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Chronological

Read the Bible in the chronological order in which its stories and events occurred.
Duration: 365 days
Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
2 Reyes 1-4

Elías anuncia la muerte del rey Ocozías

1-2 Cuando el rey Ahab murió, y su hijo Ocozías llegó a ser rey de Israel, los moabitas se rebelaron contra los israelitas.

Un día, Ocozías se cayó por una ventana del segundo piso de su palacio en Samaria. Como quedó malherido, envió mensajeros hasta Ecrón para que le preguntaran a Baal-zebub, que era el dios de ese país, si se iba a recuperar. Pero el ángel de Dios le dijo al profeta Elías:

«Busca a los mensajeros de Ocozías y pregúntales por qué no consultan al Dios de Israel en vez de consultar a Baal-zebub. Avísale a Ocozías que yo, el Dios de Israel, le advierto que no se va a sanar, ¡se va a morir!»

Elías obedeció, y cuando los mensajeros regresaron, Ocozías les preguntó:

—¿Por qué regresaron?

Ellos le contestaron:

—Un hombre fue a buscarnos y nos pidió darte este mensaje de parte de Dios: “¿No te acuerdas, Ocozías, que todavía hay Dios en Israel? ¿Por qué consultas con Baal-zebub? Por eso no te vas a sanar sino que vas a morir”.

El rey les preguntó a los mensajeros:

—¿Cómo era ese hombre que fue a buscarlos?

Ellos le contestaron:

—Era un tipo todo velludo, que llevaba puesto un taparrabos de cuero.

El rey dijo:

—¡No hay duda, es Elías!

Entonces envió a un capitán con cincuenta soldados para que buscaran a Elías. Cuando el capitán encontró a Elías sentado en lo alto de un cerro, le dijo:

—Profeta, el rey ordena que bajes a verlo.

10 Pero Elías le contestó:

—Ya que soy profeta, pido que caiga fuego del cielo y te queme a ti y a tus cincuenta soldados.

Enseguida cayó fuego del cielo y mató al capitán y a los cincuenta soldados. 11 Luego el rey mandó a otro capitán con cincuenta soldados más. Cuando el capitán encontró a Elías le dijo:

—Profeta, el rey te ordena que bajes rápidamente.

12 Pero Elías le contestó:

—Ya que soy profeta, pido que caiga fuego del cielo y te queme a ti y a tus cincuenta soldados.

Y volvió a caer fuego del cielo, y mató al capitán y a los cincuenta soldados.

13-14 El rey mandó por tercera vez a otro capitán con cincuenta soldados. Pero este capitán subió a donde estaba Elías, se arrodilló delante de él y le rogó:

—Profeta, ya sé que los soldados que vinieron antes de mí murieron consumidos por el fuego que cayó del cielo. Te suplico que no nos mates, ¡somos tus esclavos! ¡Por favor, perdónanos la vida!

15 El ángel de Dios le dijo a Elías: «Puedes ir con él. No le tengas miedo». Entonces Elías bajó y fue con el capitán a ver al rey. 16 Al llegar, Elías le dijo al rey: «Dios no te va a sanar, sino que morirás, pues has consultado con Baal-zebub, el dios de Ecrón, como si en Israel no hubiera Dios».

17 El rey Ocozías murió como se lo había anunciado Dios por medio de Elías. Y como Ocozías nunca tuvo hijos, en su lugar reinó su hermano Joram. Esto sucedió durante el segundo año del reinado de Joram hijo de Josafat en Judá.

18 Todo lo que Ocozías hizo está escrito en el libro de la historia de los reyes de Israel.

Elías es llevado al cielo

Dios había planeado llevarse a Elías al cielo en un remolino. Ese día, Elías y Eliseo salieron de Guilgal, y Elías le dijo a Eliseo:

—Te ruego que te quedes aquí, porque Dios me mandó ir a Betel.

Pero Eliseo le contestó:

—Te juro por Dios, y por ti mismo, que no te dejaré ir solo.

Así que los dos fueron a Betel. Los profetas que estaban en Betel salieron a ver a Eliseo y le preguntaron:

—¿Ya sabes que hoy Dios se va a llevar a tu maestro?

Él les contestó:

—Sí, ya lo sé, pero no digan nada.

Después Elías le dijo a Eliseo:

—Te ruego que te quedes aquí, porque Dios me mandó ir a la ciudad de Jericó.

