Read the Gospels in 40 Days
Parábola del sembrador
4 Una vez más Jesús comenzó a enseñar a la orilla del lago. Pronto se reunió una gran multitud alrededor de él, así que entró en una barca. Luego se sentó en la barca, mientras que toda la gente permanecía en la orilla. 2 Les enseñaba por medio de historias que contaba en forma de parábola, como la siguiente:
3 «¡Escuchen! Un agricultor salió a sembrar. 4 A medida que esparcía la semilla por el campo, algunas cayeron sobre el camino y los pájaros vinieron y se las comieron. 5 Otras cayeron en tierra poco profunda con roca debajo de ella. Las semillas germinaron con rapidez porque la tierra era poco profunda; 6 pero pronto las plantas se marchitaron bajo el calor del sol y, como no tenían raíces profundas, murieron. 7 Otras semillas cayeron entre espinos, los cuales crecieron y ahogaron los brotes, así que esos brotes no produjeron grano. 8 Pero otras semillas cayeron en tierra fértil, y germinaron y crecieron, ¡y produjeron una cosecha que fue treinta, sesenta y hasta cien veces más numerosa de lo que se había sembrado!». 9 Luego les dijo: «El que tenga oídos para oír, que escuche y entienda».
10 Más tarde, cuando Jesús se quedó a solas con los doce discípulos y con las demás personas que se habían reunido, le preguntaron el significado de las parábolas.
11 Él contestó: «A ustedes se les permite entender el secreto[a] del reino de Dios; pero utilizo parábolas para hablarles a los de afuera, 12 para que se cumplan las Escrituras:
“Cuando ellos vean lo que hago,
no aprenderán nada.
Cuando oigan lo que digo,
no entenderán.
De lo contrario, se volverían a mí
y serían perdonados”[b] ».
13 Luego Jesús les dijo: «Si no pueden entender el significado de esta parábola, ¿cómo entenderán las demás parábolas? 14 El agricultor siembra las semillas al llevar la palabra de Dios a otros. 15 Las semillas que cayeron en el camino representan a los que oyen el mensaje, pero enseguida viene Satanás y lo quita. 16 Las semillas sobre la tierra rocosa representan a los que oyen el mensaje y de inmediato lo reciben con alegría; 17 pero como no tienen raíces profundas, no duran mucho. En cuanto tienen problemas o son perseguidos por creer la palabra de Dios, caen. 18 Las semillas que cayeron entre los espinos representan a los que oyen la palabra de Dios, 19 pero muy pronto el mensaje queda desplazado por las preocupaciones de esta vida, el atractivo de la riqueza y el deseo por otras cosas, así que no se produce ningún fruto. 20 Y las semillas que cayeron en la buena tierra representan a los que oyen y aceptan la palabra de Dios, ¡y producen una cosecha treinta, sesenta y hasta cien veces más numerosa de lo que se había sembrado!».
Parábola de la lámpara
21 Entonces Jesús les preguntó: «¿Acaso alguien encendería una lámpara y luego la pondría debajo de una canasta o de una cama? ¡Claro que no! Una lámpara se coloca en un lugar alto, donde su luz alumbre. 22 Pues todo lo que está escondido tarde o temprano se descubrirá y todo secreto saldrá a la luz. 23 El que tenga oídos para oír, que escuche y entienda».
24 Luego agregó: «Presten mucha atención a lo que oyen. Cuanto más atentamente escuchen, tanto más entendimiento les será dado,[c] y se les dará aún más. 25 A los que escuchan mis enseñanzas se les dará más entendimiento, pero a los que no escuchan, se les quitará aun lo poco que entiendan».
Parábola de la semilla que crece
26 Jesús también dijo: «El reino de Dios es como un agricultor que esparce semilla en la tierra. 27 Día y noche, sea que él esté dormido o despierto, la semilla brota y crece, pero él no entiende cómo sucede. 28 La tierra produce las cosechas por sí sola. Primero aparece una hoja, luego se forma la espiga y finalmente el grano madura. 29 Tan pronto como el grano está listo, el agricultor lo corta con la hoz porque ha llegado el tiempo de la cosecha».
