Book of Common Prayer
(A)Al director musical. De David, siervo del Señor. David dedicó al Señor la letra de esta canción cuando el Señor lo libró de Saúl y de todos sus enemigos. Dijo así:
18 ¡Cuánto te amo, Señor, fuerza mía!
2 El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador;
es mi Dios, el peñasco en que me refugio.
Es mi escudo, el poder que me salva,[a]
¡mi más alto escondite!
3 Invoco al Señor, que es digno de alabanza,
y quedo a salvo de mis enemigos.
4 Los lazos de la muerte me envolvieron;
los torrentes destructores me abrumaron.
5 Me enredaron los lazos del sepulcro,
y me encontré ante las trampas de la muerte.
6 En mi angustia invoqué al Señor;
clamé a mi Dios,
y él me escuchó desde su templo;
¡mi clamor llegó a sus oídos!
7 La tierra tembló, se estremeció;
se sacudieron los cimientos de los montes;
¡retemblaron a causa de su enojo!
8 Por la nariz echaba humo,
por la boca, fuego consumidor;
¡lanzaba carbones encendidos!
9 Rasgando el cielo, descendió,
pisando sobre oscuros nubarrones.
10 Montando sobre un querubín, surcó los cielos
y se remontó sobre las alas del viento.
11 Hizo de las tinieblas su escondite,
de los oscuros y cargados nubarrones
un pabellón que lo rodeaba.
12 De su radiante presencia brotaron nubes,
granizos y carbones encendidos.
13 En el cielo, entre granizos y carbones encendidos,
se oyó el trueno del Señor,
resonó la voz del Altísimo.
14 Lanzó sus flechas, sus grandes centellas;
dispersó a mis enemigos y los puso en fuga.
15 A causa de tu reprensión, oh Señor,
y por el resoplido de tu enojo,[b]
las cuencas del mar quedaron a la vista;
¡al descubierto quedaron los cimientos de la tierra!
16 Extendiendo su mano desde lo alto,
tomó la mía y me sacó del mar profundo.
17 Me libró de mi enemigo poderoso,
y de aquellos que me odiaban
y eran más fuertes que yo.
18 En el día de mi desgracia me salieron al encuentro,
pero mi apoyo fue el Señor.
19 Me sacó a un amplio espacio;
me libró porque se agradó de mí.
20 El Señor me ha pagado conforme a mi justicia;
me ha premiado conforme a la limpieza de mis manos,
21 pues he andado en los caminos del Señor;
no he cometido mal alguno
ni me he apartado de mi Dios.
22 Presentes tengo todas sus sentencias;
no me he alejado de sus decretos.
23 He sido íntegro con él
y me he abstenido de pecar.
24 El Señor me ha recompensado conforme a mi justicia,
conforme a la limpieza de mis manos.
25 Tú eres fiel con quien es fiel,
e irreprochable con quien es irreprochable;
26 sincero eres con quien es sincero,
pero sagaz con el que es tramposo.
27 Tú das la victoria a los humildes,
pero humillas a los altaneros.
28 Tú, Señor, mantienes mi lámpara encendida;
tú, Dios mío, iluminas mis tinieblas.
29 Con tu apoyo me lanzaré contra un ejército;
contigo, Dios mío, podré asaltar murallas.
30 El camino de Dios es perfecto;
la palabra del Señor es intachable.
Escudo es Dios a los que en él se refugian.
31 ¿Quién es Dios, si no el Señor?
¿Quién es la roca, si no nuestro Dios?
32 Es él quien me arma de valor
y endereza mi camino;
33 da a mis pies la ligereza del venado,
y me mantiene firme en las alturas;
34 adiestra mis manos para la batalla,
y mis brazos para tensar arcos de bronce.
35 Tú me cubres con el escudo de tu salvación,
y con tu diestra me sostienes;
tu bondad me ha hecho prosperar.
36 Me has despejado el camino,
así que mis tobillos no flaquean.
37 Perseguí a mis enemigos, les di alcance,
y no retrocedí hasta verlos aniquilados.
38 Los aplasté. Ya no pudieron levantarse.
¡Cayeron debajo de mis pies!
39 Tú me armaste de valor para el combate;
bajo mi planta sometiste a los rebeldes.
40 Hiciste retroceder a mis enemigos,
y así exterminé a los que me odiaban.
41 Pedían ayuda; no hubo quien los salvara.
Al Señor clamaron,[c] pero no les respondió.
42 Los desmenucé. Parecían polvo disperso por el viento.
¡Los pisoteé[d] como al lodo de las calles!
43 Me has librado de una turba amotinada;
me has puesto por encima de los paganos;
me sirve gente que yo no conocía.
44 Apenas me oyen, me obedecen;
son extranjeros, y me rinden homenaje.
45 ¡Esos extraños se descorazonan,
y temblando salen de sus refugios!
46 ¡El Señor vive! ¡Alabada sea mi roca!
¡Exaltado sea Dios mi Salvador!
47 Él es el Dios que me vindica,
el que pone los pueblos a mis pies.
48 Tú me libras del furor de mis enemigos,
me exaltas por encima de mis adversarios,
me salvas de los hombres violentos.
49 Por eso, Señor, te alabo entre las naciones
y canto salmos a tu nombre.
50 El Señor da grandes victorias a su rey;
a su ungido David y a sus descendientes
les muestra por siempre su gran amor.
