Book of Common Prayer
Promesa del rey a Dios
SALMO 101 (100)
Himno de David.
101 1-2 Dios mío,
tú eres justo y fiel;
por eso quiero cantarte himnos.
¿Cuándo vendrás a visitarme?
Quiero vivir una vida correcta
y demostrar en mi propio palacio
que no guardo malos pensamientos.
3 No quiero poner los ojos
en la maldad que me rodea.
No quiero nada con los desobedientes.
¡Odio todo lo que hacen!
4 Me alejaré de los malos pensamientos
y no participaré en nada malo.
5 Destruiré por completo
al que hable mal de su amigo;
no soportaré a mi lado
al que se crea más importante
y más inteligente que los demás.
6 Pero sí me juntaré
con la gente obediente de este país;
sólo estará a mi servicio
quien lleve una vida correcta.
7 ¡Ningún mentiroso podrá vivir
bajo mi techo!
¡Ningún hipócrita podrá estar
en mi presencia!
8 ¡Arrojaré de la ciudad de Dios
a todos los malhechores!
¡No pasará un solo día
sin que yo destruya
a todos los malvados del país!
¡Dios mío, ayúdame!
SALMO 109 (108)
Himno de David.
109 Dios mío, yo te alabo;
¡no te quedes callado!
2 Hay un mentiroso y malvado
que miente acerca de mí.
3 Tanto odio me tiene
que me ataca sin razón;
¡me tiene acorralado!
4 Habla mal de mí,
a pesar de que lo amo
y hago oración por él.
5 Me odia, me trata mal,
a pesar de que lo amo
y lo trato bien.
6 Dios mío,
¡págale con la misma moneda!
¡Haz que lo acuse
su propio abogado!
7 ¡Haz que lo declare culpable
el juez que le dicte sentencia!
¡Haz que lo condenen
sus propias mentiras!
8 ¡Quítale la vida
antes de tiempo,
y que otro haga su trabajo!
9 ¡Que se queden huérfanos sus hijos!
¡Que deje viuda a su esposa!
10 Convierte a sus hijos
en vagos y limosneros;
¡haz que los echen
de esas ruinas donde viven!
11 ¡Que les quiten todo lo que tienen
los que antes les prestaban dinero!
12 ¡Que a esos huérfanos
nadie los trate con cariño
ni les tenga compasión!
13 ¡Haz que sus descendientes
pronto desaparezcan!
¡Haz que en el futuro
nadie recuerde que existieron!
14 Dios mío,
no te olvides nunca
de la maldad de su padre
ni del pecado de su madre,
15 y que nadie recuerde que existieron.
No pierdas de vista a mi enemigo,
16 pues jamás se le ocurrió
ser bondadoso con nadie;
persiguió a los pobres,
a los humildes y necesitados,
hasta quitarles la vida.
17-18 Ya que le encantaba maldecir,
¡que le caiga una maldición!
Ya que no le gustaba bendecir,
¡que nadie lo bendiga!
¡Castígalo donde más le duela!
19 ¡Que esa maldición
lo cubra como un manto!
¡Que lo apriete hasta ahogarlo!
20 Dios mío,
¡trata así al que me acuse,
y al que mienta contra mí!
21 Pero a mí, trátame bien;
tú eres un Dios bondadoso,
¡sálvame, por tu gran bondad!
22 Yo soy pobre y humilde,
y es muy grande mi dolor.
23 Poco a poco me voy debilitando
como las sombras de la noche;
¡hasta parezco una mariposa
sacudida por el viento!
24 Ya casi no como;
tan flaco estoy
que me tiemblan las rodillas.
25 Cuando la gente me ve,
se ríe y se burla de mí.
26 Dios mío, ¡ayúdame!
Por tu gran amor, ¡sálvame!
27 Que sepan que esto me sucede
porque tú así lo has querido.
28 Pero si tú me bendices,
no me importa que me maldigan.
Mis enemigos están listos para atacarme,
pero tú los pondrás en vergüenza
y a mí me llenarás de alegría.
29-30 Dios mío,
cubre a mis acusadores
de vergüenza y deshonra.
Yo te daré gracias
con el gran pueblo que te alaba,
121 Dios mío, ¡no me dejes caer
en manos de mis enemigos!
Yo hago lo que es bueno y justo;
122 haz que siempre me vaya bien,
y que no me molesten los orgullosos.
123 La vista se me nubla
esperando que cumplas tu promesa
de venir a ayudarme.
124 ¡Trátame con mucho amor,
y enséñame tus mandamientos!
125 Permíteme llegar a entenderlos,
pues los quiero comprender.