Parábola de la semilla de mostaza
30 Jesús dijo: «¿Cómo puedo describir el reino de Dios? ¿Qué relato emplearé para ilustrarlo? 31 Es como una semilla de mostaza sembrada en la tierra. Es la más pequeña de todas las semillas, 32 pero se convierte en la planta más grande del huerto; sus ramas llegan a ser tan grandes que los pájaros hacen nidos bajo su sombra».
33 Jesús empleó muchas historias e ilustraciones similares para enseñar a la gente, tanto como pudieran entender. 34 De hecho, durante su ministerio público nunca enseñó sin usar parábolas; pero después, cuando estaba a solas con sus discípulos, les explicaba todo a ellos.
Jesús calma la tormenta
35 Al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos al otro lado del lago». 36 Así que dejaron a las multitudes y salieron con Jesús en la barca (aunque otras barcas los siguieron). 37 Pronto se desató una tormenta feroz y olas violentas entraban en la barca, la cual empezó a llenarse de agua.
38 Jesús estaba dormido en la parte posterior de la barca, con la cabeza recostada en una almohada. Los discípulos lo despertaron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?», gritaron.
39 Cuando Jesús se despertó, reprendió al viento y dijo a las olas: «¡Silencio! ¡Cálmense!». De repente, el viento se detuvo y hubo una gran calma. 40 Luego él les preguntó: «¿Por qué tienen miedo? ¿Todavía no tienen fe?».
41 Los discípulos estaban completamente aterrados. «¿Quién es este hombre?—se preguntaban unos a otros—. ¡Hasta el viento y las olas lo obedecen!».
Jesús sana a un hombre endemoniado
5 Entonces llegaron al otro lado del lago, a la región de los gerasenos.[d] 2 Cuando Jesús bajó de la barca, un hombre poseído por un espíritu maligno[e] salió de entre las tumbas a su encuentro. 3 Este hombre vivía en las cuevas de entierro y ya nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. 4 Siempre que lo ataban con cadenas y grilletes—lo cual le hacían a menudo—, él rompía las cadenas de sus muñecas y destrozaba los grilletes. No había nadie con suficiente fuerza para someterlo. 5 Día y noche vagaba entre las cuevas donde enterraban a los muertos y por las colinas, aullando y cortándose con piedras afiladas.
6 Cuando Jesús todavía estaba a cierta distancia, el hombre lo vio, corrió a su encuentro y se inclinó delante de él. 7 Dando un alarido, gritó: «¿Por qué te entrometes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡En el nombre de Dios, te suplico que no me tortures!». 8 Pues Jesús ya le había dicho al espíritu: «Sal de este hombre, espíritu maligno».
9 Entonces Jesús le preguntó:
—¿Cómo te llamas?
Y él contestó:
—Me llamo Legión, porque somos muchos los que estamos dentro de este hombre.
10 Entonces los espíritus malignos le suplicaron una y otra vez que no los enviara a un lugar lejano.
11 Sucedió que había una gran manada de cerdos alimentándose en una ladera cercana. 12 «Envíanos a esos cerdos—suplicaron los espíritus—. Déjanos entrar en ellos».
13 Entonces Jesús les dio permiso. Los espíritus malignos salieron del hombre y entraron en los cerdos, y toda la manada de unos dos mil cerdos se lanzó al lago por el precipicio y se ahogó en el agua.
14 Los hombres que cuidaban los cerdos huyeron a la ciudad cercana y sus alrededores, difundiendo la noticia mientras corrían. La gente salió corriendo para ver lo que había pasado. 15 Pronto una multitud se juntó alrededor de Jesús, y todos vieron al hombre que había estado poseído por la legión de demonios. Se encontraba sentado allí, completamente vestido y en su sano juicio, y todos tuvieron miedo. 16 Entonces los que habían visto lo sucedido, les contaron a los otros lo que había ocurrido con el hombre poseído por los demonios y con los cerdos; 17 y la multitud comenzó a rogarle a Jesús que se fuera y los dejara en paz.
