Chronological
David en su vejez
1 El rey David era ya muy anciano y, por más frazadas que le ponían, no podía entrar en calor. 2 Así que sus consejeros le dijeron: «Busquemos una joven virgen que lo atienda y lo cuide, mi señor; dormirá en sus brazos y le quitará el frío».
3 Entonces buscaron una muchacha hermosa por toda la tierra de Israel y encontraron a Abisag, de Sunem, y se la llevaron al rey. 4 La joven era muy hermosa; cuidaba al rey y lo atendía, pero el rey no tuvo relaciones sexuales con ella.
Adonías reclama el trono
5 Por ese tiempo, Adonías, hijo de David, cuya madre era Haguit, comenzó a jactarse diciendo: «Voy a proclamarme rey». Así que consiguió carros de guerra con sus conductores y reclutó cincuenta hombres para que corrieran delante de él. 6 Ahora bien, su padre, el rey David, jamás lo había disciplinado, ni siquiera le preguntaba: «¿Por qué haces esto o aquello?». Adonías había nacido después de Absalón y era muy apuesto.
7 Adonías se apoyó en Joab, hijo de Sarvia, y en el sacerdote Abiatar, y ellos aceptaron ayudarlo a llegar a ser rey. 8 Sin embargo, el sacerdote Sadoc y Benaía, hijo de Joiada, junto con el profeta Natán, Simei, Rei y la guardia personal de David se negaron a ayudar a Adonías.
9 Adonías se dirigió a la peña de Zohélet,[a] cerca del manantial de En-rogel, y allí sacrificó ovejas, ganado y terneros engordados. Invitó a todos sus hermanos—los demás hijos del rey David—y a todos los funcionarios reales de Judá; 10 pero no invitó al profeta Natán, ni a Benaía, ni a la guardia personal del rey, ni a su hermano Salomón.
11 Entonces Natán fue a ver a Betsabé, la madre de Salomón, y le preguntó: «¿No te has enterado de que el hijo de Haguit, Adonías, se proclamó rey, y nuestro señor David ni siquiera lo sabe? 12 Si deseas salvar tu vida y la de tu hijo Salomón, sigue mi consejo. 13 Ve ya mismo a ver al rey David y dile: “Mi señor el rey, ¿acaso no me hiciste un juramento cuando me dijiste: ‘Definitivamente tu hijo Salomón será el próximo rey y se sentará en mi trono’? Entonces, ¿por qué Adonías se ha proclamado rey?”. 14 Y mientras tú aún estés hablando con el rey, yo llegaré y confirmaré todo lo que le has dicho».
15 Entonces Betsabé entró en la habitación del rey. (David era ya muy viejo y Abisag lo cuidaba). 16 Betsabé se inclinó ante él.
—¿En qué te puedo ayudar?—le preguntó el rey.
17 Ella le contestó:
—Mi señor, usted hizo un juramento delante del Señor su Dios cuando me dijo: “Te aseguro que tu hijo Salomón será el próximo rey y se sentará en mi trono”. 18 Sin embargo, Adonías se proclamó rey, y mi señor el rey ni siquiera se ha enterado. 19 Ha sacrificado gran cantidad de ganado, terneros engordados y ovejas, y ha invitado a todos los hijos del rey a la celebración. También invitó al sacerdote Abiatar y a Joab, comandante del ejército, pero no invitó a su siervo Salomón. 20 Y ahora, mi señor el rey, todo Israel está esperando que usted anuncie quién será el próximo rey. 21 Si no toma alguna medida, mi hijo Salomón y yo seremos tratados como criminales en cuanto mi señor el rey haya muerto.
22 Mientras ella aún hablaba con el rey, llegó el profeta Natán. 23 Los funcionarios del rey le informaron: «El profeta Natán está aquí y quiere verlo».