Pero Eliseo le contestó:

—Te juro por Dios, y por ti mismo, que no te dejaré ir solo.

Los profetas que vivían en Jericó fueron a ver a Eliseo y le preguntaron:

—¿Ya sabes que Dios va a quitarte a tu maestro hoy?

Él contestó:

—Sí, ya lo sé, pero no digan nada.

Después Elías le dijo a Eliseo:

—Te ruego que te quedes acá, porque Dios me mandó ir al río Jordán.

Pero Eliseo contestó:

—Te juro por Dios, y por ti mismo, que no te dejaré ir solo.

Entonces se fueron los dos y se detuvieron a la orilla del río Jordán. Cincuenta profetas los habían seguido, pero permanecieron a cierta distancia de ellos. Entonces Elías tomó su capa, la enrolló y golpeó el agua, y el agua se separó en dos, dejando en medio un camino. Los dos cruzaron por tierra seca, y enseguida Elías le dijo a Eliseo:

—Dime qué quieres que haga por ti antes de que nos separemos.

Eliseo le contestó:

—Quiero ser el que se quede en tu lugar como profeta especial de Dios.

10 Elías le dijo:

—Me pides algo muy difícil. Sin embargo, si logras verme en el momento en que Dios me lleve, recibirás lo que pides. Pero si no me ves, no lo recibirás.

11 Mientras ellos iban caminando y conversando, apareció una carroza de fuego tirada por caballos de fuego y separó a los dos profetas. Entonces Elías subió al cielo en un remolino.

12 Eliseo lo vio y gritó:

—¡Mi maestro! ¡Mi maestro! Fuiste más importante para Israel que los carros de combate y los soldados de caballería.

Después de esto no volvió a ver a Elías.

Eliseo continúa con el trabajo de Elías

Entonces Eliseo tomó su ropa y la rompió en dos para mostrar su tristeza. 13 También levantó la capa que se le había caído a Elías, volvió al río Jordán, 14 golpeó el agua con la capa, y dijo: «¿Dónde está el Dios de Elías?» Al golpear el agua, ésta se dividió en dos, dejando libre el paso, y Eliseo cruzó por tierra seca.

15 Cuando los profetas de la ciudad de Jericó vieron a Eliseo al otro lado del río, dijeron: «Ahora Eliseo es el sucesor de Elías». Entonces fueron a su encuentro, se inclinaron delante de él en señal de respeto, 16 y le dijeron:

—Eliseo, estamos para servirte. En nuestro grupo hay cincuenta valientes que están dispuestos a buscar a tu maestro Elías. Puede ser que el espíritu de Dios lo haya levantado y dejado sobre alguna montaña o en algún valle.

Eliseo les contestó:

—No envíen a nadie.

17 Pero tanto le insistieron que acabó diciendo:

—De acuerdo, ¡vayan!

Entonces los profetas enviaron a cincuenta hombres, y durante tres días estuvieron buscando a Elías, pero no lo encontraron. 18 Cuando regresaron a la ciudad de Jericó, Eliseo les dijo al verlos:

—Yo les advertí que no fueran.

Eliseo purifica el agua de la ciudad

19 Los habitantes de Jericó le dijeron entonces a Eliseo:

—Eliseo, la ciudad está en un lugar muy bonito, pero el agua es mala y la tierra no produce frutos.

20 Eliseo les dijo:

—Tráiganme un recipiente nuevo, y pónganle sal adentro.

En cuanto se lo llevaron, 21 Eliseo fue al manantial de la ciudad, arrojó allí la sal y dijo: «Dios dice que ha purificado esta agua, y que nunca más causará la muerte de sus habitantes ni va a impedir que la tierra dé frutos».

22 Desde ese momento, el agua quedó pura, tal y como había dicho Eliseo.

Unos muchachos se burlan de Eliseo

23 Eliseo salió de allí y se fue a la ciudad de Betel. Mientras iba por el camino, unos muchachos salieron de la ciudad y se burlaron de él. Le decían: «¡Sube, calvo, sube!»

24 Eliseo se dio vuelta y los miró. Luego, con la autoridad que Dios le había dado, les anunció que recibirían su castigo. Enseguida dos osos salieron del bosque y despedazaron a cuarenta y dos de los muchachos.

