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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Palabra de Dios para Todos (PDT)
Version
Mateo 26:57 - Marcos 9:13

Jesús ante el Consejo

(Mr 14:53-65; Lc 22:54-55, 63-71; Jn 18:13-14, 19-24)

57 Arrestaron a Jesús y lo llevaron a la casa de Caifás, el sumo sacerdote. Allí se habían reunido los maestros de la ley y los ancianos líderes. 58 Pedro seguía a Jesús a cierta distancia. Llegó hasta el patio del sumo sacerdote, entró y se sentó con los siervos para ver qué iba a pasar con Jesús.

59 Los jefes de los sacerdotes y todo el Consejo buscaban alguien que diera falso testimonio contra Jesús para poder condenarlo a muerte. 60 Pero aunque vinieron varios testigos y dijeron mentiras, no pudieron condenarlo. Finalmente dos hombres vinieron 61 y dijeron:

—Este hombre[a] dijo: “Yo puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”.

62 Entonces el sumo sacerdote se levantó y le preguntó a Jesús:

—¿Acaso no vas a responder nada? ¿Qué significa lo que estos testifican en tu contra?

63 Pero Jesús se quedó callado. Entonces el sumo sacerdote le dijo:

—Te estoy poniendo bajo juramento en el nombre del Dios viviente. Dinos si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.

64 Jesús le dijo:

—Tú lo has dicho. Sin embargo les digo que ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, llegando en las nubes del cielo.[b]

65 El sumo sacerdote se rasgó los vestidos y dijo:

—Él ha ofendido a Dios. ¿Para qué necesitamos más testigos? ¡Escuchen, ustedes acaban de oír semejante ofensa! 66 ¿Qué piensan?

Ellos respondieron:

—¡Es culpable y merece morir!

67 Luego le escupieron a Jesús en la cara y le dieron puñetazos. Otros le daban cachetadas 68 y decían:

—¡Demuéstranos que eres profeta, Mesías, dinos quién te pegó!

La negación de Pedro

(Mr 14:66-72; Lc 22:56-62; Jn 18:15-18, 25-27)

69 Mientras Pedro estaba sentado afuera en el patio, una sierva del sumo sacerdote se le acercó y le dijo:

—Tú también estabas con Jesús de Galilea.

70 Pero Pedro lo negó frente a todos, diciendo:

—No sé de qué estás hablando.

71 Entonces él se fue hacia la puerta del patio y otra mujer lo vio y les dijo a los que estaban allí:

—Este hombre estaba con Jesús de Nazaret.

72 De nuevo Pedro lo negó y juró:

—¡Yo no conozco a ese hombre!

73 Un poco después, los que estaban allí se le acercaron y le dijeron:

—Tú realmente eres también uno de ellos, se nota por la forma en que hablas.

74 Entonces él comenzó a maldecir y a jurar:

—¡Yo no lo conozco!

En ese momento cantó el gallo. 75 Entonces Pedro recordó que Jesús le había dicho: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces». Entonces Pedro salió de allí y lloró amargamente.

Llevan a Jesús ante Pilato

(Mr 15:1; Lc 23:1-2; Jn 18:28-32)

27 Por la mañana, todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos líderes del pueblo concertaron un plan para dar muerte a Jesús. Lo llevaron atado y se lo entregaron al gobernador Pilato.

Judas se quita la vida

(Hch 1:18-19)

Entonces cuando Judas, el que lo había traicionado, vio que habían condenado a Jesús y sintió pesar por lo que había hecho. Así que les devolvió las 30 monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos líderes, y les dijo:

—He pecado al entregar a un hombre inocente para que lo maten.

Ellos dijeron:

—¿Qué nos importa? ¡Ese es tu problema!

Entonces Judas tiró las monedas de plata en el templo, salió de allí y se ahorcó. Los jefes de los sacerdotes tomaron las monedas y dijeron: «Es en contra de la ley recibir este dinero, pues fue usado para matar a alguien».

Así que tomaron una decisión. Con ese dinero compraron el campo del alfarero para usarlo como cementerio para enterrar a los extranjeros que murieran mientras visitaran Jerusalén. Por eso este campo se conoce hasta hoy en día como «Campo de sangre». Así se cumplió lo que había dicho el profeta Jeremías:

«Ellos tomaron 30 monedas de plata. Era la cantidad que el pueblo de Israel había acordado pagar por su vida. 10 Lo usaron para comprar el campo del alfarero, como el Señor me lo había ordenado».[c]

Pilato interroga a Jesús

(Mr 15:2-5; Lc 23:3-5; Jn 18:33-38)

11 Mientras tanto, Jesús se presentó ante el gobernador, y este le preguntó:

—¿Eres tú el rey de los judíos?

Jesús dijo:

—Tú lo has dicho.

12 Pero cuando los jefes de los sacerdotes y los ancianos líderes lo acusaron, no respondió nada. 13 Entonces Pilato le preguntó:

—¿No escuchas todas las acusaciones que están haciendo en tu contra?

14 Pero Jesús no le respondió nada, ni siquiera a una sola acusación. Pilato estaba muy sorprendido.

Jesús condenado a muerte

(Mr 15:6-15; Lc 23:13-25; Jn 18:39-19:16)

15 Ahora bien, era costumbre que durante la fiesta[d], el gobernador dejara libre al preso que pidiera el pueblo. 16 En ese entonces, había un prisionero muy conocido llamado Barrabás[e]. 17 Entonces cuando el pueblo estaba reunido, Pilato les preguntó:

—¿A quién quieren que libere? ¿A Barrabás o a Jesús al que llaman el Mesías?

18 Porque Pilato sabía que habían entregado a Jesús por pura envidia.

19 Cuando Pilato estaba sentado en el tribunal, recibió un mensaje de su esposa que decía: «No le hagas nada a ese hombre inocente. He estado intranquila todo el día porque soñé con él».

20 Pero los jefes de los sacerdotes y los ancianos líderes convencieron a las multitudes para que pidieran a Pilato que pusiera en libertad a Barrabás y ordenara matar a Jesús. 21 El gobernador preguntó:

—¿Cuál de estos dos presos quieren que deje libre?

Ellos contestaron:

—¡A Barrabás!

22 Pilato preguntó otra vez:

—¿Entonces qué debo hacer con Jesús, al que llaman el Mesías?

Todos dijeron:

—¡Crucifícalo!

23 Pilato preguntó:

—¿Por qué? ¿Qué ha hecho de malo?

Pero todos gritaban más fuerte:

—¡Crucifícalo!

24 Pilato se dio cuenta de que no podía hacer nada para cambiar la intención de ellos. Vio que se iba a formar un disturbio, así que agarró un poco de agua y se lavó las manos enfrente de todos y dijo:

—Yo no soy responsable por la muerte de este hombre. Allá ustedes.

25 La gente respondió:

—¡Nosotros y nuestros hijos cargamos con la responsabilidad de su muerte!

26 Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás. Luego hizo que le dieran latigazos a Jesús y lo entregó para ser crucificado.

Los soldados se burlan de Jesús

(Mr 15:16-20; Jn 19:2-3)

27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio. Reunieron a toda la compañía de soldados alrededor de él. 28 Le quitaron la ropa y le pusieron un manto de color morado. 29 Hicieron una corona hecha de espinas, se la colocaron en la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Se arrodillaron ante él y se burlaban, diciendo: «¡Viva el rey de los judíos!»

30 Luego le escupieron, tomaron la caña y le pegaron en la cabeza. 31 Cuando acabaron de burlarse de él, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo sacaron para crucificarlo.

