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Chronological

Read the Bible in the chronological order in which its stories and events occurred.
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Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
2 Reyes 22-23

Josías gobierna sobre Judá

22 Josías tenía ocho años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén treinta y un años. Su madre se llamaba Jedida y era hija de Adaía, de Boscat. Él hizo lo que era agradable a los ojos del Señor y siguió el ejemplo de su antepasado David; no se apartó de lo que era correcto.

Durante el año dieciocho de su reinado, el rey Josías envió al templo del Señor a Safán, hijo de Azalía y nieto de Mesulam, secretario de la corte. Le dijo: «Ve a ver al sumo sacerdote Hilcías y pídele que cuente el dinero que los porteros han recaudado de la gente en el templo del Señor. Confía este dinero a los hombres que fueron designados para supervisar la restauración del templo del Señor. Así ellos podrán usarlo para pagar a los trabajadores que repararán el templo. Tendrán que contratar carpinteros, constructores y albañiles. También haz que compren toda la madera y la piedra labrada que se necesite para reparar el templo; pero no les exijas a los supervisores de la construcción que lleven cuenta del dinero que reciben, porque son hombres honestos y dignos de confianza».

Hilcías descubre la ley de Dios

El sumo sacerdote Hilcías le dijo a Safán, secretario de la corte: «¡He encontrado el libro de la ley en el templo del Señor!». Entonces Hilcías le dio el rollo a Safán, y él lo leyó.

Safán fue a ver al rey y le informó: «Tus funcionarios han entregado el dinero recaudado en el templo del Señor a los trabajadores y a los supervisores del templo». 10 Safán también dijo al rey: «El sacerdote Hilcías me entregó un rollo». Así que Safán se lo leyó al rey.

11 Cuando el rey oyó lo que estaba escrito en el libro de la ley, rasgó su ropa en señal de desesperación. 12 Luego dio las siguientes órdenes a Hilcías, el sacerdote; a Ahicam, hijo de Safán; a Acbor, hijo de Micaías; a Safán, secretario de la corte y a Asaías, consejero personal del rey: 13 «Vayan al templo y consulten al Señor por mí, por el pueblo y por toda la gente de Judá. Pregunten acerca de las palabras escritas en este rollo que se encontró. Pues el gran enojo del Señor arde contra nosotros, porque nuestros antepasados no obedecieron las palabras de este rollo. No hemos estado haciendo todo lo que dice que debemos hacer».

14 Entonces el sacerdote Hilcías, Ahicam, Acbor, Safán y Asaías se dirigieron al Barrio Nuevo[a] de Jerusalén para consultar a la profetisa Hulda. Ella era la esposa de Salum, hijo de Ticva, hijo de Harhas, el encargado del guardarropa del templo.

15 Ella les dijo: «¡El Señor, Dios de Israel, ha hablado! Regresen y díganle al hombre que los envió: 16 “Esto dice el Señor: ‘Traeré desastre sobre esta ciudad[b] y sobre sus habitantes. Todas las palabras escritas en el rollo que el rey de Judá leyó se cumplirán, 17 pues los de mi pueblo me han abandonado y han ofrecido sacrificios a dioses paganos. Estoy muy enojado con ellos por todo lo que han hecho. Mi enojo arderá contra este lugar y no se apagará’”.

18 »Vayan a ver al rey de Judá, quien los envió a buscar al Señor, y díganle: “Esto dice el Señor, Dios de Israel, acerca del mensaje que acabas de escuchar: 19 ‘Estabas apenado y te humillaste ante el Señor al oír lo que yo pronuncié contra esta ciudad y sus habitantes, que esta tierra sería maldita y quedaría desolada. Rasgaste tu ropa en señal de desesperación y lloraste delante de mí, arrepentido. Ciertamente te escuché, dice el Señor. 20 Por eso, no enviaré el desastre que he prometido hasta después de que hayas muerto y seas enterrado en paz. Tú no llegarás a ver la calamidad que traeré sobre esta ciudad’”».

De modo que llevaron su mensaje al rey.