18 Mientras Jesús entraba en la barca, el hombre que había estado poseído por los demonios le suplicaba que le permitiera acompañarlo. 19 Pero Jesús le dijo: «No. Ve a tu casa y a tu familia y diles todo lo que el Señor ha hecho por ti y lo misericordioso que ha sido contigo». 20 Así que el hombre salió a visitar las Diez Ciudades[f] de esa región y comenzó a proclamar las grandes cosas que Jesús había hecho por él; y todos quedaban asombrados de lo que les decía.
Jesús sana en respuesta a la fe
21 Jesús entró de nuevo en la barca y regresó al otro lado del lago, donde una gran multitud se juntó alrededor de él en la orilla. 22 Entonces llegó uno de los líderes de la sinagoga local, llamado Jairo. Cuando vio a Jesús, cayó a sus pies 23 y le rogó con fervor: «Mi hijita se está muriendo—dijo—. Por favor, ven y pon tus manos sobre ella para que se sane y viva».
24 Jesús fue con él, y toda la gente lo siguió, apretujada a su alrededor. 25 Una mujer de la multitud hacía doce años que sufría una hemorragia continua. 26 Había sufrido mucho con varios médicos y, a lo largo de los años, había gastado todo lo que tenía para poder pagarles, pero nunca mejoró. De hecho, se puso peor. 27 Ella había oído de Jesús, así que se le acercó por detrás entre la multitud y tocó su túnica. 28 Pues pensó: «Si tan solo tocara su túnica, quedaré sana». 29 Al instante, la hemorragia se detuvo, y ella pudo sentir en su cuerpo que había sido sanada de su terrible condición.
30 Jesús se dio cuenta de inmediato de que había salido poder sanador de él, así que se dio vuelta y preguntó a la multitud: «¿Quién tocó mi túnica?».
31 Sus discípulos le dijeron: «Mira a la multitud que te apretuja por todos lados. ¿Cómo puedes preguntar: “¿Quién me tocó?”?».
32 Sin embargo, él siguió mirando a su alrededor para ver quién lo había hecho. 33 Entonces la mujer, asustada y temblando al darse cuenta de lo que le había pasado, se le acercó y se arrodilló delante de él y le confesó lo que había hecho. 34 Y él le dijo: «Hija, tu fe te ha sanado. Ve en paz. Se acabó tu sufrimiento».
35 Mientras él todavía hablaba con ella, llegaron mensajeros de la casa de Jairo, el líder de la sinagoga, y le dijeron: «Tu hija está muerta. Ya no tiene sentido molestar al Maestro».
36 Jesús oyó[g] lo que decían y le dijo a Jairo: «No tengas miedo. Solo ten fe».
37 Jesús detuvo a la multitud y no dejó que nadie fuera con él excepto Pedro, Santiago y Juan (el hermano de Santiago). 38 Cuando llegaron a la casa del líder de la sinagoga, Jesús vio el alboroto y que había muchos llantos y lamentos. 39 Entró y preguntó: «¿Por qué tanto alboroto y llanto? La niña no está muerta; solo duerme».
40 La gente se rio de él; pero él hizo que todos salieran y llevó al padre y a la madre de la muchacha y a sus tres discípulos a la habitación donde estaba la niña. 41 La tomó de la mano y le dijo: «Talita cum», que significa «¡Niña, levántate!». 42 Entonces la niña, que tenía doce años, ¡enseguida se puso de pie y caminó! Los presentes quedaron conmovidos y totalmente asombrados. 43 Jesús dio órdenes estrictas de que no le dijeran a nadie lo que había sucedido y entonces les dijo que le dieran de comer a la niña.
