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La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
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Éxodo 1-3

I.— LA SALIDA DE EGIPTO (1,1—15,21)

Israel oprimido en Egipto. Nacimiento y juventud de Moisés (1—2)

Origen de Israel como pueblo

Estos son los nombres de los israelitas que llegaron a Egipto con Jacob, cada uno con su familia: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser. Los descendientes de Jacob eran en total setenta personas, incluyendo a José, que ya estaba en Egipto.

José murió y también sus hermanos y toda aquella generación. Como los israelitas eran fecundos, se multiplicaron sobremanera, se hicieron fuertes y llenaron el país.

Padecimientos de los israelitas en Egipto

Subió por entonces al trono de Egipto un nuevo rey, que no había conocido a José, y dijo a su pueblo:

— ¡Dense cuenta de que los israelitas se están multiplicando y haciéndose más fuertes que nosotros!

10 Actuemos sabiamente respecto a ellos, no sea que sigan multiplicándose y, en caso de guerra, se pongan del lado de nuestros enemigos, luchen contra nosotros y se marchen del país.

11 Entonces les impusieron capataces que los sometían a trabajos muy duros. Y así fue cómo construyeron para el faraón las ciudades de almacenamiento de Pitón y Ramsés. 12 Pero cuanto más los oprimían, más crecían y se extendían, hasta el punto que los egipcios empezaron a considerarlos un serio problema. 13 Por eso, los egipcios sometieron a los israelitas a una cruel esclavitud. 14 Les hicieron la vida insoportable con trabajos rudos: hacer barro, fabricar adobes, y toda clase de labores del campo. Todos estos trabajos se los impusieron con malos tratos.

15 Además, el rey de Egipto habló con Fuá y Sifrá, comadronas de las hebreas, 16 y les dijo:

— Cuando asistan a las hebreas en sus partos, presten atención al sexo del recién nacido; si es niño, mátenlo; si es niña, déjenla vivir.

17 Pero las comadronas desatendieron, por respeto a Dios, la orden dada por el rey de Egipto, y dejaron vivir también a los niños. 18 Entonces el rey de Egipto las mandó llamar y les preguntó:

— ¿Por qué han actuado así? ¿Por qué han dejado con vida a los niños?

19 Ellas le respondieron:

— Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias; son como animales salvajes y dan a luz antes de que llegue la comadrona.

20 Por eso Dios premió a las comadronas. El pueblo siguió creciendo y haciéndose cada vez más poderoso; 21 en cuanto a las comadronas que habían sido fieles a Dios, fueron agraciadas con una familia numerosa. 22 Entonces el faraón ordenó a todo su pueblo:

— Arrojen al río a todos los niños hebreos que nazcan; a las niñas déjenlas vivir.

Nacimiento de Moisés

Un hombre de la tribu de Leví se casó con una mujer de su misma tribu; la mujer concibió y dio a luz un niño. Viendo que era hermoso, lo tuvo oculto durante tres meses; pero no pudiendo esconderlo por más tiempo, tomó una canastilla de papiro, la calafateó con betún y brea, colocó en ella al niño y la dejó entre los juncos, a la orilla del río. La hermana del niño se quedó a poca distancia, para ver qué le sucedía.

Moisés salvado de las aguas

En esto, la hija del faraón bajó a bañarse al río, y mientras sus doncellas la seguían por la orilla, vio la canastilla entre los juncos y ordenó a su sierva que se la trajera. Al abrirla, encontró un niño que estaba llorando. Y con lástima exclamó:

— ¡Sin duda es un niño hebreo!

Entonces, la hermana del niño dijo a la hija del faraón:

— ¿Quieres que vaya a buscarte una nodriza hebrea para que amamante al niño?

La hija del faraón le respondió:

— Hazlo.

La muchacha fue a buscar a la madre del niño, a la que dijo la hija del faraón:

— Encárgate de este niño, críamelo y yo te pagaré.

La mujer se llevó al niño y lo crió.

10 Cuando el niño creció, se lo llevó a la hija del faraón, que lo adoptó como hijo suyo, y le puso el nombre de Moisés, diciendo:

— “Yo lo saqué de las aguas”.

Moisés huye de Egipto

11 Hecho ya un hombre, Moisés salió un día a visitar a sus hermanos y vio sus penalidades. También fue testigo de cómo un egipcio maltrataba a un hebreo, hermano suyo de raza. 12 Miró a uno y otro lado y, viendo que no había nadie, mató al egipcio y lo enterró en la arena. 13 Al día siguiente volvió a salir y vio a dos hebreos que se estaban peleando. Le dijo al agresor:

— ¿Por qué golpeas a tu compañero?

14 Y este le respondió:

— ¿Quién te ha nombrado jefe y juez entre nosotros? ¿Acaso pretendes matarme, como mataste al egipcio?

Entonces Moisés tuvo miedo, pues pensó: “Sin duda el asunto se ha hecho público”.