Reformas religiosas de Josías

23 Entonces el rey convocó a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Luego subió al templo del Señor junto con todos los habitantes de Judá y de Jerusalén, acompañado por los sacerdotes y los profetas: toda la gente, desde el menos importante hasta el más importante. Allí el rey les leyó todo el libro del pacto, que se había encontrado en el templo del Señor. El rey tomó su lugar de autoridad junto a la columna y renovó el pacto en presencia del Señor. Se comprometió a obedecer al Señor cumpliendo sus mandatos, leyes y decretos con todo el corazón y con toda el alma. De esa manera, confirmó todas las condiciones del pacto que estaban escritas en el rollo, y toda la gente se comprometió con el pacto.

Seguidamente el rey dio instrucciones al sumo sacerdote Hilcías, a los sacerdotes de segundo rango y a los porteros del templo para que quitaran del templo del Señor todos los objetos que se usaban para rendir culto a Baal, a Asera y a todos los poderes de los cielos. El rey hizo quemar todas estas cosas fuera de Jerusalén, en las terrazas del valle de Cedrón, y llevó las cenizas a Betel. Eliminó a los sacerdotes idólatras, que habían sido nombrados por los reyes anteriores de Judá, porque ofrecían sacrificios en los santuarios paganos por todo el territorio de Judá y hasta en los alrededores de Jerusalén. También ofrecían sacrificios a Baal, al sol, a la luna, a las constelaciones y a todos los poderes de los cielos. El rey quitó del templo del Señor el poste dedicado a la diosa Asera y lo llevó fuera de Jerusalén, al valle de Cedrón, donde lo quemó. Luego molió las cenizas del poste hasta hacerlas polvo y tiró el polvo sobre las tumbas de la gente. También derribó las habitaciones de los prostitutos y las prostitutas de los santuarios paganos ubicados dentro del templo del Señor, donde las mujeres tejían mantos para el poste dedicado a la diosa Asera.

Josías trasladó a Jerusalén a todos los sacerdotes que vivían en otras ciudades de Judá. También profanó los santuarios paganos donde habían ofrecido sacrificios, desde Geba hasta Beerseba. Destruyó los santuarios que estaban a la entrada de la puerta de Josué, gobernador de Jerusalén. Esta puerta estaba situada a la izquierda de la puerta principal de la entrada a la ciudad. A los sacerdotes que habían servido en los santuarios paganos no se les permitió servir en el[c] altar del Señor en Jerusalén, pero se les dio permiso para comer pan sin levadura con los otros sacerdotes.

10 Después el rey profanó el altar de Tofet en el valle de Ben-hinom, a fin de que nunca más nadie lo usara para sacrificar a un hijo o una hija en el fuego[d] como ofrenda a Moloc. 11 También quitó de la entrada del templo del Señor las estatuas de caballos que los reyes anteriores de Judá habían dedicado al sol, las cuales estaban cerca de las habitaciones del eunuco Natán-melec, un funcionario de la corte.[e] El rey también quemó los carros de guerra dedicados al sol.

12 Josías derribó los altares que los reyes de Judá habían construido en la azotea del palacio, sobre la habitación de Acaz en el piso de arriba. El rey destruyó los altares que Manasés había construido en los dos atrios del templo del Señor. Los hizo añicos[f] y esparció los pedazos en el valle de Cedrón. 13 El rey también profanó los santuarios paganos que estaban al oriente de Jerusalén y al sur del monte de la Corrupción, donde el rey Salomón de Israel había construido santuarios para Astoret, la diosa detestable de los sidonios; para Quemos, el dios detestable de los moabitas; y para Moloc,[g] el repugnante dios de los amonitas. 14 Destrozó las columnas sagradas y derribó los postes dedicados a la diosa Asera. Luego profanó estos lugares al esparcir huesos humanos sobre ellos.

15 El rey también derribó el altar que estaba en Betel, el santuario pagano que Jeroboam, hijo de Nabat, había levantado cuando hizo pecar a Israel. Quemó el santuario y lo molió hasta convertirlo en cenizas, y quemó el poste dedicado a la diosa Asera. 16 Luego Josías se dio vuelta y notó que había varias tumbas en la ladera de la colina. Ordenó que sacaran los huesos y los quemó sobre el altar de Betel para profanarlo. (Todo sucedió tal como lo había anunciado el Señor por medio del hombre de Dios cuando Jeroboam se paró junto al altar durante el festival).

