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Read the Bible from start to finish, from Genesis to Revelation.
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La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Gálatas 1-3

Introducción (1,1-10)

Saludo

Pablo, apóstol no por disposición ni intervención humana alguna, sino por encargo de Jesucristo y de Dios Padre que lo resucitó triunfante de la muerte, junto con todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias de Galacia. Que Dios Padre y Jesucristo, el Señor, les concedan gracia y paz. Jesucristo, que ha entregado su vida por nuestros pecados y nos ha liberado de esta era infestada de maldad, conforme a lo dispuesto por Dios nuestro Padre, a quien pertenece la gloria por siempre. Amén.

Sólo hay un mensaje de salvación

¡No salgo de mi asombro! ¡Hay que ver con qué rapidez ustedes han desertado de aquel que los llamó mediante la gracia de Cristo y se han pasado a otro mensaje! ¿Qué digo otro? Lo que pasa es que algunos los desconciertan intentando deformar el mensaje evangélico de Cristo. Pero sea quien sea —yo mismo o incluso un ángel venido del cielo— el que les anuncie un mensaje diferente del que yo les anuncié, ¡caiga sobre él la maldición! Se lo dije a ustedes en otra ocasión y lo repito ahora: si alguien les anuncia un mensaje distinto al que han recibido, ¡caiga sobre él la maldición! 10 ¿A quién pretendo yo ahora ganarme? ¿A quién busco agradar? ¿A Dios o a personas humanas? Si todavía tratase de seguir agradando a personas humanas, no sería siervo de Cristo.

I.— AUTORIDAD APOSTÓLICA DE PABLO (1,11—2,21)

La vocación de Pablo

11 Hermanos, quiero dejar bien claro que el mensaje proclamado por mí no es ninguna invención humana. 12 Ni lo recibí ni lo aprendí de persona humana alguna. Es Jesucristo mismo quien me lo ha revelado. 13 Ya conocen mi antigua conducta, cuando aún militaba en las filas del judaísmo: con qué saña perseguía a la Iglesia de Dios intentando aniquilarla. 14 Incluso sobresalí dentro del judaísmo por encima de muchos de mis compatriotas como fanático defensor de las tradiciones de mis antepasados. 15 Pero Dios, que me había elegido ya desde antes de mi nacimiento, me llamó por pura benevolencia 16 para revelarme a su Hijo y darme el encargo de anunciar su mensaje evangélico a los que no son judíos. No solicité entonces ningún consejo humano; 17 ni siquiera fui a Jerusalén para hablar con quienes eran apóstoles antes que yo, sino que me fui a la región de Arabia, de donde volví otra vez a Damasco. 18 Tres años más tarde, fui a Jerusalén para conocer a Pedro y estuve con él quince días. 19 A ningún otro apóstol vi, aparte de Santiago, el hermano del Señor. 20 Dios es testigo de que no miento en nada de lo que les escribo. 21 Después fui a las regiones de Siria y Cilicia. 22 A todo esto, las iglesias cristianas de Judea seguían sin conocerme en persona. 23 Únicamente habían oído decir: “El que en otro tiempo nos perseguía, ahora anuncia la fe que antes pretendía aniquilar”. 24 Y alababan a Dios por causa mía.