Entonces Natán entró y se inclinó ante el rey con el rostro en tierra 24 y le preguntó al rey: «Mi señor el rey, ¿ya has decidido que sea Adonías el próximo rey que se siente en tu trono? 25 Hoy él sacrificó gran cantidad de ganado, terneros engordados y ovejas, e invitó a todos los hijos del rey a la celebración. También invitó a los comandantes del ejército y al sacerdote Abiatar. Ahora están festejando y bebiendo con él, y gritan: “¡Que viva el rey Adonías!”; 26 pero a mí no me invitó, ni al sacerdote Sadoc, ni a Benaía, ni a tu siervo Salomón. 27 ¿Acaso mi señor el rey ha hecho esto sin informar a ninguno de sus funcionarios acerca de quién sería el próximo rey?».
David proclama rey a Salomón
28 Entonces el rey David respondió: «¡Llamen a Betsabé!». Así que Betsabé volvió a entrar y se quedó de pie delante del rey, 29 y el rey repitió su juramento:
—Tan cierto como que el Señor vive y me ha rescatado de todo peligro, 30 tu hijo Salomón será el próximo rey y se sentará en mi trono este mismo día, tal como te lo juré delante del Señor, Dios de Israel.
31 Entonces Betsabé se inclinó ante el rey con el rostro en tierra y exclamó:
—¡Que viva por siempre mi señor, el rey David!
32 Entonces el rey David ordenó: «Llamen al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaía, hijo de Joiada». Cuando ellos llegaron a la presencia del rey, 33 él les dijo:
—Lleven a Salomón y a mis funcionarios hasta el manantial de Gihón. Salomón irá montado en mi mula. 34 Una vez allí, el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo ungirán rey de Israel. Hagan sonar el cuerno de carnero y griten: “¡Que viva el rey Salomón!”. 35 Luego escóltenlo de regreso, y él se sentará en mi trono. Él me sucederá en el trono, porque yo lo he nombrado para que sea gobernante de Israel y de Judá.
36 —¡Amén!—respondió Benaía, hijo de Joiada—. Que el Señor, Dios de mi señor el rey, ordene que así sea. 37 Que el Señor esté con Salomón así como ha estado contigo, mi señor el rey, ¡y que engrandezca el reino de Salomón aún más que el suyo!
38 Entonces el sacerdote Sadoc y el profeta Natán junto con Benaía, hijo de Joiada, y la guardia personal del rey[b] llevaron a Salomón hasta el manantial de Gihón; y Salomón iba montado en la mula que pertenecía al rey David. 39 Allí el sacerdote Sadoc tomó de la carpa sagrada el frasco de aceite de oliva, y ungió a Salomón con el aceite. Luego hicieron sonar el cuerno de carnero, y toda la gente gritó: «¡Que viva el rey Salomón!». 40 Toda la multitud siguió a Salomón hasta Jerusalén, tocando flautas y gritando de alegría. La celebración estaba tan alegre y estruendosa que el sonido hacía temblar la tierra.
41 Adonías y sus invitados escucharon la celebración y los gritos casi al terminar el banquete. Cuando Joab oyó el sonido del cuerno de carnero, preguntó: «¿Qué está pasando? ¿Por qué hay tanto alboroto en la ciudad?».
42 No había terminado de hablar, cuando llegó Jonatán, hijo del sacerdote Abiatar.
—Entra—le dijo Adonías—, porque eres un hombre bueno. Seguramente traes buenas noticias.
43 —¡Para nada!—respondió Jonatán—. ¡Nuestro señor, el rey David, acaba de proclamar rey a Salomón! 44 El rey lo envió al manantial de Gihón con el sacerdote Sadoc, el profeta Natán, y Benaía, hijo de Joiada, e iban protegidos por la guardia personal del rey. Montaron a Salomón en la mula del rey 45 y Sadoc y Natán lo ungieron rey en el manantial de Gihón. Acaban de regresar, y toda la ciudad está celebrando y festejando. Por eso hay tanto ruido. 46 Es más, ahora mismo Salomón está sentado en el trono real como rey, 47 y todos los funcionarios reales han ido a felicitar al rey David y a decirle: “¡Que su Dios aumente la fama de Salomón aún más que la suya, y que engrandezca el reinado de Salomón aún más que el suyo!”. Entonces el rey inclinó la cabeza en adoración mientras estaba en su cama 48 y dijo: “Alabado sea el Señor, Dios de Israel, quien el día de hoy ha escogido a un sucesor que se siente en mi trono mientras yo aún vivo para presenciarlo”.