Después Josías se dio vuelta y miró hacia arriba, a la tumba del hombre de Dios[h] que había predicho estas cosas.

17 —¿Qué es ese monumento que está allí?—preguntó Josías.

Y la gente de la ciudad contestó:

—¡Es la tumba del hombre de Dios que vino desde Judá y predijo precisamente lo que tú acabas de hacer al altar de Betel!

18 —¡Déjenlo en paz!—respondió Josías—. ¡No molesten sus huesos!

Por lo tanto, no quemaron sus huesos ni los del viejo profeta de Samaria.

19 Después Josías demolió todas las edificaciones que había en los santuarios paganos de los pueblos de Samaria, tal como lo hizo en Betel. Estas construcciones fueron obra de diversos reyes de Israel y con ellas hicieron enojar mucho al Señor.[i] 20 Por último, el rey ejecutó a los sacerdotes de los santuarios paganos sobre sus propios altares y quemó huesos humanos en los altares para profanarlos. Cuando terminó, volvió a Jerusalén.

Josías celebra la Pascua

21 Luego el rey Josías emitió la siguiente orden para todo el pueblo: «Ustedes deben celebrar la Pascua para el Señor su Dios, como se exige en este libro del pacto». 22 No se había celebrado una Pascua igual desde la época en que los jueces gobernaban en Israel, ni durante todos los años de los reyes de Israel y de Judá. 23 Sin embargo, en el año dieciocho del reinado de Josías, esta Pascua se celebró en Jerusalén en honor al Señor.

24 Josías también se deshizo de los médiums y los videntes, de los dioses familiares, de los ídolos,[j] y de todas las demás prácticas detestables, tanto en Jerusalén como por toda la tierra de Judá. Lo hizo en obediencia a las leyes escritas en el rollo que el sacerdote Hilcías había encontrado en el templo del Señor. 25 Nunca antes hubo un rey como Josías, que se volviera al Señor con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, obedeciendo todas las leyes de Moisés. Desde entonces nunca más hubo un rey como él.

26 Aun así, el Señor estaba muy enojado con Judá, debido a todas las perversidades que Manasés había hecho para provocarlo. 27 Pues el Señor dijo: «También expulsaré a Judá de mi presencia, así como expulsé a Israel; y rechazaré a Jerusalén, mi ciudad escogida, y al templo donde debía honrarse mi nombre».

28 Los demás acontecimientos del reinado de Josías y todos sus logros están registrados en El libro de la historia de los reyes de Judá.

29 Durante el reinado de Josías, el faraón Necao, rey de Egipto, fue al río Éufrates para ayudar al rey de Asiria. El rey Josías y su ejército salieron a enfrentarlo,[k] pero el rey Necao[l] mató a Josías cuando se encontraron en Meguido. 30 Los funcionarios de Josías llevaron su cuerpo en un carro de guerra desde Meguido hasta Jerusalén y lo enterraron en su tumba. Entonces la gente de la nación ungió a Joacaz, hijo de Josías, y lo proclamó el siguiente rey.

Joacaz gobierna sobre Judá

31 Joacaz tenía veintitrés años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén tres meses. Su madre se llamaba Hamutal y era hija de Jeremías, de Libna. 32 Joacaz hizo lo malo a los ojos del Señor, igual que sus antepasados.

33 El faraón Necao metió a Joacaz en la cárcel de Ribla, en la tierra de Hamat, para impedir que gobernara[m] en Jerusalén. También exigió que Judá pagara un tributo de tres mil cuatrocientos kilos de plata, y treinta y cuatro kilos de oro.[n]

Joacim gobierna sobre Judá

34 Luego el faraón Necao puso en el trono a Eliaquim, otro de los hijos de Josías, para que reinara en lugar de su padre y le cambió el nombre a Joacim. Joacaz fue llevado a Egipto como prisionero, y allí murió.

35 Para obtener la plata y el oro que el faraón Necao exigía como tributo, Joacim recaudaba un impuesto de los habitantes de Judá, para el cual les pedía que pagaran en proporción a sus riquezas.

36 Joacim tenía veinticinco años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén once años. Su madre se llamaba Zebuda y era hija de Pedaías, de Ruma. 37 Él hizo lo malo a los ojos del Señor, igual que sus antepasados.