Pablo y los otros apóstoles

Al cabo de catorce años volví a Jerusalén junto con Bernabé. Me acompañaba también Tito. Fui allá a impulsos de una revelación divina, y en privado comuniqué a los dirigentes principales el mensaje evangélico que anuncio entre los no judíos. Lo hice para que no resultara que tanto ahora como antes estuviera afanándome inútilmente. Pues bien, ni siquiera Tito, mi acompañante, que no era judío fue obligado a circuncidarse. [El problema lo crearon] esos intrusos, esos falsos hermanos que se infiltraron entre nosotros con la intención de arrebatarnos la libertad que tenemos como cristianos y hacer de nosotros unos esclavos. Mas ni por un instante me doblegué a sus pretensiones; era preciso que la verdad del mensaje evangélico se mantuviera intacta entre ustedes. En cuanto a los que eran tenidos por dirigentes —no me interesa lo que cada uno de ellos fuera antes, pues Dios no se fija en las apariencias—, esos dirigentes, digo, nada adicional me impusieron. Al contrario, ellos vieron que Dios me había confiado la misión de proclamar el mensaje evangélico a los no judíos, así como a Pedro le había confiado la de proclamarlo a los judíos. El mismo Dios que ha hecho a Pedro apóstol para los judíos, me ha hecho a mí apóstol para los paganos. Así que Santiago, Pedro y Juan, considerados como columnas de la Iglesia, reconocieron que Dios me había confiado esta misión, y nos tendieron la mano a Bernabé y a mí en señal de acuerdo: ellos llevarían el mensaje evangélico a los judíos y nosotros a los paganos. 10 Únicamente nos pidieron que nos acordásemos de ayudar a los pobres, cosa que he procurado cumplir con todo esmero.

Enfrentamiento con Pedro en Antioquía

11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, me encaré abiertamente con él, porque no procedía como es debido. 12 El caso es que al principio no tenía reparo en comer con los cristianos de origen no judío. Pero llegaron algunos pertenecientes al círculo de Santiago, y entonces Pedro comenzó a distanciarse y a evitar el trato con los no judíos, como si tuviera miedo a los partidarios de la circuncisión. 13 Semejante actitud de fingimiento arrastró tras sí a los demás judíos e incluso al mismo Bernabé. 14 Viendo, pues, que su proceder no se ajustaba a la verdad del mensaje evangélico, eché en cara a Pedro delante de todos: “Tú, que eres judío, te has comportado como si no lo fueras adaptándote a los paganos; ¿cómo quieres ahora obligar a los no judíos a comportarse como judíos?”.

Pablo resume su evangelio

15 Nosotros somos judíos de nacimiento, no pecadores venidos del paganismo. 16 Estamos convencidos, sin embargo, de que Dios restablece en su amistad al ser humano por medio de la fe en Jesucristo y no por el mero cumplimiento de la ley. Así que hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús, a fin de que Dios nos restablezca en su amistad por medio de esa fe y no por cumplir la ley. Pues, por el mero cumplimiento de la ley, nadie será restablecido por Dios en su amistad. 17 Por otra parte, si, al buscar que Cristo nos restablezca en la amistad de Dios, nosotros resultamos ser pecadores, ¿significará esto que Cristo está al servicio del pecado? ¡De ningún modo! 18 Lo que sí es cierto es que si lo que un día demolí, ahora lo reconstruyo, estoy con ello demostrando que entonces fui culpable. 19 Fue la misma ley la que me condujo a romper con ella a fin de vivir para Dios, crucificado juntamente con Cristo. 20 Ya no soy yo quien vive; es Cristo quien vive en mí. Mi vida en este mundo consiste en creer en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí. 21 No quiero hacer inútil la bondad de Dios; ahora bien, si por medio de la ley restableciera Dios al ser humano en su amistad, Cristo habría muerto inútilmente.

II.— SALVADOS POR LA GRACIA Y LA FE (3—4)

Salvados por la fe

Gálatas, ¿cómo son tan insensatos? ¿Quién los engatusó? ¡Y pensar que les puse ante los ojos a Jesucristo crucificado! Díganme solamente una cosa: ¿en razón de qué recibieron ustedes el Espíritu de Dios? ¿Por cumplir la ley o por haber aceptado la fe? Su insensatez no tiene límites. Si el Espíritu estuvo en el origen de la fe que ustedes tienen, ¿van a terminar confiando en lo humano? ¡No puedo creer que tan magníficas experiencias hayan sido baldías! Vamos a ver: cuando Dios les comunica el Espíritu y realiza prodigios entre ustedes, ¿lo hace porque son cumplidores de la ley o porque han aceptado el mensaje de la fe?