Crucifixión de Jesús

(Mr 15:21-32; Lc 23:26-39; Jn 19:17-19)

32 Al salir encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón y lo obligaron a cargar la cruz de Jesús. 33 Llegaron a un sitio llamado «Gólgota» que significa «Lugar de la Calavera». 34 Le dieron a Jesús vino mezclado con hiel[f] para que bebiera, pero después de probarlo no quiso beberlo. 35 Clavaron a Jesús de pies y manos a la cruz y rifaron entre ellos la ropa de Jesús. 36 Luego, se sentaron a vigilarlo. 37 Por encima de su cabeza escribieron un aviso con la razón de su condena: «Este es Jesús, el Rey de los judíos».

38 Ese mismo día dos ladrones fueron crucificados con Jesús, uno a su derecha y otro a su izquierda. 39 La gente que pasaba lo insultaba, meneando la cabeza 40 y diciendo:

—Tú que ibas a destruir el templo y reconstruirlo en tres días, ¡sálvate a ti mismo! Si eres el Hijo de Dios, entonces bájate de esa cruz.

41 También los jefes de los sacerdotes junto con los maestros de la ley y los ancianos líderes se burlaban de él, diciendo:

42 —Salvó a otros, pero no se puede salvar a sí mismo. Si es rey de Israel, que baje de la cruz ahora mismo, y entonces creeremos en él. 43 Como confía en Dios, dejemos que Dios lo rescate si es que lo quiere de verdad. Después de todo, él dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”.

44 Los ladrones que estaban crucificados junto a él, también lo insultaban.

Muerte de Jesús

(Mr 15:33-41; Lc 23:44-49; Jn 19:28-30)

45 Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó sumida en oscuridad. 46 (A)A eso de las tres, Jesús gritó fuerte: «Elí, Elí, ¿lama sabactani?» que significa: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?»[g]

47 Algunos de los que estaban allí lo oyeron y decían:

—¡Está llamando a Elías![h]

48 Entonces inmediatamente uno de ellos corrió y tomó una esponja. La empapó en vinagre, la puso en un palo y se la ofreció a Jesús para que bebiera. 49 Pero los demás seguían diciendo:

—Déjenlo, vamos a ver si Elías viene a salvarlo.

50 Pero Jesús dio nuevamente un fuerte grito y murió[i]. 51 Al instante, la cortina que estaba dentro del templo se rasgó en dos, de arriba a abajo, y la tierra tembló. Las rocas se partieron, 52 los sepulcros se abrieron y muchos del pueblo de Dios que habían muerto, fueron resucitados. 53 Después de la resurrección de Jesús, dejaron sus sepulcros, fueron a la ciudad santa de Jerusalén y se le aparecieron a mucha gente.

54 El capitán y los que estaban cuidando el cuerpo de Jesús vieron el terremoto y todo lo que pasó, se asustaron mucho y dijeron:

—Este hombre sí era el Hijo de Dios.

55 Muchas mujeres estaban viendo desde lejos. Ellas habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo. 56 Entre ellas estaban María Magdalena, María la mamá de Santiago y José, y la mamá de los hijos de Zebedeo[j].

Jesús es sepultado

(Mr 15:42-47; Lc 23:50-56; Jn 19:38-42)

57 Al atardecer, un hombre rico llamado José de Arimatea, vino a Jerusalén. Él también se había convertido en seguidor de Jesús. 58 Fue a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. 59 José llevó el cuerpo y lo envolvió en una sábana limpia. 60 Después puso el cuerpo en un sepulcro nuevo que había sido cavado en la roca. Luego corrió una piedra muy grande hasta la entrada del sepulcro y se fue. 61 María Magdalena y la otra María estaban sentadas al frente del sepulcro.

El sepulcro es puesto bajo vigilancia

62 Al día siguiente, después del día de la preparación, los jefes de los sacerdotes y los fariseos se reunieron con Pilato, 63 y le dijeron:

—Señor, le recordamos que en vida ese engañador dijo: “Dentro de tres días voy a resucitar”. 64 Ordene, pues, que vigilen el sepulcro hasta el tercer día para que así sus seguidores no puedan venir y robar el cuerpo. Porque después podrían decirle a la gente: “Él ha resucitado de la muerte”. Este engaño sería peor que el primero.

65 Pilato les dijo:

—Pueden disponer una guardia de soldados. Vayan y aseguren el sepulcro lo mejor que puedan.

66 Entonces se fueron y aseguraron el sepulcro, sellaron la piedra y colocaron guardias.

La noticia de la resurrección

(Mr 16:1-8; Lc 24:1-12; Jn 20:1-10)

28 Después del sábado, al amanecer del domingo, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro.

De repente hubo un fuerte temblor de tierra porque un ángel del Señor bajó del cielo, corrió la piedra de la entrada y se sentó sobre ella. Su aspecto era brillante como un rayo, y sus vestidos eran blancos como la nieve. Los guardias tuvieron tanto miedo que se pusieron a temblar y casi se mueren del susto. El ángel les dijo a las mujeres:

—No tengan miedo. Yo sé que están buscando a Jesús, el que fue crucificado, pero no está aquí, porque ha resucitado, tal como él dijo. Vengan y vean el lugar donde estaba. Luego váyanse rápido y díganles a sus seguidores que él ha resucitado de la muerte. Ahora él irá a Galilea delante de ellos. Allá lo verán. Recuerden lo que les he dicho.

Entonces las mujeres se fueron rápidamente del sepulcro. Estaban asustadas pero llenas de alegría. Corrieron para contarles todo esto a los seguidores de Jesús. De repente, Jesús se encontró con ellas y las saludó. Ellas se acercaron a él, le abrazaron los pies y lo adoraron. 10 Entonces Jesús les dijo:

—No tengan miedo, vayan y díganles a mis hermanos que se dirijan a Galilea y que me verán allá.

Sobornan a los soldados

11 Las mujeres se fueron a contar lo sucedido. Al mismo tiempo algunos de los soldados que vigilaban el sepulcro, vinieron a la ciudad y les contaron a los jefes de los sacerdotes todo lo que había pasado. 12 Entonces los jefes de los sacerdotes se reunieron con los ancianos líderes e hicieron un plan. 13 Les dieron bastante dinero a los soldados y les dijeron: «Díganle a la gente que los seguidores de él vinieron durante la noche y robaron su cuerpo mientras ustedes dormían. 14 Y si esto lo escucha el gobernador, nosotros lo convenceremos. Ustedes no tendrán ningún problema».

15 Los soldados recibieron el dinero e hicieron como les mandaron. Así que esta es la versión que los judíos hicieron circular y sigue vigente hasta hoy.

Jesús se aparece a sus seguidores

(Mr 16:14-18; Lc 24:36-49; Jn 20:19-23; Hch 1:6-8)

16 Los once seguidores fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había dicho. 17 Cuando lo vieron, lo adoraron, aunque algunos de ellos dudaban. 18 Entonces Jesús se acercó y les dijo:

—Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. 19 Así que vayan y hagan seguidores en todas las naciones. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, 20 y enséñenles a obedecer todo lo que yo les he mandado. Tengan presente que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.

Misión de Juan el Bautista

(Mt 3:1-12; Lc 3:1-9, 15-17; Jn 1:19-28)

Esta es la buena noticia sobre Jesús el Mesías, el Hijo de Dios[k]. Empieza (B)como está escrito en el libro del profeta Isaías:

«Oye, te envío a mi mensajero delante de ti,
    quien te preparará el camino.[l]
(C)Alguien grita en el desierto:
“¡Preparen el camino para el Señor;
    háganle caminos derechos!”»[m]

Así, Juan el Bautista llegó a bautizar a la gente en el desierto, anunciándoles que cambiaran su manera de pensar y de vivir, y que se bautizaran para que Dios les perdonara sus pecados. Entonces venía a él toda la gente de la provincia de Judea y de la ciudad de Jerusalén. Confesaban sus pecados, y Juan los bautizaba en el río Jordán. Juan se vestía de pelo de camello, llevaba un cinto de cuero en la cintura; y se alimentaba de langostas y miel silvestre.