2 Crónicas 34-35

Josías gobierna sobre Judá

34 Josías tenía ocho años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén treinta y un años. Hizo lo que era agradable a los ojos del Señor y siguió el ejemplo de su antepasado David; no se apartó de lo que era correcto.

Durante el octavo año de su reinado, siendo aún joven, Josías comenzó a buscar al Dios de su antepasado David. Luego, en el año doce, empezó a purificar a Judá y a Jerusalén, destruyendo todos los santuarios paganos, los postes dedicados a la diosa Asera, los ídolos tallados y las imágenes fundidas. Ordenó que demolieran los altares de Baal y que derribaran los altares del incienso que había encima. También se aseguró de que despedazaran los postes dedicados a la diosa Asera, los ídolos tallados y las imágenes fundidas, y que los pedazos fueran esparcidos sobre las tumbas de aquellos que les habían ofrecido sacrificios. Quemó los huesos de los sacerdotes paganos sobre sus propios altares, y de esta manera purificó a Judá y a Jerusalén.

Hizo lo mismo en las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón e incluso hasta tan lejos como Neftalí, y en las regiones[a] que las rodean. Destruyó los altares paganos y los postes dedicados a la diosa Asera, y redujo los ídolos a polvo. Derribó todos los altares del incienso en toda la tierra de Israel y, finalmente, volvió a Jerusalén.

En el año dieciocho de su reinado, después de haber purificado el país y el templo, Josías encargó a Safán, hijo de Azalía, a Maaseías, el gobernador de Jerusalén y a Joa, hijo de Joacaz, el historiador real, para que repararan el templo del Señor su Dios. Estos hombres le dieron al sumo sacerdote Hilcías el dinero que habían recaudado los levitas que servían como porteros en el templo de Dios. Las ofrendas las traían la gente de Manasés, de Efraín y los que quedaban de Israel; al igual que la gente de todo Judá, de Benjamín y de Jerusalén.

10 El sumo sacerdote les confió el dinero a los hombres designados para supervisar la restauración del templo del Señor. A su vez ellos pagaban a los trabajadores que hacían las reparaciones y la renovación del templo. 11 Contrataron carpinteros y constructores, los cuales compraban piedras labradas para las paredes y madera para las vigas y los soportes. Restauraron lo que los reyes anteriores de Judá habían permitido que cayera en ruinas.

12 Los obreros servían fielmente bajo el liderazgo de Jahat y Abdías, levitas del clan de Merari, y de Zacarías y Mesulam, levitas del clan de Coat. Otros levitas, todos músicos hábiles, 13 quedaron encargados de los trabajadores de los diversos oficios. Incluso otros ayudaban como secretarios, oficiales y porteros.

Hilcías descubre la ley de Dios

14 Mientras sacaban el dinero recaudado en el templo del Señor, el sacerdote Hilcías encontró el libro de la ley del Señor que escribió Moisés. 15 Hilcías le dijo a Safán, secretario de la corte: «¡He encontrado el libro de la ley en el templo del Señor!». Entonces Hilcías le dio el rollo a Safán.

16 Safán llevó el rollo al rey y le informó: «Sus funcionarios están haciendo todo lo que se les asignó. 17 El dinero que se recaudó en el templo del Señor ha sido entregado a los supervisores y a los trabajadores». 18 Safán también dijo al rey: «El sacerdote Hilcías me entregó un rollo». Así que Safán se lo leyó al rey.

19 Cuando el rey oyó lo que estaba escrito en la ley, rasgó su ropa en señal de desesperación. 20 Luego dio las siguientes órdenes a Hilcías; a Ahicam, hijo de Safán; a Acbor, hijo de Micaías;[b] a Safán, secretario de la corte y a Asaías, consejero personal del rey: 21 «Vayan al templo y consulten al Señor por mí y por todo el remanente de Israel y de Judá. Pregunten acerca de las palabras escritas en el rollo que se encontró. Pues el gran enojo del Señor ha sido derramado sobre nosotros, porque nuestros antepasados no obedecieron la palabra del Señor. No hemos estado haciendo todo lo que este rollo dice que debemos hacer».

