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Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Salmos 40-45

Para el director del coro: salmo de David.

40 Con paciencia esperé que el Señor me ayudara,
    y él se fijó en mí y oyó mi clamor.
Me sacó del foso de desesperación,
    del lodo y del fango.
Puso mis pies sobre suelo firme
    y a medida que yo caminaba, me estabilizó.
Me dio un canto nuevo para entonar,
    un himno de alabanza a nuestro Dios.
Muchos verán lo que él hizo y quedarán asombrados;
    pondrán su confianza en el Señor.

Ah, qué alegría para los que confían en el Señor,
    los que no confían en los orgullosos
    ni en aquellos que rinden culto a ídolos.
Oh Señor mi Dios, has realizado muchas maravillas a nuestro favor.
    Son tantos tus planes para nosotros que resulta imposible enumerarlos.
    No hay nadie como tú.
Si tratara de mencionar todas tus obras maravillosas,
    no terminaría jamás.

No te deleitas en los sacrificios ni en las ofrendas.
    Ahora que me hiciste escuchar, finalmente comprendo:[a]
    tú no exiges ofrendas quemadas ni ofrendas por el pecado.
Entonces dije: «Aquí estoy.
    Como está escrito acerca de mí en las Escrituras:
me complace hacer tu voluntad, Dios mío,
    pues tus enseñanzas están escritas en mi corazón».

A todo tu pueblo le conté de tu justicia.
    No tuve temor de hablar con libertad,
    como tú bien lo sabes, oh Señor.
10 No oculté en mi corazón las buenas noticias acerca de tu justicia;
    hablé de tu fidelidad y de tu poder salvador.
A todos en la gran asamblea les conté
    de tu fidelidad y tu amor inagotable.

11 Señor, no me prives de tus tiernas misericordias;
    que tu amor inagotable y tu fidelidad siempre me protejan.
12 Pues me rodean las dificultades,
    ¡son demasiadas para contar!
Es tal la acumulación de mis pecados
    que no puedo ver una salida.
Suman más que los cabellos de mi cabeza
    y he perdido toda mi valentía.

13 Por favor, Señor, ¡rescátame!
    Ven pronto, Señor, y ayúdame.
14 Que los que tratan de destruirme
    sean humillados y avergonzados;
que los que se deleitan en mis dificultades
    retrocedan con deshonra;
15 que su vergüenza los horrorice,
    porque dijeron: «¡Ajá! ¡Ahora sí lo atrapamos!».

16 Pero que todos los que te buscan
    se alegren y se gocen en ti;
que los que aman tu salvación
    griten una y otra vez: «¡El Señor es grande!».
17 En cuanto a mí, pobre y necesitado,
    que el Señor me tenga en sus pensamientos.
Tú eres mi ayudador y mi salvador;
    oh Dios mío, no te demores.

Para el director del coro: salmo de David.

41 ¡Qué alegría hay para los que tratan bien a los pobres!
    El Señor los rescata cuando están en apuros.
El Señor los protege
    y los mantiene con vida;
los prospera en la tierra
    y los rescata de sus enemigos.
El Señor los atiende cuando están enfermos
    y les devuelve la salud.

«Oh Señor, ten misericordia de mí—pedí en oración—,
    sáname, porque contra ti he pecado».
Pero mis enemigos solo hablan mal de mí.
    Preguntan: «¿Falta mucho para que se muera y pase al olvido?».
Me visitan como si fueran mis amigos,
    pero, mientras tanto, juntan chismes
    y, cuando se van, los divulgan a los cuatro vientos.
Los que me odian susurran cosas acerca de mí
    y se imaginan lo peor.
«Tiene alguna enfermedad fatal—dicen—.
    ¡Jamás se levantará de la cama!».
Hasta mi mejor amigo, en quien tenía plena confianza,
    quien compartía mi comida, se ha puesto en mi contra.

10 Señor, ten misericordia de mí.
    ¡Devuélveme la salud para que pueda darles su merecido!
11 Sé que soy de tu agrado,
    porque no permitiste que mis enemigos triunfaran sobre mí.
12 Has preservado mi vida porque soy inocente;
    me has traído a tu presencia y eso es para siempre.