25 Después, Eliseo se fue al monte Carmelo, y de allí volvió a la ciudad de Samaria.

Joram, rey de Israel

Joram hijo de Ahab comenzó a reinar sobre Israel cuando Josafat ya tenía dieciocho años de gobernar en Judá. La capital de su reino fue Samaria, y su reinado duró doce años. Joram desobedeció a Dios, pues se comportó mal, aunque no tanto como su padre y su madre, pues destruyó el lugar que su padre había preparado para adorar a Baal. Sin embargo, Joram cometió los mismos pecados de Jeroboam hijo de Nabat, quien había hecho pecar a los israelitas.

Moab se rebela contra Israel

Mesá, el rey de Moab, se dedicaba a la cría de ovejas, y cada año le pagaba al rey de Israel un impuesto de cien mil corderos y la lana de cien mil carneros. Pero cuando Ahab murió, Mesá se rebeló en contra de Israel. Entonces el rey Joram salió de Samaria y reunió a todo el ejército de Israel. Además, le mandó este mensaje a Josafat, rey de Judá: «El rey de Moab se rebeló contra mí. ¿Quieres ayudarme a luchar contra Moab?»

Josafat le contestó: «Por supuesto. Todo mi ejército y mis caballos están a tus órdenes. ¿Cuál es tu plan de ataque?»

Joram contestó: «Atacaremos por el camino del desierto de Edom».

Así que los reyes de Israel, Judá y Edom se unieron en contra del rey de Moab. Mientras marchaban hacia el campo de batalla, tuvieron que desviarse durante siete días, y se les acabó el agua que tenían para el ejército y sus animales. 10 Entonces el rey de Israel dijo: «¡Estamos en problemas! Dios nos entregará en manos del rey de Moab».

11 Josafat preguntó:

—¿Hay aquí algún profeta que nos diga lo que Dios quiere que hagamos?

Uno de los oficiales del rey de Israel contestó:

—Por aquí anda el profeta Eliseo, el ayudante de Elías.

12 Josafat dijo:

—¡Dios nos hablará por medio de él!

De inmediato los tres reyes fueron a ver a Eliseo, 13 pero éste le dijo al rey de Israel:

—¡Yo no tengo nada que ver contigo! ¡Pregúntale a esos profetas, a quienes tu padre y tu madre siempre consultan!

El rey de Israel le respondió:

—No lo haré. Quien nos desvió hasta aquí fue Dios, para que el rey de Moab nos destruya.

14 Eliseo dijo:

—Juro por Dios todopoderoso, a quien sirvo, que si no fuera por el respeto que siento por Josafat, no te prestaría atención; es más, ni siquiera levantaría la vista para mirarte. 15 En fin, traigan acá a un músico.

Cuando el músico comenzó a tocar, el poder de Dios vino sobre Eliseo, 16 y Eliseo dijo:

«Dios dice que en este arroyo seco se formarán muchos charcos. 17 Aunque no verán viento ni lluvia, este lugar se llenará de agua. Todos podrán beber agua, y también sus ganados y animales. 18 Esto para Dios no es ningún problema. Además, él los ayudará a vencer a los moabitas. 19 Ustedes conquistarán todas las ciudades importantes y las que están bien protegidas. Derribarán todos los árboles frutales, taparán todos los manantiales y llenarán de piedras los sembrados».

20 A la mañana siguiente, muy temprano, comenzó a correr agua desde la región de Edom, y llenó todo el lugar.

21 Mientras tanto, cuando los moabitas se enteraron de que los tres reyes iban a luchar contra ellos, llamaron a todos los que estaban en capacidad de luchar, desde los más jóvenes hasta los más viejos, y se ubicaron en los límites de su país. 22 Al día siguiente, se levantaron muy temprano, y el sol se reflejaba en el agua, lo que hacía que el agua se viera de color rojo. Al verla, los moabitas pensaron que se trataba de sangre, 23 y dijeron: «¡Es sangre! Seguro que los reyes lucharon entre sí y se mataron unos a otros. ¡Vamos a buscar las cosas que quedaron!»

24 Pero cuando los moabitas llegaron al lugar, los israelitas se levantaron y los atacaron. Los moabitas trataron de escapar, pero los israelitas los persiguieron y los mataron. 25 También destruyeron las ciudades y cubrieron con piedras todos los sembradíos. Taparon todos los manantiales y derribaron todos los árboles frutales. La única ciudad que no destruyeron fue Quir-haréset, porque la conquistaron soldados armados con hondas.