49 Entonces todos los invitados de Adonías, presos del pánico, saltaron de la mesa del banquete y se dispersaron velozmente. 50 Adonías tuvo miedo de Salomón, por lo que corrió a la carpa sagrada y se agarró de los cuernos del altar. 51 Pronto llegó a Salomón la noticia de que Adonías, por temor, se había agarrado de los cuernos del altar y rogaba: «¡Que el rey Salomón jure hoy que no me matará!».
52 Salomón respondió: «Si él demuestra ser leal, no se le tocará un pelo de la cabeza; pero si causa problemas, morirá». 53 Entonces el rey Salomón mandó llamar a Adonías, y lo bajaron del altar. Adonías llegó y se inclinó respetuosamente ante el rey Salomón, quien lo despidió diciéndole: «Vete a tu casa».
Últimas instrucciones de David a Salomón
2 Cuando ya se acercaba el momento de morir, el rey David le dio el siguiente encargo a su hijo Salomón:
2 «Yo voy camino al lugar donde todos partirán algún día. Ten valor y sé hombre. 3 Cumple los requisitos del Señor tu Dios y sigue todos sus caminos. Obedece los decretos, los mandatos, las ordenanzas y las leyes que están escritos en la ley de Moisés, para que tengas éxito en todo lo que hagas y dondequiera que vayas. 4 Si lo haces, el Señor cumplirá la promesa que me hizo cuando me dijo: “Si tus descendientes viven como debe ser y me siguen fielmente, con todo el corazón y con toda el alma, siempre habrá uno de ellos en el trono de Israel”.
5 »Además, tú ya sabes lo que me hizo Joab, hijo de Sarvia, cuando mató a mis dos comandantes del ejército: a Abner, hijo de Ner, y a Amasa, hijo de Jeter. Él fingió que fue un acto de guerra, pero estábamos en tiempo de paz,[c] con lo cual manchó con sangre inocente[d] su cinto y sus sandalias. 6 Haz con él lo que mejor te parezca, pero no permitas que envejezca y vaya a la tumba en paz.[e]
7 »Sé bondadoso con los hijos de Barzilai, de Galaad. Haz que sean invitados permanentes en tu mesa, porque ellos me cuidaron cuando yo huía de tu hermano Absalón.
8 »Acuérdate de Simei, hijo de Gera, el hombre de Bahurim de la tribu de Benjamín. Él me maldijo con una maldición terrible cuando yo escapaba hacia Mahanaim. Cuando vino a verme al río Jordán, yo le juré por el Señor que no lo mataría; 9 pero ese juramento no lo hace inocente. Tú eres un hombre sabio y sabrás cómo darle una muerte sangrienta[f]».
10 Luego David murió y fue enterrado con sus antepasados en la Ciudad de David. 11 David reinó en Israel durante cuarenta años, siete de ellos en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén. 12 Salomón lo sucedió y se sentó en el trono de David, su padre, y su reino se estableció firmemente.
Salomón establece su gobierno
13 Cierto día Adonías, cuya madre era Haguit, fue a ver a Betsabé, la madre de Salomón.
—¿Vienes en son de paz?—le preguntó Betsabé.
—Sí—contestó él—, vengo en paz. 14 Quiero pedirte un favor.
—¿De qué se trata?—le preguntó ella.
