los muertos resuciten, no se casarán ni se entregarán en matrimonio. En este sentido, serán como los ángeles del cielo.

26 »Ahora bien, en cuanto a si los muertos resucitarán, ¿nunca han leído acerca de esto en los escritos de Moisés, en la historia de la zarza ardiente? Mucho después de que Abraham, Isaac y Jacob murieron, Dios le dijo a Moisés:[w] “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”[x]. 27 Por lo tanto, él es Dios de los que están vivos, no de los muertos. Ustedes han cometido un grave error.

El mandamiento más importante

28 Uno de los maestros de la ley religiosa estaba allí escuchando el debate. Se dio cuenta de que Jesús había contestado bien, entonces le preguntó:

—De todos los mandamientos, ¿cuál es el más importante?

29 Jesús contestó:

—El mandamiento más importante es: “¡Escucha, oh Israel! El Señor nuestro Dios es el único Señor. 30 Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”[y]. 31 El segundo es igualmente importante: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”[z]. Ningún otro mandamiento es más importante que estos.

32 El maestro de la ley religiosa respondió:

—Bien dicho, Maestro. Has hablado la verdad al decir que hay solo un Dios y ningún otro. 33 Además yo sé que es importante amarlo con todo mi corazón y todo mi entendimiento y todas mis fuerzas, y amar a mi prójimo como a mí mismo. Esto es más importante que presentar todas las ofrendas quemadas y sacrificios exigidos en la ley.

34 Al ver cuánto entendía el hombre, Jesús le dijo:

—No estás lejos del reino de Dios.

Y, a partir de entonces, nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

¿De quién es hijo el Mesías?

35 Tiempo después, Jesús estaba enseñando al pueblo en el templo y preguntó: «¿Por qué afirman los maestros de la ley religiosa que el Mesías es hijo de David? 36 Pues el propio David, mientras hablaba bajo la inspiración del Espíritu Santo, dijo:

“El Señor le dijo a mi Señor:
‘Siéntate en el lugar de honor a mi derecha,
    hasta que humille a tus enemigos y los ponga por debajo de tus pies’”[aa] .

37 Ya que David mismo llamó al Mesías “mi Señor”, ¿cómo es posible que el Mesías sea su hijo?». La gran multitud se deleitaba al escucharlo.

38 Jesús también enseñó: «¡Cuídense de los maestros de la ley religiosa! Pues les gusta pavonearse en túnicas largas y sueltas y recibir saludos respetuosos cuando caminan por las plazas. 39 ¡Y cómo les encanta ocupar los asientos de honor en las sinagogas y sentarse a la mesa principal en los banquetes! 40 Sin embargo, estafan descaradamente a las viudas para apoderarse de sus propiedades y luego pretenden ser piadosos haciendo largas oraciones en público. Por eso, serán castigados con más severidad».

La ofrenda de la viuda

41 Jesús se sentó cerca de la caja de las ofrendas del templo y observó mientras la gente depositaba su dinero. Muchos ricos echaban grandes cantidades. 42 Entonces llegó una viuda pobre y echó dos monedas pequeñas.[ab]

43 Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Les digo la verdad, esta viuda pobre ha dado más que todos los demás que ofrendan. 44 Pues ellos dieron una mínima parte de lo que les sobraba, pero ella, con lo pobre que es, dio todo lo que tenía para vivir».

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