Juan les decía: «El que viene después de mí es más poderoso que yo. Ni siquiera soy digno de desatar agachado las correas de sus sandalias. Yo los bautizo con agua, pero él los va a bautizar con el Espíritu Santo».

Bautismo de Jesús

(Mt 3:13-17; Lc 3:21-22)

En esos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y Juan lo bautizó en el río Jordán. 10 Tan pronto como Jesús salió del agua, vio que el cielo se rasgaba y que el Espíritu Santo bajaba sobre él como una paloma. 11 Entonces vino una voz del cielo que decía: «Este es mi hijo amado con quien estoy muy contento».

Jesús es puesto a prueba

(Mt 4:1-11; Lc 4:1-13)

12 Inmediatamente, el Espíritu Santo impulsó a Jesús al desierto. 13 Jesús estuvo allí durante 40 días y Satanás lo puso a prueba. Estuvo entre los animales salvajes, pero los ángeles lo cuidaban.

Jesús comienza su obra

(Mt 4:12-17; Lc 4:14-15)

14 Después de que encarcelaron a Juan, Jesús fue a Galilea y comenzó a anunciar la buena noticia de parte de Dios. 15 Él decía: «Ha llegado el momento, el reino de Dios ya está cerca. Cambien su manera de pensar y de vivir, crean en la buena noticia».

Los primeros seguidores

(Mt 4:18-22; Lc 5:1-11)

16 Jesús caminaba junto al mar de Galilea cuando vio a Simón[n] y a su hermano Andrés. Estaban lanzando la red para pescar en el mar, pues eran pescadores. 17 Y Jesús les dijo:

—Síganme, y yo les enseñaré a pescar hombres.

18 Y enseguida dejaron sus redes y lo siguieron.

19 Un poco más adelante, Jesús encontró a Santiago y a su hermano Juan, los hijos de Zebedeo. Estaban en una barca arreglando las redes para pescar. 20 Enseguida los llamó y dejaron a su papá Zebedeo que estaba en la barca con los trabajadores, y siguieron a Jesús.

Jesús sana a un endemoniado

(Lc 4:31-37)

21 Jesús y sus seguidores llegaron a Capernaúm y enseguida, en el día de descanso, Jesús entró en la sinagoga y empezó a enseñar. 22 La gente se admiraba de su enseñanza, porque les enseñaba como alguien que tiene autoridad y no como los maestros de la ley. 23 De pronto llegó a la sinagoga un hombre poseído por un espíritu maligno que gritó:

24 —¿Qué quieres de nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres tú: ¡el Santo de Dios!

25 Pero Jesús reprendió al espíritu maligno y le dijo:

—¡Cállate y sal de él!

26 Luego el espíritu maligno sacudió al hombre, dio un gran grito y salió de él. 27 Todos se quedaron atónitos y empezaron a preguntarse entre sí: «¿Qué está pasando? ¡Este hombre enseña algo nuevo y lo hace con autoridad! ¡Hasta puede darles órdenes a los espíritus malignos y ellos lo obedecen!»

28 La fama de Jesús se extendió rápidamente por toda la región de Galilea.

Jesús sana a la suegra de Pedro

(Mt 8:14-15; Lc 4:38-39)

29 Cuando salieron de la sinagoga, Jesús, Santiago y Juan fueron a la casa de Simón y Andrés. 30 La suegra de Simón estaba acostada con fiebre. De inmediato se lo dijeron a Jesús. 31 Él se acercó a la mujer y la tomó de la mano para ayudarla a levantarse, y la fiebre la dejó. Entonces, ella comenzó a atenderlos.

Jesús sana a mucha más gente

(Mt 8:16-17; Lc 4:40-41)

32 Al anochecer, cuando ya se había puesto el sol, le llevaron a Jesús todos los enfermos y los que estaban atormentados por demonios. 33 Todo el pueblo se reunió en la puerta. 34 Jesús sanó toda clase de enfermedades y expulsó muchos demonios; pero no permitió que los demonios hablaran porque ellos sabían quién era él.

Jesús anuncia el mensaje de Dios

(Lc 4:42-44)

35 Muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó y fue a un lugar solitario para orar. 36 Luego Simón y los otros que estaban con él salieron a buscar a Jesús. 37 Cuando lo encontraron, le dijeron:

—Todos te están buscando.

38 Jesús les respondió:

—Vámonos a otros pueblos para que yo pueda anunciar el mensaje también allá. Para eso he venido.

39 Así que Jesús siguió por toda Galilea anunciando su mensaje en las sinagogas y expulsando los demonios.

Jesús sana a un leproso

(Mt 8:1-4; Lc 5:12-16)

40 Un leproso se acercó a él, se arrodilló y le suplicó que lo ayudara. El hombre le dijo a Jesús:

—Señor, si quieres, puedes quitarme esta enfermedad.

41 Lo que dijo al final hizo que Jesús se enfadara con él,[o] pero extendió la mano, tocó al hombre y le dijo:

—Sí quiero. ¡Sana ya!

42 En ese mismo instante la lepra desapareció y quedó sano. 43 Enseguida Jesús echó al hombre y advirtiéndole severamente:

44 —Mira, no se lo cuentes a nadie. Ve y preséntate ante el sacerdote y da la ofrenda que ordenó Moisés al que ha sido sanado. Esto servirá para que la gente compruebe que has sido sanado.[p]

45 Pero el hombre fue y empezó a divulgar la noticia de lo que había pasado. Por eso Jesús no podía entrar en ningún pueblo sin llamar la atención. Tenía que quedarse en lugares solitarios, y la gente de todas partes acudía a él.

Jesús sana a un paralítico

(Mt 9:1-8; Lc 5:17-26)

Unos días después Jesús regresó a Capernaúm. Se escuchó el rumor de que él estaba en casa. Se reunió tanta gente que no quedaba espacio ni en la puerta. Cuando Jesús les estaba enseñando, vinieron y le trajeron a un paralítico cargado por cuatro hombres. Pero como había tanta gente, no podían acercarlo a Jesús. Así que quitaron parte del techo e hicieron un hueco por donde bajaron la camilla con el enfermo. Cuando Jesús vio la fe que tenían, le dijo al paralítico:

—Hijo, tus pecados quedan perdonados.

Entre la multitud estaban sentados unos maestros de la ley que pensaban: «¿Por qué se atreve este hombre a hablar así? Es una ofensa a Dios. El único que puede perdonar pecados es Dios». Jesús supo inmediatamente lo que estaban pensando y les dijo:

—¿Por qué están pensando así? Tal vez piensen que es más fácil que yo le diga a este paralítico: “Tus pecados quedan perdonados”, porque eso no se puede comprobar. Pero si le digo: “¡Levántate, recoge tu camilla y anda!” 10 y así sucede, entonces quedará comprobado que el Hijo del hombre tiene en la tierra el poder de perdonar pecados.

Así que Jesús le dijo al paralítico:

11 —A ti te digo: ¡Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa!

12 Entonces, el hombre se levantó, y enseguida recogió su camilla y salió caminando frente a todos. Todos estaban asombrados y alababan a Dios diciendo:

—Nunca hemos visto algo así.

Leví sigue a Jesús

(Mt 9:9-13; Lc 5:27-32)

13 Jesús salió otra vez hacia la orilla del lago. Toda la multitud lo siguió, y él les enseñaba. 14 Jesús iba caminando y vio a Leví hijo de Alfeo sentado en el lugar donde se pagaban los impuestos. Jesús le dijo:

—Sígueme.

