Así ellos, que confiados en su magia no habían creído en ninguna de las advertencias, reconocieron, al ver muertos a sus hijos mayores, que nuestro pueblo era hijo de Dios.
Los egipcios no habían creído en las advertencias de Dios, porque confiaron más en sus hechicerías. Pero al ver morir a sus hijos mayores, reconocieron que Israel era el pueblo de Dios.