15 Él contestó:
—Como sabes, el reino me correspondía a mí; todo Israel quería que yo fuera el siguiente rey. Pero todo cambió, y el reino pasó a mi hermano porque el Señor así lo quiso. 16 Ahora solo tengo un favor que pedirte, no me lo niegues.
—¿De qué se trata?—preguntó ella.
17 Él contestó:
—Habla con el rey Salomón de mi parte, porque yo sé que él hará cualquier cosa que tú le pidas. Dile que me permita casarme con Abisag, la muchacha de Sunem.
18 —Está bien—respondió Betsabé—. Le hablaré al rey por ti.
19 Entonces Betsabé fue a ver al rey para hablarle en nombre de Adonías. El rey se levantó de su trono para recibirla y se inclinó ante ella. Cuando volvió a sentarse en su trono, ordenó que trajeran un trono para su madre, y ella se sentó a la derecha del rey.
20 —Tengo un pequeño favor que pedirte—le dijo ella—. Espero que no me lo niegues.
—¿De qué se trata, madre mía?—preguntó el rey—. Tú sabes que no te lo negaré.
21 —Entonces permite que tu hermano Adonías se case con Abisag, la muchacha de Sunem—contestó ella.
22 —¿Cómo es posible que tú me pidas que entregue a Abisag en matrimonio a Adonías?—preguntó el rey Salomón—. ¡Sería lo mismo que pedirme que le dé el reino! Tú sabes que él es mi hermano mayor y que tiene de su lado al sacerdote Abiatar y a Joab, hijo de Sarvia.
23 Entonces el rey Salomón hizo un juramento delante del Señor diciendo:
—Que Dios me hiera e incluso me mate si Adonías no ha sellado su destino con esta petición. 24 El Señor me ha confirmado y me ha puesto en el trono de David, mi padre; él ha establecido mi dinastía, tal como lo prometió. Por lo tanto, ¡tan cierto como que el Señor vive, Adonías morirá hoy mismo!
25 Entonces el rey Salomón le ordenó a Benaía, hijo de Joiada, que lo ejecutara; y Adonías murió.
26 Luego el rey dijo al sacerdote Abiatar: «Regresa a tu casa, en Anatot. Mereces morir, pero no voy a matarte ahora porque tú cargaste el arca del Señor Soberano para David, mi padre, y estuviste con él en todas sus dificultades». 27 De ese modo Salomón expulsó a Abiatar del cargo de sacerdote del Señor, y así se cumplió la profecía que el Señor había dado en Silo acerca de los descendientes de Elí.
28 Joab no se había unido anteriormente a la rebelión de Absalón, pero sí se había sumado a la rebelión de Adonías. Así que, al enterarse de la muerte de Adonías, corrió a la carpa sagrada del Señor y se agarró de los cuernos del altar. 29 Cuando se lo informaron al rey, Salomón mandó a Benaía, hijo de Joiada, a ejecutarlo.
30 Benaía fue a la carpa sagrada del Señor y le dijo a Joab:
—¡El rey te ordena que salgas!
Pero Joab respondió:
—No, aquí moriré.
Entonces Benaía regresó a ver al rey y le informó lo que Joab había dicho.
31 «Haz lo que él pide—respondió el rey—. Mátalo allí, junto al altar, y entiérralo. Así se borrará de la familia de mi padre la culpa de los asesinatos sin sentido que cometió Joab. 32 El Señor le cobrará[g] las muertes de dos hombres que eran más justos y mejores que él, ya que mi padre no sabía nada de las muertes de Abner, hijo de Ner, comandante del ejército de Israel, y de Amasa, hijo de Jeter, comandante del ejército de Judá. 33 Que Joab y sus descendientes sean por siempre culpables de la sangre de ellos, y que el Señor conceda paz a David, a sus descendientes, a su dinastía y a su trono para siempre».
34 Entonces Benaía, hijo de Joiada, volvió a la carpa sagrada y mató a Joab, y fue enterrado junto a su casa en el desierto. 35 Después, el rey nombró comandante del ejército a Benaía en lugar de Joab, y puso al sacerdote Sadoc en lugar de Abiatar.