126 Dios mío,
ya es hora de que actúes,
pues nadie cumple tus mandatos.
127 Prefiero tus mandamientos
que tener muchas riquezas.
128 Por eso los sigo
y no soporto la mentira.
129 ¡Tus enseñanzas son maravillosas!
¡Por eso las sigo fielmente!
130 Cuando un maestro las explica,
hasta la gente sencilla las entiende.
131 Deseo conocer tus mandamientos;
¡me muero por entenderlos!
132 Dios mío,
¡atiéndeme y tenme compasión
como acostumbras hacerlo
con todos los que te aman!
133-134 Guíame, como lo has prometido;
¡yo quiero cumplir tus mandamientos!
No dejes que me maltraten,
ni me dejes caer en la maldad.
135 Dame muestras de tu bondad
y enséñame tus mandamientos.
136 Me dan ganas de llorar
cuando veo que nadie los cumple.
137 Dios mío,
tú eres justo y juzgas con rectitud.
138 Los mandamientos que nos diste
son justos y dignos de confianza.
139-141 Mis enemigos me humillan
pero yo no olvido tus enseñanzas.
Me muero de enojo
porque ellos no las cumplen.
En cambio, yo las amo,
pues son puras como oro refinado.
142 Tú siempre actúas con justicia,
y tus enseñanzas son verdaderas.
143 Cuando estoy afligido y en problemas,
tus mandamientos son mi alegría.
144 Tus leyes son siempre justas;
¡dame entendimiento y vida!
23-25 así que salió a perseguirlo, acompañado de sus parientes. Siete días después lo alcanzó en los cerros de Galaad, donde Jacob había acampado. Allí también acamparon Labán y sus parientes. Pero una noche Dios se le apareció a Labán en un sueño, y le dijo: «Labán, no le digas nada a Jacob».
26 Sin embargo, Labán le dijo a Jacob:
—¿Por qué me has engañado? ¿Por qué has tomado a mis hijas como si fueran prisioneras de guerra? 27 ¿Y por qué huiste sin decirme nada? Si me hubieras avisado, yo habría hecho una fiesta para despedirte. 28 ¡Lo que has hecho es una locura! ¡Ni siquiera un beso me dejaste darles a mis hijas y a mis nietos! 29 Ganas no me faltan de hacerles daño, pero anoche el Dios de tu padre me ordenó que no te dijera nada. 30 Si tanto te urgía volver a la casa de tu padre, no tenías por qué robarte mis dioses.
31-32 Como Jacob no sabía que Raquel se los había robado, le contestó:
—La verdad, tuve miedo de que me quitaras a tus hijas por la fuerza. En cuanto a tus dioses, pasa y busca tú mismo. Si encuentras algo tuyo entre lo mío, te lo puedes llevar. Y si alguien aquí tiene tus dioses, no quedará con vida. Nuestros parientes son testigos.
33 Labán entró en la tienda de campaña de Jacob, y luego en la tienda de Lía y de las dos esclavas, pero no encontró nada; finalmente entró en la de Raquel. 34-35 Pero Raquel había puesto los ídolos bajo la montura del camello, y se había sentado sobre ellos, por eso le dijo a su padre: «No se enoje si no me levanto, pero es que estoy con mi menstruación».
Y así, aunque Labán buscó y rebuscó por toda la tienda, no pudo encontrar sus ídolos. Al verlo buscar por todos lados, 36 Jacob se enojó y le reclamó:
—¿De qué se me acusa? ¿Cuál es mi delito, que me has perseguido como a un criminal? 37 Ya has revisado todo lo que tengo, ¿y qué encontraste que sea tuyo? A ver, ponlo aquí, delante de nuestros parientes, para que ellos nos den su opinión.
38 »En los veinte años que he vivido contigo, jamás me comí un solo carnero de tus rebaños, ni tus ovejas ni tus cabras perdieron sus crías. 39 Si alguna fiera mataba una oveja, yo te la pagaba; y si en el día o en la noche alguien se robaba un animal, tú me lo cobrabas. 40-41 Los veinte años que viví en tu casa los pasé en las peores condiciones: ahogándome de calor en el día, y muriéndome de frío en la noche, ¡y hasta el sueño se me iba! Catorce años trabajé para ti por tus dos hijas, y seis años por tus rebaños, ¡y más de una vez me rebajaste el sueldo! 42 ¡Qué bueno que el Dios de mi abuelo Abraham me brindó su ayuda! El Dios de mi padre Isaac fue bueno conmigo, pues me vio cansado y afligido, y anoche te reprendió. Si Dios no lo hubiera hecho, tú me habrías despedido sin nada.