Ahí tienen el ejemplo de Abrahán: Creyó a Dios, y esto le valió que Dios le concediera su amistad. Comprendan de una vez que la verdadera descendencia de Abrahán son los creyentes. Y la Escritura misma, previendo que Dios restablecería en su amistad a todas las naciones mediante la fe, anunció de antemano a Abrahán esta buena noticia: Todas las naciones serán bendecidas por medio de ti. Así que todos los que creen serán bendecidos junto con el creyente Abrahán.

10 Por el contrario, cuantos viven pendientes de cumplir la ley están bajo el peso de una maldición. Así lo dice la Escritura: Maldito sea quien no cumpla constantemente todo lo escrito en el libro de la ley. 11 Y es evidente que, por cumplir la ley, nadie será restablecido por Dios en su amistad, ya que también dice la Escritura: Aquel a quien Dios restablece en su amistad por medio de la fe, alcanzará la vida. 12 Pero la ley no se nutre de la fe, sino que: quien cumpla estos preceptos, por ellos vivirá. 13 Fue Cristo quien nos libró de la maldición de la ley, haciéndose por nosotros maldito. Pues dice la Escritura: Maldito sea todo el que muera colgado de un madero. 14 La bendición de Abrahán alcanzará así, por medio de Cristo Jesús, a todas las naciones y nosotros recibiremos, mediante la fe, el Espíritu prometido.

La ley y la promesa

15 Hermanos, voy a explicarme con un ejemplo tomado de la vida humana. Incluso según las normas humanas, nadie puede anular o modificar un testamento legalmente otorgado. 16 Ahora bien, Dios hizo las promesas a Abrahán y a su descendencia. No se dice “y a tus descendientes”, como si fueran muchos, sino “y a tu descendencia”, refiriéndose a Cristo solamente. 17 Y digo yo: un pacto debidamente confirmado por Dios no lo puede invalidar una ley dada cuatrocientos treinta años más tarde, cancelando de ese modo lo que Dios había prometido. 18 Si la herencia dependiera del cumplimiento de la ley, ya no dependería de la promesa. Sin embargo, Dios otorgó su favor a Abrahán en forma de promesa.

19 Así las cosas, ¿qué sentido tiene la ley de Moisés? Se añadió con el fin de señalar lo que era pecado hasta el momento en que llegara Cristo, el descendiente prometido. La ley fue promulgada por medio de ángeles y Moisés actuó de intermediario; 20 pero el intermediario está de más cuando sólo entra en juego una persona, y Dios es uno solo. 21 Ley de Moisés y promesas divinas, ¿son, entonces, algo opuesto? ¡De ningún modo! Si se hubiese promulgado una ley capaz de dar vida, sí bastaría con cumplir esa ley para ser restablecidos en la amistad divina. 22 Pero la Escritura presenta al mundo entero dominado por el pecado, precisamente para que se conceda a los creyentes la promesa que Dios les hizo por medio de la fe en Jesucristo.

No esclavos, sino hijos

23 Antes de llegar a la fe éramos prisioneros de la ley, esperando encarcelados que se revelara la fe. 24 Así fue como la ley nos condujo hasta Cristo para que recibiéramos la salvación por medio de la fe. 25 Pero ahora, una vez que la fe ha llegado, ya no estamos bajo el dominio de ningún acompañante. 26 En efecto, todos ustedes, los que creen en Cristo Jesús, son hijos de Dios, 27 pues todos ustedes los que han sido bautizados en Cristo, de Cristo han sido revestidos. 28 Ya no hay distinción entre judío y no judío, ni entre esclavo y libre, ni entre varón y mujer. En Cristo Jesús, todos ustedes son uno. 29 Y si son de Cristo, también son descendientes de Abrahán y herederos según la promesa.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España