36 Luego el rey mandó llamar a Simei y le dijo:
—Construye una casa aquí en Jerusalén y vive en ella, pero no salgas de la ciudad por ningún motivo. 37 Pues el día que salgas y pases el valle de Cedrón, ciertamente morirás, y tu sangre volverá sobre tu propia cabeza.
38 Simei respondió:
—Tu sentencia es justa; haré todo lo que mi señor el rey mande.
Por lo tanto, Simei vivió en Jerusalén un largo tiempo.
39 Sin embargo, tres años después, dos esclavos de Simei se fugaron a Gat, donde reinaba Aquis, hijo de Maaca. Cuando Simei supo dónde estaban, 40 ensilló su burro y fue a Gat a buscarlos. Una vez que los encontró, los llevó de regreso a Jerusalén.
41 Salomón se enteró de que Simei había salido de Jerusalén, que había ido a Gat y regresado. 42 Así que el rey lo mandó llamar y le preguntó: «¿No te hice jurar por el Señor y te advertí que no salieras a ninguna parte, o de lo contrario, morirías? Y tú respondiste: “La sentencia es justa; haré lo que mandes”. 43 Entonces, ¿por qué no cumpliste tu juramento al Señor ni obedeciste mi orden?».
44 El rey también le dijo: «Seguramente recordarás todas las maldades que le hiciste a mi padre David. Que ahora el Señor traiga todo ese mal sobre tu cabeza; 45 pero que yo, el rey Salomón, reciba las bendiciones del Señor, y que siempre haya un descendiente de David sentado en este trono, en presencia del Señor». 46 Entonces, por orden del rey, Benaía, hijo de Joiada, llevó a Simei afuera y lo mató.
De ese modo, el reino quedó afianzado en manos de Salomón.
[a]Salmo de David.
37 No te inquietes a causa de los malvados
    ni tengas envidia de los que hacen lo malo.
2 Pues como la hierba, pronto se desvanecen;
    como las flores de primavera, pronto se marchitan.
3 Confía en el Señor y haz el bien;
    entonces vivirás seguro en la tierra y prosperarás.
4 Deléitate en el Señor,
    y él te concederá los deseos de tu corazón.
5 Entrega al Señor todo lo que haces;
    confía en él, y él te ayudará.
6 Él hará resplandecer tu inocencia como el amanecer,
    y la justicia de tu causa brillará como el sol de mediodía.
7 Quédate quieto en la presencia del Señor,
    y espera con paciencia a que él actúe.
No te inquietes por la gente mala que prospera,
    ni te preocupes por sus perversas maquinaciones.
8 ¡Ya no sigas enojado!
    ¡Deja a un lado tu ira!
No pierdas los estribos,
    que eso únicamente causa daño.
9 Pues los perversos serán destruidos,
    pero los que confían en el Señor poseerán la tierra.
10 Pronto los perversos desaparecerán;
    por más que los busques, no los encontrarás.
11 Los humildes poseerán la tierra
    y vivirán en paz y prosperidad.
12 Los malvados conspiran contra los justos;
    les gruñen de manera desafiante.
13 Pero el Señor simplemente se ríe,
    porque ve que el día de su juicio se acerca.
14 Los perversos sacan sus espadas
    y ponen cuerdas a sus arcos
para matar al pobre y al oprimido,
    para masacrar a los que hacen lo correcto.
15 Pero sus espadas atravesarán su propio corazón,
    y se les quebrarán los arcos.
16 Es mejor ser justo y tener poco
    que ser malvado y rico.
17 Pues la fuerza de los malvados será destrozada,
    pero el Señor cuida a los justos.
18 Día a día el Señor cuida a los inocentes,
    y ellos recibirán una herencia que permanece para siempre.
19 No serán avergonzados en tiempos difíciles;
    tendrán más que suficiente aun en tiempo de hambre.