15 Y, en efecto, el faraón se enteró de lo que había ocurrido y ordenó que lo buscaran y lo ajusticiasen. Pero Moisés, huyendo de él, se refugió en la región de Madián, y allí se sentó junto a un pozo.

16 El sacerdote de Madián tenía siete hijas. Vinieron estas a sacar agua y, mientras estaban llenando el abrevadero para dar de beber al rebaño de su padre, 17 llegaron unos pastores y las echaron de allí. Entonces Moisés salió en su defensa y abrevó el rebaño. 18 Cuando regresaron a casa de su padre Reuel, este les preguntó:

— ¿Cómo es que hoy han regresado tan pronto?

19 A lo cual respondieron:

— Un egipcio nos libró de los pastores, sacó agua y abrevó el rebaño.

20 Reuel continuó preguntando:

— ¿Y dónde está ese hombre? ¿Cómo han dejado que se marche? Vayan e invítenlo a que se hospede aquí.

21 Moisés se quedó a vivir en casa de Reuel, el cual le dio a su hija Séfora por esposa. 22 Ella dio a luz un niño y Moisés lo llamó Guersón, porque dijo: “Soy un extranjero en una tierra extraña”.

23 Pasado mucho tiempo, el rey de Egipto murió, pero los israelitas seguían esclavizados, quejándose y lamentándose. Desde la esclavitud sus gritos de dolor llegaron hasta Dios 24 que, oyendo su gemido, se acordó de la alianza que había hecho con Abrahán, Isaac y Jacob. 25 Y viendo a los israelitas, tuvo conocimiento del trance por el que estaban pasando.

Vocación y misión de Moisés (3,1—7,7)

Vocación de Moisés

Moisés pastoreaba el rebaño de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián. Conduciendo el rebaño a través del desierto, llegó al Horeb, el monte de Dios. Allí se le apareció el ángel del Señor como una llama de fuego, en medio de una zarza. Se fijó y quedó sorprendido al ver que la zarza ardía, pero no se consumía. Entonces Moisés se dijo:

— Voy a acercarme para observar este extraño fenómeno, y ver por qué no se consume la zarza.

Al ver el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:

— ¡Moisés! ¡Moisés!

— Aquí estoy, respondió Moisés.

Dios le dijo:

— No te acerques; quítate las sandalias, porque estás pisando un lugar sagrado.

Y añadió:

— Yo soy el Dios de tus antepasados, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob.

Moisés, sintió miedo de mirar a Dios y se tapó la cara.

El Señor continuó diciendo:

— He visto la angustiosa situación de mi pueblo en Egipto, he escuchado los gritos de dolor que le causan sus opresores y conozco sus calamidades. Ahora he decidido librarlos del poder de los egipcios y sacarlos de ese país para conducirlos a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, hititas, amorreos, fereceos, jeveos y jebuseos. El lamento de los israelitas ha llegado a mí, y he visto cómo los tiranizan los egipcios. 10 Ve, pues; yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas.

11 Entonces Moisés preguntó a Dios:

— ¿Quién soy yo para presentarme al faraón y sacar de Egipto a los israelitas?

12 Dios le contestó:

— Yo estaré contigo, y esta es la señal de que soy yo quien te envía: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, me adorarán en este monte.

13 Moisés le respondió:

— De acuerdo, me presentaré ante los israelitas y les diré: “El Dios de sus antepasados me envía a ustedes”; pero si ellos me preguntan cuál es su nombre, ¿qué les responderé?

14 Dios dijo a Moisés:

— Soy el que soy.

Y añadió:

— Esto responderás a los israelitas: “Yo soy” me envía a ustedes. 15 Les dirás también: “Yahweh, el Dios de nuestros antepasados, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, me envía a ustedes. Este es mi nombre eterno: así me llamarán de generación en generación”. 16 Reúne, pues, a los ancianos de Israel y diles: “El Señor, el Dios de sus antepasados, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, se me ha aparecido y me ha dicho: Los he visitado y he observado cómo los tratan los egipcios; 17 así que he determinado acabar con sus penalidades y llevarlos al país de los cananeos, hititas, amorreos, fereceos, jeveos y jebuseos, a una tierra que mana leche y miel”. 18 Ellos te harán caso. Entonces, tú y los ancianos de Israel se presentarán al rey de Egipto, y le dirán: “El Señor, el Dios de los hebreos, ha salido a nuestro encuentro. Permítenos que nos adentremos durante tres días por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios”. 19 Yo sé que el rey de Egipto no los dejará marchar, a no ser por la fuerza. 20 Pero yo desplegaré mi poder y heriré a Egipto valiéndome de toda clase de prodigios, hasta que el faraón los deje marchar. 21 Además, haré que este pueblo se gane el favor de los egipcios, de modo que cuando salgan no lo hagan con las manos vacías, 22 sino que cada mujer pedirá a su vecina o a las dueñas de la casas donde se alojan, objetos que sean de plata y oro, y ropas para vestir a sus hijos e hijas. Así será como despojarán a los egipcios.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España