Entonces Leví se levantó y lo siguió.

15 Después Jesús fue a cenar a casa de Leví. Muchos cobradores de impuestos y pecadores cenaron con Jesús y sus seguidores, porque muchos de ellos también lo siguieron. 16 Cuando los maestros de la ley, que eran fariseos, vieron que Jesús estaba comiendo con cobradores de impuestos y pecadores, les preguntaron a los seguidores de Jesús:

—¿Por qué come él con cobradores de impuestos y pecadores?

17 Jesús los oyó, y les dijo:

—Los sanos no necesitan médico, los enfermos sí. Yo no he venido a invitar a los buenos a que me sigan, sino a los pecadores.

Una pregunta sobre el ayuno

(Mt 9:14-17; Lc 5:33-39)

18 Al ver que los seguidores de Juan y los fariseos estaban ayunando, algunos se acercaron a Jesús y le preguntaron:

—Los seguidores de Juan el Bautista y los de los fariseos ayunan, pero tus seguidores no. ¿Por qué?

19 Jesús les contestó:

—Cuando hay una boda, ¿cómo pueden ayunar los amigos del novio mientras él está con ellos? No pueden ayunar mientras él esté presente. 20 Pero llegará el día en que se llevarán al novio y entonces en ese tiempo ayunarán. 21 Nadie arregla un vestido viejo con un retazo de tela nueva, porque la tela nueva se encoge y rasga el vestido viejo, y entonces se romperá más. 22 Ni tampoco echa vino nuevo en cueros viejos, porque el vino revienta los cueros. Así se dañan tanto el vino como los cueros. Más bien se echa el vino nuevo en cueros nuevos.

Jesús es Señor del día de descanso

(Mt 12:1-8; Lc 6:1-5)

23 Un día de descanso Jesús iba por unos sembrados, y mientras caminaban sus seguidores empezaron a arrancar espigas. 24 Entonces los fariseos empezaron a decirle:

—Oye, ¿por qué hacen ellos lo que está prohibido en el día de descanso?

25 Y Jesús les dijo:

—¿No han leído ustedes lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron necesidad y hambre? 26 Cuando Abiatar era el sumo sacerdote, David entró a la casa de Dios y comió los panes que se ofrecen a Dios y se los dio a sus compañeros. Y ustedes bien saben que no se permite a nadie comer de esos panes, sino sólo a los sacerdotes.

27 Entonces Jesús les dijo a los fariseos:

—El día de descanso se hizo para beneficio de la gente, no la gente para beneficio del día de descanso. 28 Por tanto, el Hijo del hombre es Señor de todos los días, incluso del día de descanso.

Jesús sana en el día de descanso

(Mt 12:9-14; Lc 6:6-11)

Jesús entró de nuevo en la sinagoga y allí estaba un hombre que tenía una mano paralizada. Unos lo observaban con atención para ver si Jesús iba a sanar al enfermo en un día de descanso. Estaban buscando algo de qué acusarlo. Jesús le dijo al hombre que tenía la mano paralizada:

—Levántate y ponte frente a todos.

Luego Jesús les dijo:

—¿Qué se debe hacer en el día de descanso, el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?

Pero ellos seguían en silencio. Entonces Jesús los miró con enojo y a la vez con mucha tristeza porque eran muy tercos. Luego, Jesús le dijo al hombre:

—Extiende la mano.

El hombre la extendió y la mano quedó sana. Inmediatamente los fariseos se fueron y empezaron a hacer planes con los herodianos para matar a Jesús.

Mucha gente sigue a Jesús

Jesús salió con sus seguidores hacia el lago Galilea y una gran multitud los siguió. La gente venía de Galilea, de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del oriente del Jordán y de la región de Tiro y de Sidón. Todos iban a ver a Jesús porque habían oído del bien que estaba haciendo.

Como Jesús vio que había tanta gente, les pidió a sus seguidores que le consiguieran una barca pequeña. Jesús quería la barca para que la multitud no se amontonara sobre él. 10 Él había sanado a mucha gente. Por eso todos los enfermos se empujaban unos a otros para poder llegar hasta Jesús y tocarlo. 11 Cuando los espíritus malignos que algunos tenían veían a Jesús, se arrodillaban ante él y gritaban con fuerza: «¡Tú eres el Hijo de Dios!»

12 Pero Jesús les ordenó con severidad que no hablaran de él delante de la gente.

Jesús elige a los doce apóstoles

(Mt 10:1-4; Lc 6:12-16)

13 Luego, Jesús llamó a los que quiso llevar consigo, se retiró a las montañas y ellos se fueron con él. 14 Entre ellos, eligió a doce para que estuvieran con él y luego enviarlos a otros lugares para anunciar su mensaje. Los llamó apóstoles. 15 También los eligió para que tuvieran el poder de expulsar demonios. 16 Estos son los doce hombres que él eligió:

Simón (a quién llamó Pedro),

17 Santiago y Juan, hijos de Zebedeo (a quienes llamó Boanerges, que significa hijos del trueno),

18 Andrés,

Felipe,

Bartolomé,

Mateo,

Tomás,

Santiago hijo de Alfeo,

Tadeo,

Simón el zelote[q],

19 Judas Iscariote (quien después lo entregó).

Jesús y Satanás

(Mt 12:22-32; Lc 11:14-23; 12:10)

20 Luego Jesús regresó a casa y nuevamente se reunió una gran multitud. Había tanta gente que Jesús y sus seguidores no pudieron ni comer. 21 Cuando los familiares de Jesús supieron lo que estaba pasando, fueron rápido a llevárselo, pues había mucha gente diciendo que estaba loco.

22 Los maestros de la ley que venían de Jerusalén decían: «¡Beelzebú está con él! Él expulsa a los demonios por el poder del jefe de los demonios».

23 Entonces Jesús llamó a la gente y empezó a hablarles con ejemplos[r]: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? 24 Si un reino se divide contra sí mismo, no podrá sobrevivir. 25 Así mismo, una familia que se divide contra sí misma, tampoco podrá sobrevivir. 26 Entonces, si Satanás está contra sí mismo y se divide, no podrá sobrevivir y habrá llegado a su fin.

27 »Nadie puede entrar a la casa de un hombre fuerte y robar sus pertenencias así nada más. Primero hay que atar al hombre fuerte y luego sí robar su casa.

28 »Les digo la verdad: Dios le perdonará a la gente cualquier pecado, incluso a quien reniegue de él, 29 pero jamás perdonará a quien se atreva a renegar del Espíritu Santo. El que lo haga será culpable para siempre de ese pecado».

30 Dijo esto porque los maestros de la ley lo acusaban de tener un espíritu maligno.

La verdadera familia de Jesús

(Mt 12:46-50; Lc 8:19-21)

31 Luego llegaron la mamá y los hermanos de Jesús, se quedaron afuera y mandaron a alguien para que lo llamara. 32 La multitud estaba sentada a su alrededor y le dijeron:

—¡Oye! Tu mamá, tus hermanos y tus hermanas[s] te están buscando afuera.

33 Y Jesús respondió:

—¿Quiénes son mi mamá y mis hermanos?

34 Y mirando a todos los que estaban sentados a su alrededor dijo:

—¡Aquí están mi mamá y mis hermanos! 35 Pues el que haga lo que Dios quiere, ese es mi hermano, mi hermana y mi mamá.