20 Pero los perversos morirán;
    los enemigos del Señor son como las flores del campo,
    desaparecerán como el humo.
21 Los perversos piden prestado y nunca pagan,
    pero los justos dan con generosidad.
22 Los bendecidos por el Señor poseerán la tierra,
    pero aquellos a quienes él maldice, morirán.
23 El Señor dirige los pasos de los justos;
    se deleita en cada detalle de su vida.
24 Aunque tropiecen, nunca caerán,
    porque el Señor los sostiene de la mano.
25 Una vez fui joven, ahora soy anciano,
    sin embargo, nunca he visto abandonado al justo
    ni a sus hijos mendigando pan.
26 Los justos siempre prestan con generosidad
    y sus hijos son una bendición.
27 Aléjate del mal y haz el bien,
    y vivirás en la tierra para siempre.
28 Pues el Señor ama la justicia
    y nunca abandonará a los justos.
Los mantendrá a salvo para siempre,
    pero los hijos de los perversos morirán.
29 Los justos poseerán la tierra
    y vivirán allí para siempre.
30 Los justos ofrecen buenos consejos;
    enseñan a diferenciar entre lo bueno y lo malo.
31 Han hecho suya la ley de Dios,
    por eso, nunca resbalarán de su camino.
32 Los malvados esperan en emboscada a los justos,
    en busca de una excusa para matarlos.
33 Pero el Señor no permitirá que los perversos tengan éxito
    ni que los justos sean condenados cuando los lleven a juicio.
34 Pon tu esperanza en el Señor
    y marcha con paso firme por su camino.
Él te honrará al darte la tierra
    y verás destruidos a los perversos.
35 He visto a gente malvada y despiadada
    florecer como árboles en tierra fértil.
36 Pero cuando volví a mirar, ¡habían desaparecido!
    ¡Aunque los busqué, no pude encontrarlos!
37 Miren a los que son buenos y honestos,
    porque a los que aman la paz les espera un futuro maravilloso.
38 Pero los rebeldes serán destruidos;
    para ellos no hay futuro.
39 El Señor rescata a los justos;
    él es su fortaleza en tiempos de dificultad.
40 El Señor los ayuda;
    los rescata de los malvados.
Él salva a los justos,
    y ellos encuentran refugio en él.
71 Oh Señor, a ti acudo en busca de protección;
    no permitas que me avergüencen.
2 Sálvame y rescátame,
    porque tú haces lo que es correcto.
Inclina tu oído para escucharme
    y ponme en libertad.
3 Sé tú mi roca de seguridad,
    donde siempre pueda esconderme.
Da la orden de salvarme,
    porque tú eres mi roca y mi fortaleza.
4 Dios mío, rescátame del poder de los perversos,
    de las garras de los crueles opresores.
5 Oh Señor, solo tú eres mi esperanza;
    en ti he confiado, oh Señor, desde mi niñez.
6 Así es, estás conmigo desde mi nacimiento;
    me has cuidado desde el vientre de mi madre.
    ¡Con razón siempre te alabo!
7 Mi vida es un ejemplo para muchos,
    porque tú has sido mi fuerza y protección.
8 Por eso nunca puedo dejar de alabarte;
    todo el día declaro tu gloria.
9 Y ahora, en mi vejez, no me hagas a un lado;
    no me abandones cuando me faltan las fuerzas.
10 Pues mis enemigos murmuran contra mí
    y juntos confabulan matarme.
11 Dicen: «Dios lo ha abandonado.
    Vayamos y agarrémoslo,
    porque ahora nadie lo ayudará».
12 Oh Dios, no te quedes lejos;
    Dios mío, por favor, apresúrate a ayudarme.
13 Trae deshonra y destrucción a los que me acusan;
    humilla y avergüenza a los que quieren hacerme daño.
14 Seguiré con la esperanza de tu ayuda;
    te alabaré más y más.