13 Alaben al Señor, Dios de Israel,
    quien vive desde la eternidad hasta la eternidad.
¡Amén y amén!

Libro Segundo (Salmos 42–72)

Para el director del coro: salmo[b] de los descendientes de Coré.

42 Como el ciervo anhela las corrientes de las aguas,
    así te anhelo a ti, oh Dios.
Tengo sed de Dios, del Dios viviente.
    ¿Cuándo podré ir para estar delante de él?
Día y noche solo me alimento de lágrimas,
    mientras que mis enemigos se burlan continuamente de mí diciendo:
    «¿Dónde está ese Dios tuyo?».

Se me destroza el corazón
    al recordar cómo solían ser las cosas:
yo caminaba entre la multitud de adoradores,
    encabezaba una gran procesión hacia la casa de Dios,
cantando de alegría y dando gracias
    en medio del sonido de una gran celebración.

¿Por qué estoy desanimado?
    ¿Por qué está tan triste mi corazón?
¡Pondré mi esperanza en Dios!
    Nuevamente lo alabaré,
¡mi Salvador y     mi Dios!

Ahora estoy profundamente desalentado,
    pero me acordaré de ti,
aun desde el lejano monte Hermón, donde nace el Jordán,
    desde la tierra del monte Mizar.
Oigo el tumulto de los embravecidos mares
    mientras me arrasan tus olas y las crecientes mareas.
Pero cada día el Señor derrama su amor inagotable sobre mí,
    y todas las noches entono sus cánticos
    y oro a Dios, quien me da vida.

«¡Oh Dios, roca mía!—clamo—,
    ¿por qué me has olvidado?
¿Por qué tengo que andar angustiado,
    oprimido por mis enemigos?».
10 Sus insultos me parten los huesos.
    Se burlan diciendo: «¿Dónde está ese Dios tuyo?».

11 ¿Por qué estoy desanimado?
    ¿Por qué está tan triste mi corazón?
¡Pondré mi esperanza en Dios!
    Nuevamente lo alabaré,
    ¡mi Salvador y mi Dios!
43 ¡Declárame inocente, oh Dios!
    Defiéndeme contra esta gente que vive sin ti;
    rescátame de estos mentirosos injustos.
Pues tú eres Dios, mi único refugio seguro.
    ¿Por qué me hiciste a un lado?
¿Por qué tengo que andar angustiado,
    oprimido por mis enemigos?
Envía tu luz y tu verdad,
    que ellas me guíen.
Que me lleven a tu monte santo,
    al lugar donde vives.
Allí iré al altar de Dios,
    a Dios mismo, la fuente de toda mi alegría.
Te alabaré con mi arpa,
    ¡oh Dios, mi Dios!

¿Por qué estoy desanimado?
    ¿Por qué está tan triste mi corazón?
¡Pondré mi esperanza en Dios!
    Nuevamente lo alabaré,
    ¡mi Salvador y mi Dios!

Para el director del coro: salmo[c] de los descendientes de Coré.

44 Oh Dios, lo oímos con nuestros propios oídos;
    nuestros antepasados nos han contado
de todo lo que hiciste en su época,
    hace mucho tiempo atrás.
Con tu poder expulsaste a las naciones paganas
    y entregaste toda la tierra a nuestros antepasados.
Aplastaste a sus enemigos
    y liberaste a nuestros antepasados.
No fue con sus espadas que conquistaron la tierra,
    ni sus brazos fuertes les dieron la victoria.
Fueron tu mano derecha y tu brazo fuerte
    y la luz cegadora de tu rostro que los ayudaron,
    porque los amabas.