43 Labán respondió:
—Estas mujeres son mis hijas, estos niños son mis nietos, y estas ovejas son de mis rebaños. ¡No hay aquí nada que no sea mío! ¡Pero tampoco puedo hacerles daño! 44 Mejor hagamos un trato que nos comprometa a los dos.
45 Entonces Jacob tomó una gran piedra para hacer una columna, 46 y les ordenó a sus parientes recoger más piedras. Ellos así lo hicieron, y luego de amontonarlas alrededor de la columna, se sentaron a comer. A esas piedras amontonadas 47 Labán las llamó en arameo «Jegar Sadutá», y Jacob las llamó en hebreo «Galaad». 48-50 Entonces dijo Labán:
«En este día, este montón de piedras servirá de señal para recordarnos nuestro pacto. Cuando ya estemos lejos el uno del otro, que sea Dios quien nos vigile. Si maltratas a mis hijas, o te casas con otras mujeres, recuerda que Dios es nuestro testigo».
Por eso, además de llamar Galaad al montón de piedras, también se le llamó Mispá, que significa «Dios vigila».
12 Hijos míos, les escribo porque Dios les ha perdonado sus pecados por medio de lo que hizo Jesucristo.
13-14 A ustedes, los mayores, les escribo porque conocen a Jesús, quien ya existía desde antes de que Dios creara el mundo.
A ustedes, los jóvenes, les escribo también porque han sido valientes, han derrotado al diablo, y han aceptado con sinceridad el mensaje de Dios.
Les he escrito a todos ustedes porque han conocido al Padre.
15 No quieran ustedes ser como los pecadores del mundo, ni tampoco hacer lo que ellos hacen. Quienes lo hacen, no aman a Dios el Padre. 16 Las cosas que ofrece la gente del mundo no vienen de Dios, sino de los pecadores de este mundo. Y éstas son las cosas que el mundo nos ofrece: los malos deseos, la ambición de tener todo lo que vemos, y el orgullo de poseer muchas riquezas. 17 Pero lo malo de este mundo, y de todo lo que ofrece, está por acabarse. En cambio, el que hace lo que Dios manda vive para siempre.
El ejemplo del pastor de ovejas
10 Jesús les dijo:
«Ustedes saben que sólo un ladrón y bandido entra al corral saltando la cerca. 2 En cambio, el pastor de las ovejas entra por la puerta. 3 El que cuida la entrada le abre, y el pastor llama a cada una de sus ovejas por nombre, y ellas reconocen su voz. Luego el pastor las lleva fuera del corral, 4 y cuando ya han salido todas, él va delante de ellas.
»Las ovejas siguen al pastor porque reconocen su voz. 5 Pero no seguirían a un desconocido; más bien huirían de él, pues no reconocerían su voz.»
6 Jesús les puso el ejemplo anterior, pero ellos no entendieron lo que les quiso decir.
Jesús es el buen pastor
7 Entonces Jesús les explicó el ejemplo:
«Yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos los que vinieron antes que yo, eran bandidos y ladrones; por eso las ovejas no les hicieron caso. 9 Yo soy la puerta del reino de Dios: cualquiera que entre por esta puerta, se salvará; podrá salir y entrar, y siempre encontrará alimento.
10 »Cuando el ladrón llega, se dedica a robar, matar y destruir. Yo he venido para que todos ustedes tengan vida, y para que la vivan plenamente. 11 Yo soy el buen pastor. El buen pastor está dispuesto a morir por sus ovejas. 12 El que recibe un salario por cuidar a las ovejas, huye cuando ve que se acerca el lobo. Deja a las ovejas solas, porque él no es el pastor y las ovejas no son suyas. Por eso, cuando el lobo llega y ataca a las ovejas, ellas huyen por todos lados. 13 Y es que a ése no le interesan las ovejas, sólo busca el dinero; por eso huye.
14-15 »Así como Dios mi Padre me conoce, yo lo conozco a él; y de igual manera, yo conozco a mis seguidores y ellos me conocen a mí. Yo soy su buen pastor, y ellos son mis ovejas. Así como el buen pastor está dispuesto a morir para salvar a sus ovejas, también yo estoy dispuesto a morir para salvar a mis seguidores.
16 También tengo otros seguidores que ustedes no conocen; son ovejas que traeré de otro corral, y me obedecerán. Así tendré un solo grupo de seguidores, y yo seré su único pastor.
17 »Mi Padre me ama porque estoy dispuesto a entregar mi vida para luego volver a recibirla. 18 Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego porque así lo quiero. Tengo poder para entregar mi vida, y tengo poder para volver a recibirla, pues esto es lo que mi Padre me ha ordenado hacer.»
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