22 Entonces Hilcías y los otros hombres se dirigieron al Barrio Nuevo[c] de Jerusalén para consultar a la profetisa Hulda. Ella era la esposa de Salum, hijo de Ticva, hijo de Harhas,[d] el encargado del guardarropa del templo.

23 Ella les dijo: «¡El Señor, Dios de Israel, ha hablado! Regresen y díganle al hombre que los envió: 24 “Esto dice el Señor: ‘Traeré desastre sobre esta ciudad[e] y sobre sus habitantes. Todas las maldiciones escritas en el rollo que fue leído al rey de Judá se cumplirán, 25 pues los de mi pueblo me han abandonado y han ofrecido sacrificios a dioses paganos. Estoy muy enojado con ellos por todo lo que han hecho. Mi enojo será derramado sobre este lugar y no se apagará’”.

26 »Vayan a ver al rey de Judá, quien los envió a buscar al Señor, y díganle: “Esto dice el Señor, Dios de Israel, acerca del mensaje que acabas de escuchar: 27 ‘Estabas apenado y te humillaste ante Dios al oír las palabras que él pronunció contra la ciudad y sus habitantes. Te humillaste, rasgaste tu ropa en señal de desesperación y lloraste delante de mí, arrepentido. Ciertamente te escuché, dice el Señor. 28 Por eso, no enviaré el desastre que he prometido hasta después de que hayas muerto y seas enterrado en paz. Tú mismo no llegarás a ver la calamidad que traeré sobre esta ciudad y sus habitantes’”».

De modo que llevaron su mensaje al rey.

Reformas religiosas de Josías

29 Entonces el rey convocó a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. 30 Luego subió al templo del Señor junto con todos los habitantes de Judá y de Jerusalén, acompañado por los sacerdotes y los levitas: toda la gente, desde el menos importante hasta el más importante. Allí el rey les leyó todo el libro del pacto que se había encontrado en el templo del Señor. 31 El rey tomó su lugar de autoridad junto a la columna y renovó el pacto en presencia del Señor. Se comprometió a obedecer al Señor cumpliendo sus mandatos, leyes y decretos con todo el corazón y con toda el alma. Prometió obedecer todas las condiciones del pacto que estaban escritas en el rollo. 32 Además, exigió a todos los que estaban en Jerusalén y en Benjamín que hicieran una promesa similar. El pueblo de Jerusalén lo hizo, y renovó su pacto con Dios, el Dios de sus antepasados.

33 Josías quitó todos los ídolos detestables de toda la tierra de Israel y exigió que todos adoraran al Señor su Dios. Durante el resto de la vida de Josías, no se apartaron del Señor, Dios de sus antepasados.

Josías celebra la Pascua

35 Josías anunció que se celebraría la Pascua del Señor en Jerusalén, y entonces se sacrificó el cordero de la Pascua el día catorce del primer mes.[f] Josías también asignó a los sacerdotes sus responsabilidades y los animó en su trabajo en el templo del Señor. Dio esta orden a los levitas, quienes debían enseñar a todo Israel y quienes habían sido apartados para servir al Señor: «Pongan el arca sagrada en el templo que construyó Salomón, hijo de David, rey de Israel. Ustedes ya no tienen que seguir cargándola de un sitio a otro sobre sus hombros. Ahora dediquen su tiempo a servir al Señor su Dios y a su pueblo Israel. Preséntense para su turno según las divisiones de familia de sus antepasados, de acuerdo con las instrucciones del rey David de Israel y las de su hijo Salomón.

»Luego preséntense en el santuario, en el lugar designado para su respectiva división de familia, y ayuden a las familias que les hayan sido asignadas cuando estas traigan sus ofrendas al templo. Maten los corderos de la Pascua, purifíquense y prepárense para ayudar a los que lleguen. Sigan todas las instrucciones que el Señor dio por medio de Moisés».

Después Josías proveyó treinta mil corderos y cabritos para las ofrendas de la Pascua del pueblo, junto con tres mil cabezas de ganado; todos eran de los rebaños y de las manadas del rey. Los funcionarios del rey también hicieron contribuciones voluntarias al pueblo, a los sacerdotes y a los levitas. Hilcías, Zacarías y Jehiel, administradores del templo de Dios, dieron a los sacerdotes dos mil seiscientos corderos y cabritos y trescientas cabezas de ganado como ofrendas de la Pascua. Los jefes de los levitas—Conanías y sus hermanos Semaías y Natanael, al igual que Hasabías, Jeiel y Josabad—dieron cinco mil corderos y cabritos, y quinientas cabezas de ganado a los levitas para sus ofrendas de la Pascua.