Jesús es rechazado en Nazaret
6 Jesús salió de esa región y regresó con sus discípulos a Nazaret, su pueblo. 2 El siguiente día de descanso, comenzó a enseñar en la sinagoga, y muchos de los que lo oían quedaban asombrados. Preguntaban: «¿De dónde sacó toda esa sabiduría y el poder para realizar semejantes milagros?». 3 Y se burlaban: «Es un simple carpintero, hijo de María[h] y hermano de Santiago, José,[i] Judas y Simón. Y sus hermanas viven aquí mismo entre nosotros». Se sentían profundamente ofendidos y se negaron a creer en él.
4 Entonces Jesús les dijo: «Un profeta recibe honra en todas partes menos en su propio pueblo y entre sus parientes y su propia familia». 5 Y, debido a la incredulidad de ellos, Jesús no pudo hacer ningún milagro allí, excepto poner sus manos sobre algunos enfermos y sanarlos. 6 Y estaba asombrado de su incredulidad.
Jesús envía a los doce discípulos
Después Jesús fue de aldea en aldea enseñando a la gente. 7 Reunió a sus doce discípulos, comenzó a enviarlos de dos en dos y les dio autoridad para expulsar espíritus malignos.[j] 8 Les dijo que no llevaran nada para el viaje—ni comida, ni bolso de viaje, ni dinero[k]—sino solo un bastón. 9 Les permitió llevar sandalias pero no una muda de ropa.
10 Les dijo: «Por todo lugar que vayan, quédense en la misma casa hasta salir de la ciudad. 11 Pero si en algún lugar se niegan a recibirlos o a escucharlos, sacúdanse el polvo de los pies al salir para mostrar que abandonan a esas personas a su suerte».
12 Entonces los discípulos salieron y decían a todos que se arrepintieran de sus pecados y volvieran a Dios. 13 También expulsaban muchos demonios y sanaban a muchos enfermos ungiéndolos con aceite de oliva.
Muerte de Juan el Bautista
14 El rey Herodes Antipas pronto oyó hablar de Jesús, porque todos hablaban de él. Algunos decían:[l] «Este debe ser Juan el Bautista que resucitó de los muertos. Por eso puede hacer semejantes milagros». 15 Otros decían: «Es Elías». Incluso otros afirmaban: «Es un profeta como los grandes profetas del pasado».
16 Cuando Herodes oyó hablar de Jesús, dijo: «Juan, el hombre que yo decapité, ha regresado de los muertos».
17 Pues Herodes había enviado soldados para arrestar y encarcelar a Juan para hacerle un favor a Herodías. Él se casó con ella a pesar de que era esposa de su hermano, Felipe. 18 Juan le había estado diciendo a Herodes: «Es contra la ley de Dios que te cases con la esposa de tu hermano». 19 Por eso Herodías le guardaba rencor a Juan y quería matarlo; pero sin el visto bueno de Herodes, ella no podía hacer nada, 20 porque Herodes respetaba a Juan y lo protegía porque sabía que era un hombre bueno y santo. Herodes se inquietaba mucho siempre que hablaba con Juan, pero aun así le gustaba escucharlo.
21 Finalmente, Herodías tuvo su oportunidad en el cumpleaños de Herodes. Él dio una fiesta para los altos funcionarios de su gobierno, los oficiales del ejército y los ciudadanos prominentes de Galilea. 22 Luego la hija del rey, también llamada Herodías,[m] entró y bailó una danza que agradó mucho a Herodes y a sus invitados. «Pídeme lo que quieras—le dijo el rey a la muchacha—y te lo daré». 23 Incluso juró: «Te daré cualquier cosa que me pidas, ¡hasta la mitad de mi reino!».
24 Ella salió y le preguntó a su madre:
—¿Qué debo pedir?
Su madre le dijo:
—¡Pide la cabeza de Juan el Bautista!
25 Así que la muchacha regresó de prisa y le dijo al rey:
—¡Quiero ahora mismo la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja!
26 Entonces el rey se arrepintió profundamente de lo que había dicho, pero debido a los juramentos que había hecho delante de sus invitados, no le podía negar lo que pedía. 27 Así que envió de inmediato a un verdugo a la prisión para que le cortara la cabeza a Juan y luego se la trajera. El soldado decapitó a Juan en la prisión, 28 trajo su cabeza en una bandeja y se la dio a la muchacha, quien se la llevó a su madre. 29 Cuando los discípulos de Juan oyeron lo que había sucedido, fueron a buscar el cuerpo y lo pusieron en una tumba.