Tú eres mi Rey y mi Dios;
    tú decretas las victorias de Israel.[d]
Solo con tu poder hacemos retroceder a nuestros enemigos;
    solo en tu nombre podemos pisotear a nuestros adversarios.
No confío en mi arco
    ni dependo de que mi espada me salve.
Tú eres el que nos da la victoria sobre nuestros enemigos;
    avergüenzas a los que nos odian.
Oh Dios, todo el día te damos gloria
    y alabamos tu nombre constantemente. Interludio

Pero ahora nos hiciste a un lado en deshonra;
    ya no estás al frente de nuestros ejércitos en batalla.
10 Nos haces huir en retirada de nuestros enemigos
    y dejas que los que nos odian saqueen nuestra tierra.
11 Nos descuartizaste como a ovejas,
    y nos esparciste entre las naciones.
12 Vendiste a tu precioso pueblo por una miseria
    y no ganaste nada con la venta.
13 Permites que nuestros vecinos se burlen de nosotros;
    somos objeto de desprecio y desdén de quienes nos rodean.
14 Nos has hecho el blanco de sus bromas;
    menean la cabeza ante nosotros en señal de desprecio.
15 No podemos escapar de la constante humillación;
    tenemos la vergüenza dibujada en el rostro.
16 Lo único que oímos son los insultos de los burlones;
    lo único que vemos es a nuestros enemigos vengativos.

17 Todo esto ocurrió aunque nunca te hemos olvidado
    ni desobedecimos tu pacto.
18 Nuestro corazón no te abandonó
    ni nos hemos extraviado de tu camino.
19 Sin embargo, nos aplastaste en el desierto, donde vive el chacal;
    nos cubriste de oscuridad y muerte.
20 Si nos hubiéramos olvidado del nombre de nuestro Dios
    o hubiéramos extendido las manos en oración a dioses ajenos,
21 con toda seguridad Dios lo habría sabido,
    porque conoce los secretos de cada corazón.
22 Pero por tu causa, nos matan cada día;
    nos tratan como a ovejas en el matadero.

23 ¡Despierta, oh Señor! ¿Por qué duermes?
    ¡Levántate! No nos rechaces para siempre.
24 ¿Por qué miras para otro lado?
    ¿Por qué pasas por alto nuestro sufrimiento y opresión?
25 Nos desplomamos en el polvo;
    quedamos boca abajo en la mugre.
26 ¡Levántate! ¡Ayúdanos!
    Rescátanos a causa de tu amor inagotable.

Para el director del coro: cántico de amor. Entónese con la melodía de «Los lirios». Salmo[e] de los descendientes de Coré.

45 Hermosas palabras conmueven mi corazón;
    por eso recitaré un bello poema acerca del rey,
    pues mi lengua es como la pluma de un hábil poeta.

Eres el más apuesto de todos;
    de tus labios se desprenden palabras amables.
    Dios mismo te ha bendecido para siempre.
¡Ponte la espada, oh poderoso guerrero!
    ¡Eres tan glorioso, tan majestuoso!
Cabalga con majestad hacia la victoria
    y defiende la verdad, la humildad y la justicia.
    ¡Avanza para realizar obras imponentes!
Tus flechas son afiladas; traspasan el corazón de tus enemigos,
    y las naciones caen a tus pies.

Tu trono, oh Dios,[f] permanece por siempre y para siempre.
    Tú gobiernas con un cetro de justicia.
Amas la justicia y odias la maldad.
    Por eso Dios—tu Dios—te ha ungido
    derramando el aceite de alegría sobre ti más que sobre cualquier otro.
Mirra, áloe y casia perfuman tu manto;
    en palacios de marfil, la música de cuerdas te entretiene.
Hijas de reyes hay entre las mujeres de tu corte;
    a tu derecha está la reina,
    ¡lleva joyas del oro más fino de Ofir!

10 Escúchame, oh hija de la realeza; toma en serio lo que te digo:
    olvídate de tu pueblo y de tu familia, que están lejos.
11 Pues tu esposo, el rey, se deleita en tu belleza;
    hónralo, porque él es tu señor.
12 La princesa de Tiro[g] te colmará de regalos;
    los ricos suplicarán tu favor.
13 La novia, una princesa, luce gloriosa
    en su vestido dorado.
14 Con sus hermosas vestiduras la llevan ante el rey,
    acompañada por sus damas de honor.
15 ¡Qué procesión tan alegre y entusiasta,
    cuando entran en el palacio del rey!

16 Tus hijos se convertirán en reyes como su padre;
    los harás gobernantes de muchas tierras.
17 Traeré honra a tu nombre en todas las generaciones;
    por eso, las naciones te alabarán por siempre y para siempre.

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