10 Cuando todo estaba listo para la celebración de la Pascua, los sacerdotes y los levitas ocuparon sus lugares, organizados según sus divisiones, tal como el rey lo había ordenado. 11 Luego los levitas mataron los corderos de la Pascua y presentaron la sangre a los sacerdotes, quienes la rociaron sobre el altar mientras los levitas preparaban los animales. 12 Repartieron las ofrendas quemadas entre la gente de acuerdo a sus grupos de familia, para que las ofrecieran al Señor según estaba establecido en el libro de Moisés. Hicieron lo mismo con el ganado. 13 Luego asaron los corderos de la Pascua como estaba establecido. Hirvieron las ofrendas sagradas en ollas, calderos y sartenes, y las llevaron rápidamente a la gente para que comiera.

14 Después los levitas prepararon las ofrendas de la Pascua para sí mismos y para los sacerdotes, descendientes de Aarón, porque los sacerdotes habían estado ocupados desde la mañana hasta la noche presentando las ofrendas quemadas y las porciones de grasa. Los levitas se hicieron cargo de todos estos preparativos.

15 Los músicos, descendientes de Asaf, estaban en sus lugares asignados y seguían las órdenes que les habían dado David, Asaf, Hemán y Jedutún, vidente del rey. Los porteros cuidaban las puertas y no era necesario que se alejaran de sus puestos de servicio porque sus hermanos levitas les preparaban sus ofrendas de la Pascua.

16 Toda la ceremonia de la Pascua del Señor se terminó en ese día. Todas las ofrendas quemadas fueron sacrificadas en el altar del Señor, como lo había ordenado el rey Josías. 17 Todos los israelitas que estaban presentes en Jerusalén celebraron la Pascua y el Festival de los Panes sin Levadura durante siete días. 18 Desde los tiempos del profeta Samuel no se había celebrado una Pascua semejante. Ninguno de los reyes de Israel jamás había celebrado la Pascua como lo hizo Josías, porque hizo participar a todos los sacerdotes y levitas, a todo el pueblo de Jerusalén y a la gente de todo Judá e Israel. 19 Esta Pascua se celebró en el año dieciocho del reinado de Josías.

Josías muere en batalla

20 Después de que Josías terminó de restaurar el templo, Necao, rey de Egipto, dirigió a su ejército desde Egipto, para hacer la guerra en Carquemis, junto al río Éufrates. Entonces Josías y su ejército salieron a enfrentarlo;[g] 21 pero el rey Necao envió mensajeros a Josías con el siguiente mensaje:

«¿Qué quieres de mí, rey de Judá? ¡No tengo nada contra ti! ¡Voy de camino a pelear contra otra nación, y Dios me ha dicho que me apresure! No interfieras con Dios, quien está conmigo, o él te destruirá».

22 Sin embargo, Josías se negó a escuchar a Necao, a quien Dios realmente le había hablado, y no quiso regresar. En cambio, se disfrazó y dirigió al ejército en la batalla, en la llanura de Meguido. 23 Entonces los arqueros enemigos hirieron al rey Josías con sus flechas y el rey gritó a sus hombres: «¡Sáquenme de la batalla, porque estoy gravemente herido!».

24 Así que sacaron a Josías de su carro de guerra y lo pusieron en otro. Luego lo regresaron a Jerusalén, donde murió. Lo enterraron allí, en el cementerio de los reyes, y todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por él. 25 El profeta Jeremías compuso cantos fúnebres en honor de Josías, y hasta el día de hoy los coros siguen entonando estos tristes cantos acerca de su muerte. Estos cantos de duelo se han convertido en una tradición y están registrados en El libro de los lamentos.

26 Los demás acontecimientos del reinado de Josías y sus actos de devoción (realizados según lo que estaba escrito en la ley del Señor), 27 desde el principio hasta el fin, están registrados en El libro de los reyes de Israel y de Judá.

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