Jesús alimenta a cinco mil
30 Los apóstoles regresaron de su viaje y le contaron a Jesús todo lo que habían hecho y enseñado. 31 Entonces Jesús les dijo: «Vayamos solos a un lugar tranquilo para descansar un rato». Lo dijo porque había tanta gente que iba y venía que Jesús y sus apóstoles no tenían tiempo ni para comer.
32 Así que salieron en la barca a un lugar tranquilo, donde pudieran estar a solas; 33 pero muchos los reconocieron y los vieron salir, y gente de muchos pueblos corrió a lo largo de la orilla y llegó antes que ellos. 34 Cuando Jesús salió de la barca, vio a la gran multitud y tuvo compasión de ellos porque eran como ovejas sin pastor. Entonces comenzó a enseñarles muchas cosas.
35 Al atardecer, los discípulos se le acercaron y le dijeron:
—Este es un lugar alejado y ya se está haciendo tarde. 36 Despide a las multitudes para que puedan ir a las granjas y aldeas cercanas a comprar algo de comer.
37 Jesús les dijo:
—Denles ustedes de comer.
—¿Con qué?—preguntaron—. ¡Tendríamos que trabajar durante meses para ganar suficiente[n] a fin de comprar comida para toda esta gente!
38 —¿Cuánto pan tienen?—preguntó—. Vayan y averigüen.
Ellos regresaron e informaron:
—Tenemos cinco panes y dos pescados.
39 Entonces Jesús les dijo a los discípulos que sentaran a la gente en grupos sobre la hierba verde. 40 Así que se sentaron en grupos de cincuenta y de cien.
41 Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, miró hacia el cielo y los bendijo. Luego, a medida que partía los panes en trozos, se los daba a sus discípulos para que los distribuyeran entre la gente. También dividió los pescados para que cada persona tuviera su porción. 42 Todos comieron cuanto quisieron, 43 y después los discípulos juntaron doce canastas con lo que sobró de pan y pescado. 44 Un total de cinco mil hombres y sus familias se alimentaron.[o]
Jesús camina sobre el agua
45 Inmediatamente después, Jesús insistió en que sus discípulos regresaran a la barca y comenzaran a cruzar el lago hacia Betsaida mientras él enviaba a la gente a casa. 46 Después de despedirse de la gente, subió a las colinas para orar a solas.
47 Muy tarde esa misma noche, los discípulos estaban en la barca en medio del lago y Jesús estaba en tierra, solo. 48 Jesús vio que ellos se encontraban en serios problemas, pues remaban con mucha fuerza y luchaban contra el viento y las olas. A eso de las tres de la madrugada,[p] Jesús se acercó a ellos caminando sobre el agua. Su intención era pasarlos de largo, 49 pero cuando los discípulos lo vieron caminar sobre el agua, gritaron de terror pues pensaron que era un fantasma. 50 Todos quedaron aterrados al verlo.
Pero Jesús les habló de inmediato: «No tengan miedo—dijo—. ¡Tengan ánimo! ¡Yo estoy aquí![q]». 51 Entonces subió a la barca, y el viento se detuvo. Ellos estaban totalmente asombrados 52 porque todavía no entendían el significado del milagro de los panes. Tenían el corazón demasiado endurecido para comprenderlo.
53 Después de cruzar el lago, arribaron a Genesaret. Llevaron la barca hasta la orilla 54 y bajaron. Los habitantes reconocieron a Jesús enseguida 55 y corrieron por toda la región llevando a los enfermos en camillas hasta donde oían que él estaba. 56 Por donde iba—fueran aldeas, ciudades o granjas—le llevaban enfermos a las plazas. Le suplicaban que permitiera a los enfermos tocar al menos el fleco de su túnica, y todos los que tocaban a Jesús eran sanados.
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