Historia del sembrador

(Mt 13:1-9; Lc 8:4-8)

De nuevo Jesús empezó a enseñar junto al lago, y allí se reunió tanta gente que se sentó en una barca que estaba en el agua y la gente se quedó en la orilla. Jesús les dio muchas enseñanzas por medio de historias. Al enseñarles, les dijo:

«¡Escuchen bien! El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron en el camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras semillas cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra. Esas semillas brotaron rápido porque la tierra no era profunda. Pero cuando salió el sol, las plantas se quemaron y como no tenían raíces, se secaron. Otras cayeron entre espinos, crecieron con las plantas y las ahogaron. Así que no dieron fruto. Otras semillas cayeron en tierra buena y empezaron a dar fruto. Allí pudieron brotar, crecer y dar fruto. Algunas plantas produjeron 30 granos por semilla, otras 60 y otras 100».

Luego Jesús dijo: «¡Oigan bien lo que les digo!»

El porqué de las historias

(Mt 13:10-17; Lc 8:9-10)

10 Después, a solas con Jesús, los doce y los que estaban alrededor de él, le preguntaron respecto a las historias. 11 Jesús les respondió: «Ustedes tienen el privilegio de entender la verdad que no se ha dado a conocer sobre el reino de Dios. A los que quedan afuera todo se les da en forma de historias para que

12 (D)»“por más que miren, no vean;
    y por más que oigan, no entiendan,
para que no cambien
    y no sean perdonados”[t]».

Jesús explica la historia del sembrador

(Mt 13:18-23; Lc 8:11-15)

13 Jesús les dijo: «Si no entienden esta historia, ¿cómo van a entender las otras? 14 El sembrador es el que siembra el mensaje. 15 Algunos son como la semilla que cayó en el camino. Cuando oyen el mensaje, llega Satanás enseguida y les quita el mensaje que les fue sembrado. 16 Otros son como la semilla que se sembró en el terreno pedregoso. Cuando oyen el mensaje, inmediatamente lo reciben con alegría, 17 pero no tienen raíz en sí y duran poco tiempo. Cuando surgen los problemas o la persecución por causa del mensaje, inmediatamente se dan por vencidos. 18 Unos son como la semilla que se sembró entre espinos. Oyen el mensaje, 19 pero las preocupaciones de esta vida, el engaño de las riquezas y los deseos de tener cosas ahogan el mensaje y se vuelven estériles. 20 Pero otros son como la semilla que se sembró en tierra buena. Estos son los que oyen el mensaje, lo aceptan y dan una gran cosecha. Darán mucho más de lo sembrado, hasta 30, 60 y 100 veces más».

Presten atención a Jesús

(Lc 8:16-18)

21 Luego Jesús les dijo: «¿Acaso si tienen una lámpara la ponen debajo de una cesta o debajo de la cama? ¿No es para ponerla sobre el candelero? 22 Porque no hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada encubierto que no salga a la luz pública. 23 ¡Oigan bien lo que les digo!»

24 Y les dijo: «Tengan cuidado de entender lo que oyen. Con la misma medida que ustedes midan a los demás, Dios los medirá a ustedes; y se les añadirá más. 25 Porque al que entienda algo, se le dará más a entender. Pero al que entienda muy poco, hasta lo poco que entienda se le quitará».

Historia de la semilla

26 Jesús dijo después: «El reino de Dios es como un hombre que esparce semilla en la tierra: 27 descansa en las noches y se levanta durante el día. Y todo el tiempo, de día y de noche, la semilla sigue germinando y creciendo. Pero el hombre no sabe cómo crece la semilla. 28 La tierra produce el grano por sí misma: primero el tallo, luego la espiga y finalmente el grano que llena la espiga. 29 Cuando el grano está maduro, el hombre lo recoge porque ya es tiempo de cosechar».

Historia de la semilla de mostaza

(Mt 13:31-32, 34-35; Lc 13:18-19)

30 Luego Jesús dijo: «¿Con qué puedo comparar el reino de Dios? ¿Con qué historia podré explicarlo? 31 Es como una semilla de mostaza, la más pequeña de todas las semillas cuando se siembra. 32 Pero cuando ya está sembrada, la semilla de mostaza se convierte en la planta más grande del campo. A esta planta le brotan ramas tan grandes que sirven de nido y protección a las aves».

33 Y Jesús les siguió enseñando con historias como estas. Les enseñó todo lo que podían entender. 34 Si no era por medio de historias no les hablaba, pero después, en privado, les explicaba todo a sus seguidores.

Jesús calma una tormenta

(Mt 8:23-27; Lc 8:22-25)

35 Al atardecer de ese mismo día, Jesús les dijo a sus seguidores:

—Crucemos al otro lado del lago.

36 Ellos dejaron a la multitud y se fueron con Jesús en la barca donde él estaba. También había otras barcas junto a ellos. 37 Entonces se desató una terrible tormenta y las olas azotaban tan fuerte la barca que este se inundaba. 38 Pero Jesús estaba durmiendo en la parte de atrás recostado sobre una almohada, así que lo despertaron y le dijeron:

—Maestro, ¿no te importa que nos vayamos a ahogar?

39 Entonces Jesús se levantó, regañó al viento y le ordenó al mar:

—¡Cálmese! ¡Quieto!

Luego, el viento se detuvo y todo quedó en gran calma. 40 Jesús les dijo:

—¿Por qué son tan cobardes? ¿Todavía no tienen fe?

41 Pero todos estaban muy asustados y se decían unos a otros:

—¿Quién es este que hasta el viento y las olas obedecen sus órdenes?

Jesús expulsa unos demonios

(Mt 8:28-34; Lc 8:26-39)

Jesús y sus seguidores llegaron a la otra orilla del lago, a la región de los gerasenos[u]. Apenas salió Jesús de la barca, llegó a recibirlo un hombre que tenía un espíritu maligno. Venía de las tumbas, donde vivía. Ni siquiera con cadenas lo podían sujetar. Varias veces le habían encadenado las manos y le habían puesto hierros en los pies, pero el hombre rompía las cadenas y destrozaba los hierros. Nadie podía controlarlo. Vagaba por las colinas y las cuevas de día y de noche, siempre gritando y cortándose con piedras.

Cuando el hombre vio a Jesús a lo lejos, fue a él corriendo, se postró ante él y gritando muy fuerte le dijo:

—¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? En el nombre de Dios, te suplico que no me atormentes.

El hombre gritaba así porque Jesús le había dicho: «¡Espíritu maligno, sal de ese hombre!»

Después Jesús le preguntó:

—¿Cuál es tu nombre?

Él contestó:

—Mi nombre es Legión[v] porque somos muchos.

10 Le rogaba repetidas veces a Jesús que no lo mandara fuera de esa región. 11 Como en un cerro cerca de allí había muchos cerdos comiendo, 12 los espíritus le suplicaban:

—¡Mándanos a esos cerdos y déjanos entrar en ellos!

13 Jesús les permitió hacerlo, y los espíritus malignos salieron del hombre y entraron en los cerdos, que eran como 2000. Los cerdos corrieron pendiente abajo por el barranco, cayeron en el lago y se ahogaron.

14 Los encargados de cuidar los cerdos salieron huyendo a contar en el pueblo y en el campo lo que había pasado. Entonces vinieron a ver qué había sucedido. 15 Se acercaron a Jesús y vieron al hombre que había tenido los demonios, sentado, vestido y en su sano juicio. La gente se asustó. Sabían que ese hombre había tenido una legión de espíritus malignos. 16 Pero los que vieron lo sucedido les explicaron a los demás cómo había sido sanado el hombre que tenía demonios y lo que había pasado con los cerdos. 17 Entonces la gente comenzó a pedirle a Jesús que se fuera de esa región.

18 Cuando Jesús estaba por partir en la barca, el hombre que había tenido los demonios le rogaba que le permitiera acompañarlo. 19 Pero Jesús no se lo permitió y le dijo:

—Ve a tu casa y cuéntale a tu gente lo que el Señor ha hecho por ti, y cómo te ha tenido compasión.