10 Mientras Aarón hablaba con toda la comunidad israelita, volvieron la mirada hacia el desierto, y vieron que la gloria del Señor se hacía presente en una nube.
11 El Señor habló con Moisés y le dijo: 12 «Han llegado a mis oídos las murmuraciones de los israelitas. Diles que antes de que caiga la noche comerán carne, y que mañana por la mañana se hartarán de pan. Así sabrán que yo soy el Señor su Dios».
13 Esa misma tarde el campamento se llenó de codornices, y por la mañana una capa de rocío rodeaba el campamento. 14 Al desaparecer el rocío, sobre el desierto quedaron unos copos muy finos, semejantes a la escarcha que cae sobre la tierra. 15 Como los israelitas no sabían lo que era, al verlo se preguntaban unos a otros: «¿Y esto qué es?» Moisés les respondió:
―Es el pan que el Señor os da para comer. 16 Y estas son las órdenes que el Señor me ha dado: “Recoged cada uno de vosotros la cantidad que necesite para toda la familia, calculando dos litros[a] por persona”.
17 Así lo hicieron los israelitas. Algunos recogieron mucho; otros recogieron poco. 18 Pero, cuando lo midieron por litros, ni al que recogió mucho le sobraba, ni al que recogió poco le faltaba: cada uno recogió la cantidad necesaria. 19 Entonces Moisés les dijo:
―Nadie debe guardar nada para el día siguiente.
20 Hubo algunos que no le hicieron caso a Moisés y guardaron algo para el día siguiente, pero lo guardado se llenó de gusanos y comenzó a apestar. Entonces Moisés se enojó contra ellos.
21 Todas las mañanas cada uno recogía la cantidad que necesitaba, porque se derretía en cuanto calentaba el sol. 22 Pero el día sexto recogieron el doble, es decir, cuatro litros[b] por persona, así que los jefes de la comunidad fueron a informar de esto a Moisés.
11 Queridos hermanos, os ruego como a extranjeros y peregrinos en este mundo que os apartéis de los deseos pecaminosos[a] que combaten contra la vida. 12 Mantened entre los incrédulos[b] una conducta tan ejemplar que, aunque os acusen de hacer el mal, ellos observen vuestras buenas obras y glorifiquen a Dios en el día de la salvación.[c]
Sumisión a los gobernantes y a los superiores
13 Someteos, por causa del Señor, a toda autoridad humana, ya sea al rey, como suprema autoridad, 14 o a los gobernadores que él envía para castigar a los que hacen el mal y reconocer a los que hacen el bien. 15 Porque esta es la voluntad de Dios: que, practicando el bien, hagáis callar la ignorancia de los insensatos. 16 Eso es actuar como personas libres que no os valéis de vuestra libertad para disimular la maldad, sino que vivís como siervos de Dios. 17 Dad a todos el debido respeto: amad a los hermanos, temed a Dios, respetad al rey.
18 Criados, someteos con todo respeto a vuestros amos, no solo a los buenos y comprensivos, sino también a los insoportables. 19 Porque es digno de elogio que, por sentido de responsabilidad delante de Dios, se soporten las penalidades, aun sufriendo injustamente. 20 Pero ¿cómo podéis atribuiros mérito alguno si soportáis que os maltraten por hacer el mal? En cambio, si sufrís por hacer el bien, eso merece elogio delante de Dios. 21 Para esto fuisteis llamados, porque Cristo sufrió por vosotros, dándoos ejemplo para que sigáis sus pasos.
22 «Él no cometió ningún pecado,
ni hubo engaño en su boca».[d]
23 Cuando proferían insultos contra él, no replicaba con insultos; cuando padecía, no amenazaba, sino que se entregaba a aquel que juzga con justicia. 24 Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas habéis sido sanados. 25 Antes erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor que cuida[e] de vuestras vidas.
12 Y este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado. 13 Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. 15 Ya no os llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; os he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir os lo he dado a conocer. 16 No me escogisteis vosotros a mí, sino que yo os escogí a vosotros y os comisioné para que vayáis y deis fruto, un fruto que perdure. Así el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. 17 Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros.
Jesús y sus discípulos aborrecidos por el mundo
18 »Si el mundo os aborrece, tened presente que, antes que a vosotros, me aborreció a mí. 19 Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como a los suyos. Pero vosotros no sois del mundo, sino que yo os he escogido de entre el mundo. Por eso el mundo os aborrece. 20 Recordad lo que os dije: “Ningún siervo es más que su amo”.[a] Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán. Si han obedecido mis enseñanzas, también obedecerán las vuestras. 21 Os tratarán así por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió. 22 Si yo no hubiera venido ni les hubiera hablado, no serían culpables de pecado. Pero ahora no tienen excusa por su pecado. 23 El que me aborrece a mí también aborrece a mi Padre. 24 Si yo no hubiera hecho entre ellos las obras que ningún otro antes ha realizado, no serían culpables de pecado. Pero ahora las han visto, y sin embargo a mí y a mi Padre nos han aborrecido. 25 Pero esto sucede para que se cumpla lo que está escrito en la ley de ellos: “Me odiaron sin motivo”.[b]
26 »Cuando venga el Consolador, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él testificará acerca de mí. 27 Y también vosotros daréis testimonio, porque habéis estado conmigo desde el principio.
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