26 Cuando el rey de Moab vio que estaba perdiendo la batalla, se fue a atacar al rey de Edom. Para esto se llevó a setecientos soldados armados con espadas. Como no pudo vencerlo, 27 llevó a su hijo mayor hasta el muro de la ciudad, y allí lo mató y lo quemó como una ofrenda a su dios. Ese hijo hubiera sido el rey después de él. Al ver esto, les dio tanto miedo a los israelitas que dejaron la ciudad y regresaron a su país.

Una mujer necesitada

Una mujer que había estado casada con un profeta le dijo a Eliseo:

—Mi marido estuvo siempre al servicio de Dios y de usted, pero ahora está muerto. Él había pedido dinero prestado, y ahora el hombre que se lo prestó se quiere llevar como esclavos a mis dos hijos.

Eliseo le preguntó:

—¿Qué puedo hacer para ayudarte? Dime, ¿qué tienes en tu casa?

La mujer le contestó:

—¡Lo único que tengo es una jarra de aceite!

Eliseo le dijo:

—Ve y pídele a tus vecinas que te presten jarras vacías. Trata de conseguir todas las que puedas. Después, entra en tu casa con tus hijos y cierra la puerta. Echa aceite en las jarras y ve poniendo aparte las que se vayan llenando.

La mujer se despidió de Eliseo, fue a su casa, entró junto con sus hijos y cerró la puerta. Los hijos le llevaban las jarras y la mujer las llenaba con aceite. Después de un rato, la mujer le dijo a uno de sus hijos:

—Tráeme otra jarra.

Él le contestó:

—Ya no quedan más.

En ese momento el aceite se acabó. La mujer fue a ver al profeta y le contó lo que había pasado. Él le dijo:

—Ve, vende el aceite, y págale a ese hombre lo que le debes. Con lo que te quede podrán vivir tú y tus hijos.

Una mujer valiente

Un día, Eliseo fue al pueblo de Sunem. Allí, una mujer muy importante le insistió que fuera a comer a su casa. Y cada vez que Eliseo pasaba por allí, se quedaba a comer en casa de ella. Entonces la mujer le dijo a su esposo:

—Mira, yo sé que este hombre que nos visita cuando pasa por el pueblo, es un profeta de Dios. 10 Construyamos en la terraza una habitación. Pongámosle una cama, una mesa, una silla y una lámpara, y así el profeta podrá quedarse cada vez que venga a visitarnos.

11 Un día, Eliseo llegó y se quedó a dormir en la habitación que le habían construido. 12-15 Luego le dijo a su sirviente Guehazí:

—Esta señora se ha preocupado mucho por nosotros, pregúntale qué podemos hacer por ella. Pregúntale también si quiere que le hablemos bien de ella al rey o al jefe del ejército.

Cuando el sirviente de Eliseo se lo preguntó, la mujer contestó:

—No me falta nada; vivo tranquila entre mi gente.

Cuando Eliseo le preguntó a su sirviente qué podían hacer por ella, Guehazí contestó:

—Bueno, ella no tiene hijos y su marido es anciano.

Entonces Eliseo le dijo:

—Llámala.

El sirviente la llamó, y cuando ella llegó, se quedó en la puerta. 16 Eliseo le dijo:

—El próximo año, por estas fechas, llevarás en tus brazos un hijo tuyo.

La mujer respondió:

—Usted es un profeta de Dios y yo soy su servidora. Por favor, no me mienta.

17 Pero la mujer quedó embarazada y al año siguiente tuvo un hijo, tal como le había dicho Eliseo. 18 El niño creció, y un día fue a ver a su padre, que andaba en el campo con sus trabajadores. 19 El niño se quejó, y le gritó a su padre:

—¡Ay! ¡Mi cabeza! ¡Me duele la cabeza!

El padre le ordenó a un sirviente que llevara al niño a donde estaba su madre. 20 El sirviente lo levantó y se lo llevó a la madre. Ella lo sentó sobre sus rodillas hasta el mediodía, pero a esa hora murió. 21 La madre subió al niño a la habitación del profeta y lo puso sobre la cama. Después salió, cerró la puerta, 22 llamó a su esposo, y le dijo:

—Préstame a uno de tus sirvientes, y también una burra. Necesito ir rápidamente a buscar al profeta; enseguida vuelvo.

23 El esposo le preguntó:

—¿Por qué vas a ir a verlo? Hoy no es día de fiesta religiosa; tampoco es sábado ni hay luna nueva.