20 Así que el hombre se fue a la región de Decápolis a contarles a todos lo mucho que Jesús había hecho por él. Toda la gente estaba muy asombrada.

La hija de Jairo y la mujer enferma

(Mt 9:18-26; Lc 8:40-56)

21 Cuando Jesús volvió a la otra orilla del lago en la barca, mucha gente se reunió junto a él a la orilla del lago. 22 Llegó uno de los dirigentes de la sinagoga que se llamaba Jairo. Cuando vio a Jesús, se arrodilló ante él y 23 le rogaba mucho:

—Mi hijita está a punto de morir. Te pido que vengas y coloques tu mano sobre ella para que se mejore y siga con vida.

24 Jesús se fue con él y mucha gente lo siguió. La gente apretujaba a Jesús por todos lados.

25 Había allí una mujer que llevaba doce años sufriendo de flujos de sangre. 26 Había sufrido mucho bajo el cuidado de varios médicos y había gastado todo lo que tenía sin ninguna mejoría. De hecho, cada vez se ponía peor. 27 La mujer oyó hablar de Jesús. Pasó en medio de la gente hasta llegar a Jesús por detrás y le tocó su manto. 28 Ella pensaba: «Si sólo puedo tocar su manto, quedaré sana». 29 Apenas lo tocó, la mujer dejó de sangrar. Sintió que su cuerpo había quedado sanado de la enfermedad. 30 En ese momento Jesús se dio cuenta de que había salido poder de él. Se detuvo, dio vuelta y preguntó:

—¿Quién me tocó el manto?

31 Los seguidores le dijeron:

—Hay tanta gente empujando y tú preguntas: “¿Quién me tocó?”

32 Pero Jesús siguió mirando para saber quién había sido. 33 La mujer sabía que había sanado. Así que se acercó y se arrodilló a sus pies. Ella estaba temblando de miedo y le contó toda la verdad. 34 Luego, Jesús le dijo:

—Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz y sin ninguna enfermedad.

35 Cuando Jesús estaba todavía hablando, llegaron mensajeros desde la casa del dirigente de la sinagoga y le dijeron:

—Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas más al maestro?

36 Pero Jesús no les hizo caso y le dijo al dirigente de la sinagoga:

—No tengas miedo; sólo cree.

37 Jesús permitió que sólo Pedro, Santiago y su hermano Juan lo acompañaran. 38 Cuando llegaron a la casa del dirigente de la sinagoga, Jesús vio el alboroto de la gente que estaba llorando y lamentándose mucho. 39 Jesús entró y les dijo:

—¿Por qué tanta confusión y llanto? La niña no está muerta, está dormida.

40 La gente se burlaba de él, pero Jesús los hizo salir a todos y entró sólo con los padres de la niña y con los que lo acompañaban. 41 Jesús tomó la mano de la niña y le dijo:

Talitá, cum (que significa “óyeme pequeña, ¡levántate!”).

42 Al instante, la niña que tenía doce años, se levantó y empezó a caminar. Todos quedaron completamente atónitos. 43 Jesús dio órdenes estrictas de que no le contaran a nadie lo que había ocurrido. Luego les ordenó que le dieran de comer a la niña.

Jesús visita su pueblo

(Mt 13:53-58; Lc 4:16-30)

Jesús salió de ese lugar y se fue para su pueblo junto con sus seguidores. Cuando llegó el día de descanso, Jesús comenzó a enseñarles en la sinagoga. Muchos estaban muy impresionados por lo que escuchaban, y decían:

—¿De dónde sacó este hombre todo esto? ¿Cómo pudo conseguir tanta sabiduría? ¿De dónde sacó el poder para hacer los milagros que hace? ¿No es este el carpintero hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven sus hermanas aquí también entre nosotros?

No podían aceptar a Jesús, pero él les dijo:

—Se honra a un profeta en todas partes, pero nadie es profeta en su propio pueblo y en su propia casa.

Y Jesús no pudo hacer ningún milagro allá. Lo único que hizo fue imponer las manos a algunos enfermos y sanarlos. Y estaba muy sorprendido de la falta de fe de la gente de su pueblo. Así que siguió hacia los otros pueblos enseñando a la gente.

Jesús envía a sus seguidores

(Mt 10:1, 5-15; Lc 9:1-6)

Jesús reunió a los doce y los preparó para que fueran de dos en dos. Les dio poder para dominar a los espíritus malignos. Les ordenó que no llevaran nada para el camino: ni alimentos, ni bolsa, ni dinero, sólo un bastón para caminar. Podían llevar sus sandalias pero no ropa para cambiarse. 10 Les dijo:

—Cuando entren a una casa, quédense allí hasta que salgan de ese pueblo. 11 Si en algún pueblo no les dan la bienvenida o no los escuchan, salgan de allí y sacúdanse el polvo de los pies a manera de advertencia para ellos.

12 Los seguidores salieron para otros lugares y le decían a la gente que cambiara su manera de pensar y de vivir. 13 Expulsaron a muchos demonios y sanaron a muchos enfermos ungiéndolos con aceite.

La muerte de Juan el Bautista

(Mt 14:1-12; Lc 9:7-9)

14 El rey Herodes oyó hablar de Jesús, quien ya era conocido en muchos lugares. Algunos decían: «Es Juan el Bautista que ha resucitado, por eso está haciendo milagros». 15 Otros decían: «Es Elías». Y otros más decían: «Jesús es un profeta como los que vivieron hace mucho tiempo».

16 Pero cuando Herodes escuchó esos comentarios, dijo: «Es Juan. Yo le corté la cabeza y ahora ha resucitado».

17 Herodes había mandado arrestar a Juan y ponerlo en prisión por causa de Herodías, esposa de su hermano Felipe. Herodes se había casado con ella, 18 y Juan le decía a Herodes que no era correcto casarse con la esposa de su hermano. 19 Por eso Herodías le guardaba rencor a Juan y quería matarlo, pero no encontraba la forma de hacerlo. 20 Herodes le tenía miedo a Juan porque sabía que era un hombre recto y santo, y por eso lo protegía. A Herodes le gustaba escuchar a Juan, pero siempre se inquietaba con lo que él le decía.

21 Llegó el momento que Herodías esperaba para matar a Juan y fue el día del cumpleaños del rey Herodes. Él quería celebrar su cumpleaños con los altos funcionarios, con los comandantes y con los notables de Galilea, a quienes invitó a una gran cena. 22 La hija de Herodías entró y bailó, lo cual les gustó mucho al rey y a sus invitados. Así que el rey Herodes le dijo a la muchacha:

—Pide lo que quieras y te lo daré.

23 Y le prometió a la muchacha:

—Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.

24 Ella corrió a donde estaba su mamá y le preguntó:

—¿Qué debo pedir?

Ella le contesto:

—Pide la cabeza de Juan el Bautista.

25 Enseguida la muchacha volvió a donde estaba el rey y le hizo su petición:

—Quiero que me traigas ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.

26 El rey se puso muy triste, pero no quería quedar mal con sus invitados y tenía que cumplir su promesa. No podía negarle a la muchacha lo que estaba pidiendo. 27 Así que enseguida ordenó a un verdugo que le trajera la cabeza de Juan. Él fue y le cortó la cabeza a Juan en la cárcel, 28 la trajo en una bandeja, se la entregó a la muchacha y ella se la dio a su mamá. 29 Cuando los seguidores de Juan se enteraron, fueron a recoger el cuerpo y lo colocaron en un sepulcro.

Jesús alimenta a más de 5000

(Mt 14:13-21; Lc 9:10-17; Jn 6:1-14)

30 Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. 31 Como Jesús y los apóstoles estaban en un lugar muy ruidoso y concurrido, no tenían tranquilidad ni para comer, así que Jesús les dijo:

—Vengan conmigo a un lugar tranquilo para que puedan descansar un rato.

