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Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado de Satanás; y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.
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Y pasando de allí un poco más adelante, vió á Jacobo, hijo de Zebedeo, y á Juan su hermano, también ellos en el navío, que aderezaban las redes.
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Y levantándose muy de mañana, aun muy de noche, salió y se fué á un lugar desierto, y allí oraba.
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Y les dice: Vamos á los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido.
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Y estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales pensando en sus corazones,
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Y OTRA vez entró en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía una mano seca.
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Y estaba allí cerca del monte una grande manada de puercos paciendo.
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Y SALIO de allí, y vino á su tierra, y le siguieron sus discípulos.
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Y no pudo hacer allí alguna maravilla; solamente sanó unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos.
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Y les decía: Donde quiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de allí.
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Y todos aquellos que no os recibieren ni os oyeren, saliendo de allí, sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, en testimonio á ellos. De cierto os digo que más tolerable será el castigo de los de Sodoma y Gomorra el día del juicio, que el de aquella ciudad.
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Y los vieron ir muchos, y le conocieron; y concurrieron allá muchos á pie de las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron á él.
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Y levantándose de allí, se fué á los términos de Tiro y de Sidón; y entrando en casa, quiso que nadie lo supiese; mas no pudo esconderse.
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Y habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese.
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Y PARTIENDOSE de allí, vino á los términos de Judea y tras el Jordán: y volvió el pueblo á juntarse á él; y de nuevo les enseñaba como solía.
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Y unos de los que estaban allí, les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino?
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Y entonces si alguno os dijere: He aquí, aquí está el Cristo; ó, He aquí, allí está, no le creáis.
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Y él os mostrará un gran cenáculo ya preparado: aderezad para nosotros allí.
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Y uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja.
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Y la criada viéndole otra vez, comenzó á decir á los que estaban allí: Este es de ellos.
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Mas él negó otra vez. Y poco después, los que estaban allí dijeron otra vez á Pedro: Verdaderamente tú eres de ellos; porque eres Galileo, y tu habla es semejante.
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Y oyéndole unos de los que estaban allí, decían: He aquí, llama á Elías.
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Mas id, decid á sus discípulos y á Pedro, que él va antes que vosotros á Galilea: allí le veréis, como os dijo.