La mujer respondió:

—Yo sé lo que hago.

24 La mujer ordenó que prepararan la burra, y le dijo a su sirviente:

—Apura al animal. Que no se detenga hasta que yo te diga.

25 La mujer partió y fue a ver al profeta, que estaba en el monte Carmelo. Cuando Eliseo la vio, le dijo a su sirviente: «Mira, allá a lo lejos viene la señora del pueblo de Sunem. 26 Corre a recibirla y pregúntale cómo están ella, su marido y su hijo».

Cuando Guehazí se lo preguntó, la mujer respondió que estaban bien. 27 Pero cuando ella llegó a donde estaba Eliseo, se arrojó a sus pies. Guehazí entonces se acercó para apartarla, pero Eliseo le dijo:

—¡Déjala! Ella está muy, pero muy triste, y Dios no me ha dicho qué sucede.

28 Entonces la mujer le dijo a Eliseo:

—¡Yo no le pedí a usted un hijo! ¿Acaso no le dije que no me engañara?

29 Eliseo le ordenó a Guehazí:

—Prepárate, toma mi bastón, y ve a donde está el niño. Si te encuentras con alguien en el camino, no lo saludes. Si alguna persona te saluda, no le contestes. Cuando llegues, coloca mi bastón sobre la cara del niño.

30 Pero la madre del niño le dijo a Eliseo:

—Juro por Dios y por la vida de usted, que no volveré a mi casa si no me acompaña.

Entonces Eliseo se fue con ella.

31 Guehazí llegó más rápido que ellos y puso el bastón sobre la cara del niño, pero éste no se movió ni dio señales de vida. Guehazí regresó para encontrarse con Eliseo y le dijo: «El niño no se mueve ni reacciona».

32 Cuando Eliseo llegó a la casa, vio al niño que estaba muerto y tendido sobre su cama. 33 Así que entró en la habitación, cerró la puerta, y se quedó a solas con el niño. Después de orar a Dios, 34 subió a la cama y se tendió sobre el cuerpo del niño. Puso su boca sobre la boca del niño, sus ojos sobre sus ojos y sus manos sobre sus manos. En cuanto el cuerpo de Eliseo tocó el del niño, éste comenzó a revivir. 35 El profeta se levantó y caminó de un lado al otro de la habitación. Después volvió a tenderse sobre el cuerpo del niño. Éste estornudó siete veces y después abrió los ojos. 36 Eliseo llamó a Guehazí y le dijo: «Llama de inmediato a la madre». El sirviente llamó a la madre, y cuando ella llegó a donde estaba Eliseo, éste le dijo: «Aquí tienes a tu hijo». 37 La mujer se acercó y se arrojó a los pies de Eliseo. Luego tomó a su hijo y salió de la habitación.

Eliseo da comida a los profetas

38 Después de esto, Eliseo volvió a Guilgal. Por esa época no había qué comer en la región, y todos pasaban hambre. Un día, Eliseo estaba sentado con los profetas, y le dijo a su sirviente: «Prepara en la olla grande un guiso».

39 Uno de los profetas, que había ido al campo para juntar hierbas, encontró un arbusto silvestre, cuyos frutos eran como calabazas. Llenó su capa con ellas, y cuando llegó a la casa las cortó y las puso en el guiso sin saber qué eran.

40 Después sirvieron el guiso a los profetas para que lo comieran. Mientras comían, ellos gritaron: «¡Eliseo, hombre de Dios, el guiso está envenenado!»

No pudieron comerlo, 41 pero Eliseo dijo: «¡Traigan harina!»

Ellos se la llevaron, y Eliseo la echó en la olla, y ordenó: «Sírvanles de comer».

Esta vez todos comieron y no les hizo daño.

42 Después llegó un hombre que venía de Baal-salisá, trayéndole a Eliseo veinte panes de cebada, hechos con harina de la primera cosecha, y además le llevó trigo fresco en una bolsa. Eliseo le dijo a su sirviente:

—Dale a los profetas para que coman.

43 Pero su sirviente dijo:

—¿Cómo hago para repartir esto entre cien personas?

Eliseo le repitió:

—Dáselos para que coman, porque Dios ha dicho: “Ellos van a comer, y aun sobrará”.

44 Así que el sirviente les dio de comer, y tal como Dios había dicho, sobró comida.