32 Así que se fueron en una barca a un lugar despoblado. 33 Pero muchos los vieron salir, y como los conocían, decidieron ir con ellos. De todos los pueblos salió gente corriendo por los caminos y llegaron antes que ellos. 34 Cuando Jesús bajó de la barca y vio una multitud tan grande, tuvo compasión de ellos porque eran como ovejas que no tienen pastor. Entonces, se acercó a ellos y comenzó a enseñarles muchas cosas. 35 Como ya se estaba haciendo tarde, los seguidores se acercaron a Jesús y le dijeron:

—Este es un lugar despoblado y ya es muy tarde. 36 Haz ir a la gente para que vayan a los campos y pueblos cercanos y compren algo de comer.

37 Pero Jesús les respondió:

—Denles ustedes de comer.

Y ellos respondieron:

—¿Quieres que para alimentar a tanta gente vayamos y compremos pan por el equivalente a un mes de trabajo de todos nosotros[w]?

38 Jesús les dijo:

—Vayan y vean cuántos panes tienen ustedes.

Fueron, averiguaron y le dijeron:

—Tenemos cinco panes y dos pescados.

39 Entonces Jesús les ordenó que hicieran sentar a la gente en grupos sobre la hierba verde. 40 Se sentaron en grupos de 50 y de 100. 41 Después, Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, miró al cielo y dio gracias a Dios. Luego partió los panes y se los dio a sus seguidores para que los repartiera; también repartió los dos pescados entre todos. 42 Todos comieron y quedaron satisfechos. 43 Recogieron doce canastas llenas de los pedazos de pan y pescado. 44 Los que comieron fueron 5000 hombres.

Jesús camina sobre el agua

(Mt 14:22-33; Jn 6:16-21)

45 Enseguida Jesús ordenó a sus seguidores que subieran a la barca y se fueran primero que él a Betsaida, al otro lado del lago, mientras que él se despedía de la gente. 46 Después de despedirse de ellos, se fue al cerro a orar. 47 Al atardecer, la barca estaba en medio del lago, y él estaba en tierra. 48 Vio que tenían dificultad para remar porque soplaba un viento muy fuerte en su contra. A la madrugada, Jesús llegó caminando sobre el agua e hizo como que iba a pasar de largo. 49 Pero cuando lo vieron caminando sobre el lago, pensaron que era un fantasma y comenzaron a gritar. 50 Todos lo vieron y por eso se asustaron muchísimo. Enseguida les dijo:

—¡Tranquilos, soy yo! No tengan miedo.

51 Entonces se subió a la barca con ellos y el viento se calmó. Estaban completamente fuera de sí 52 porque no podían entender lo que acababa de ocurrir por la misma razón que no entendieron el milagro de los panes. Su mente no podía captarlo.

Jesús sana a mucha gente

(Mt 14:34-36)

53 Cruzaron el lago hasta llegar a tierra en Genesaret y ataron la barca en la orilla. 54 Tan pronto bajaron de la barca, la gente de allí reconoció a Jesús. 55 Entonces corrieron por toda la región y empezaron a llevar a los enfermos en camillas a donde oían que él estaba. 56 Y dondequiera que iba, en las aldeas, en los pueblos o en los campos, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que tan sólo los dejara tocar el borde de su manto. Todos los que lo tocaban quedaban sanados.

La ley de Dios y las normas humanas

(Mt 15:1-20)

Los fariseos y algunos maestros de la ley que vinieron desde Jerusalén se reunían con Jesús. Ellos vieron que algunos de sus seguidores comían con manos impuras, o sea, sin cumplir el ritual de lavarse las manos. Los fariseos y todos los judíos no comen sin antes lavarse las manos, siguiendo el ritual tradicional de sus antepasados. Tampoco comen lo que compran en el mercado sin antes lavarlo. También cumplen muchos otros rituales como los que tienen que ver con lavar los vasos, las jarras y las ollas.[x] Por eso los fariseos y los maestros de la ley le preguntaron a Jesús:

—¿Por qué tus seguidores no cumplen las tradiciones de nuestros antepasados? Comen con las manos impuras.

Jesús les respondió:

—¡Hipócritas! Isaías tenía razón cuando profetizó sobre ustedes:

“Este pueblo me honra de labios para afuera,
    pero su corazón está lejos de mí.
(E)De nada les sirve que me adoren
    porque todo lo que enseñan son normas de hombres”.[y]

Ustedes han olvidado los mandamientos de Dios. Sólo cumplen tradiciones humanas.

También les dijo:

—¡Vaya manera la de ustedes de convencer a la gente para que siga la tradición de ustedes en vez de seguir el mandamiento de Dios![z] 10 (F)(G)Moisés dijo: “Respeta a tu papá y a tu mamá”[aa] y “El que insulte al papá o a la mamá debe morir”.[ab] 11 Pero ustedes enseñan que alguien puede decirle al papá o a la mamá: “Tengo algo que te podría ayudar, pero lo voy a entregar como Corbán” (que significa «mi ofrenda a Dios»). 12 Eso significa que ustedes permiten que alguien deje de ayudar al papá o a la mamá. 13 Así con la tradición que se trasmiten unos a otros, ustedes anulan la palabra de Dios. Y hacen muchas otras cosas como estas.

14 Jesús llamó a la multitud otra vez y le dijo:

—Escúchenme todos y entiendan. 15 Ningún alimento que entre en el cuerpo lo vuelve impuro a uno. Es lo que sale del interior lo que lo vuelve impuro a uno. 16 [ac]

17 Cuando dejó la multitud y entró a la casa, sus seguidores le preguntaron el significado de la historia. 18 Jesús les dijo:

—¿Es que ustedes tampoco entienden? ¿No se dan cuenta de que lo que alguien come no lo puede volver impuro? 19 Porque lo que coma una persona no afecta su manera de pensar, sino que va a su estómago y luego sale a la letrina.

Con estas palabras Jesús daba a entender que ningún alimento está prohibido. 20 Después les dijo:

—Lo que sale del interior de la gente es lo que vuelve impuro a alguien. 21 Porque del interior de la gente, o sea de la mente, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, el robo, el asesinato, 22 el adulterio, la codicia, la maldad, el engaño, el desenfreno, la envidia, los insultos, la arrogancia y la necedad. 23 Toda esa maldad proviene del interior y es lo que hace impura a la gente.

Jesús ayuda a una extranjera

(Mt 15:21-28)

24 Jesús salió de allí y se fue a la región de Tiro. Entró a una casa y no quería que nadie supiera que estaba allí, pero le fue imposible esconderse. 25 Pronto una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu maligno se enteró de que Jesús estaba en el pueblo. La mujer llegó hasta él y se postró a sus pies. 26 Ella era griega, nacida en Fenicia, Siria. Le pidió que expulsara de su hija el demonio. 27 Jesús le dijo:

—Primero hay que dejar satisfechos a los hijos, porque no está bien darles el pan de los hijos a los perros.

28 Pero ella le respondió:

—Es cierto, Señor. Pero hasta los perros que están debajo de la mesa pueden comer las migajas que dejan caer los hijos.

29 Entonces Jesús le dijo:

—¡Qué buena respuesta! Vete tranquila a tu casa, que tu hija ya no tiene ningún demonio.

30 La mujer fue a su casa y encontró a su hija acostada en la cama; y que el demonio había salido de ella.

Jesús sana a un sordomudo

31 Después Jesús regresó de la región de Tiro y, pasando por Sidón, llegó al lago de Galilea, atravesando la región de Decápolis. 32 Allí le llevaron a Jesús a un hombre que era sordo y casi no podía hablar. Le rogaron que lo tocara para sanarlo.