15 A todos les hablaré de tu justicia;
    todo el día proclamaré tu poder salvador,
    aunque no tengo facilidad de palabras.[a]
16 Alabaré tus obras poderosas, oh Señor Soberano,
    y les contaré a todos que solo tú eres justo.
17 Oh Dios, tú me has enseñado desde mi tierna infancia,
    y yo siempre les cuento a los demás acerca de tus hechos maravillosos.
18 Ahora que estoy viejo y canoso,
    no me abandones, oh Dios.
Permíteme proclamar tu poder a esta nueva generación,
    tus milagros poderosos a todos los que vienen después de mí.
19 Tu justicia, oh Dios, alcanza los cielos más altos;
    ¡has hecho cosas tan maravillosas!
    ¿Quién se compara contigo, oh Dios?
20 Has permitido que sufra muchas privaciones,
    pero volverás a darme vida
    y me levantarás de las profundidades de la tierra.
21 Me restaurarás incluso a mayor honor
    y me consolarás una vez más.
22 Entonces te alabaré con música de arpa,
    porque eres fiel a tus promesas, oh mi Dios.
Te cantaré alabanzas con la lira,
    oh Santo de Israel.
23 Gritaré de alegría y cantaré tus alabanzas,
    porque me redimiste.
24 Todo el día
    hablaré de tus justas acciones,
porque todos los que trataron de hacerme daño
    fueron humillados y avergonzados.
94 Oh Señor, Dios de venganza,
    oh Dios de venganza, ¡haz que tu gloriosa justicia resplandezca!
2 Levántate, oh Juez de la tierra;
    dales su merecido a los orgullosos.
3 ¿Hasta cuándo, Señor?
    ¿Hasta cuándo los perversos tendrán permiso para regodearse?
4 ¿Hasta cuándo hablarán con arrogancia?
    ¿Hasta cuándo se jactarán estos malvados?
5 Aplastan a tu pueblo, Señor;
    lastiman a los que llamas tuyos.
6 Matan a las viudas y a los extranjeros,
    y asesinan a los huérfanos.
7 «El Señor no está mirando—dicen—,
    y además, al Dios de Israel[a] no le importa».
8 ¡Piénsenlo mejor, necios!
    ¿Cuándo por fin se darán cuenta?
9 El que les hizo los oídos, ¿acaso es sordo?
    El que les formó los ojos, ¿acaso es ciego?
10 Él castiga a las naciones, ¿acaso no los castigará a ustedes?
    Él todo lo sabe, ¿acaso no sabe también lo que ustedes hacen?
11 El Señor conoce los pensamientos de la gente;
    ¡sabe que no valen nada!
12 Felices aquellos a quienes tú disciplinas, Señor,
    aquellos a los que les enseñas tus instrucciones.
13 Los alivias en tiempos difíciles
    hasta que se cave un pozo para capturar a los malvados.
14 El Señor no rechazará a su pueblo;
    no abandonará a su posesión más preciada.
15 El juicio volverá a basarse en la justicia,
    y los de corazón íntegro la procurarán.
16 ¿Quién me protegerá de los perversos?
    ¿Quién me defenderá de los malvados?
17 Si el Señor no me hubiera ayudado,
    pronto me habría quedado en el silencio de la tumba.
18 Clamé: «¡Me resbalo!»,
    pero tu amor inagotable, oh Señor, me sostuvo.
19 Cuando mi mente se llenó de dudas,
    tu consuelo renovó mi esperanza y mi alegría.
20 ¿Acaso pueden los líderes injustos afirmar que Dios está de su lado,
    los líderes cuyos decretos permiten la injusticia?
21 Se unen contra los justos
    y condenan a muerte a los inocentes.
22 Pero el Señor es mi fortaleza;
    mi Dios es la roca poderosa donde me escondo.
23 Dios hará que los pecados de los malvados se tornen contra ellos;
    los destruirá por sus pecados.
    El Señor nuestro Dios los destruirá.
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