33 Jesús se alejó con el hombre para apartarse de la multitud. Le metió los dedos en los oídos, escupió y con saliva le tocó la lengua. 34 Después Jesús miró hacia el cielo, respiró profundo y dijo: «¡Efatá!» (que significa «¡Ábrete!»). 35 Enseguida el hombre pudo oír, se arregló su defecto de la lengua y comenzó a hablar normalmente.

36 Jesús les ordenó a los que vieron el milagro que no contaran lo que había pasado. Sin embargo, entre más se lo ordenaba, más iban a contarlo. 37 La gente quedó completamente atónita y decían: «Hace todo muy bien. ¡Hasta puede hacer que los sordos oigan y que los mudos hablen!»

Jesús alimenta a más de 4000

(Mt 15:32-39)

En otra ocasión se reunió mucha gente con Jesús y no tenían nada para comer. Entonces Jesús llamó a sus seguidores y les dijo:

—Me da pesar con esta gente, porque han estado conmigo durante tres días y no han comido nada. Si los envío a sus casas sin comer, se podrían desmayar por el camino, y algunos viven muy lejos.

Pero sus seguidores le respondieron:

—En este lugar despoblado, ¿dónde se va a conseguir comida para tanta gente?

Jesús les preguntó:

—¿Cuántos panes tienen?

—Siete—dijeron ellos.

Luego, Jesús ordenó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes, dio gracias a Dios y los partió. Se los dio a sus seguidores y ellos los repartieron a la gente. También tenían unos cuantos pescaditos. Jesús dio gracias y les dijo a sus seguidores que los repartieran también. La gente comió hasta quedar satisfecha. Al final, los seguidores reunieron siete canastos llenos de los pedazos que sobraron. Fueron casi 4000 los que comieron los panes y los peces. Después de comer, Jesús los despidió. 10 Luego Jesús subió a la barca con sus seguidores y se fueron hacia la región de Dalmanuta.

Danos pruebas

(Mt 16:1-4; Lc 11:16, 29)

11 Los fariseos llegaron y empezaron a discutir con Jesús. Para ponerlo a prueba le pidieron que hiciera un milagro para demostrar que era enviado de Dios. 12 Jesús suspiró profundamente, muy molesto, y dijo:

—¿Por qué pide esta generación una señal milagrosa? Les digo la verdad: no van a recibir ningún milagro.

13 Entonces Jesús se alejó, subió otra vez a la barca y se fue al otro lado del lago.

La levadura de los líderes religiosos

(Mt 16:5-12)

14 Los seguidores se olvidaron de llevar alimentos, no tenían más que un pan. 15 Jesús les advirtió:

—¡Tengan cuidado! Protéjanse de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.

16 Entonces empezaron a decir entre ellos que no tenían pan. 17 Jesús sabía de lo que estaban hablando y les preguntó:

—¿Por qué dicen que no tienen pan? ¿Todavía no han entendido ni se han dado cuenta? ¿Son así de brutos? 18 ¿Tienen ojos y no pueden ver? ¿Tienen oídos y no pueden oír? ¿Acaso no se acuerdan de los milagros? 19 Cuando partí los cinco panes para alimentar a los 5000, ¿recuerdan cuántas canastas con pedazos de sobra recogieron?

—Doce—respondieron ellos.

20 —Y cuando partí los siete panes para los 4000, ¿recuerdan cuántas canastas con pedazos de sobra recogieron?

—Siete—respondieron.

21 Luego Jesús les dijo:

—¿Y aun así no entienden?

Jesús sana a un ciego en Betsaida

22 Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron a un ciego y le pidieron a Jesús que lo tocara. 23 Jesús tomó al hombre de la mano y lo llevó hasta las afueras del pueblo. Allí, escupió saliva en los ojos del ciego, lo tocó y le preguntó:

—¿Puedes ver algo?

24 El hombre levantó la mirada y dijo:

—Veo a la gente como árboles caminando.

25 Entonces Jesús volvió a poner sus manos en los ojos del ciego. Luego el hombre abrió bien los ojos y pudo ver todo con claridad. Había recobrado la vista. 26 Jesús mandó al hombre a su casa y le dijo:

—No entres al pueblo.

Pedro dice que Jesús es el Mesías

(Mt 16:13-20; Lc 9:18-21)

27 Jesús y sus seguidores se fueron a los pueblos de la región de Cesarea de Filipo. Cuando iban por el camino, Jesús les preguntó a sus seguidores:

—¿Quién dice la gente que soy yo?

28 Ellos contestaron:

—Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que uno de los profetas.

29 Les preguntó:

—Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?

Pedro le respondió:

—Tú eres el Mesías.

30 Entonces Jesús les advirtió que no se lo dijeran a nadie.

Jesús habla de su muerte

(Mt 16:21-28; Lc 9:22-27)

31 Jesús comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre tendría que pasar por muchos sufrimientos y ser rechazado por los ancianos líderes, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley. Tendría que morir, pero a los tres días resucitaría. 32 Les dijo todo lo que tenía que pasar; no les ocultó nada. Pero Pedro habló a solas con Jesús y comenzó a reprenderlo. 33 Entonces Jesús se dio vuelta, miró a los seguidores y regañó a Pedro diciendo:

—¡Largo de aquí, Satanás[ad]! A ti no te preocupan las cosas de Dios, sino las de la gente.

34 Luego, Jesús llamó a la gente y a sus seguidores y les dijo:

—Si alguien quiere ser mi seguidor, tiene que renunciar a sí mismo, aceptar la cruz que se le da y seguirme. 35 Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa y por mi mensaje, la salvará. 36 De nada vale tener todo el mundo y perder la vida. 37 Nadie podrá pagar lo suficiente para recuperar su vida. 38 La gente de hoy en día es infiel y pecadora. Si alguien se avergüenza de mí y de mi enseñanza ante esta gente, entonces yo[ae] también me avergonzaré de él cuando venga en la gloria de mi Padre con los santos ángeles.

Jesús les dijo:

—Les digo la verdad: algunos de los que están aquí no morirán sin antes ver el reino de Dios llegar con poder.

Jesús con Moisés y Elías

(Mt 17:1-13; Lc 9:28-36)

Seis días después, Jesús llevó a Pedro, a Santiago y a Juan a una montaña alta donde estaban solos. Allí, frente a ellos, Jesús se transformó. Su ropa brilló y se puso más blanca que el blanco más puro. Estaba tan blanca como ningún lavandero en el mundo podría blanquearla. Y se les aparecieron Moisés y Elías hablando con Jesús. Pedro le dijo a Jesús:

—Maestro, qué bueno que estemos aquí. Permítenos hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Pedro no sabía lo que estaba diciendo porque él y los otros dos seguidores estaban muy asustados. Entonces una nube los envolvió y desde la nube se escuchó una voz que dijo: «Este es mi Hijo amado. ¡Escúchenlo!» De repente, miraron a todos lados pero ya no vieron a nadie, sólo Jesús estaba con ellos.

Cuando estaban bajando de la montaña, Jesús les ordenó que no contaran nada de lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

10 Ellos guardaron el secreto pero discutían entre ellos qué significaría eso de «resucitar de entre los muertos». 11 Luego le preguntaron a Jesús:

—¿Por qué los maestros de la ley dicen que Elías debe venir primero?[af]

12 Él les respondió:

—Sí, Elías viene primero para poner todo en orden. Pero, ¿por qué está escrito que el Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser despreciado? 13 Pues les digo que Elías ya vino e hicieron lo que quisieron con él. Las Escrituras dicen que eso sucedería.

Palabra de Dios para Todos (PDT)

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